Estos tiempos son nuevos. Nunca antes en España habíamos vivido un
estado de alarma que controlase nuestros movimientos con policías y
militares en las calles. Pero, aunque esta realidad sea nueva, muchas de
nosotras sentimos un canto de sirena que nos resulta familiar, un canto
que de ser seguido nos llevará a la perdición: la llamada al trabajo. Y
es el capitalismo el que entona ese canto.
Muchas veces a lo largo de la historia el Capitalismo nos ha demostrado
su capacidad de adaptación y reconfiguración ante los grandes
acontecimientos que puedan surgir. Y cuesta pensar en acontecimientos
más grandes que los que estamos viviendo actualmente: una pandemia
mundial que ha paralizado la economía global en cuestión de semanas.
Pero el Capitalismo no se ha asustado, sino que ha decidido hacer lo que
se le da mejor para intentar que todo siga igual. Ha decidido mandarnos
a las pobres a morir para que las ricas sigan siendo ricas. Una vez más
nos ha mostrado la relación que tenemos nosotras (explotadas) con
nuestras jefas (capital), haciendo que sea más evidente. Y esta es una
relación parasitaria, de explotación y dominación, que nos roba nuestro
tiempo de vida, cuando no nos la arrebata en sentido literal, por las
migajas de lo que producimos.
Esta relación se materializa en las medidas que se han ido tomando. El
confinamiento tiene dos curiosas excepciones: trabajar y comprar; es
decir, producir y consumir. Justo las dos acciones necesarias para que
la rueda siga girando, para que nuestras explotadoras sigan acaparando
la riqueza. Nos encerraron a todas en casa durante el primer fin de
semana y el lunes nos obligaron a ir a trabajar. Hicieron que nos
aglomeráramos en el metro, contagiándonos las unas a las otras,
extendiendo la pandemia entre las pobres, mientras ellas se mantienen a
salvo en sus mansiones.
Es cierto que las medidas se han extremado desde entonces. Han elegido
las actividades imprescindibles para que una vez se contenga el virus,
todo pueda volver a la normalidad lo antes posible. El resto, a
teletrabajar a casa. Así no olvidaremos que nuestro tiempo es suyo, y no
podemos disponer de él a voluntad.
Nos jugamos la salud y la vida enriqueciendo a otras, a los empresarias.
Trabajamos en nefastas condiciones de trabajo y por un salario ridículo.
Somos quienes sostenemos su mundo. Sin nosotras no existirían. Luchemos
contra la explotación del trabajo asalariado. Róbale a tu empresa,
practica el absentismo laboral, sabotea, organiza huelgas, cuida a tus
compañeras y jode a tus jefas. Todo lo que tienen nos lo han robado y
queremos recuperarlo.