Primavera silenciosa

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[ revisión de la traducción de contratodanocividad.
Incluídas correcciones a la versión
"Primavera-silenziosa-3" ]

 

Tan razonable como representar
una prisión de cierto género por otra diferente
es representar algo que existe realmente
por algo que no existe
Daniel Defoe

¿Por qué deberíamos soportar una dieta venosa no del todo nociva,
una casa en los suburbios no del todo inhabitable,
un círculo de conocidos no completamente hostil,
el ruido de motores no tan excesivo como para volvernos locos?
¿Quién querría vivir en un mundo que no es del todo mortal?
Rachel Carson, Primavera silenciosa

 

En los años 60, Rachel Carson, bióloga y ambientalista estadounidense, símbolo del movimiento ecologista internacional, que con el libro Primavera silenciosa lanzó una fuerte denuncia y un grito de alarma hacia el envenenamiento del planeta causado por el uso de pesticidas y en particular el DDT, entonces producido y utilizado a gran escala.

Una nocividad de uso tan extendido como el DDT, que todavía se utiliza hoy en día, aunque en formas más sutiles, había llevado a silenciar el campo del canto primaveral de los pájaros. Hoy, en tiempos de Coronavirus, la nocividad, además de los pesticidas, no solo ha aumentado, sino que se ha convertido en un entero sistema enfermo que diariamente, cuando no pone en peligro la supervivencia de los organismos vivos, los condena a vivir en una existencia tóxica y cada vez más carente de biodiversidad. La verdad es muy simple: solo estamos empezando a sufrir masivamente el efecto retardado del envenenamiento químico – nuclear – biológico – electromagnético acumulativo del planeta, envenenamiento que aumenta de forma cualitativa y cuantitativa cada año. La degradación de la naturaleza y de nosotros mismos que somos parte de ella solo puede conducir a esto. En una situación en la que los efectos nocivos se combinan entre ellos, la cuestión no es si podía ocurrir algún desastre climático, químico u otro, sino cuándo sucedería. O más bien, quizás la pregunta debería ser si no está sucediendo ya.

Quienes siguen sin están preparados para todo esto son la mayoría de las personas que sufren las consecuencias. Estas son diferentes dependiendo de la parte del mundo en la que vivan y obviamente según la condición social. Las pandemias, como los desastres climáticos o químicos, no hacen distinción de clase cuando atacan –a diferencia de sus inspiradores que luego se convierten en productores y gerentes– ya que una sociedad industrial solo puede dejar un pasaje lleno de deshechos para las generaciones presentes y futuras, siendo los explotados los que pagarán las peores consecuencias de esta sociedad industrial. Las pandemias, como las guerras, las hambrunas, el cambio climático, son oportunidades ineludibles para los estados, para la economía y, sobre todo, para la tecnocracia y las grandes empresas. Pandemias, guerras, hambrunas, cambio climático están en la agenda de la amenaza global, peligros a evitar absolutamente, y aunque se invierten grandes cantidades de dinero (como con los bonos emitidos poco antes de este coronavirus), se investiga, se dibujan hipotéticos escenarios y se piensa un mundo a medida de las pandemia.

Una de las referencias internacionales actuales en la lucha contra el coronavirus es la OMS (Organización Mundial de la Salud), un organismo que recibe inmensos capitales del sector farmacéutico que incluye Glaxo-Smithkline, Merck, Novartis, Pfzer, Roche, Sanofi y principalmente de la Fundación Bill y Melinda Gates. La mayoría de los fondos de la OMS provienen de particulares y están vinculados a financiar programas específicos decididos por particulares. De hecho, la OMS sigue lo que la Fundación Gates considera prioritario. Durante años, esta fundación ha influido en las políticas de ayuda internacional en el hemisferio sur y recientemente también en las políticas alimentarias mundiales promoviendo la agricultura industrial, los pesticidas, las semillas patentadas y los OGM. El capital es importante, pero lo es aún más la filosofía de Gates, que debe estudiarse cuidadosamente. Este hombre bien podía definirse como “la muerte, el destructor de los mundos”, como hizo Oppenhaimer demasiado tarde, después de su contribución a la fabricación de la bomba atómica. Gates, con su fundación, ayuda a los pobres en África, pero sueña con reducir la población mundial como buen neomalthusiano que es. En África también es el promotor y financiero del proyecto poco conocido Gene Drive (impulsores genéticos), un verdadero flagelo para el mundo. Este proyecto consiste en esterilizar, mediante técnicas de ingeniería genética, diversos cultivos de organismos vivos para ser liberados en la naturaleza y llevar a la extinción a especies consideradas dañinas, mediante la ingeniería de organismos específicos y ecosistemas completos con métodos selectivos. Con Gene Drive quieren acabar con la malaria al igual que Oppenhaimer quería anticiparse a una supuesta bomba atómica alemana.

Si el Amazonas se quema, pensamos en poner nuevas variedades de plantas más productivas de CO2, si el riesgo de contraer enfermedades aumenta a medida que los organismos tienen sus defensas naturales cada vez más bajas, pensamos en atiborrarlos de químicos externos, haciéndolos incapaces de cualquier reacción y condenándolos a la dependencia de los productos químicos y del sistema médico.

Para resolver los problemas los métodos son siempre peores que el problema en sí, si no de inmediato, ciertamente a largo plazo. En la sociedad tecno-científica el largo plazo nunca se toma demasiado en consideración, excepto en términos estrictamente técnicos o algorítmicos. Los tiempos orgánicos de la naturaleza y también de nuestros cuerpos son muy diferentes, seguramente más lentos porque se refieren a procesos finitos.

En los grandes organismos internacionales, se hacen predicciones sobre el futuro cercano que se convierten en un objeto de estudio cuidadoso. En octubre pasado, la Fundación Gates con el Word Economic Forum y el Centro John Hopkins para la Seguridad de la Salud simularon una pandemia mundial de Coronavirus, llamada «nCoV-2019» , para comprender y analizar lo que habría sucedido, desde el número de muertes hasta los métodos de contención.

Cuando era niño, el desastre que nos preocupaba era la guerra nuclear. Hoy la mayor catástrofe posible ya no es esa. Si algo mata a 10 millones en las próximas décadas, es más probable que sea un virus altamente contagioso y no una guerra. No misiles sino microbios ”, Bill Gates.

La fatalidad se ha vuelto una probabilidad. No podemos sorprendernos por esto, igual que tampoco podemos sorprendernos por los efectos de la contaminación química, habitual o accidental, del medio ambiente por parte de la industria química, ni por las miles de nuevas moléculas puestas en circulación cuyo uso, en algunos casos, ha revelado efectos nocivos ignorados –por así decirlo– por sus creadores. La tasa de aparición de nuevas enfermedades, con agentes patógenos que encuentran un amplio campo de actividad en las condiciones de vida actuales, es más rápida que la evolución médica. Y en el mundo tal como se presenta ahora, tendremos que acostumbrarnos a esta nueva realidad.

No sabemos mucho sobre el origen de este nuevo virus, probablemente somos conscientes que la boca de la mentira, que sea el Estado o la OMS no importa, seguramente no empiece a decir la verdad ahora. La misma práctica del secreto, la misma irresponsabilidad hacia la sociedad reina en todos los laboratorios y, en consecuencia, es imposible que se llegue a alguna certeza sobre el origen y la historia de esta pandemia. Lo que sabemos con seguridad es que el virus que se está propagando a nivel planetario no es el resultado de un proceso excepcional, ya sea natural o artificial, sino que se encuentra dentro de las condiciones normales del progreso de esta sociedad tecno-científica.

Sin ir tan lejos como China, y si la memoria no se ha perdido por completo, estaría bien recordar Seveso. En este pequeño pueblo de Lombardía había una planta química de la multinacional Givaudan llamada Icmesa, pero los habitantes del país la llamaban “fábrica de perfumes”, precisamente porque oficialmente fabricaba aromatizantes y perfumes. En el grave accidente de 1976, lo que salió de la fábrica en grandes cantidades era dioxina, esa sustancia que todavía llevamos en el cuerpo en pequeñas cantidades desde nuestro nacimiento. Los productos químicos de Imcmesa no eran para perfumar a nadie, sino para crear armas químicas, en particular el Agente Naranja en los Estados Unidos. Partiendo de esta realidad indudable, y en estos ámbitos lo peor es a menudo lo más probable, se podría discutir extensamente sobre hechos que al ponerse de manifiesto y concretarse se convierten en una ocasión para experimentos a gran escala; sobre la posibilidad de que se revelen en su totalidad; sobre el riesgo de que sus efectos vayan más allá de lo que se había previsto y también se podría discutir la utilidad
de las enseñanzas que el sistema puede extraer de su camuflaje o de su espectacularización y su gestión.

En su libro 1984 , Orwell abordó el aspecto de cómo la mentira podría convertirse en verdad absoluta, a pesar de que evidencias incuestionables demuestren lo contrario. A lo largo de los años, hemos visto cómo el sitio de pruebas nucleares de Nevada, un lugar donde durante años se han organizado todo tipo de experimentos en términos de la posibilidad de destrucción de los pueblos y de todo el mundo, ha pasado a llamarse Parque Nacional de investigación ambiental , hasta el punto que un representante del Congreso presente en el acto dijera: “Con el tiempo, el público podrá escuchar los nombres de Savannah River, Oaak Ridge, Fermi Lab, Los Alamos, Idaho Park y Hanford, pensando en la investigación ambiental en lugar de los desastres ambientales”. Y hoy, en Seveso, en el mismo lugar que la empresa química suiza Givaudan-La Roche estuvo esparciendo sus venenos, se extiende el Parque natural del bosque de robles.

El efecto de la pandemia, a diferencia del pasado, está llevando a la posibilidad no solo de engañar a una población por un período de tiempo, sino a la posibilidad de engañar a la población todo el tiempo.

Propaganda pandémica

La gente no estaba preparada para esta pandemia porque en los últimos tiempos es la primera vez que ocurre algo así. En el imaginario, por otro lado, esta posibilidad ha sido asimilada durante mucho tiempo, aunque de forma confusa y casi irracional, no construida con herramientas analíticas y culturales sino a través de machacar durante años con imágenes e informaciones transmitidas por los medios y las redes sociales que instrumentalizan, exaltan o banalizan según la ocasión; a través de la ficción, de películas, Netflix y llamamientos de organizaciones humanitarias. Una asimilación a través de la producción constante de la percepción del mismo riesgo.

La atención general sobre el Coronavirus, especialmente al principio, cuando se pensaba en un origen estrictamente chino, pronto se convirtió en resentimiento, odio y mucho más hacia los chinos que se convirtieron en los autores y portadores de esta epidemia primero en Italia y luego en el mundo. Observamos indignados los movimientos autoritarios de China con biometría, con la red 5G de vigilancia y seguimiento, con drones en el cielo y con la imagen de una ciudad desierta de millones de habitantes como Wuhan. La propaganda masiva aparentemente neutra ha tratado de dar materialidad a un enemigo inmaterial donde dirigir todas las ansiedades y frustraciones de muchas personas que están cada vez más desconcertadas y temerosas. Pronto, cuando inevitablemente la mirada tuvo que cambiar a la situación italiana, los nuevos untori [lease contagiado y/o posible provocador de contagio] pasaron a ser los ”irresponsables”, aquellos que no tenían un comportamiento adecuado; una vez más se crea una fuerte campaña mediática donde la voz de los gobernadores regionales describía una realidad que no se ajustaba en lo más mínimo a lo que estaba ocurriendo en los territorios donde el miedo había hecho que se interpretaran de manera aún más restrictiva las prescripciones de los primeros decretos. Quizás no encontraron la dosis idónea entre aterrorizar y reprimir. El hecho es que durante semanas hemos visto la sucesión de decretos cada vez más restrictivos, deliberadamente ambiguos, con normas de salida constantemente renovadas para avivar y poner bajo presión constante todas esas ansiedades que crecieron gradualmente también debido a la expansión del número de contagios. Cerrar todo e inmediatamente gritaron los voceros regionales, pero luego muchos call center, logística y sobre todo muchas fábricas, especialmente las de componentes militares, continuaron trabajando en situaciones críticas: en esas condiciones fuera se arriesgaban multas y incluso la cárcel, pero dentro de la fábrica las reglas de producción estaban en vigor, tanto que dieron bonificaciones salariales para incentivar a la gente a ir al trabajo.

