(Estado español) Llamamiento a extender la okupación: «Okupa la cuarentena»

OKUPA LA CUARENTENA

La crisis del COVID-19 no ha hecho más que dejar en evidencia el enfermizo mundo en el que vivimos. Es ahora cuando muchas personas se percatan de que el Estado y los grandes poderes económicos, nos someten a una vida de esclavitud en la que dependemos de un salario que nos de para poder pagar un hogar, la comida o las necesidades básicas, y con lo que nos sobre, contribuir al mantenimiento de este sistema, con un consumismo que nos han implantado en nuestro ADN.

Es ahora cuando las paredes de la cárcel se difuminan con las de nuestras calles, viendo como algunas de sus prácticas de dentro se suceden también fuera. Bajo un ensañamiento policial exacerbado, las vejaciones, las humillaciones y los golpes cobran forma, convirtiendo nuestras vidas en un arresto domiciliario o una suerte de tercer grado impuesto mediante el miedo, la represión y el control social.

Es ahora cuando nos damos cuenta de los privilegios o carencias que tenemos y tienen nuestros vecinxs.

Es ahora cuando nos damos cuenta de que la sanidad, la vivienda o la alimentación, pueden llegar a ser un privilegio, si permitimos que sigan haciendo con nosotrxs lo que quieren.
Mientras las calles están vacías por imposición, hay quien decide salir al balcón a hacerle el trabajo sucio al Estado, hay quien decide salir a aplaudir para “apoyar” a lxs médicxs. Nosotrxs elegimos seguir luchando. Porque frente a su control y su represión, solo vale seguir luchando.

Porque hay quien no puede meterse en casa, porque como hemos dicho antes, la vivienda ya es un privilegio al que no todxs tienen acceso. No esperamos que el Estado o las iniciativas privadas vayan a poner solución a estas problemáticas, ya que son los principales interesados en mantener este orden social. El mercado inmobiliario primero creó esa “burbuja” que después acarreó aquella crisis económica de hace 12 años, a la que todo el mundo teme como el fantasma del pasado. En los últimos años ha subido el precio del alquiler hasta llegar a unos niveles que lo hacen, cada vez, menos accesible. Por todo esto, hemos llamado a la huelga de vivienda, porque no vamos a pagar ni las hipotecas ni los alquileres, porque no podemos, y si pudiésemos, por solidaridad con lxs que no pueden.

Pero no nos vamos a quedar aquí, aunque nos hayan hacinado en nuestras casas, en pabellones o debajo de un puente, no vamos a parar. Frente al Estado y la especulación inmobiliaria, solo nos queda hacerles frente. Y por ello, hacemos un llamamiento, como nuestrxs compañerxs de Berlín, a okupar, para que la vivienda no sea un privilegio. Porque entendemos la okupación como un método de lucha frente a la propiedad. Continuaremos liberando espacios, que ahora más que nunca son necesarios.

¡Por eso nosotrxs okuparemos, únete!

¡Okupa tú también!

https://contramadriz.espivblogs.net/2020/04/07/estado-espanol-llamamiento-a-extender-la-okupacion-quot-okupa-la-cuarentena-quot/

Messico: sommosse nei centri per migranti

Rivolta e Desaparicion a Tapachula

il 23 di marzo, a tapachula, chiapas, al confine con il guatemala lx
reclusx della “estacion migratoria siglo xxi” hanno cominciato una
protesta per la prolungazione indefinita dei tempi di detenzione
chiedendo la libertà o il rimpatrio ai propri paesi d’origine. Dato
che la situazione delle misure antipandemiche ne impediva il
rimpatrio. Hanno quindi iniziato a bruciare materassi e minacciato uno
sciopero della fame, così la brigada de seguridad interna de la
Estación Migratoria (formata da agenti federali) e la guardia nacional
è entrata nel centro reprimendo lx rivoltosx con idranti e spray al
peperoncino. Le persone sono state poi portate nei bagni, dove non ci
sono telecamere, e picchiate alcunx sono state fatte sparire (
desaparicion forzada)
Una fonte parla anche di una fuga di massa.

