En estos días se extiende una nueva pesadilla: el contagio del llamado Coronavirus. 10 pueblos en el área de Lodi, considerada como el brote de la infección, y otro pueblo en la región de Veneto, donde ocurrió la primera muerte por el virus, han ido puestos bajo cuarentena. Esto significa que no hay posibilidad para la gente de moverse por los alrededores ni de salir de sus casas. A través de Lombardía, el poder obliga a la gente a limitar su movilidad social. Del cierre de los lugares de encuentro al toque de queda hay un paso muy corto. Preses de elles mismes y de algo imperceptibles al ojo humano, el gobierno pastoral incluso ha ordenado a través de un decreto relámpago cerrar las calles y reforzar la guarnición de la policía y del ejército, insinuando que si alguien no cumple con las órdenes del Estado también podría enfrentarse al arresto. Una epidemia social, a la que el poder solo puede responder con represión y vigilancia. La caza del que unge ha comenzado.
Un nuevo espectro se cierne a nuestro alrededor y su fuerza es su presunta veracidad médica y el poder de borrar en un instante todos los demás espectros invisibles para el ojo humano. Curiosamente, cuando hablamos de muerte rápida, la epidemia social se vuelve urgente. Cuando la muerte se establece en la vida, todo vuelve al mundo de la catástrofe. ¿No hay una emergencia cuando los lugares donde vivimos se vuelven irrespirables por la industrialización y el mundo-máquina?
¿No hay emergencias cuando las necroculturas transgénicas devastan el aire que respiramos y la comida que comemos? ¿No hay emergencia ni siquiera cuando seguimos comiendo del suelo radioactivo contaminado por el desastre nuclear de 1986? ¿Y Fukushima, donde les técnicos en el área anuncian que la única manera de parar la radioactividad en progreso es arrojando los residuos al océano?
Con esta epidemia, parece que las certezas de les expertes han colapsado en 24 horas. Y cuando las certezas caen, el caos está a la vuelta de la esquina.
Aforismos sobre el desastre
Esta es la primera epidemia globalizada. Atención, no global, sino globalizada. Siempre ha habido epidemias que han cruzado continentes, que se extendieron como incendios forestales, y causaron muerte y dolor.
Esta, sin embargo, es la primera epidemia vírica que cruza un mundo en el cual les individues son cada vez más similares unes a otres, donde las condiciones de vida son cada vez más estandarizadas y los hábitos de consumo cada vez más homologados.
¿Cuál es el rol ecológico de la enfermedad? En esta era de expertos, donde el lugar principal está reservado para la supuesta ciencia médica, poca cosa se está haciendo sobre esta cuestión. Donde la COP21 ha fracasado, el CoVid19 podría tener éxito. Solo se escapa de la enfermedad y la muerte que de él resultan en un mundo que ha hecho mitología de la perpetuación de sí mismo. Nadie puede pensar que en lugares donde miles de personas viven amasadas, abusando de antibióticos y comida basura, no ocurra este fenómeno. La cuestión ecológica también encuentra una solución en la disminución cuantitativa de seres humanos, así como en la necesaria transformación cualitativa de sus vidas.
Después de todo, ¿en qué nos diferenciamos del Pinne nobilis? Estos amables parientes de los mejillones vivían felices en las inmensas praderas submarinas de Posidonia ocenanica. El ser humano destruyó las praderas donde vivían, los pescó como recuerdos y abrió nuevas formas de comunicación a través de los mares (Canal de Suez). Ahora una bacteria está exterminando a los pocos individuos restantes.
¿O somos como las patatas irlandesas, todes iguales, creciendo en un monocultivo intensivo? Hectáreas de patatas, clones de otras patatas, con las mismas características, los mismos puntos débiles. Todo lo que hace falta es un solo parásito para eliminarlas a todas.
El genetista Lewontin se pregunta en su vídeo Biology as Ideology: “¿fue una bacteria la que causó la explosión de tuberculosis en el Siglo XIX o fueron las condiciones de vida en las fábricas?”
Nos dicen que no salgamos de casa, que no abracemos a las personas que amamos, a través de qué fronteras o caminos no podemos cruzar. Nos dicen que arriesgamos nuestras vidas. Pero ¿qué vidas? ¿Tal vez la no-vida que ya habíamos soportado anteriormente, en la cual la cuarentena era la cabina de nuestra furgoneta parada en la circunvalación de la carretera? ¿O fue el aislamiento en el apartamento, la celda misma de una enorme colmena de cemento?
Cuando es posible que solo el teletrabajo y la socialización pasen completamente a través de Internet, las antenas y lo que las alimenta se convierten en una condición necesaria para mantener el orden social frente al desorden de los sueños.
Eduardo De Fillipo, en Millionaire Naples, escribió que para recuperarse de la guerra era necesario sobrevivir a la guerra. Adda pasó la noche, murmuró, refiriéndose a su esposa enferma. Nosotres también vivimos en medio de una enfermedad, un tumor creciente que afecta a las relaciones entre seres humanes y el medio natural que les rodea. El Estado, el Capital, el Sistema Técnico. La fiebre es la reacción del cuerpo a una invasión externa. ¿Puede una posibilidad de liberación pasar de la fiebre?
Cuando escuches balar al lobo, si eres una oveja preocúpate. Al poder no le preocupa nuestra felicidad, le preocupa que continuemos produciendo, viviendo dentro de los patrones de explotación y supervivencia. Cuando el Estado nos pida cooperación que encuentre una deserción maravillosa.
Muchas civilizaciones han sido destruidas por la enfermedad. Cuanto más compleja es una civilización y cuanto más impone la disciplina con el fin de sobrevivir, más frágil se vuelve. Mientras el ejército y la policía vigilan a les enfermes, los nervios siguen descubiertos. Bloquear esta sociedad, interrumpir sus líneas de suministros, es un gesto muy comprensible y deseable: frente al abismo del desastre ecológico y la aniquilación cotidiana, las posibilidades siguen siendo deseos que finalmente podemos encontrar una manera de expresar. Y bloquear nuestro rol social de no ser capaces de hacer nada con ello.
¿Qué queda cuando el Estado falla? ¿Qué queda cuando se pierde la verdad del Estado? ¿Qué queda cuando el Estado tiene que disparar a sus sujetos porque no quieren ser encerrades en áreas de cuarentena? ¿Qué pasa cuando el Estado se muestra incapaz de gobernar y proteger? La posibilidad. Caracremada corrió solo en los Pirineos persiguiendo la posibilidad del derrocamiento de la dictadura franquista, algún día podríamos encontrarnos encerrades con otras personas para enfrentar la enfermedad por un lado y al Estado por el otro.
Reapasionar la vida
El lenguaje que ya no puede expresarse sigue siendo entendible. Interrumpe el olvido. Enfrentades con el más desalentador de los desiertos, el bosque del conocimiento y la perspectiva. Cada construcción es un simulacro de escombros y su forma no es nada nuevo. Por esta razón, las formas deben ser destruidas.
Launtréamont dijo que la poesía podría ser hecha por todes, no por uno solo. La ciencia, sin embargo, solo puede ser el baluarte de los expertos. Es por eso que la poesía es el rechazo absoluto de la ciencia. Y este es un paso fundamental para ir en busca del oro del tiempo contra la mercantilización de la supervivencia en cuarentena, restaurándole su espontaneidad al pensamiento. Más allá del horror, todo es imaginable.
[Texto] Italia – «Contra la cuarentena de las pasiones, la epidemia social»