La atención se ha desplazado hacia la muerte, mejor dicho, se ha secuestrado por completo. Se muestra continuamente; basta la imagen de los camiones del ejército llenos de ataúdes que salen del cementerio de Bérgamo en procesión silenciosa, una imagen que encaja perfectamente en un narrativa de guerra de los gobiernos para describir la emergencia actual: «Estamos en guerra contra un enemigo invisible». Un recuento de la muerte con cifras contradictorias y cuestionables dadas continuamente y actualizadas a lo largo de las horas. La imagen de la muerte fue acompañada por la de los héroes: los trabajadores de la salud incansables, los enfermeros y médicos que hacen lo imposible en una situación desesperada, evocando a los bomberos después del colapso de las torres gemelas en los Estados Unidos. La situación de los hospitales y, en general, del estado de los equipos no se ha censurado, no hay justificación para intentar dar otra visión de la sanidad italiana. No, esta se ha expuesto más allá de todos los límites, transformándola de un “bien común” en un desastre común en el que todos podrían sentirse parte. Se ha llegado casi a contar la calderilla y a esperar que los equipos de fútbol o las estrellas de cine hicieran algunas donaciones. Se ha olvidado que hace poco tiempo, la Fundación Telethon logró desviar miles de millones para la investigación de enfermedades genéticas muy raras, cuando enfermedades muy comunes como los tumores están cada vez más extendidas debido al aire que respiramos, la comida que comemos y, en general, por las condiciones de degradación ambiental en las estamos obligados a vivir. Enfermedades que asumen cifras exorbitantes que nunca han sido contabilizadas por nadie y que nunca han provocado que se declare un estado de emergencia.

Al recuento de los muertos, pronto se añadió el recuento de mascarillas, luego el numero de camas para llegar a la falta de desinfectante. Nadie se ha molestado en investigar qué ha pasado con el sistema nacional de salud aquí en el rico Norte, hecho un desastre por los constantes robos, recortes y privatizaciones. Los creadores de estados emocionales se han preocupado de apartar el plano que habría generado dudas sobre dónde estaba la verdadera emergencia, con el riesgo de verse en situaciones de revuelta ingestionables como las que ocurridas en muchas cárceles, donde los numerosos presos muertos demuestran como están las cosas.

En medio de un Bérgamo desierto y asustado llegaron las tropas del ejercito, aparentemente para responder a la llamada los periódicos regionales que veían gente en todas partes. Una vez más, “el modelo Greta” ha prevalecido, transfiriendo la responsabilidad de lo que está sucediendo a cada individuo: se puede ser irresponsable saliendo de casa (decretos regionales) o cogiendo un avión (Greta) y se puede ser un ciudadano responsable capaz de hacer una contribución positiva al actual estado de las cosas. Pero esta contribución positiva es solo una quimera, teniendo en cuenta que la mayoría de las personas no inciden en nada de lo que ocurre en su entorno: se pueden hacer carteles con arcoíris y frases retóricas, tal vez agregando banderas nacionales, se puede separar minuciosamente el reciclaje… siempre que la responsabilidad se continúe percibiendo como esta ofuscación del pensamiento crítico y se siga practicando esta obediente y generalizada servidumbre voluntaria.

La inteligencia artificial nos salvará

Los procesos tecnológicos que transforman la sociedad no dan grandes saltos, aunque las innovaciones y producciones en alta tecnología sean siempre más rápidas, todavía existen los tiempos necesarios que pueden ser más o menos largos para su aceptación. Y la aceptación social es el factor determinante de estos procesos, ahora sería impensable pasar del smartphone como una prótesis externa al cuerpo a prótesis más invasivas como un microchip subcutáneo. Todos estos procesos toman su tiempo, pero también es necesario que los contextos estén listos para acoger de forma positiva esa innovación, para no arriesgarse a tener una negativa, como en el primer modelo de gafas de realidad aumentada de Google.

El brote del síndrome de la «vaca loca», que estalló en Inglaterra debido a los mortíferos purés de cadáveres con los que se alimentaba, de modo económico, a animales de naturaleza vegetariana, dio lugar a que comenzaran a gran escala procesos de trazabilidad con el uso tecnologías como RFID (Radio Frequency Identification). Todo el sistema ganadero, en plena emergencia, dió un salto y se reorganizó para mantener sus ganancias intactas y al mismo asegurándose de no crear otras enfermedades tan letales y, sobre todo, tan inmediatas que todavía pudieran atribuírsele las causas. Para el sistema industrial, que desde hace tiempo es tecno-cientifico, sus efectos secundarios en el ciclo de producción representan cada vez más no solo la normalidad, sino también una posibilidad de reestructuración. La clave para la reestructuración es siempre tecnológica, sea cual sea el origen del desastre. Entonces, el problema no es una vaca «enloquecida» por tener una alimentación a base de cadáveres de ovejas, sino la falta de rastreo en la cadena de suministro, tener siempre bajo control la «locura animal» e intervenir cuando sea necesario con otras soluciones técnicas, sin tener en cuenta que estas son incluso más locas que las locuras que se querían curar.

También es curioso cómo se han llamado las pandemias a lo largo de los años. Muchos han tomado nombres de animales como las gripes porcina y aviar, el dengue, la enfermedad de las «vacas locas», hasta el Coronavirus, aunque no se le haya dado un nombre preciso relacionado con murciélagos o pangolines, el emparejamiento es continuo. Esta redacción inspirada en animales, tenga o no una base, siempre lleva el problema hacia afuera, una entidad ajena al hombre que represente la causa de las pandemias. Nadie ha pensado llamar a una pandemia Homo sapiens, o si el nombre de la especie podría cambiarse a Homo tecnologicus, sin duda sería más realista teniendo en cuenta que la sociedad tecno-científica es el origen de todo en sus procesos de sustitución, ingenierización y artificialización de la naturaleza

El llamado “estado de emergencia” se expande y se extiende por todas partes, no podría ser de otra manera ya que los desastres se multiplican visiblemente y cada vez los camuflan menos. A menudo se combinan entre sí creando situaciones que dejan a la mayoría de las personas desconcertadas, incapaces de intervenir y, sobre todo, maleables para aceptar cualquier sacrificio que unas pocas horas antes sería impensable. Si el desastre ya no se puede camuflar, entonces se exacerba y se pone en evidencia todo lo posible, contando con una anestesia de la capacidad crítica de quien intenta comprender lo que realmente tiene ante sus ojos. Muchas plantas nucleares ahora se están construyendo cerca de centros habitados, compartiendo el parque verde donado y cuidado amablemente por la misma compañía dueña de la planta. El temor a un accidente atómico, químico o pandémico no está destinado a desaparecer. La percepción que de quiere dar, la que tiene que ser asimilada, es una situación bajo control: hay radiación, pero hay técnicos que se ocuparán de ella, hay dioxina pero no en dosis mortales, hay una pandemia basta con entrar en casa y cerrar la puerta.

El 11 de septiembre, con el ataque a las Torres Gemelas, o en Italia al G8 en Génova, parecían simples paréntesis, “situaciones excepcionales” destinadas a sanar y destinadas a reingresar al ámbito democrático. El 11 de septiembre permitió al gobierno de los Estados Unidos, bajo la ola emocional de los Estados Unidos heridos, inventar la amenaza del terrorismo y desencadenar dos guerras: una afuera y otra adentro creando leyes especiales diseñados para limitar, si no para destruir las libertades de los estadounidenses. En Génova, tres días cortos condensaron bien lo que puede hacer un estado democrático y, después de esos temores, nada podría volver como antes, el poder lo sabía bien, con un mensaje que no se aplicaba solo a los movimientos sociales de Italia. Esa infraestructura para torturar, Esa infraestructura para torturar, encarcelar y matar nunca se ha desmantelado, fue el resto del sistema el que se reestructuró.

La digitalización de la sociedad: una lección de google y compañía

El Ministro de Desarrollo Económico (MISE), el departamento del gobierno italiano que incluye política industrial, comercio internacional, comunicación y energía, ha dejado muy claro cómo el Gobierno tiene la intención de abordar el tema de la recuperación económica, durante y especialmente después de la “emergencia del coronavirus”. Para empezar, se han destinado 25 millones de euros al proyecto : Case delle tecnologie emergentipara proyectos de investigación y experimentación basados en Blockchain, Internet de las cosas e inteligencia artificial” , dirigido a los municipios de Italia para la prueba de sistemas innovadores y para la realización de la red 5G, desarrollo central también en el decreto Cura Italia [decreto del estado italiano que supone 25.000 millones de euros a los afectados por el coronvirus asi como para el desarrollo de estas tecnologías. N. del T.], que ha dado via libre a las teleoperadoras para el aumento de potencia y la instalación de nuevos emplazamientos de comunicaciones.

La ministra de Innovación Tecnológica y Digitalización, Paola Pisano, que forma parte del partido Movimiento cinco estrellas, el cual siempre ha tenido como referencia Internet y no el mundo real para construir su propia idea de democracia, dijo: “Lo digital y la innovación son aliados preciosos para hacernos vivir una vida diaria sostenible, mejorando nuestra calidad de vida a pesar de las limitaciones” . El proyecto de la ministra llamado Solidaridad digital tiene la intención de “hacer que todos los servicios digitales sean un factor común para ayudar a los ciudadanos a llevar a cabo desde casa lo que solían hacer en la oficina o la escuela”. Una solidaridad entre las máquinas y la ministra no oculta que estas no son ideas de hoy, pero que eso es lo que siempre han querido hacer. Se necesitaba una emergencia de este nivel para aniquilar por completo la ya inestable solidaridad humana: las personas deben comunicarse por medio de dispositivos, entre máquinas, ya no entre sí, hacia una degradación y erosión de cualquier relación social en vista de un distanciamiento social permanente.

Estos proyectos prevén una parte pública, pero sobre todo una parte privada. Precisamente son las empresas privadas las que menos se han visto afectadas por las restricciones gubernamentales y esta crisis ha sido una oportunidad para impulsar sus proyectos. En tiempos de confinamiento en el hogar, son las compañías de Big Data las que han secuestrado la atención de millones de personas conectadas constantemente a la red para tratar de orientarse de alguna manera o simplemente por distracción, haciendo que el uso del teléfono inteligente sea aún más compulsivo. En esta fase de cambio forzado, estas compañías han reforzado su control utilizando su armamento para estar aún más presentes y generalizadas. Por ejemplo, Google con chats de video, correo electrónico, software de productividad y entretenimiento de Youtube; Facebook que permite a las personas ver lo que están haciendo amigos y familiares y, junto con Instagram y Whatsapp, ayuda a reemplazar el contacto directo entre las personas; Todos los dispositivos y aplicaciones de Apple que permiten a las personas seguir trabajando y entretienen a los niños ocupando el lugar de los padres incluso si están presentes. En el proyecto de Solidaridad Digital para apoyar el esfuerzo colectivo, también estará presente IBM que se centrará en el trabajo inteligente y Microsoft (sin Bill Gates, que ahora se ocupa de pandemias) que utilizará sus tecnologías para el trabajo inteligente y la escuela.

Amazon garantiza el suministro de todos los productos y también el entretenimiento digital a través de Prime Video, Kindle, Audible. En los supermercados y pequeños minoristas, la venta de lo que se consideró superfluo (libros, papelería …) estaba prohibida, pero esta prohibición no se aplicaba a la distribución a gran escala de Amazon, un sector que evidentemente se considera esencial también en su logística de distribución de lo superfluo. Desde el mes pasado, Facebook se ha asociado con la OMS ofreciéndola espacios publicitarios gratuitos para promover “información precisa”. En la misma línea, Google y Youtube promueven y dirigen búsquedas de información sobre Coronavirus hacia lo que declaran la OMS y los medios oficiales y Google está creando sitios web específicos para administrar la grandes cantidades de información. En una entrevista reciente, la vicepresidenta de Facebook, Molly Cutler, dijo: “simplemente nos damos cuenta de la seriedad del momento y la importancia de hacer lo que hay que hacer en un momento en que nuestros servicios son realmente necesarios”.

