“Ocuparemos…
…hasta que no tengamos que hacerlo más”, solíamos escribir. A menudo hemos ocupado casas en Berlín, muchas han sido evacuadas de nuevo. Pero ahora la situación es diferente. En tiempos de “crisis”, esta frase puede extenderse a un llamamiento: “¡Tenéis que uniros – en toda Europa!”
COVID-19 se está extendiendo por más y más áreas del mundo y resulta que el así llamado estado de catastrofe es la regla. Porque allí, donde la gente es c por el supuestamente necesario y estricto estado paterno: “Quédate en casa”, no todo el mundo tiene hogar. Como si eso no fuera suficiente, el propio estado ha aumentado el número de personas sin hogar desalojándolas. Al mismo tiempo está cerrando los alojarmiento precarios, que les desamparades necesitan para un poco de pan, agua y jabón. En su doble moral, nos exhorta patriarcalmente: “¡Cuidado con la higiene!”
“¡Evitar el contacto social!” es lo que los gobiernos nos piden que hagamos. Pero, ¿hacia dónde deberían retirarse les refugiades cuando están hacinados en campos y prisiones de deportación en las fronteras exteriores de Europa y en la periferia alemana? Al lado de quitarles sus derechos humanos – como el asilo, la libertad de movimiento y la vivienda – también se han visto privades de la posibilidad de protegerse eficazmente contra COVID-19.
En este país la catástrofe es que ni siquiera los últimos restos arruinados de este sistema de salud son accesibles para todos. Es una farsa social que los médicos, paramédicos y personal de enfermería que declararon este estado de emergencia mucho antes de COVID-19 fueran ignorados. Por esto pueden hacer lo menos posible y merecen toda nuestra solidaridad. Pronto tendrán que decidir, como en Italia, a quién se le permite vivir y quién tiene que morir. Eso en sí mismo es catastrófico.
La catástrofe se llama capitalismo. Y es la regla.
Durante días les inquilinos, las asociaciones sociales y los partidos socialdemócratas han exigido la confiscación de las casas de vacaciones y de las plazas libres para ponerlas a disposición de las personas sin hogar y de los solicitantes de asilo. Mientras que los pisos son ambiguamente la protección más efectiva contra el coronavirus, la ciudad de Berlín ha creado 350 plazas en un albergue juvenil y una instalación de refrigeración. Vender esto como solidaridad es cínico.
En la situación actual, la confiscación de la vivienda es un deber social.
¡Por eso nosotros ocuparemos – únete!
Saludos desde Berlin a todes que luchan!