Rivolta nel centro per migranti in Tenosique

Nella notte del 31 marzo, una rivolta ha dato alle fiamme la “Stazione
migratoria” di Tenosique in Tabasco (Messico)
Lx migrantx protestavano contro la mancanza di cibo,la reclusione e il
trattamento disumano oltre che per la paura del contagio del COVID19.
Alcuni materassi e suppellettili sono quindi stati dati alle fiamme.
Lx reclusx raccontano che le guardie lx hanno impedito di uscire
mentre erano minacciatx dalle fiamme.Si sono salvatx sfondando la
porta d’uscita.
Secondo i giornali una persona è morta mentre altre fonti parlano di
due corpi e svariatx intossicatx ricoveratx in ospedale.

La Stazione risulta inagibile quindi sono statx spostatx in due nueve strutture.

Nella loro dichiarazione del giorno seguente chiedono la possibilità
di scegliere dove e con chi passare questa fase di reclusione
collettiva (dovuta alla quarantena1) reclamano diritti e libertà.
Nei primi giorni di aprile hanno ottenuto un rimpatrio per più di
duecento persone provenienti dall’Honduras.

In messico la situazione delle persone migranti è peggiorata
notevolmente, se questo territorio non è mai stato un luogo di
passaggio facile, adesso le politiche di Trump supportate dal governo
di AMLO mettono ancor più le persone migranti in mano al traffico di
esseri umani del narcoestado, chiaramente la chiusura formale delle
frontiere ha reso la situazione ancor più pericolosa e invivibile.

 

1. Nello stato federale del Messico le autorità chiedono alla
popolazione di restare a casa, ma ad oggi non ci sono sanzioni per chi
non lo fà.Questo perchè la gente vive in larghissima parte di economia
informale.
In ogni caso alcuni stati stanno prendendo misure maggiormente restrittive.

 

fonte:

 


¡Cartel de apoyo a las compañeras de la Operación Arca!

SOLIDADARIDAD CON LAS ENCAUSADAS EN LA OPERACIÓN ARCA

El 13 de mayo de 2019 dos compañeras fueron detenidas en Madrid; sus casas y el EOA La Emboscada fueron registrados por la policía. Desde entonces, se mantienen a la espera de juicio bajo la acusación de terrorismo, siendo investigadas en relación a diferentes acciones contra cuerpos represivos, bancos, partidos políticos e inmobiliarias.

No nos importa si para el Estado ellas son inocentes o culpables, si son criminales o terroristas. No queremos legitimar su espectáculo, ni un sistema judicial y político que han creado ellos para sus intereses. La única definición que reconocemos, y en la que nos reconocemos a nosotras mismas desde la complicidad, es la de anarquitas. Porque luchamos por recuperar nuestra vida y nuestra autonomía frente a este sistema autoritario.

Para nosotras la mejor manera de solidarizarse es continuar con las luchas que compartimos, por eso estas compañeras y ortas tantas, golpeadas a diario por el sistema, están presentes en ellas y las inspiran. Un guiño de complicidad, sean criminales, terroristas o simplemente anarquitas.

Sus jaulas no nos detienen.

¡Cartel de apoyo a las compañeras de la Operación Arca!

Sobre el ataque a nuestros lazos

“Yo pendiente de lo mío y tú pendiente de lo tuyo, escucha tu reloj su tictac es un murmullo”