Para contener la pandemia, China simplemente ha utilizado y perfeccionado las tecnologías de vigilancia existentes a gran escala, la ciudad de Wuhan tiene una red 5G y un sistema de Internet de las cosas que es el más desarrollado del mundo. Dos aplicaciones como Alipay y WeChat, que prácticamente reemplazaron el dinero efectivo en China, han sido muy útiles para aplicar las restricciones porque permitieron que el gobierno siguiera constantemente los movimientos de las personas y bloqueara a los que habían contraído el virus. “Todas las personas tienen una especie de semáforo” explica Gabriel Leung, rector de la facultad de medicina de la Universidad de Hong Kong, un código basado en los colores verde, amarillo y rojo que aparece en el teléfono inteligente permite a la policía y al ejército, ubicados en puestos de control especiales, determinar quién podía pasar y quién debía ser detenido. Obviamente, la vida social con estas medidas no solo se ha reducido sino destruido. Una delegación dirigida por la OMS en una visita reciente a China planteó muchas dudas y preocupaciones sobre medidas de contención tan drásticas. Sin embargo, el mismo organismo no se ha indignado cuando se están aplicando las mismas métodos en Europa y en el resto del mundo, simplemente con un nivel menos avanzado en tecnología de vigilancia, en la que China es la primera en el mundo.

Este tipo de medidas reflejan las tomadas en contextos de contrainsurgencia, como la ocupación militar-colonial en Argelia o, más recientemente, en Palestina. Nunca antes se habían tomado a nivel mundial y con un aparato tecnológico tan disponible, ni en megaciudades que albergan a una gran parte de la población mundial. Mientras tanto, también en Italia, se están adoptando métodos técnicos para localización de personas. El garante de privacidad en Italia garantiza que “El intercambio y, antes de eso, la recopilación de datos debe llevarse a cabo de la manera menos invasiva posible para las partes interesadas, favoreciendo el uso de datos pseudonomizados (si no anónimos), recurriendo a la reidentificación cuando sea necesario, por ejemplo, contactar individuos potencialmente infectados. En la compleja cadena de suministro en la que se articularía el rastreo de contactos, las entidades privadas, a partir de las grandes plataformas, deberían poner los activos de información a disposición de la autoridad pública, a quien el análisis de los datos debería reservarse”. La privacidad es en sí misma una quimera, una promesa que no se puede cumplir por la simple razón de que su erosión ya comenzó hace algún tiempo. La privacidad ya estaba muerta con la simple generalización de dispositivos como los teléfonos celulares.

En la recolección de datos faltaban los sanitarios, para llegar a convertirnos a todos en pacientes, elemento fundamental para la gestión total de nuestras vidas; el proyecto Watson de IBM está ya avanzado en esa dirección. Y si la máquina algorítmica promete hacerlo mejor que el hombre, ¿por qué retroceder cuando las relaciones humanas hacían perder tiempo, con riesgos, además, de posibles contagios?

Contrastar una nocividad no solo significa considerar quién la ha querido, realizado y hecho necesaria, sino también considerar a esos impostores que prometen mantenerla dentro de límites y parámetros precisos, controlados y supervisados quizás por una entidad pública. Y aquí está el punto: pensar en gobernar estos procesos es una ilusión, inevitablemente se harán cargo, obviamente usando un sistema de regulaciones éticas, de salud u otras.

La dirección tomada es la de una sociedad cibernética con un acompañamiento dulce hacia la vigilancia total con el manejo y condicionamiento del comportamiento de las personas. En medio de este contexto, será cada vez más difícil y ridículo hablar sobre la tan cacareada “privacidad” o decir que la red 5G prococa tumores. El clima de emergencia ha transformado la red 5G en una “tecnología de emergencia” al acelerar la instalación de una gran cantidad de antenas nuevas partiendo desde las áreas más afectadas por el Coronavirus. La red 5G en la retórica de la propaganda es necesaria para apoyar el desarrollo de la digitalización, el aumento del tráfico de red y el análisis algortímico de los datos sanitarios: “Pensad en la utilidad que la red 5G tendría en los enlaces de radio entre hospitales, protección civil, regiones”, dice De Vecchis, presidente de Huawei Italia, y las palabras del CEO de Zte Italia también son significativas: “Lo que los operadores deben hacer es un razonamiento a largo plazo para estar preparados para enfrentar crisis, esta es una lección para todos: Internet debe considerarse con la misma importancia que la distribución de agua, gas, electricidad”.

La cuestión crucial es comprender que esto no será ni un paréntesis simple ni una prueba general, sino el comienzo de lo que se pretende que sea la nueva normalidad, dejando de ser un estado excepcional en la sociedad del futuro cercano. Hasta ahora solo hemos visto la creación y el manejo de varias emergencias a pequeña escala, desde terrorismo hasta desastres naturales, pero nunca a gran escala y con tanta intensidad. Y no hay duda de que este ejercicio durará mucho más de lo anunciado, abriéndose y volviéndose a combinar con nuevas situaciones que aún son difíciles de prever y comprender en su totalidad y en sus consecuencias finales.

¿Qué nos queda por hacer en una sociedad donde nuestras propias relaciones y vidas están digitalizadas? Cuando Ivan Illich criticaba el sistema educativo decía que tenemos que desescolarizar la sociedad; a nosotros solo nos queda desconectar, tanto como sea posible y en todas partes, este mundo máquina antes de que se pierdan irreversiblemente los significados más simples y profundos sobre lo que es el ser humano, la libertad y la naturaleza. El mundo máquina ya ha dado su respuesta a esto, a todos los individuos que todavía anhelamos la libertad no nos queda más que cortar la malla de esta red que nos domina.

Bérgamo, marzo de 2020
Resistenze al nanomondo
www.resistenzealnanomondo.org

Mirada oblicua

Abre bien los ojos, mira
Julio Verne

“La primera batalla cultural es mantenerse en guardia ante los hechos”
Hannah Arendt

La desinformación periodística descompuesta y de emergencia actúa como narrador unidireccional de la compleja situación en la que estamos inmersos desde hace un mes. Improbable encontrar un único prisma de análisis y observación para afrontarla. Muchos planos, perspectivas y dinámicas se mezclan y se entrelazan, recordando los intereses relativos y los protagonistas de los procesos ya en curso. Hay que decir que, como suele ocurrir en la historia, los acontecimientos de emergencia aceleran ciertos procesos y en este caso surgen claramente los que son los objetivos que, gracias a esta pandemia, nos gustaría alcanzar.

La excepcionalidad permite mover el límite de lo aceptable de una manera poco ruidosa y sin previo aviso, implementando “transformaciones silenciosas” irreversibles.

Es importante que los escenarios no sean predicciones. Más bien, son supuestos ponderados que nos permiten imaginar, y luego probar, diferentes estrategias para estar mejor preparados para el futuro – o más ambiciosos, cómo ayudar a dar forma a un futuro mejor… los escenarios son un medio por el cual es posible no sólo imaginar sino también realizar un gran cambio” (Rockefeler Foundation).

La fragmentación social se ha impuesto con la retórica del “distanciamiento como nueva forma de solidaridad”, mientras que en algunas fábricas el ruido de la maquinaria continúa sin cesar para no interrumpir el flujo de capitales.

Salta a la vista, entre otros, el ejemplo de algunas empresas de la zona de Bérgamo, Tenaris Dalmine, del grupo Techint. Especializada en el suministro de tuberías para el sector petrolero, no ha parado la producción apoyándose en su amistad “desinteresada” con los alcaldes de los municipios de Bérgamo.

Una fábrica que, aunque hubiera cerrado, no habría perdido sus beneficios, ya que los propietarios también son dueños del hospital privado multiespecialidades Humanitas Gavazzeni.

Por uno lodo u otro, la ganancia gracias a la pandemia estaba asegurada.

Una afirmación teatral para hacer que “las mentiras parezcan sinceras y el asesinato respetable” (G. Orwell).

Una emergencia que pone aún más de relieve cuáles son los mecanismos de la vida social, trazando con mayor profundidad los límites entre la clase dominante y los explotados, aplanando la subjetividad en favor del utilitarismo en el que el trabajador queda reducido a una mera herramienta y los ancianos fallecidos a un número estadístico con el que competir con las tasas de mortalidad de otros países.

El boletín diario de noticias del recuento estadístico de muertes marca estos días de cuarentena. La administración de la muerte, como de la vida, se convierte en materia prima de los cálculos matemáticos, transformando la vida cotidiana en un portaobjetos de microscopio.

Ya no son suficientes los datos digitales recogidos por una mano que toca una pantalla táctil, necesitamos los datos biométricos de esa mano.

Los cuerpos se convierten en el lugar de extracción, el medio, la fuente y el espacio de vigilancia.

La eficacia de los gobiernos se mide por su capacidad para cambiar el comportamiento diario de la gente“.

Desde el comienzo de la emergencia, se dieron por descontadas la activación de las plataformas de trabajo inteligentes (utilizadas por más del 70% y que con las últimas disposiciones para la fase 2 está a punto de ser obligatoria en algunos sectores) y la educación en línea (utilizada por el 98% del sector), destacando que si éstas se ponen inmediatamente en funcionamiento, significa que ya existía una infraestructura capaz de soportar miles de millones de interacciones en la red con una sobrecarga extra que en este momento ha alcanzado picos de +90%.

El contexto de emergencia está creando así la condición fértil para el avance de los procesos tecno-científicos, algunos de los cuales se están beneficiando de la aceptación social creada por la producción de miedo y la visión salvadora de la tecnología.

Se habla de simplificar los trámites burocráticos para la amplificación de la red precisamente en las zonas más dobladas por el virus, Lombardía in primis.

Desde el punto de vista tecnológico, un plan de emergencia a corto plazo para proporcionar a una zona limitada como Lombardía una red 5G inmediatamente operativa es perfectamente factible“, dice el CEO de ZTE Italia.

Gestionar la crisis mientras se construye el futuro” tiene un significado negativo absoluto desde el momento en que el futuro que se construye es el suyo, en el cual nosotros y nuestras interacciones nos convertimos en pellets de datos para saciar los algoritmos.

Estamos siendo testigos de una equiparación entre nuestro mundo y el funcionamiento de una máquina en la que cada movimiento está perfectamente regulado, supervisado y lubricado.

Basta con mirar a los 17 especialistas elegidos por el gobierno de Conte que formarán parte del Grupo de Trabajo que se encargará de la “Fase 2” para el volver a arrancar el país. Significativamente, será dirigido por el ex CEO de Vodafone, Vittorio Colao, apoyado por numerosos técnicos y expertos, incluyendo a Roberto Cingolani, actual jefe de la innovación tecnológica de Leonardo y director del Instituto Italiano de Tecnología. Se les confía la tarea de “repensar la organización de nuestras vidas y preparar el retorno gradual a la normalidad“.

Una re-organización encargada a los técnicos, organizada por el Estado y sus administradores, que nos llevará en una dirección nada misteriosa.

En suelo italiano, Vodafone fue la primera compañía telefónica, una de las más grandes del mundo, en invertir en la infraestructura 5G. En los primeros meses del año pasado fue la única compañía que ofreció cobertura 5G en las cinco ciudades piloto italianas (Milán, Bolonia, Turín, Nápoles y Roma).

La decisión de crear un grupo de trabajo encabezado por el antiguo director general es una clara elección destinada a apoyar el espíritu tecnológico dominante destacando las “afinidades electivas” entre el sistema técnico y el poder estatal.

Hace pocos días el actual CEO de Vodafone, durante una audiencia en Montecitorio se ha expresado respecto a las perspectivas de futuro del país afirmando que “sé bien cuánto se conocía ya la importancia de la tecnología y de las redes […]. Me gustaría señalar que hemos decidido centrar parte de la atención y el compromiso que estamos poniendo en el campo en las necesidades sanitarias que pueden desarrollarse gracias a la difusión del 5G y sus aplicaciones.

Vodafone está fortaleciendo su colaboración con los hospitales e instituciones de atención de la salud para poner a disposición de la salud de los italianos las tecnologías más avanzadas y ayudar a nuestros médicos y enfermeros en su valiosa labor para la comunidad. […].

Tras una serie de premisas para poner de relieve las ramificaciones del poder de la empresa en esta situación de emergencia, pasamos al interés real de esta declaración en la que se pide “un ajuste inmediato de los límites del campo electromagnético al nivel de los demás principales países europeos (en Italia tenemos los límites más restrictivos de toda la Unión Europea) y es necesario adoptar medidas de simplificación, valiéndonos de las instituciones ya conocidas de nuestro sistema de auto certificación y del consentimiento tácito“.

