“Abre bien los ojos, mira”
Julio Verne
“La primera batalla cultural es mantenerse en guardia ante los hechos”
Hannah Arendt
La desinformación periodística descompuesta y de emergencia actúa como narrador unidireccional de la compleja situación en la que estamos inmersos desde hace un mes. Improbable encontrar un único prisma de análisis y observación para afrontarla. Muchos planos, perspectivas y dinámicas se mezclan y se entrelazan, recordando los intereses relativos y los protagonistas de los procesos ya en curso. Hay que decir que, como suele ocurrir en la historia, los acontecimientos de emergencia aceleran ciertos procesos y en este caso surgen claramente los que son los objetivos que, gracias a esta pandemia, nos gustaría alcanzar.
La excepcionalidad permite mover el límite de lo aceptable de una manera poco ruidosa y sin previo aviso, implementando “transformaciones silenciosas” irreversibles.
“Es importante que los escenarios no sean predicciones. Más bien, son supuestos ponderados que nos permiten imaginar, y luego probar, diferentes estrategias para estar mejor preparados para el futuro – o más ambiciosos, cómo ayudar a dar forma a un futuro mejor… los escenarios son un medio por el cual es posible no sólo imaginar sino también realizar un gran cambio” (Rockefeler Foundation).
La fragmentación social se ha impuesto con la retórica del “distanciamiento como nueva forma de solidaridad”, mientras que en algunas fábricas el ruido de la maquinaria continúa sin cesar para no interrumpir el flujo de capitales.
Salta a la vista, entre otros, el ejemplo de algunas empresas de la zona de Bérgamo, Tenaris Dalmine, del grupo Techint. Especializada en el suministro de tuberías para el sector petrolero, no ha parado la producción apoyándose en su amistad “desinteresada” con los alcaldes de los municipios de Bérgamo.
Una fábrica que, aunque hubiera cerrado, no habría perdido sus beneficios, ya que los propietarios también son dueños del hospital privado multiespecialidades Humanitas Gavazzeni.
Por uno lodo u otro, la ganancia gracias a la pandemia estaba asegurada.
Una afirmación teatral para hacer que “las mentiras parezcan sinceras y el asesinato respetable” (G. Orwell).
Una emergencia que pone aún más de relieve cuáles son los mecanismos de la vida social, trazando con mayor profundidad los límites entre la clase dominante y los explotados, aplanando la subjetividad en favor del utilitarismo en el que el trabajador queda reducido a una mera herramienta y los ancianos fallecidos a un número estadístico con el que competir con las tasas de mortalidad de otros países.
El boletín diario de noticias del recuento estadístico de muertes marca estos días de cuarentena. La administración de la muerte, como de la vida, se convierte en materia prima de los cálculos matemáticos, transformando la vida cotidiana en un portaobjetos de microscopio.
Ya no son suficientes los datos digitales recogidos por una mano que toca una pantalla táctil, necesitamos los datos biométricos de esa mano.
Los cuerpos se convierten en el lugar de extracción, el medio, la fuente y el espacio de vigilancia.
“La eficacia de los gobiernos se mide por su capacidad para cambiar el comportamiento diario de la gente“.
Desde el comienzo de la emergencia, se dieron por descontadas la activación de las plataformas de trabajo inteligentes (utilizadas por más del 70% y que con las últimas disposiciones para la fase 2 está a punto de ser obligatoria en algunos sectores) y la educación en línea (utilizada por el 98% del sector), destacando que si éstas se ponen inmediatamente en funcionamiento, significa que ya existía una infraestructura capaz de soportar miles de millones de interacciones en la red con una sobrecarga extra que en este momento ha alcanzado picos de +90%.
El contexto de emergencia está creando así la condición fértil para el avance de los procesos tecno-científicos, algunos de los cuales se están beneficiando de la aceptación social creada por la producción de miedo y la visión salvadora de la tecnología.