El confinamiento tiene unas consecuencias desastrosas sobre uno de los pilares más importantes de nuestra vida: las relaciones personales. Éstas están siendo obligadas a distanciarse, a romperse, a sustituir el contacto de la carne por el aislamiento de los bits y las pantallas. No es como cuando alguien que quieres marcha por situaciones vitales a algún lugar alejado, donde se tiene la certeza de que ese lazo seguramente a la vuelta esté polvoroso pero intacto, o que vivirá en el recuerdo; pero ahí se tiene el apoyo de todas las otras relaciones en las que nos apoyamos en nuestra vida diaria. Esta situación de cuarentena ha interrumpido forzosamente de la noche a la mañana el curso de nuestras interacciones sociales, ha confinado nuestras vidas al módulo de aislamiento.
Hay quien tiene suerte y al menos (al menos porque para nada completa el vacío que han dejado los lazos distanciados) puede pasar el confinamiento con gente que quiere y en la que apoyarse mutuamente, pero, ¿qué es de las personas que viven solas? ¿quién escuchará sus gritos de ayuda cuando el suicidio aupado por la ansiedad llame a su puerta? ¿Y las mujeres que tienen a su propio carcelero en casa? Se dice que la policía estará atenta de llamadas por violencia de género, pero no podemos esperar que la policía solucione estos problemas, menos aún cuando sabemos que la mayoría de las veces contribuyen a la vejación y humillación de la mujer maltratada. Además, ¿realmente estando encerrada con una persona que te domina podrás coger el teléfono?, ¿podrás salir a la calle? Las cifras de feminicidios nos mostrarán que no. ¿Y quién no tiene sitio donde vivir? A los que los militares “ayudarán” y “relocalizarán”. No debemos fiarnos para nada de lo que dice el Ejército que hará cuando no estemos mirando porque estemos encerrados en casa.
Y para añadir otra piedra a la mochila, el pánico social no sólo ha hecho que individualmente la gente rompa sus lazos, sino que intente romper los que intentan resistir. Regañinas desde los balcones por caminar juntas por la calle, por darse la mano, abrazarse, besarse… Ansiedad colectiva en la base del “yo me estoy quedando en mi casa y tú te lo estás tomando a broma”. Pero es que hablar por whatsapp, skype, redes sociales y demás alternativas que nos proporciona la tecnología ni de lejos valen para salir de la ciénaga de ansiedad y locura en la que nos han hundido. Se necesita contacto, se necesita caminar con alguien sin estar pensando que un coche patrulla nos va a poner un multón por mantener los lazos y no caer en la histeria.
¿Qué pasará cuando podamos volver a salir a la calle y no sepamos relacionarnos en grupo, cara a cara en una plaza? ¿Cuando la ansiedad social esté generalizada y tengamos que unirnos y luchar contra el mundo de mierda en el que vivimos?
No dejemos que el pánico social y el control estatal destruya lo más valorable que tenemos, fortalezcamos nuestros lazos para que sean cadenas irrompibles que barran la dominación.

Against the pandemic of capital, social revolution!

Capitalism is instating terror and repression all over the world in an operation that is unparalleled throughout human history. Confinement of regions, cities and entire countries, massive confinement of human beings who are obligated to remain incarcerated in their own homes, a suspension of the miserable human rights, surveillance, tracking and processing of all movements of the population by means of all kinds of technologies (smartphones, big data, artificial intelligence…) massive lay–offs, the application of States of emergency, of alarm, of siege, etc.

Throughout the globe we are seeing a militarization of the streets spreading in order to control and repress all unauthorized movement. We’re also seeing the eyes of the state being multiplied through submissive and frightened citizens that watch out for any kind of small infringement or questioning of the decrees that are imposed.1

In order to buttress this scenario, the spokespersons of the State smother us with details about the spread of what the WHO has denominated as the “COVID–19 Pandemic”.

The retransmission of the number of infected, hospitalized and dead, as well as the rates of mortality and the predictions for contagion, accompanied by images of saturated hospitals and caravans of funeral hearses lining up at the morgue, transpire frenetically before our eyes in full detail while a constant procession of politicians, scientists, military personnel and journalists thrust us into a war against an external enemy called coronavirus, presented as the greatest enemy of humanity, as a pandemic that puts all human life in jeopardy.

We want to make it clear that in saying this we’re not trying to say that the so–called COVID–19 doesn’t exist or that it’s purely an ideological creation of of the State. What we’re trying to explain throughout this text is that the pandemic is being used as a tool for counter–insurrection and the restructuring of capitalism, and that what they are trying to sell us as a solution is much worse than the problem. In this sense, though indeed the social occurrence of this pandemic as a result of the terroristic deployment conducted by the state is evident, we don’t yet have elements upon which to evaluate the direct incidence of COVID–19 at a biological level on our health. The details we have at have are those that are presented by the different apparatus of global capitalism (the WHO, the States, scientific organs…), which evidently for us are not reliable since any State can inflate or cover up their statistics. Obviously also the proletarians in retirement homes, jails, psychiatric institutions… denounce that these centers are turning into, more than ever, extermination centers.

That said, the fundamental issue to take into account is that global capitalism has never taken similar measures despite the widespread catastrophe that appears and is expressed on thousands of terrains (pandemics, sicknesses, famines, ecological disasters…)2 for us there’s nothing humanitarian in the measures against the coronavirus. The State sows the fear and the impotence in an atomized population in order to present itself as the omnipotent protector of humanity. It makes calls for everyone to unite in order to together take up the struggle against this enemy, to make the necessary sacrifices, to collaborate with everything that the authorities dictate, to submit to the directives and the orders of the different apparatus of the State.