¿Qué mejor momento para salir a relucir? Sobre todo porque las obras de la nueva infraestructura 5G ya están en marcha desde hace algún tiempo (los anuncios y los documentos oficiales hablan muy claramente de ello) ya se han instalado cientos de antenas, por lo que de hecho el desplazamiento del límite de tolerancia ya está en marcha y esta pantomima con el gobierno probablemente sólo representa una formalización necesaria para la institucionalización de la red 5G.

Vodafone también puede encontrarse en el servicio de mensajería gratuito relacionado con las aplicaciones de vigilancia y cartografía de personas en la fase de diseño y ejecución en todo el territorio.

Vodafone, junto con Google, Facebook, Amazon, Apple, Microsoft y otros del sector, han podido colaborar en la gestión de emergencias aprovechando un momento de vulnerabilidad para aplicar condiciones que de otro modo serían prematuras. El intercambio de datos y los mapas digitales, la creación de aplicaciones ad hoc y la “solidaridad digital” son algunos ejemplos de cómo, bajo llave humanitaria, las grandes multinacionales de la vigilancia han podido engordar aún más sus servidores de datos y subir unos cuantos escalones en la aceptación de las innovaciones tecnológicas.

En un futuro no muy lejano, será en nombre de la seguridad de la salud “digital”, de la conveniencia del trabajo “flexible” y de la educación escolar, que la infraestructura para las ciudades inteligentes se pondrá en práctica cambiando la ilusión de libertad en las comunicaciones ilimitadas por el control y la vigilancia totales.

Un proceso en el que somos inducidos a participar, enrolados en el progreso técnico, y en el que nos confesaremos diariamente –a través de dispositivos tecnológicos– una necesidad interior sabiamente manipulada por un nuevo poder totalizador, fluido, consensual, de “escala humana”.

La aparente “benevolencia” de un poder es lo que lo hace tan efectivo.

En China, con la emergencia finalizada –al menos por Coronavirus– cada movimiento e interacción es registrado, analizado a través de DataMining y clasificado a través de un teléfono inteligente. Si subes a un autobús, a un tren, entras en una estación o en una zona determinada de la ciudad, hay un código QR que debes escanear para que el sistema registre el paso. Una administración automatizada de oleoductos que cruzando datos, algunos de los cuales no podemos ni siquiera imaginar, analiza cada aspecto de la vida en un proceso prescriptivo del que estamos excluidos.

Una nueva implementación del Sistema de Crédito Social¹ que el gobierno chino se había propuesto hacer plenamente operativo justo este año después de una fase “experimental” de 6 años, a la que seguiría la afiliación obligatoria para todos los ciudadanos. Ahora, por lo tanto, a las cuatro macroáreas escaneadas por este sistema (honestidad en los asuntos gubernamentales, integridad comercial, integridad social y credibilidad financiera) se añade el área relativa a los datos sanitarios de las personas, completando el perfil bio-social.

El contexto chino, junto con lo que está sucediendo en Corea del Sur, Singapur e Israel, aunque con diferencias considerables, es ciertamente importante, pero basta con echar un vistazo a todo lo que está sucediendo en suelo italiano para darse cuenta de que el control y la gestión social de Xi Jinping no está tan lejos como parece.

La emergencia del Coronavirus, por lo tanto, es la tormenta perfecta que ha permitido al gobierno chino fortalecer e implementar esos sistemas ya inaceptables pero activos desde hace varios años, elevando aún más el umbral de aceptación social.

Lo que se presenta como un sistema extraordinario para mapear el contagio sólo sirve para hacernos partícipes de la creación de nuestro perfil y de nuestra vigilancia.

Las tecnologías más profundas son las que desaparecen. Se unen al tejido de la vida cotidiana hasta que se vuelven indistinguibles de ella” S. Zuboff.

Con aplicaciones que te dicen si puedes ser infectado por el Coronavirus, con punteros biométricos que controlan tu temperatura, con drones que vigilan tanto las ciudades como los caminos de montaña para tu seguridad, se materializa rápidamente un nuevo mundo en el que la realidad se descompone, se vuelve a montar y se vuelve a proponer por las empresas y los gobiernos.

Citando a D. Lyon “nos convertimos en la síntesis de nuestras transacciones, mecanismos de clasificación” en la que es el algoritmo de un teléfono lo que nos dice como podemos actuar dentro de un espacio determinado.

La vida cotidiana que conocíamos es triturada para construir un nuevo futuro a una velocidad tal que paraliza nuestra conciencia y crea enormes vacíos.

Una vez más se nos vuelve a proponer la inevitabilidad de la solución tecnológica.

Una ideología peligrosa, contagiosa.

Una vez más se confunde una estrategia calculada al detalle en una contingencia histórica concreta con un suceso absolutamente de emergencia y extraordinario que se propone gestionar una situación difícil de la manera menos impactante posible.

De esta manera nos acostumbraremos a la “Tecnología tranquila“* y sin darnos cuenta estaremos inmersos en el mundo de la tecnología que desaparece [se diluye] en los ambientes de nuestra vida cotidiana haciéndonos perder de vista la frontera entre lo real y lo artificial.

Hay muchas metáforas relativas a la guerra refiriéndose a esta pandemia. Pero si hay una guerra en curso, es la guerra contra la naturaleza, la naturaleza humana, su carácter social y su voluntad de pensar y actuar. Una guerra relámpago, que golpea con velocidad y que intenta generar sujetos indefensos, confusos y asfixiados. Pero a diferencia de la guerra, hecha de “mentiras unificadoras” a las que se refieren periodistas y administradores del Estado de diversa índole, que empujan el nacionalismo hacia un enemigo externo –e interno– , esta ofensiva debe crear rápidamente una conciencia de la realidad que toma forma a nuestro alrededor, y empujarnos a tener “sangre fría para pensar lo impensable“.

Una narrativa fragmentaria y funcional ha secuestrado los sentimientos y pensamientos en favor de la plena confianza en los líderes estatales y del sector de las telecomunicaciones, los tecnócratas y los investigadores de diversa índole. Hay espacio para cualquier experimento que pueda ayudar a salvarnos de la pandemia. Desde la manipulación genética con CRISP-Cas9, a los experimentos con monos, de los proyectos de vacunas sintéticas en diversas partes del mundo, a los chips implantados bajo la piel, la ignorancia y el miedo abren la puerta al sistema tecno-científico.

En EE.UU. y China ya se habla de la carrera geoestratégica de las biotecnologías.

Las potencias mundiales están presionando para conseguir los mejores laboratorios y asegurarse un asiento en primera fila en la carrera por las vacunas y los ensayos con humanos.

Entre los más afectados por esta pandemia están sin duda los ancianos.

Después de 1985, año reconocido como el de la primera generación de lo que Mark Prensky bautizaría como nativos digitales, y en los decenios siguientes aún más, la realidad que vivimos hoy se percibe como la única viable, impensable un pasado diferente sin comodidades digitales ni tecnologías persuasivas.

Estamos corriendo hacia un mundo, como imaginó J. Verne en el París del siglo XX, dominado por la técnica y sus ingenieros, en el cual el arte, la literatura y la humanidad terminaron cogiendo polvo, amontonados en bibliotecas abandonadas y olvidadas por todos.

Este virus afecta principalmente a las últimas generaciones de “encariñados” con la era pre-digital de la historia de la humanidad, las menos adaptables a este nuevo sistema algorítmico, constituido por redes, sensores y chips. Con ellos se van las historias que describen la actualidad como una pesadilla de ciencia ficción absolutamente inimaginable hace unas décadas.

Como escribe H. Keyeserling, “dondequiera que la técnica penetre, ninguna forma de vida pre-técnica puede resistir el largo plazo.

Incluso si las nuevas vanguardias tecnológicas están diseñadas para abarcar todos los grupos de edad con los nuevos proyectos de ‘Active and Assisted Living’ (AAL) porque “no puede haber una ciudad inteligente sin ciudadanos-smart y especialmente ancianos-smart!

La memoria también es indispensable porque nos recuerda otros mundos posibles. existidos y que pueden existir bajo otras formas.

La memoria nos salva de la inevitabilidad del presente que parece aplastarnos hasta el punto de sofocar toda voluntad y es indispensable, pero no puede ser la clave para leer este presente.

Las nuevas formas de poder que actúan en el presente no tienen antecedentes históricos y analizarlas bajo la óptica de los modelos del pasado sería un error que no nos permitiría captar plenamente sus peculiaridades y, en consecuencia, encontrar las estrategias para oponerse a ellas.

Los periódicos de gusto siniestro venden miles de ejemplares por los continuos artículos sobre el estéril recuento estadístico de muertos, en el vecindario no se habla de otra cosa.

En las últimas semanas en la ciudad, el luto hace de metrónomo en estos días silenciosos.

Pero si hay un sentimiento de luto que seguramente debemos tener es por todo lo que nos están quitando. Por toda la libertad individual de la que se están apoderando y por toda la destrucción que ejercen inexorablemente contra la Tierra y sus habitantes.

Unos tiempos sin cabida para el asombro y la consternación, serán tiempos en los que nos habremos habituado a un estado de cosas inaceptable. Reivindiquemos nuestro asombro y nuestra maravilla, hechos de rabia y angustia, porque son esos sentimientos los que estimulan la conciencia, la acción y la voluntad de querer sin esperar los tiempos en que los sentimientos se conviertan en “derechos” que el Estado nos concede.

¿Cuánto tiempo pasará antes de que olvidemos quiénes éramos cuando aún no éramos de su propiedad, reclinados a media luz para estudiar viejos libros sobre la autodeterminación, con un chal para calentarnos, una lupa en nuestras manos, como si estuviéramos descifrando antiguos jeroglíficos?

S. Zuboff

Nella
Bergamo – 14 Aprile 2020

¹ Sistema de Crédito Social chino: el sistema nacional chino de clasificación de ciudadanos que funciona mediante el cruce de información relativa a la condición social y económica y la evaluación del comportamiento de cada individuo. No es sólo un sistema de vigilancia capilar y de masas, sino una precisa arquitectura técnica para dirigir el comportamiento hacia una dirección programada.

Se basa en las tecnologías de análisis de Big Data que, mediante la asignación de puntuaciones, crea perfiles de inclusión o exclusión en la sociedad transformando los puntos en “derechos” que, como puntos, pueden perderse o adquirirse. El programa prevé la elaboración de listas negras expuestas públicamente. Un sistema que fomenta la participación de sus ciudadanos según un principio de interiorización, confiando a mecanismos automatizados el mantenimiento del orden social. Ha estado en vigor desde 2014, en fase de prueba y adaptación, y a partir de previsiones programáticas se está preparando para que sea obligatorio para todos los ciudadanos este mismo año.

* [Nota Añadida por el traductor]

El término “tecnología tranquila” (Calm Technology o Calm Design), acuñado por los investigadores Mark Weiser y John Seely Brown en 1995 en respuesta a la creciente complejidad que estaban creando las TIC, bajo la idea de que estos sistemas deberían simplificar las conexiones y no seguir generando otras nuevas.

Es un tipo de tecnología de la información en la que la interacción entre la tecnología y su usuario está diseñada para que ocurra en la periferia del usuario en lugar de estar constantemente en el centro de atención. La información de la tecnología se desplaza suavemente a la atención del usuario cuando es necesario, pero por lo demás permanece en calma en la periferia del usuario. Mark Weiser y John Seely Brown describen la tecnología de la calma como “la que informa pero no exige nuestro enfoque o atención”.

Como describía Mark Weiser, en “Designing Calm Technology” (1995)

Para que una tecnología sea considerada ‘tecnología tranquila’, hay tres principios básicos a los que debe adherirse:

– La atención del usuario a la tecnología debe residir principalmente en la periferia. Esto significa que o bien la tecnología puede cambiar fácilmente entre el centro de atención y la periferia o que mucha de la información transmitida por la tecnología está presente en la periferia en lugar de en el centro.

– La tecnología aumenta el uso de la periferia por parte del usuario. Esto crea una experiencia de usuario agradable al no sobrecargar al usuario con información.

– La tecnología transmite un sentido de familiaridad al usuario y permite la conciencia del entorno del usuario en el pasado, presente y futuro.”