Se habla de simplificar los trámites burocráticos para la amplificación de la red precisamente en las zonas más dobladas por el virus, Lombardía in primis.
“Desde el punto de vista tecnológico, un plan de emergencia a corto plazo para proporcionar a una zona limitada como Lombardía una red 5G inmediatamente operativa es perfectamente factible“, dice el CEO de ZTE Italia.
“Gestionar la crisis mientras se construye el futuro” tiene un significado negativo absoluto desde el momento en que el futuro que se construye es el suyo, en el cual nosotros y nuestras interacciones nos convertimos en pellets de datos para saciar los algoritmos.
Estamos siendo testigos de una equiparación entre nuestro mundo y el funcionamiento de una máquina en la que cada movimiento está perfectamente regulado, supervisado y lubricado.
Basta con mirar a los 17 especialistas elegidos por el gobierno de Conte que formarán parte del Grupo de Trabajo que se encargará de la “Fase 2” para el volver a arrancar el país. Significativamente, será dirigido por el ex CEO de Vodafone, Vittorio Colao, apoyado por numerosos técnicos y expertos, incluyendo a Roberto Cingolani, actual jefe de la innovación tecnológica de Leonardo y director del Instituto Italiano de Tecnología. Se les confía la tarea de “repensar la organización de nuestras vidas y preparar el retorno gradual a la normalidad“.
Una re-organización encargada a los técnicos, organizada por el Estado y sus administradores, que nos llevará en una dirección nada misteriosa.
En suelo italiano, Vodafone fue la primera compañía telefónica, una de las más grandes del mundo, en invertir en la infraestructura 5G. En los primeros meses del año pasado fue la única compañía que ofreció cobertura 5G en las cinco ciudades piloto italianas (Milán, Bolonia, Turín, Nápoles y Roma).
La decisión de crear un grupo de trabajo encabezado por el antiguo director general es una clara elección destinada a apoyar el espíritu tecnológico dominante destacando las “afinidades electivas” entre el sistema técnico y el poder estatal.
Hace pocos días el actual CEO de Vodafone, durante una audiencia en Montecitorio se ha expresado respecto a las perspectivas de futuro del país afirmando que “sé bien cuánto se conocía ya la importancia de la tecnología y de las redes […]. Me gustaría señalar que hemos decidido centrar parte de la atención y el compromiso que estamos poniendo en el campo en las necesidades sanitarias que pueden desarrollarse gracias a la difusión del 5G y sus aplicaciones.
Vodafone está fortaleciendo su colaboración con los hospitales e instituciones de atención de la salud para poner a disposición de la salud de los italianos las tecnologías más avanzadas y ayudar a nuestros médicos y enfermeros en su valiosa labor para la comunidad. […].”
Tras una serie de premisas para poner de relieve las ramificaciones del poder de la empresa en esta situación de emergencia, pasamos al interés real de esta declaración en la que se pide “un ajuste inmediato de los límites del campo electromagnético al nivel de los demás principales países europeos (en Italia tenemos los límites más restrictivos de toda la Unión Europea) y es necesario adoptar medidas de simplificación, valiéndonos de las instituciones ya conocidas de nuestro sistema de auto certificación y del consentimiento tácito“.
¿Qué mejor momento para salir a relucir? Sobre todo porque las obras de la nueva infraestructura 5G ya están en marcha desde hace algún tiempo (los anuncios y los documentos oficiales hablan muy claramente de ello) ya se han instalado cientos de antenas, por lo que de hecho el desplazamiento del límite de tolerancia ya está en marcha y esta pantomima con el gobierno probablemente sólo representa una formalización necesaria para la institucionalización de la red 5G.
Vodafone también puede encontrarse en el servicio de mensajería gratuito relacionado con las aplicaciones de vigilancia y cartografía de personas en la fase de diseño y ejecución en todo el territorio.