This whole spectacular display creates an indispensable covering. The story about the defense of health doesn’t fit. We know that death and widespread catastrophe are the essence of this mode of production and reproduction, where human life and the planet are mere means for valorization, and capital doesn’t give a shit about human well–being —although the different forms of bourgeois management draw up limits in order to not totally destroy the material support for valorization, the depredation of these mediums, their deterioration and destruction end up clearing every hurdle, since this is the natural form under which life develops under capitalism. The destruction of the planet and its inhabitants, the unstoppable and increasing death of millions of humans because of hunger, war, pandemics, toxicity, work , from starvation, from suicide, and a long etcetera, has never been a problem to solve for capitalism, but just collateral damage, or better said, its specific mode of development.

The “solidarity” campaigns, the investigation and the scientific–medical development or any type of legislative measure, are the forms in which capital applies its “solutions” to all the preoccupations that are generated by these grand problems that humanity suffers from under the tyranny of value. Even if we use the same restricted and deceitful criteria that science uses to justify the measures which are now generally taken,3 meaning, the existence of a virus that threatens the health of the society, we know that in each and every one of the countries where these “measures for containment of the coronavirus” are rolled out, the existence, according to the official data itself, of other virus with a large impact on health has never been a motive of much worry. This is not to say that the State hasn’t been obligated to intervene on account of any specific catastrophe, as it has done on various occasions, in which it always takes the opportunity to introduce measures which at other times would suppose resistance and revolts. Therefore, for us it’s clear that all the measures that capitalism is rolling out in order to “fight against the coronavirus pandemic” don’t have the aim of our health, our care and well–being in mind. It’s fitting to ask why capitalism has created this state of war in this concrete case and, more importantly still, what we as proletarians and revolutionaries must do in this situation.

We have no doubt. The war against the coronavirus is a war against the worldwide proletariat. The state measures justified by the coronavirus are a qualitative leap, decisive and homogeneous, in the global counter–insurrection and in the bourgeois intentions to attempt to initiate a new cycle of the accumulation of capital. And in the face of this war the proletariat only has two paths: to sacrifice their lives in it or to oppose themselves to it in order to defend their human needs.

It’s certain that we live in a social system accustomed to confinement. To confining the food and basic necessities, to confine us in flats, in cars, in shopping malls, in centers of domestication of children, in centers of work, in centers for the elderly (retirement homes) , in health centers, in incarceration centers, in centers of recreation or of vacation… and these measures make another turn of the screw in this system of isolation and of privatization, transforming the world into a grand concentration camp.4 But it can’t be ignored that all of this is happening precisely when the capitalist catastrophe is reaching new heights, when the antagonism between life and capital has arrived to levels even more unsustainable than in the past. The destruction of the Earth, the depredation of its resources, the poisoning of all that exists, the sharpening of all the mechanisms of exploitation and plundering of the human being and the whole natural world, which are aspects inherent to this mode of production of the species that is determined by the economy, are reaching unbearable limits for the mere existence of living beings. The very dynamic of the valorization of capital, in which it has ever more difficulties in renovating its reproductive cycles because of the growing devalorization that is congenital to it, is carrying the contradictions of this system to its limits. We’re on the way to a devalorization without precedents. The nosedive of fictitious capital, which sustained the cycles of capitalist production with pins, foreshadows on the horizon. The financial crisis of recent years, the first explosion of which developed in 2008, expresses the exhaustion of the mechanism of artificial respiration that kept the world economy alive. Today, when all capital is sustained on the basis of the incessant reproduction of fictitious capital, of tons of debts and all kinds of financial injections that permit capital to continue sucking the blood out of the worldwide proletariat, the bourgeoisie are beginning to become conscious that the fiction cannot escape the very logic upon which it was built, it cannot unencumber itself from the law of value, and all this gigantesque accumulation of capital precipitates towards its breakdown.

It’s clear that, first of all, we can’t ignore another even more decisive issue. All of this “war against the coronavirus” is happening precisely when the catastrophe which the bourgeois has placed on the backs of the proletariat projected grand upheavals, already promised by the wave of struggles that coalesced in 2019 and the start of 2020 in dozens of countries.5 The unleashing of a conflagration that would raze the whole capitalist order is a problem that returns to being the topic of the day in circles of the bourgeoisie, and a hope that returns to the hearts of the proletarians.