Sguardo obliquo

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Guarda a tutt’occhi, guarda.”
Jules Verne

La prima battaglia culturale è stare di guardia ai fatti.”
Hannah Arendt

La disinformazione giornalistica scomposta ed emergenziale sta facendo da narratrice unidirezionale alla situazione complessa in cui siamo immersi da un mese a questa parte. Improbabile trovare un’unica lente di osservazione ed analisi per affrontarla. Molti piani, prospettive e dinamiche si mescolano e intrecciano richiamando relativi interessi e protagonisti di processi già in corso.
C’è da dire che, come spesso accade nella storia, avvenimenti emergenziali accelerano determinati processi e in questo caso affiorano chiaramente quelli che sono gli obiettivi che, grazie a questa pandemia, si vorrebbe raggiungere.
L’eccezionalità permette di spostare il confine dell’accettabile in modo poco rumoroso e senza preavviso, attuando delle “trasformazioni silenziose” irreversibili.
È importante che gli scenari non siano previsioni. Piuttosto, sono ipotesi ponderate che ci permettono di immaginare, e poi di provare, diverse strategie per essere più preparati per il futuro – o più ambiziosi, come aiutare a plasmare un futuro migliore… gli scenari sono un mezzo attraverso il quale è possibile non solo immaginare ma anche attualizzare un grande cambiamento” (Rockfeller Foundation).
E’ stata imposta la frammentazione sociale con la retorica del “distanziamento come nuova forma di solidarietà” mentre in alcune fabbriche il frastuono dei macchinari continua incessante per non interrompere il flusso di capitale.
Lampante è l’esempio di alcune aziende della bergamasca, la Tenaris Dalmine, del gruppo Techint, tra tutte. Specializzata nella fornitura di tubature per il settore petrolifero, non ha mai smesso la sua produzione spalleggiata dall’amicizia “disinteressata” con i sindaci dei comuni bergamaschi.
Una fabbrica che se anche avesse chiuso non avrebbe perso i propri profitti dal momento in cui gli stessi proprietari possiedono anche l’ospedale polispecialistico privato Humanitas Gavazzeni.
Da una parte o dall’altra il guadagno sulla pandemia era assicurato.
Un sinistro teatrino per far sì che “le bugie sembrino sincere e l’omicidio rispettabile” (G. Orwell).
Un’emergenza che mette ancora più in luce quelli che sono i meccanismi della vita sociale, tracciando ancora più profondamente i confini tra la classe dominante e quella degli sfruttati, appiattendo le soggettività a favore dell’utilitarismo in cui l’operaio è ridotto a mero strumento e l’anziano deceduto a numero statistico con cui concorrere con le percentuali di mortalità degli altri paesi.

Il quotidiano bollettino giornalistico della conta statistica dei morti scandisce questi giorni di quarantena. L’amministrazione della morte, come della vita, diventa materia prima per calcoli matematici trasformando la quotidianità in un vetrino da microscopio.
Non bastano più i dati digitali raccolti da una mano che tocca un touchscreen, servono i dati biometrici di quella mano.
I corpi diventano luogo dell’estrazione, mezzo, fonte e spazio della sorveglianza.

L’efficacia dei governi si misura in base alla loro capacità di cambiare il comportamento quotidiano delle persone”.
Fin dall’inizio dell’emergenza è apparsa scontata l’attivazione di piattaforme di smart working (utilizzata da più del 70% e che con le ultime disposizioni per la fase 2 si appresta a diventare obbligatorio in alcuni settori) e didattica online (utilizzata dal 98% del settore) mettendo in luce che dal momento in cui queste sono immediatamente operative significa che un’infrastruttura in grado di sostenere miliardi di interazioni in rete con un sovraccarico extra che in questo momento ha toccato punte del +90%, già esisteva.
Il contesto emergenziale sta creando così la condizione ferace per l’avanzamento dei processi tecno-scientifici, alcuni dei quali sono avvalsi proprio dall’accettazione sociale creata dalla produzione della paura e nella visione salvifica della tecnologia.
Si parla di semplificare le lungaggini burocratiche per l’amplificazione della rete proprio nelle zone più piegate dal virus, Lombardia in primis.
Da un punto di vista tecnologico un piano di emergenza a breve termine per dotare un’area limitata come la regione Lombardia di una rete 5G immediatamente operativa è perfettamente realizzabile” dice l’amministratore delegato di ZTE Italia.

Gestire la crisi mentre si costruisce il futuro” ha un’accezione assolutamentenegativa dal momento in cui il futuro che viene costruito è il loro, in cui noi e le nostre interazioni diventiamo pellet di dati per saziare gli algoritmi.
Stiamo assistendo ad un’equiparazione tra il nostro mondo e il funzionamento di una macchina in cui ogni movimento è perfettamente regolato, monitorato e oleato.
Basta guardare i 17 specialisti scelti dal governo Conte che faranno parte della Task Force che si occuperà “Fase 2” per la ripartenza del paese. Significativo che a guidarla sarà proprio l’ex amministratore delegato di Vodafone, Vittorio Colao, che verrà fiancheggiato da numerosi tecnici ed esperti tra cui Roberto Cingolani, l’attuale responsabile dell’innovazione tecnologia di Leonardo e direttore dell’Istituto Italiano di Tecnologia. Ad essi è affidato il compito di “ripensare l’organizzazione della nostra vita e preparare il graduale ritorno alla normalità”.
Una ri-organizzazione commissionata a tecnici, accomodati dallo Stato e i suoi amministratori,che ci porterà in una direzione tutt’altro che misteriosa.
Sul suolo italiano, Vodafone, è stata la prima compagnia telefonica – una delle più grosse al mondo – ad aver investito nell’infrastruttura del 5G. Nei primi mesi dell’anno scorso era l’unica compagnia ad offrire una copertura 5G nelle cinque città pilota italiane (Milano, Bologna, Torino, Napoli e Roma).
La scelta di creare una task force con a capo proprio l’ex amministratore delegato è una scelta ben precisa mirata a sostenere lo spirito tecnologico dominante mettendo in luce le “affinità elettive” tra sistema tecnico e potere statale.
Proprio qualche giorno fa l’attuale CEO di Vodafone, durante un’audizione presso Montecitorio ha preso voce rispetto alle prospettive future del paese dichiarando che “So bene quanto l’importanza della tecnologia e delle reti fosse già nota […]. Vi segnalo che abbiamo deciso di focalizzare parte dell’attenzione e dell’impegno che stiamo mettendo in campo sulle esigenze sanitarie che possono essere sviluppati grazie alla diffusione del 5G e delle sue applicazioni.
Vodafone sta rafforzando la collaborazione con ospedali e istituti di cura per mettere a disposizione della salute degli italiani le tecnologie più avanzate e per aiutare i nostri
medici e infermieri nel loro prezioso lavoro a favore della comunità. […].”
Dopo una serie di premesse per mettere in luce la ramificazione del potere dell’azienda in questa situazione emergenziale, si passa al reale interesse di tale dichiarazione chiedendo “un immediato adeguamento dei limiti di campo elettro-magnetico al livello degli altri principali Paesi europei (in Italia abbiamo i limiti più restrittivi dell’intera Unione Europea) e sono necessarie misure di semplificazione, avvalendosi degli istituti già noti al nostro ordinamento dell’auto-certificazione e del silenzio-assenso.”
Quale momento più ideale per uscire allo scoperto? Soprattutto dal momento in cui i lavori per la nuova infrastruttura 5G sono già in corso da diverso tempo (le pubblicità e i documenti ufficiali parlano piuttosto chiaramente a riguardo) centinaia antenne già installate, quindi di fatto lo spostamento dell’asticella dei limiti di tollerabilità è già in atto e questa pantomima col governo probabilmente rappresenta unicamente una formalizzazione necessaria per l’istituzionalizzazione della rete 5G.
La stessa Vodafone la ritroviamo nel servizio di messaggistica gratuita correlato alle applicazioni per il monitoraggio e la mappatura delle persone in fase di progettazione e attuazione su tutto il territorio.

Vodafone insieme a Google, Facebook, Amazon, Apple, Microsoft e altri nel settore hanno potuto così proporsi per collaborare alla gestione dell’emergenza sfruttando un momento di vulnerabilità per applicare delle condizioni altrimenti premature. Condivisione di dati e mappature digitali, creazione di applicazioni ad hoc e “solidarietà digitale” sono alcuni esempi di come, sottochiave umanitaria, le grandi multinazionali della sorveglianza hanno potuto ulteriormente ingrassare i loro server di dati e scavalcare alcuni scalini per l’accettazione di innovazioni tecnologiche.
In un futuro non troppo lontano sarà proprio in nome della sicurezza sanitaria “digitale”, della comodità del lavoro “flessibile” e della formazione scolastica che le infrastrutture per le città intelligenti verranno implementate barattando l’illusione di una libertà nelle comunicazioni illimitate con controllo e sorveglianza totali.
Un processo alla quale siamo indotti a partecipare, arruolati nel progresso tecnico, e nel quale ci confesseremo quotidianamente – tramite i dispositivi tecnologici – per un bisogno interiore sapientemente manipolato da un nuovo potere totalizzante, fluido, consensuale, a “misura d’uomo”.
La parvente “benevolenza” di un potere è ciò che lo rende così efficace.

In Cina, a emergenza finita – almeno per il Coronavirus – ogni spostamento ed interazione sono registrati, analizzati tramite DataMining e classificate tramite smartphone. Se si sale su un pullman, su un treno, si entra in stazione o in una determinata zona della città, c’è un QRcode da scansire in modo che il sistema registri il passaggio. Un’amministrazione automatizzata delle condotte che tramite incroci di dati, alcuni dei quali neanche ci immaginiamo, analizza ogni aspetto della vita in un processo prescrittivo dal quale siamo esclusi.
Una nuova implementazione al Sistema di Credito Sociale¹ che il governo cinese si era prefissato di rendere completamente operativo proprio quest’anno dopo una fase “sperimentale” di 6 anni alla quale sarebbe seguita l’adesione obbligatoria per tutti i cittadini. Ora, quindi, alle quattro macroaree scansionate da questo sistema (onestà negli affari di governo, integrità commerciale, integrità sociale e credibilità finanziaria) si aggiunge l’area riguardante i dati sanitari delle persone completando il profilo bio-sociale.
Il contesto cinese, insieme a ciò che sta avvenendo in Corea del Sud, Singapore ed Israele seppur con considerevoli differenze, è sicuramente importante ma basta dare un’occhiata a tutto ciò che sta avvenendo sul suolo italiano per accorgersi che il controllo e la gestione sociale di Xi Jinping non è poi così lontano come sembra.
L’emergenza Coronavirus, quindi, è la tempesta perfetta che ha permesso al governo cinese il rafforzamento e l’implementazione di quei sistemi già inaccettabili ma attivi da diversi anni, alzando ulteriormente la soglia dell’accettazione sociale.
Quel che viene presentato come un sistema extra-ordinario per mappare il contagio serve unicamente a renderci partecipi al nostro profilamento e alla nostra sorveglianza.
Le tecnologie più profonde sono quelle che scompaiono. Si legano al tessuto della vita quotidiana fino a diventare indistinguibili da esso” S. Zuboff.
Con App che ti dicono se puoi essere contagiato da Coronavirus, da puntatori biometrici che controllano la tua temperatura, droni che sorvegliano città come sentieri di montagna per la tua sicurezza, velocemente si concretizza un mondo nuovo in cui la realtà viene scomposta, riassemblata e ripropostaci da compagnie e governi.
Per riprendere D. Lyon “diventiamo la sintesi delle nostre transazioni, meccanismi di classificazione” in cui è l’algoritmo di un telefono a intimarci in quale modo possiamo agire all’interno di uno spazio determinato.
La quotidianità che conoscevamo viene macinata per costruire un nuovo futuro con una velocità tale da paralizzare la consapevolezza e creare enormi vuoti.
Ancora una volta l’inevitabilità della soluzione tecnologica ci viene riproposta.
Una ideologia pericolosa, contagiosa.
Ancora una volta si confonde una strategia calcolata nel dettaglio in una precisa contingenza storica come un avvenimento assolutamente emergenziale, extraordinario che si propone di gestire una situazione difficile nel modo meno impattante possibile.
Ci abitueremo così alla “Calm Technology” e senza accorgercene saremo immersi nel tecnomondo che scompare negli ambienti della nostra quotidianità facendoci perdere di vista il confine tra reale e artificiale.