Vodafone, junto con Google, Facebook, Amazon, Apple, Microsoft y otros del sector, han podido colaborar en la gestión de emergencias aprovechando un momento de vulnerabilidad para aplicar condiciones que de otro modo serían prematuras. El intercambio de datos y los mapas digitales, la creación de aplicaciones ad hoc y la “solidaridad digital” son algunos ejemplos de cómo, bajo llave humanitaria, las grandes multinacionales de la vigilancia han podido engordar aún más sus servidores de datos y subir unos cuantos escalones en la aceptación de las innovaciones tecnológicas.
En un futuro no muy lejano, será en nombre de la seguridad de la salud “digital”, de la conveniencia del trabajo “flexible” y de la educación escolar, que la infraestructura para las ciudades inteligentes se pondrá en práctica cambiando la ilusión de libertad en las comunicaciones ilimitadas por el control y la vigilancia totales.
Un proceso en el que somos inducidos a participar, enrolados en el progreso técnico, y en el que nos confesaremos diariamente –a través de dispositivos tecnológicos– una necesidad interior sabiamente manipulada por un nuevo poder totalizador, fluido, consensual, de “escala humana”.
La aparente “benevolencia” de un poder es lo que lo hace tan efectivo.
En China, con la emergencia finalizada –al menos por Coronavirus– cada movimiento e interacción es registrado, analizado a través de DataMining y clasificado a través de un teléfono inteligente. Si subes a un autobús, a un tren, entras en una estación o en una zona determinada de la ciudad, hay un código QR que debes escanear para que el sistema registre el paso. Una administración automatizada de oleoductos que cruzando datos, algunos de los cuales no podemos ni siquiera imaginar, analiza cada aspecto de la vida en un proceso prescriptivo del que estamos excluidos.
Una nueva implementación del Sistema de Crédito Social¹ que el gobierno chino se había propuesto hacer plenamente operativo justo este año después de una fase “experimental” de 6 años, a la que seguiría la afiliación obligatoria para todos los ciudadanos. Ahora, por lo tanto, a las cuatro macroáreas escaneadas por este sistema (honestidad en los asuntos gubernamentales, integridad comercial, integridad social y credibilidad financiera) se añade el área relativa a los datos sanitarios de las personas, completando el perfil bio-social.
El contexto chino, junto con lo que está sucediendo en Corea del Sur, Singapur e Israel, aunque con diferencias considerables, es ciertamente importante, pero basta con echar un vistazo a todo lo que está sucediendo en suelo italiano para darse cuenta de que el control y la gestión social de Xi Jinping no está tan lejos como parece.
La emergencia del Coronavirus, por lo tanto, es la tormenta perfecta que ha permitido al gobierno chino fortalecer e implementar esos sistemas ya inaceptables pero activos desde hace varios años, elevando aún más el umbral de aceptación social.
Lo que se presenta como un sistema extraordinario para mapear el contagio sólo sirve para hacernos partícipes de la creación de nuestro perfil y de nuestra vigilancia.
“Las tecnologías más profundas son las que desaparecen. Se unen al tejido de la vida cotidiana hasta que se vuelven indistinguibles de ella” S. Zuboff.
Con aplicaciones que te dicen si puedes ser infectado por el Coronavirus, con punteros biométricos que controlan tu temperatura, con drones que vigilan tanto las ciudades como los caminos de montaña para tu seguridad, se materializa rápidamente un nuevo mundo en el que la realidad se descompone, se vuelve a montar y se vuelve a proponer por las empresas y los gobiernos.
Citando a D. Lyon “nos convertimos en la síntesis de nuestras transacciones, mecanismos de clasificación” en la que es el algoritmo de un teléfono lo que nos dice como podemos actuar dentro de un espacio determinado.
La vida cotidiana que conocíamos es triturada para construir un nuevo futuro a una velocidad tal que paraliza nuestra conciencia y crea enormes vacíos.
Una vez más se nos vuelve a proponer la inevitabilidad de la solución tecnológica.
Una ideología peligrosa, contagiosa.