That’s why for years the counter–insurrectional operations have multiplied throughout the world. Though indeed, every manual against the insurrection has as its base the destruction of the autonomy of the proletariat, the forms in which this has materialized throughout history have been multiple. Imperialist war, which has never ceased to develop, has always been the recourse par excellence to transform the antagonism between classes into a fight between bourgeois fractions, reestablishing national unity against an exterior enemy, destroying the indomitable, making another turn of the screw to the miserable conditions of the proletariat —imposing war and post–war sacrifices— and generating a material and human destruction, sufficiently ample to invigorate the process of capitalist reproduction, opening up a new phase of expansion.

The coronavirus pandemic presents all the characteristics of imperialist war: the exterior enemy, the national unity, the war economy, the sacrifices for the homeland or the “common good”, the collaborators, the deaths, the economic restructuring, etc.6 Like every imperialist war it supposes short term losses (although certain sectors see their profits skyrocket), but it contains the material basis to generate a new phase of accumulation. This process of the reanimation of moribund capital, which is applying itself under the cover of the war against coronavirus and which implies the attack on the living conditions of the proletariat, brings along the propulsion of a new phase of accumulation that can only be developed upon a destruction of capital of unusual and unknown dimensions and consequences. It’s clear that in a dynamic where fictitious capital represents the axis where accumulation is sustained, the destruction will commence from this terrain. The current partial and temporary paralyzation of the production and circulation of commodities requires extraordinary quantities of fictitious capital in order to maintain the social fabric, in addition to centralizing a large part of capital in the military and health sectors. Nevertheless, this inundation of fiction in order to alleviate the paralysis of the market, which already contained an unsustainable over–accumulation of fictitious capital but circulated in a large part exclusively through financial markets, implies dumping enormous masses of fiction from these financial markets into actual market exchange, which exposes all this capital to its destruction through the coercive correction which, sooner than later, the market will realize with respect to the symbolic value. That’s to say, the devaluation of the coin, the despotic imposition of a law that the bourgeoisie had thought to have circumvented, will create a devaluation without precedents that will imply the general insolvency of businesses, of States, the massive cancellation of debts, and of course, the bourgeois endeavor for a global restructuration of capital (centralizing itself in new fields, purging others, consolidating new mechanisms of circulation…) trying to resume a new cycle of accumulation. It’s obvious that, before and above all, this context can only be developed by making the proletariat swallow a sacrifice that will beckon them towards a massive breakdown, which will extend conditions all over that make survival increasingly more impossible. On the other hand, it will also push the proletariat to rebel, to defend their interests against the catastrophe of capital. This is the future that worldwide capitalism has reserved for humanity: a sharpening of the catastrophe or revolution.7

In this context is better understood the actions of all the States, the confinement, putting the army on the street, the surveillance of the population, the tightening of the belt of all proletarians and the announcement by the State of harder sacrifices to come. The State is evaluating how the proletariat reacts in the face of the states of emergency and has managed to momentarily cause the retraction of developing protests and revolts like those in France, Iran, Iraq, Lebanon, Algeria, Hong Kong, Chile, etc.

In Chile, before the numerous officials of the State could present even one death, and before any health measure was implemented, the State declared a state of emergency. In such a way the States utilize the pandemic in order to recover the social peace in zones that have seen protests and revolts in recent years, in addition to rolling out in other places an environment favorable to the repression of protests against the exasperating measures that are being prepared, determining the capacity for social control that they have over their territory, where the hubs of rebellion are concentrated, what aspects to improve in order to better assure the surveillance and dominion over the territory, etc. Throughout the history of capitalism, in the measure in which it has come to impose new adjustments and turns of the screw to the exploitation, more or less collective resistance, revolts, and insurrections have occurred. For this reason it was surprising, at first, to see the massive acceptance on part of the proletariat of the measure applied by the States, facilitated, without a doubt, by the new situation in which they found themselves and the mediatic force of the State apparatus. Nevertheless, some proletarians announced by means of their first rebuttals of all of these measures, their refusal to follow the trumpets of the State, to subject themselves to the regime of terror and to accept the worsening of their living conditions. Little by little we see how the gestures, cries, mobilizations and protests begin to reproduce.