Numerose sono le metafore alla guerra riferendosi a questa pandemia. Ma se una guerra è in corso, è quella contro la natura, la natura umana, la sua socialità e la sua volontà di pensare e agire. Una guerra lampo, che colpisce con velocità e che tenta di lasciare intorno a sé solo soggetti inermi, confusi, soffocati. A differenza però della guerra, fatta di ”menzogne unificanti”, a cui fanno riferimento giornalisti e amministratori statali di vario genere che spingono al nazionalismo verso un nemico esterno – ed interno -, questa offensiva deve creare consapevolezza della realtà che prende forma intorno a noi, veloce, e spingerci ad avere “sangue freddo per pensare l’impensabile”.
Una narrativa frammentaria e funzionale ha dirottato i sentimenti e i pensieri verso la piena fiducia nei leader statali e del settore delle telecomunicazioni, tecnocrati e ricercatori di varia fattura. C’è spazio per ogni esperimento se può aiutare a salvarci dalla pandemia. Dalle manipolazioni genetiche con CRISP-Cas9, agli esperimenti sulle scimmie, ai progetti di vaccini sintetici in giro per il mondo, ai chip impiantati sottopelle, l’ignoranza e la paura spalancano le porte al sistema tecno-scientifico.
Negli USA e in Cina si parla già di una corsa geostrategica delle biotecnologie.
Le potenze mondiali si spintonano per accaparrarsi i laboratori migliori ed assicurarsi un posto in prima fila nella gara al vaccino e alle sperimentazioni sulle persone.

Tra i più colpiti da questa pandemia sono sicuramente gli anziani.
Dopo il 1985, anno riconosciuto come quello della prima generazione di quelli che Mark Prensky ha battezzato nativi digitali, e nei decenni successivi ancora di più, la realtà che oggi viviamo è percepita come l’unica vivibile, impensabile un passato diverso privo di comodità digitali e tecnologie suadenti.
Corriamo verso un mondo, come immaginava J.Verne ne La Parigi del XX secolo, dominato dalla tecnica e i suoi ingegneri in cui l’arte, la letteratura, l’umanità diventavano prendi-polvere ammassati in biblioteche abbandonate, dimenticate da tutti.
Questo virus colpisce principalmente le ultime generazioni di “affezionati” all’epoca pre-digitale della storia umana, i meno adattabili a questo nuovo sistema algoritmico, innervato da reti, sensori e chip. Con essi se ne vanno i racconti che descrivono l’oggi come un incubo di fantascienza assolutamente inimmaginabile qualche decennio fa.
Come scrive H. Keyeserling “dovunque penetri la tecnica, non resiste alla lunga alcuna forma di vita pre-tecnica”.
Anche se le nuove avanguardie tecnologiche sono pensate per inglobare tutte le fasce d’età con i nuovi progetti di Active and Assisted Living perchè “non può esistere una smart city senza cittadini smart e soprattutto anziani smart!”.
La memoria è indispensabile anche perché ci rammenta mondi altri, possibili, esistiti e che possono esistere sotto altre forme.
La memoria ci salva dall’inevitabilità del presente che sembra schiacciarci fino a soffocare ogni volontà ed è indispensabile, ma non può essere la chiave di lettura di questo presente.
Le nuove forme di potere che agiscono sull’oggi non hanno antecedenti storici ed analizzarli sotto la lente di modelli passati sarebbe un errore che non ci permetterebbe di coglierne in pieno le peculiarità e di conseguenza di trovare le strategie per opporvisi.

I giornali di sinistro gusto vendono migliaia di copie per i continui articoli sulla sterile conta statistica dei morti, in strada tra il vicinato non si parla d’altro.
Nelle ultime settimane in città il lutto fa da metronomo a queste giornate silenziose.
Ma se c’è un senso di lutto che sicuramente dobbiamo avere è quello per tutto ciò che ci stanno togliendo. Per tutta la libertà individuale che si stanno accaparrando e per tutta la distruzione che inesorabilmente sferzano contro la Terra e i suoi abitanti.
I tempi in cui non ci sarà più stupore e sgomento saranno i tempi in cui ci saremo normalizzati ad uno stato di cose inaccettabili. Rivendichiamoci il nostro stupore e la nostra meraviglia, fatta di rabbia e angoscia, perché sono quei sentimenti che stimolano alla consapevolezza, all’agire e alla volontà di volere senza aspettare i tempi in cui i sentimenti diventeranno “diritti” che lo stato ci concede.

Quanto prima di dimenticarci chi eravamo quando non eravamo ancora di loro proprietà, chini nella penombra a studiare vecchi libri che parlano di autodeterminazione, con uno scialle a scaldarci, la lente d’ingrandimento in mano, come se stessimo decifrando antichi geroglifici?”
S. Zuboff

 

Nella
Bergamo – 14 Aprile 2020

 

 

¹ Sistema di Credito Sociale cinese: il sistema nazionale per la classificazione dei cittadini funzionante tramite l’incrocio di informazioni riguardanti la condizione sociale, economica e la valutazione comportamentale di ogni individuo. Non si tratta solamente di un sistema di sorveglianza capillare e di massa ma di una precisa architettura tecnica per manovrare i comportamenti verso una direzione programmata.
E’ basato su tecnologie per l’analisi di Big Data che, tramite l’assegnazione di punteggi, crea caratteri di inclusione od esclusione nella società trasformando i punti in “diritti” che, proprio come dei punti, possono essere persi o acquisiti. Il programma prevede la stesura di liste nere esposte pubblicamente. Un sistema che incita alla partecipazione dei propri cittadini secondo un principio di interiorizzazione, affidando a meccanismi automatizzati il mantenimento dell’ordine sociale. E’ in vigore dal 2014, in fase di sperimentazione e adattamento, e da previsioni programmatiche si appresta a diventare obbligatorio per tutti i cittadini proprio quest’anno.

 

[visto su https://www.resistenzealnanomondo.org]

Primavera silenziosa

È ragionevole descrivere
una sorta di imprigionamento per mezzo di un’altro
quanto descrivere qualsiasi cosa
che esiste
realmente
per mezzo di un’altra che non esiste affatto

Daniel Defoe

Perché dovremmo sopportare una dieta di veleni non del tutto nocivi, una casa in sobborghi non del tutto squallidi, una cerchia di conoscenze non del tutto ostili, il frastuono di motori non così eccessivo da renderci pazzi?
Chi dunque vorrebbe vivere in un mondo non del tutto mortale?

Rachel Carson, Primavera silenziosa

Negli anni ’60 Rachel Carson, biologa e ambientalista americana simbolo del movimento ambientalista internazionale, con il libro Primavera silenziosa lanciava una forte denuncia e un grido di allarme nei confronti dell’avvelenamento del pianeta causato dall’uso dei pesticidi e in particolare del DDT, al tempo prodotto e usato su vasta scala.
Una nocività di larghissimo uso come il DDT, usato ancora oggi anche se in forme più subdole, aveva portato a silenziare le campagne dai canti primaverili degli uccelli. Oggi, in tempi di Coronavirus, le nocività, oltre ovviamente i pesticidi, non solo sono aumentate, ma si sono trasformate in un intero sistema malato che quotidianamente quando non mette a rischio la sopravvivenza degli organismi viventi li condanna a vivere in un’esistenza tossica e sempre più sterile di biodiversità. La verità è molto semplice: noi stiamo soltanto cominciando a subire massicciamente l’effetto ritardato dell’avvelenamento chimico-nucleare-biologico-elettromagnetico cumulativo del pianeta, avvelenamento che accresce qualitativamente e quantitativamente ogni anno. La degradazione della natura e di noi stessi che ne siamo parte non può che portare a questo. In una situazione in cui le nocività si ri-combinano la questione non è se poteva succedere o no un qualche disastro climatico, chimico o di altra natura, ma quando questo sarebbe avvenuto. O, meglio, forse la domanda dovrebbe essere se non sta già avvenendo.
Chi resta impreparato verso tutto questo sono la maggior parte delle persone, che ne subiscono le conseguenze. Queste sono diverse a seconda della parte di mondo in cui si vive e ovviamente in base alla propria condizione sociale. Le pandemie, come i disastri climatici o chimici, non fanno distinzione di classe quando colpiscono a differenza però dei loro ispiratori che poi si trasformano in produttori e gestori, dal momento che una società industriale non può che lasciare un passaggio disseminato di scorie per il presente e per le generazioni future, facendo pagare il maggior prezzo agli sfruttati di sempre. Le pandemie, come le guerre, le carestie, i cambiamenti climatici, sono occasioni imperdibili per gli stati, per la finanza e soprattutto per la tecnocrazia e le grandi compagnie. Pandemie, guerre, carestie, cambiamenti climatici sono all’indice della minaccia globale, pericoli da scongiurare assolutamente, eppure vengono preparati, vengono investiti capitali immensi (come per i bond poco prima di questo Coronavirus), viene fatta ricerca, si ipotizzano scenari e si pensa un mondo a misura di pandemia.
Uno dei riferimenti internazionali attuali nella lotta al Coronavirus è proprio l’OMS (Organizzazione mondiale della sanità), organismo che sguazza nei capitali immensi del comparto farmaceutico di cui fanno parte Glaxo-Smithkline, Merck, Novartis, Pfzer, Roche, Sanofi e soprattutto nei capitali della Fondazione Bill e Melinda Gates. La maggior parte dei fondi dell’OMS derivano da privati e sono vincolati a finanziare programmi specifici decisi dai privati stessi. L’OMS di fatto segue quello che la Fondazione Gates ritiene prioritario. Da anni questa fondazione influenza le politiche internazionali degli aiuti al Sud del mondo e recentemente anche le politiche alimentari globali promuovendo agricoltura industriale, pesticidi, sementi brevettate e ogm. I capitali sono importanti, ma è soprattutto la filosofia di Gates che va studiata con attenzione. Quest’uomo potrebbe definirsi benissimo “Morte, il distruttore dei mondi” come fece troppo tardi Oppenheimer dopo il contributo dato alla realizzazione della bomba atomica. Gates con la sua fondazione aiuta i poveri in Africa, ma sogna di ridurre la popolazione mondiale da neomalthusiano com’è e in Africa è anche il promotore e finanziatore del poco noto progetto Gene Drive, vero flagello per il mondo. Questo progetto consiste nello sterilizzare attraverso delle tecniche di ingegneria genetica delle popolazioni di organismi viventi da rilasciare in natura per portare all’estinzione l’intera specie ritenuta nociva, ingegnerizzando specifici organismi e interi ecosistemi con metodi selettivi. Con il Gene Drive si vuole ridurre la malaria, così come Oppenheimer voleva anticipare una presunta atomica tedesca.
Se l’Amazzonia brucia si pensa di mettere nuove varietà vegetali in grado di assorbire più CO2, se aumenta il rischio di contrarre malattie visto che gli organismi sono sempre più sterilizzati di difese naturali si pensa a riempirli di input chimici esterni, rendendoli incapaci di qualsiasi reazione e condannandoli ad una dipendenza da sostanze chimiche e dal sistema medico.
Per risolvere i problemi le modalità sono sempre peggio del problema stesso, se non nell’immediatezza sicuramente nel lungo periodo. Nella società tecno-scientifica il lungo periodo non viene mai considerato troppo, se non in termini strettamente tecnici o algoritmici. I tempi organici della natura e anche dei nostri corpi sono molto diversi, sicuramente più lenti perché fanno riferimento a processi che trovano il loro essere nella finitudine.
Nei grandi organismi internazionali si fanno previsioni sul prossimo futuro che diventano un oggetto di attento studio. Nell’ottobre scorso la Fondazione Gates con il Word Economic Forum e il John Hopkins Center for Health Security hanno simulato una pandemia globale di Coronavirus, chiamata “nCoV-2019”, per capire e analizzare che cosa sarebbe successo, dal numero di morti fino alle modalità di contenimento dei singoli stati.
“Quando ero un ragazzo, il disastro di cui ci preoccupavamo era la guerra nucleare. Oggi la più grande catastrofe possibile non è più quella. Se qualcosa ucciderà 10 milioni di persone nelle prossime decadi, è più probabile che sia un virus molto contagioso e non una guerra. Non missili ma microbi”, Bill Gates.
La fatalità si è dissolta nella probabilità. Non si può essere sorpresi da questo così come degli effetti della contaminazione chimica, regolare o accidentale, dell’ambiente da parte dell’industria chimica o dal fatto che delle migliaia di nuove molecole messe in circolazione alcune nell’uso rivelano delle qualità nocive, ignorate, si fa per dire, dai loro ideatori. Il ritmo di comparsa di nuove malattie, con agenti patogeni che trovano nelle condizioni di vita attuali un vasto campo di attività, è più rapido degli sviluppi in campo medico. E nel mondo come si presenta adesso dovremo abituarci a questa nuova realtà.
Non sappiamo molto sull’origine di questo nuovo virus, sicuramente siamo consapevoli che la bocca della menzogna, che sia lo Stato o l’OMS poco importa, non inizierà certo adesso a dire qualcosa di vero. La stessa pratica del segreto, la stessa irresponsabilità verso la società regnano in tutti i laboratori e, di conseguenza, è impossibile che si arriverà ad una qualche certezza sull’origine e la storia di questa pandemia. Quello che sappiamo per certo è che il virus che si sta diffondendo a livello planetario non è il frutto di qualche processo eccezionale, che sia naturale o artificiale, ma rientra nelle condizioni normali del procedere di questa società tecno-scientifica.
Senza andare tanto lontano fino in Cina, se la memoria non è proprio persa del tutto, sarebbe bene ricordare Seveso. In questo piccolo paese della Lombardia esisteva uno stabilimento chimico della multinazionale Givaudan chiamato Icmesa, ma gli abitanti del paese lo chiamavano fabbrica dei profumi, proprio perché ufficialmente faceva prodotti aromatizzanti e profumi. Nel gravissimo incidente del 1976 quello che è uscito dalla fabbrica in quantità enormi era la diossina, quella sostanza che ancora oggi ci portiamo dentro il corpo in piccola quantità fin dalla nascita. Le sostanze chimiche dell’Icmesa non servivano a profumare nessuno, andavano invece a creare armi chimiche, in particolare l’Agente Arancio negli Stati Uniti. A partire da questa indubbia realtà, e in questi ambiti il peggio è spesso il più probabile, si potrebbe discutere a lungo su fatti che nel loro manifestarsi e concretizzarsi diventano occasione di esperimenti a grandezza naturale, sulla possibilità che vengano rivelati nella loro totalità, sul rischio che i loro effetti vadano al di là di quanto si era previsto e si potrebbe discutere anche sull’utilità degli insegnamenti che il sistema può trarre dal loro camuffamento o dalla loro spettacolarizzazione e dalla loro gestione.
Nel libro 1984 Orwell toccava bene l’aspetto di come la menzogna potesse ergersi a verità assoluta, nonostante indiscutibili evidenze dimostrino il contrario. Negli anni abbiamo visto come il sito di esperimenti nucleari del Nevada, un luogo dove per anni si è sperimentato di tutto e organizzato di tutto in termini di possibilità di distruzione di popoli e del mondo intero, è stato ribattezzato Parco nazionale di ricerche ambientali, tanto da far dire da una rappresentante al Congresso presente in quella occasione: “Col tempo, il pubblico sarà capace di sentire i nomi di Savannah River, di Oaak Ridge, di Fermi Lab, di Los Alamos, di Idaho Park, e di Hanford, pensando a ricerche ambientali piuttosto che a disastri ambientali”. E oggi, a Seveso, dove al tempo la svizzera Givaudan-La Roche aveva sparso i suoi veleni, è nato il Parco del bosco delle querce.
L’effetto pandemia, a differenza del passato, sta portando alla possibilità non soltanto di ingannare un popolo per un periodo di tempo, ma alla possibilità di ingannare un’intero popolo per tutto il tempo.