Una vez más se confunde una estrategia calculada al detalle en una contingencia histórica concreta con un suceso absolutamente de emergencia y extraordinario que se propone gestionar una situación difícil de la manera menos impactante posible.
De esta manera nos acostumbraremos a la “Tecnología tranquila“* y sin darnos cuenta estaremos inmersos en el mundo de la tecnología que desaparece [se diluye] en los ambientes de nuestra vida cotidiana haciéndonos perder de vista la frontera entre lo real y lo artificial.
Hay muchas metáforas relativas a la guerra refiriéndose a esta pandemia. Pero si hay una guerra en curso, es la guerra contra la naturaleza, la naturaleza humana, su carácter social y su voluntad de pensar y actuar. Una guerra relámpago, que golpea con velocidad y que intenta generar sujetos indefensos, confusos y asfixiados. Pero a diferencia de la guerra, hecha de “mentiras unificadoras” a las que se refieren periodistas y administradores del Estado de diversa índole, que empujan el nacionalismo hacia un enemigo externo –e interno– , esta ofensiva debe crear rápidamente una conciencia de la realidad que toma forma a nuestro alrededor, y empujarnos a tener “sangre fría para pensar lo impensable“.
Una narrativa fragmentaria y funcional ha secuestrado los sentimientos y pensamientos en favor de la plena confianza en los líderes estatales y del sector de las telecomunicaciones, los tecnócratas y los investigadores de diversa índole. Hay espacio para cualquier experimento que pueda ayudar a salvarnos de la pandemia. Desde la manipulación genética con CRISP-Cas9, a los experimentos con monos, de los proyectos de vacunas sintéticas en diversas partes del mundo, a los chips implantados bajo la piel, la ignorancia y el miedo abren la puerta al sistema tecno-científico.
En EE.UU. y China ya se habla de la carrera geoestratégica de las biotecnologías.
Las potencias mundiales están presionando para conseguir los mejores laboratorios y asegurarse un asiento en primera fila en la carrera por las vacunas y los ensayos con humanos.
Entre los más afectados por esta pandemia están sin duda los ancianos.
Después de 1985, año reconocido como el de la primera generación de lo que Mark Prensky bautizaría como nativos digitales, y en los decenios siguientes aún más, la realidad que vivimos hoy se percibe como la única viable, impensable un pasado diferente sin comodidades digitales ni tecnologías persuasivas.
Estamos corriendo hacia un mundo, como imaginó J. Verne en el París del siglo XX, dominado por la técnica y sus ingenieros, en el cual el arte, la literatura y la humanidad terminaron cogiendo polvo, amontonados en bibliotecas abandonadas y olvidadas por todos.
Este virus afecta principalmente a las últimas generaciones de “encariñados” con la era pre-digital de la historia de la humanidad, las menos adaptables a este nuevo sistema algorítmico, constituido por redes, sensores y chips. Con ellos se van las historias que describen la actualidad como una pesadilla de ciencia ficción absolutamente inimaginable hace unas décadas.
Como escribe H. Keyeserling, “dondequiera que la técnica penetre, ninguna forma de vida pre-técnica puede resistir el largo plazo.”
Incluso si las nuevas vanguardias tecnológicas están diseñadas para abarcar todos los grupos de edad con los nuevos proyectos de ‘Active and Assisted Living’ (AAL) porque “no puede haber una ciudad inteligente sin ciudadanos-smart y especialmente ancianos-smart!”
La memoria también es indispensable porque nos recuerda otros mundos posibles. existidos y que pueden existir bajo otras formas.
La memoria nos salva de la inevitabilidad del presente que parece aplastarnos hasta el punto de sofocar toda voluntad y es indispensable, pero no puede ser la clave para leer este presente.
Las nuevas formas de poder que actúan en el presente no tienen antecedentes históricos y analizarlas bajo la óptica de los modelos del pasado sería un error que no nos permitiría captar plenamente sus peculiaridades y, en consecuencia, encontrar las estrategias para oponerse a ellas.