Despite the difficult conditions that the State imposes by means of the confinement and isolation, our class tries to organize its response to the attack launched by the State. Not only are small acts of disobedience reproduced, which the State represses with fines, arrests, and accusations of lack of solidarity (like the elderly that walk around with a loaf of bread, the parents that gather children together in the household that has the biggest garden, the youth that traverse the forests with the excuse of searching for firewood, those that question the official version in terms of health issues, those that warn where there are checkpoints and point out the snitches, those that invent all kinds of tricks and ruses… all acts that express our most human need to break the incarceration and beckon to break the isolation), but also protests and confrontations in the streets occur. The province of Hubei, the first location to be subjected to the state of emergency, is experiencing protests and confrontations in many cities. In the Philippines the confinement was challenged by holding demonstrations that demanded food and other basic products. In Algeria, proletarians refused to suspend demonstrations that had been building up one after the other before the confinement. India, the immigrant workers confronted the police. In Italy actions were organized to the cry of “We together must retake what they take away from us”. The riots in the jails and the detention centers for illegal immigrants travel from country to county. The looting and the call to not pay rent, added to the strikes of those that continue to work are beginning to take place in some locations. The networks of mutual aid and funding–pools for resistance as well.

The different national States try to settle or contain these protests by using the advantages that the state of emergency allows them. The president of the Philippines was clear with respect to affirming that he would execute anybody who avoids confinement. On the other hand, they have announced small concessions such as the temporary liberation of 100,000 prisoners in Iran, or the creation of social vouchers for food in Italy. Other States, trying to anticipate the protests, throw miserable carrots which we are convinced will neither serve to placate the hunger nor the necessities that were repressed for centuries by a capitalism which today tightens the screw anew.

These first skirmishes that organize against the worldwide state of emergency advance the notion that the proletariat will not remain enclosed in their homes to watch how they are carried off to the slaughterhouse, nor will they accept being sacrificed for the economy. But we need to organize this whole rebuttal internationally and further it until it pierces the heart of the capitalist beast. To bring the fear to the other side, so that the panic moves on to the ranks of the bourgeoisie. May the fear over the coronavirus pandemic transform into fear about the pandemic of revolution.

The war against the coronavirus is a
war against the worldwide proletariat!

Let’s impose our human needs against
the needs of global capitalism!

April 2nd, 2020

Internationalist Proletarians

1 To clarify, in spite of the state of emergency and the confinement, declared in dozens of countries around the world, capital continues to keep the productive sectors that it considers necessary in function, obligating the proletarians of these sectors to go to work and secluding them in their homes when they have finished. Even in the counties with the largest level of paralysis in production and circulation, the decree of “only essential work”, creating the appearance that it is only for our human needs, is so ambiguous and flexible precisely in order to not create an obstacle for the necessities of capital.

2 We don’t believe it’s relevant in this text to go further into questions related to the concrete origin of COVID–19. Firstly, because we cannot affirm anything with clarity in not having sufficient elements to do so, and secondly, because the most important thing is to understand that the production and diffusion of the current pandemics are a result of the capitalist mode of production and circulation. See: Social Contagion, by Chuang (chuangcn.org/2020/02/social-contagion/) and The Pandemics of Capital (barbaria.net/2020/03/29/the-pandemics-of-capital/) by Grupo Barbaria.

3 We want to clarify, although we can not go more into detail in this small text, that we don’t only reject that the healing of a sickness is a medical act, as the health system and the capitalist system would have us believe, but that our conception of what is a sickness, a virus, and more generally, our conception of what caring for health is, is at the antipodes of science. Certainly, science, if it’s for anything, is for developing the necessary conditions for capitalism to continue functioning, to continue annihilating and crushing everything, hurdling obstacles, exceeding limitations, etc. Its different articulations permit capital adaption and phagocytosis.

This is not to say that we endorse or propose an “alternative” system or approach. The techno–scientific system rapidly condemns its critics under the label of “pseduoscience”, but our critique of the dominant and totalitarian system of knowledge under the capitalist system also points out the phenomena that are cataloged in such a way. Furthermore, these “alternative therapies” increasingly act more as escape valves and techniques that complement “official medicine”.

4 Clearly this grand concentration camp is not the same for everyone. It is not only reflected in aspects which we have commented in an earlier note in relation to work, but also the confinement itself is experienced in a totally different way. Remember the “I’m staying home” campaign, promoted through videos in which some celebrities, from their “little gardens” or the interior of their “modest mansions” harangued about staying at home, and which was mimicked by thousands of citizens from the matchboxes in which they live.