Propaganda pandemica

A questa pandemia le persone non erano preparate perché in tempi recenti è la prima volta che accade qualcosa del genere. Nell’immaginario invece da molto tempo si è assimilata questa possibilità, seppur confusa e quasi irrazionale, costruita non con strumenti analitici e culturali, ma attraverso quello che per anni è stato propinato con immagini e informazioni veicolate dai media e dai social network che strumentalizzano, esaltano o banalizzano in base all’occasione; attraverso fiction, film, Netflix e appelli di organizzazioni umanitarie. Un’assimilazione attraverso la costante produzione della percezione dello stesso rischio.
L’attenzione generale sul Coronavirus, soprattutto in principio, quando si pensava ad una provenienza strettamente cinese, presto si è trasformata in rancore, odio e tanto altro verso i cinesi divenuti gli untori e i portatori di questa epidemia prima in Italia e poi nel mondo. Si è guardato in modo indignato alle mosse autoritarie della Cina con la biometria, con la rete 5G di sorveglianza e tracciamento, con droni nel cielo e con l’immagine di una città di milioni di abitanti come Wuhan deserta. Una propaganda massiccia apparentemente ingovernata ha cercato di dare materialità ad un nemico immateriale dove far dirigere tutte le angosce e le frustrazioni di tante persone sempre più spaesate e impaurite. Ben presto, quando per forza di cose lo sguardo ha dovuto spostarsi sulla situazione italiana, i nuovi untori sono diventati gli “irresponsabili”, coloro che non avevano adeguati comportamenti, rimodulando ancora una volta una forte campagna mediatica dove la voce dei governatori regionali descriveva una realtà che non coincideva minimamente con quello che succedeva nei territori dove la paura aveva fatto interpretare in modo ancora più restrittivo le prescrizioni dei primi decreti. Forse non si erano concordati al meglio nel dosaggio tra terrorizzare e reprimere. Fatto sta che per settimane abbiamo visto il susseguirsi di decreti sempre più restrittivi, volutamente ambigui, con moduli per l’uscita rinnovati costantemente per rendere vive e sotto costante pressione tutte quelle ansie che man mano crescevano anche a causa dell’espandersi dei numeri sui contagi. Chiudere tutto e subito hanno gridato gli strilloni regionali, ma poi tanti Call center, logistica e soprattutto tante fabbriche, in particolare quelle per componentistiche militari, hanno continuato a lavorare in situazioni critiche: in quelle condizioni fuori si rischiavano multe e perfino il carcere, ma dentro lo stabilimento vigevano le regole della produzione, tanto che sono stati distribuiti dei bonus per incentivare ad andare al lavoro.
L’attenzione è stata spostata, anzi sequestrata completamente verso la morte, mostrata continuamente, basta per tutte l’immagine dei camion dell’esercito pieni di bare che lasciano il cimitero di Bergamo in silenziosa processione, un’immagine che perfettamente si inscrive in una narrativa bellica da parte dei governi per descrivere l’attuale emergenza: “Siamo in guerra contro un nemico invisibile”. Una contabilizzazione della morte con cifre contraddittorie e discutibili date continuamente e aggiornate nel corso delle ore. L’immagine della morte si è poi accompagnata a quella degli eroi, gli instancabili sanitari, infermieri e dottori che fanno l’impossibile in una situazione disperata, facendo ricordare i vigili del fuoco dopo il crollo delle torri gemelle negli Stati Uniti. La situazione degli ospedali e in generale dello stato delle attrezzature non è stata censurata, nessuna giustificazione per cercare di dare un’altra visione della sanità italiana. No, questa è stata esposta oltre ogni limite trasformandola da “bene comune” in uno sfacelo comune in cui ciascuno poteva sentirsene parte. Si è arrivati quasi a contare gli spiccioli e a sperare che squadre di calcio o star del cinema facessero qualche donazione. Ci si è dimenticati che solo poco tempo fa la Fondazione Telethon è riuscita a far dirottare miliardi verso la ricerca per curare malattie genetiche rarissime, quando malattie comunissime come i tumori sono sempre più diffuse a causa dell’aria che respiriamo, del cibo che mangiamo e in generale per le condizioni di degrado ambientale in cui siamo costretti a vivere. Malattie che assumono numeri esorbitanti mai contabilizzati da nessuno e che non hanno mai fatto decretare lo stato di emergenza.
Nel conto dei morti si è aggiunto presto il conto delle mascherine, poi dei posti letto per arrivare alla mancanza di disinfettante. Nessuno si è preoccupato di indagare su quello che è successo al sistema sanitario nazionale proprio qui nel ricco Nord, reso disastroso dalle continue ruberie, tagli e privatizzazioni. I creatori di stati emozionali sequestranti si sono guardati bene di spostare il piano che avrebbe generato dubbi su dove stava la vera emergenza con il rischio di trovarsi in possibili situazioni di rivolta ingestibili come quelle avvenute in molte carceri, dove i numerosi detenuti morti sono li a dimostrare cosa c’è in campo.
È in mezzo ad una Bergamo ormai deserta e spaurita che sono arrivate le truppe, apparentemente per rispondere all’appello degli strilloni regionali che vedevano persone ovunque, da terra ma soprattutto dal cielo. Ancora una volta “il modello Greta” ha avuto la meglio, trasferendo su ogni singolo individuo la responsabilità di quello che sta accadendo: si può essere irresponsabili uscendo di casa (decreti regionali) o prendendo l’aereo (Greta) e si può essere cittadini responsabili in grado di dare un positivo contributo allo stato di cose presenti. Ma questo positivo contributo è solo una chimera, considerato che la maggior parte delle persone non incidono in niente su quello che hanno intorno: si possono fare cartelli con arcobaleni con frasi retoriche, magari aggiungendo bandiere nazionali e si può fare scrupolosamente la raccolta differenziata, finché per responsabilità si continuerà a intendere questo obnubilamento del pensiero critico e si continuerà a mettere in campo questa obbediente e generalizzata servitù su base volontaria.

L’intelligenza artificiale ci salverà

I processi tecnologici nel trasformare le società non fanno grandi balzi, anche se le innovazioni e le produzioni nell’alta tecnologia sono sempre più rapide, restano comunque dei tempi necessari che possono essere più o meno lunghi per la loro accettazione. Ed è proprio l’accettazione sociale il fattore determinante di questi processi, sarebbe impensabile adesso passare dallo smartphon come protesi esterna ai corpi a delle protesi più invasive come un microchip sottocutaneo. Tutti questi processi richiedono i loro tempi, ma anche che i contesti siano pronti ad accogliere quell’innovazione, per non rischiare di avere un rifiuto, come per il primo modello di occhiali a realtà aumentata di Google.
Lo scoppio della sindrome della “Mucca pazza”, scoppiata in Inghilterra a causa dei pastoni mortiferi di cadaveri con cui venivano alimentati in modo economico animali per loro natura vegetariani, ha fatto in modo che partissero su vasta scala processi di tracciabilità con l’utilizzo di tecnologie come l’RFID (Radio Frequency Identification). L’intero sistema zootecnico nel pieno di un’emergenza ha fatto un salto e si è riorganizzato per mantenere intatti i suoi profitti e allo stesso tempo rassicurando di non creare altri morbi così letali e soprattutto così immediati da poterglierne attribuire ancora le cause. Per il sistema industriale, ormai da tempo tecno-scientifico, i suoi effetti collaterali nel ciclo di produzione rappresentano sempre più non solo la normalità, ma anche una possibilità per potersi ristrutturare. La chiave della ristrutturazione è sempre tecnologica, qualsiasi sia stata l’origine del disastro. Quindi il problema non è una mucca resa “pazza” dall’alimentazione di pecore, ma la mancanza di tracciamento nella filiera, per avere sempre sotto controllo “la pazzia degli animali” e intervenire dove occorre con altre soluzioni tecniche, senza curarsi che queste siano ancora più pazze delle pazzie che si volevano curare.
È del resto curioso come negli anni sono state chiamate le pandemie e anche le epidemie più circoscritte. Molte hanno preso nomi da animali come la Suina, l’Aviaria, la Dengue, la sindrome della “Mucca pazza”, fino al Coronavirus, anche se non gli è stato dato un nome preciso legato a pipistrelli o pangolini, l’accostamento è continuo. Questa dicitura animalesca, che abbia o meno fondamento, trasporta il problema sempre verso l’esterno, un’entità altra dall’uomo che va a rappresentare la causa delle pandemie. A nessuno è venuto in mente di chiamare una pandemia da Homo sapiens, o si potrebbe cambiare la specie in Homo tecnologicus, sarebbe sicuramente più realistico considerato che è la società tecno-scientifica l’origine di tutto nei suoi processi di sostituzione, ingegnerizzazione e artificializzazione della natura.
Il così detto “stato di emergenza” si espande e si diffonde ovunque, non potrebbe essere diversamente in quanto i disastri si moltiplicano a vista d’occhio e sono sempre meno camuffabili. Spesso questi si combinano tra loro creando situazioni che lasciano spaesate la maggior parte delle persone, incapaci di intervenire e soprattutto malleabili ad accettare qualsiasi sacrificio fino a qualche ora prima impensabile. Se il disastro non è più camuffabile allora lo si esaspera e lo si mette nella maggior evidenza possibile, contando su un’anestetizzazione della capacità critica di chi guarda nel capire quello che ha realmente sotto gli occhi. Molti impianti nucleari ormai vengono costruiti vicino a centri abitati, con la condivisione del parco cittadino donato e curato gentilmente dalla stessa compagnia che ha messo l’impianto. La paura di un incidente atomico, chimico o di una pandemia non si vuole che scompaia. La percezione che si vuole dare, quella che deve essere assimilata, è una situazione sotto controllo: ci sono le radiazioni, ma ci sono tecnici che se ne occuperanno, c’è la diossina, ma non è nella concentrazione mortale, c’è una pandemia, ma è sufficiente mettersi in casa e chiudere l’ultimo cancello.
L’11 Settembre, con l’attentato alle Torri gemelle, o in Italia il G8 di Genova, sembravano semplici parentesi, “situazioni eccezionali” destinate a rimarginarsi e destinate a rientrare nell’alveolo democratico. L’11 Settembre ha permesso al governo degli Stati Uniti, sotto l’onda emotiva dell’America ferita, di inventarsi la minaccia del terrorismo e di scatenare due guerre: una all’esterno e l’altra all’interno con la creazione di leggi speciali atte a limitare, quando non a distruggere le libertà degli americani. A Genova tre brevi giornate hanno ben condensato cosa può fare uno Stato democratico e dopo quelle paure nulla poteva più tornare come prima, di questo il potere ne era ben consapevole, con un messaggio che non valeva solo per i movimenti in Italia. Quell’infrastruttura per torturare, imprigionare e uccidere non è stata più smantellata, è stato il resto del sistema che si è ristrutturato su questa.