Los periódicos de gusto siniestro venden miles de ejemplares por los continuos artículos sobre el estéril recuento estadístico de muertos, en el vecindario no se habla de otra cosa.
En las últimas semanas en la ciudad, el luto hace de metrónomo en estos días silenciosos.
Pero si hay un sentimiento de luto que seguramente debemos tener es por todo lo que nos están quitando. Por toda la libertad individual de la que se están apoderando y por toda la destrucción que ejercen inexorablemente contra la Tierra y sus habitantes.
Unos tiempos sin cabida para el asombro y la consternación, serán tiempos en los que nos habremos habituado a un estado de cosas inaceptable. Reivindiquemos nuestro asombro y nuestra maravilla, hechos de rabia y angustia, porque son esos sentimientos los que estimulan la conciencia, la acción y la voluntad de querer sin esperar los tiempos en que los sentimientos se conviertan en “derechos” que el Estado nos concede.
“¿Cuánto tiempo pasará antes de que olvidemos quiénes éramos cuando aún no éramos de su propiedad, reclinados a media luz para estudiar viejos libros sobre la autodeterminación, con un chal para calentarnos, una lupa en nuestras manos, como si estuviéramos descifrando antiguos jeroglíficos?“
S. Zuboff
Nella
Bergamo – 14 Aprile 2020
¹ Sistema de Crédito Social chino: el sistema nacional chino de clasificación de ciudadanos que funciona mediante el cruce de información relativa a la condición social y económica y la evaluación del comportamiento de cada individuo. No es sólo un sistema de vigilancia capilar y de masas, sino una precisa arquitectura técnica para dirigir el comportamiento hacia una dirección programada.
Se basa en las tecnologías de análisis de Big Data que, mediante la asignación de puntuaciones, crea perfiles de inclusión o exclusión en la sociedad transformando los puntos en “derechos” que, como puntos, pueden perderse o adquirirse. El programa prevé la elaboración de listas negras expuestas públicamente. Un sistema que fomenta la participación de sus ciudadanos según un principio de interiorización, confiando a mecanismos automatizados el mantenimiento del orden social. Ha estado en vigor desde 2014, en fase de prueba y adaptación, y a partir de previsiones programáticas se está preparando para que sea obligatorio para todos los ciudadanos este mismo año.
* [Nota Añadida por el traductor]
El término “tecnología tranquila” (Calm Technology o Calm Design), acuñado por los investigadores Mark Weiser y John Seely Brown en 1995 en respuesta a la creciente complejidad que estaban creando las TIC, bajo la idea de que estos sistemas deberían simplificar las conexiones y no seguir generando otras nuevas.
Es un tipo de tecnología de la información en la que la interacción entre la tecnología y su usuario está diseñada para que ocurra en la periferia del usuario en lugar de estar constantemente en el centro de atención. La información de la tecnología se desplaza suavemente a la atención del usuario cuando es necesario, pero por lo demás permanece en calma en la periferia del usuario. Mark Weiser y John Seely Brown describen la tecnología de la calma como “la que informa pero no exige nuestro enfoque o atención”.
Como describía Mark Weiser, en “Designing Calm Technology” (1995)
“Para que una tecnología sea considerada ‘tecnología tranquila’, hay tres principios básicos a los que debe adherirse:
– La atención del usuario a la tecnología debe residir principalmente en la periferia. Esto significa que o bien la tecnología puede cambiar fácilmente entre el centro de atención y la periferia o que mucha de la información transmitida por la tecnología está presente en la periferia en lugar de en el centro.
– La tecnología aumenta el uso de la periferia por parte del usuario. Esto crea una experiencia de usuario agradable al no sobrecargar al usuario con información.
– La tecnología transmite un sentido de familiaridad al usuario y permite la conciencia del entorno del usuario en el pasado, presente y futuro.”