Digitalizzare la società, ovvero a lezione da Google e company

Il Ministro dello Sviluppo economico (MISE), il decastero del governo italiano che comprende politica industriale, commercio internazionale, comunicazione ed energia ha reso molto chiaro come il Governo intende affrontare la questione della ripresa economica durante e soprattutto dopo l’”emergenza” Coronavirus. Sono stati stanziati, per cominciare, 25 milioni di euro per il progetto Case delle tecnologie emergenti: “dopo quella di Matera per progetti di ricerca e sperimentazione basati su Blockchain, internet delle cose e intelligenza artificiale”, rivolto ai comuni d’Italia per la sperimentazione di sistemi innovativi e per la realizzazione della rete 5G, sviluppo centrale anche nel decreto Cura Italia che ha dato il via libera a tutti i cantieri delle comunicazioni.
La ministra per l’Innovazione tecnologica e la digitalizzazione Paola Pisano, facente parte dei 5 Stelle, partito che da sempre ha avuto come riferimento la rete di internet e non il mondo reale per costruire la propria idea di democrazia, ha dichiarato: “Il digitale e l’innovazione sono alleati preziosi per farci vivere un quotidiano sostenibile, migliorando la nostra qualità della vita nonostante le limitazioni”. Il progetto della ministra denominato Solidarietà digitale intende mettere “a fattore comune tutti i servizi digitali per aiutare i cittadini a svolgere da casa ciò che prima si faceva in ufficio o a scuola”. Una solidarietà tra le macchine e la ministra non nasconde che queste non sono idee di adesso, ma è quello che hanno voluto sempre fare. Serviva un’emergenza di questo livello per annientare del tutto la già traballante solidarietà umana: le persone devono comunicare per mezzo di dispositivi, tra le macchine, non più tra loro, verso una degradazione e un’erosione di ogni relazione sociale in vista di un distanziamento sociale permanente.
Questi progetti prevedono una parte pubblica, ma soprattutto una parte privata. Sono proprio le compagnie private che non sono state minimamente toccate dalle restrizioni governative e questa crisi è stata un occasione per dare slancio ai loro progetti. In tempi di confinamento casalingo sono le compagnie dei Big Data che hanno sequestrato l’attenzione di milioni di persone perennemente collegate alla rete per cercare di orientarsi in qualche modo o semplicemente per svago, rendendo l’uso dello smartphone ancora più compulsivo. In questa fase di cambiamento forzato queste compagnie hanno stretto la loro morsa utilizzando tutto il loro armamentario per essere ancora più presenti e pervasive. Per esempio Google con le chat video, la posta elettronica, i software di produttività e l’intrattenimento di Youtube; Facebook che consente alle persone di vedere cosa stanno facendo amici e parenti e insieme a Instagram e Whatsapp aiuta a sostituire il contatto diretto tra le persone; tutti i dispositivi e le App di Apple che permettono alle persone di continuare a lavorare e che intrattengono i bambini al posto dei genitori seppur presenti. Nel progetto di Solidarietà digitale a sostenere lo sforzo collettivo ci saranno anche IBM che si concentrerà sul lavoro smart e Microsoft (rimasta orfana di Bill Gates rimasto a occuparsi di pandemie) che impiegherà le proprie tecnologie per il lavoro smart e la scuola.
Amazon assicura l’approvvigionamento di tutte le merci e anche l’intrattenimento digitale attraverso Prime video, Kindle, Andible. Nei supermercati e nella piccola distribuzione è stata vietata la vendita di quello che è stato ritenuto superfluo (libri, materiale di cancelleria…), ma questo divieto non è valso per la grande distribuzione immateriale di Amazon, settore evidentemente ritenuto essenziale anche nella sua logistica di distribuzione del superfluo.
Già dal mese scorso Facebook ha stretto una collaborazione con l’OMS offrendo spazi pubblicitari gratuiti per promuovere “un’informazione accurata”. Sulla stessa linea Google e Youtube promuovono e direzionano le ricerche di informazioni sul Coronavirus verso quello che dichiarano l’OMS con i media ufficiali e Google sta realizzando specifici siti internet per gestire la grande mole di informazioni. In una recente intervista il vice presidente di Facebook Molly Cutler ha dichiarato: “ci rendiamo semplicemente conto della serietà del momento e dell’importanza di fare ciò che va fatto in un momento in cui i nostri servizi sono davvero necessari”.
La Cina per contenere la pandemia ha semplicemente utilizzato e perfezionato su vasta scala tecnologie della sorveglianza già esistenti, la città di Wuhan ha un sistema di rete 5G e di Internet delle cose che è il più sviluppato al mondo. Due app come Alipay e WeChat, che in Cina hanno praticamente sostituito il denaro contante, sono state molto utili per applicare le restrizioni perché permettevano al governo di seguire costantemente i movimenti delle persone e di bloccare quelle che avevano contratto il virus. “Tutte le persone hanno una sorta di semaforo”, spiega Gabriel Leung, rettore della facoltà di medicina all’università di Hong Kong, un codice basato sui colori verde, giallo e rosso che compare sullo smartphone permettendo alla polizia e all’esercito, dislocati in apposite postazioni di controllo, di stabilire chi poteva passare e chi doveva essere fermato. Ovviamente la vita sociale con queste misure non è stata solo ridotta ma distrutta. Una delegazione a guida OMS in una recente visita in Cina ha posto molti dubbi e preoccupazioni per misure di contenimento così drastiche. Lo stesso organismo non si è però indignato quando le stesse modalità si stanno applicando in Europa e nel resto del mondo, semplicemente con un livello meno avanzato nella tecnologia della sorveglianza di cui la Cina è prima al mondo.
Questo tipo di misure rispecchiano quelle prese in contesti di contro-insurrezione, come l’occupazione militare-coloniale in Algeria o, più recentemente, in Palestina. Mai prima d’ora erano state prese a livello globale e con un tale apparato tecnologico a disposizione, né in megalopoli che ospitano gran parte della popolazione mondiale.
Nel mentre anche in Italia si stanno adottando modalità tecniche per mettere in campo il tracciamento dei contatti e quindi delle persone. Il garante della privacy in Italia assicura che “Lo scambio e, prima ancora, la raccolta dei dati devono avvenire nel modo meno invasivo possibile per gli interessati, privilegiando l’uso di dati pseudonomizzati (ove non addirittura anonimi), ricorrendo alla reindificazione laddove vi sia tale necessità, ad esempio per contattare i soggetti potenzialmente contagiati. Nella complessa filiera in cui si articolerebbe il contact tracing, soggetti privati – a partire dalle grandi piattaforme – dovrebbero porre il patrimonio informativo di cui dispongono a disposizione dell’autorità pubblica, alla quale dovrebbe invece essere riservata l’analisi dei dati”. La privacy è in se stessa una chimera, una promessa che non può essere mantenuta in partenza per il semplice motivo che la sua erosione è già iniziata da tempo. La privacy era già morta nella semplice diffusione di dispositivi come il telefono cellulare.
Nella raccolta di dati mancavano quelli sanitari per arrivare a trasformarci tutti in pazienti, tassello fondamentale per la gestione totale della nostra vita, il progetto Watson di IBM è già avanti in questa direzione. E se la macchina algoritmica promette di fare meglio dell’uomo perché ritornare indietro quando le relazioni umane facevano perdere tempo, con rischi per altro di possibili contagi?
Contrastare una nocività non significa solo considerare chi l’ha voluta, realizzata e resa necessaria, ma anche considerare quegli impostori che promettono di riuscire a mantenerla dentro dei precisi limiti e parametri, controllati e vigilati magari da un soggetto pubblico. E sta qui il punto: pensare di governare questi processi è un’illusione, questi immancabilmente prenderanno il sopravvento, avvalendosi ovviamente di un sistema di regolamentazioni etiche, sanitarie o di altra natura.
La direzione intrapresa è quella di una società cibernetica con un accompagnamento dolce verso la totale sorveglianza con una gestione e un condizionamento dei comportamenti delle persone. In mezzo a questo contesto sarà sempre più difficile e ridicolo parlare della tanto decantata “privacy” o dire che la rete 5G provoca i tumori. Il clima di emergenza ha trasformato la rete 5G in una “tecnologia emergenziale” accelerando l’installazione di un elevatissimo numero di nuove antenne partendo proprio dalle zone più colpite dal Coronavirus. La rete 5G nella retorica della propaganda è necessaria per sostenere lo sviluppo della digitalizzazione, l’aumentato traffico in rete e l’analisi algortimica di dati sanitari: “Pensate all’utilità che la rete 5G avrebbe nei collegamenti in ponti radio fra ospedali, protezione civile, regioni” afferma De Vecchis, presidente di Huawei Italia e significative sono anche le parole del Ceo di Zte Italia: “Quello che gli operatori devono fare è un ragionamento sul lungo termine per essere pronti ad affrontare le crisi, questa è una lezione per tutti: la rete Internet deve essere considerata con la stessa importanza di quella della distribuzione dell’acqua, del gas, dell’energia elettrica”.
La questione cruciale è comprendere che questo non sarà né una semplice parentesi, né una prova generale, ma l’inizio di quello che si vuole diventi la normalità e non più uno stato d’eccezione nella società del prossimo futuro. Fino adesso abbiamo visto solo su piccola scala la creazione e gestione delle varie emergenze, dal terrorismo alle catastrofi naturali, ma mai così su grande scala e con tale intensità. E non c’è dubbio che questo esercizio durerà molto più a lungo di quanto annunciato, aprendosi e ri-combinandosi a nuove situazioni che sono ancora difficili da prevedere e da comprendere nella loro totalità e nelle loro conseguenze ultime.
In una società in cui vengono digitalizzate le nostre stesse relazioni e le nostre vite cosa ci resta da fare? Ivan Illich diceva che dobbiamo descolarizzare la società quando criticava il sistema educativo, a noi non resta che disconnettere il più possibile e in ogni dove questo mondo macchina prima che vengano irrimediabilmente perduti i significati più semplici e profondi su cos’è un essere umano, la libertà, la natura. Il mondo macchina a questo ha già risposto, a tutti gli individui che anelano ancora alla libertà non resta che tagliare le maglie di questa rete che ci imbriglia.

 

 

Bergamo, marzo 2020
Resistenze al nanomondo
www.resistenzealnanomondo.org

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