5 See our text “International revolt against global capitalism” at http://www.en.proletariosinternacionalistas.org/international-revolt-2/

6 We’re not only referring to the deaths that have been associated with COVID–19 by the States, but we’re including those generated by the state with its measures. Among some comrades it’s being discussed whether to characterize it also as a chemical war directly against the proletariat (which doesn’t imply speaking of premeditation —although we know that our enemy has already used it in the past and has not ceased to develop investigation in this field— but its objective effect), concretely against the sectors that capital considers nonproductive and that pose heavy burdens to the coffers of the States, and these sectors are precisely where the coronavirus is striking: the elderly, prisoners, those with immunodeficiencies…

7 We’re not affirming that this process is immediately developing, but we are indeed affirming that under “the coronavirus pandemic” this process has initiated a qualitative leap towards its unfolding.

http://www.en.proletariosinternacionalistas.org/against-the-capitalist-pandemic/

Los títeres del capital

Hay de todo y para todos los gustos. En uno de los extremos están las versiones más espectaculares, en las que Trump habría introducido el coronavirus en China con ánimo de ganar la guerra comercial. O China lo habría hecho para extenderlo a otros países, recuperarse de la crisis sanitaria la primera y dominar el mundo. O habrían sido directamente los gobiernos en sus propios países, preocupados por la cuestión de las pensiones, que habrían aplicado la típica solución maltusiana de quitarse la mayor parte de viejos de encima. El otro de los extremos, más sutil y también mucho más extendido en determinados medios, afirma que la gravedad del coronavirus, si no un invento mediático, al menos sí que está siendo conscientemente exagerada por la burguesía para aumentar su control represivo sobre nosotros. A fin de cuentas, la gripe común mata a más gente. ¿No es sospechoso que los gobiernos estén decretando estados de excepción, llevando al ejército a las calles, aumentando las patrullas policiales y poniendo multas altísimas ante una enfermedad que no llega al número de muertos anuales de la gripe común? Sea como sea, aquí hay algo raro.

Es lógico que en el capitalismo surjan discursos y formas de pensar como estos. Se trata de ideologías que emanan espontáneamente de las relaciones sociales organizadas en torno a la mercancía. Todas ellas se basan, en última instancia, en la idea de que todos nosotros seríamos títeres al albur de las decisiones de un grupo todopoderoso de personas que, conscientemente, dirigen nuestras vidas para su propio interés. Esta idea de fondo, que parecería sólo atribuible a las teorías de la conspiración, en verdad está muy extendida: es la que funda la propia democracia.

Los dos cuerpos del rey

Es una cosa particular la manera en la que nos relacionamos en una sociedad organizada por la mercancía. Inédita en la historia, de hecho. La primera y la última forma de organizar la vida social que nada tiene que ver con las necesidades humanas. Por supuesto, antes del capitalismo había sociedades de clase, pero incluso en ellas la explotación estaba organizada con el fin de satisfacer las necesidades ―en sentido amplio― de la clase dominante. En el capitalismo la burguesía sólo lo es en la medida en que sea una buena funcionaria del capital. Ningún burgués puede seguir siéndolo si no obtiene ganancias no para su consumo, que es un efecto colateral, sino para invertirlas de nuevo como capital: dinero para obtener dinero para obtener dinero. Valor hinchado de valor, en perpetuo movimiento. Cuando hablamos del fetichismo de la mercancía, damos cuenta de una relación impersonal en la que no importa quién la ejerza ―un burgués, un antiguo proletario venido a más, una cooperativa, un Estado―, porque lo importante es que la producción de mercancías persista en una rueda automática que no puede dejar de girar. La pandemia actual está mostrándonos lo que pasa cuando esa rueda amenaza con pararse.

Pero esta dinámica impersonal provoca una curiosa inversión. La relación social básica del capitalismo es esta: dos personas que sólo se reconocen entre sí en la medida en que son portadoras de cosas. Si esa cosa es capital, dinero dispuesto a invertirse en la explotación del trabajo, entonces su poseedor será un capitalista. Si es un trozo de tierra o sus derivados ―un bloque de viviendas, por ejemplo―, su poseedor será un rentista. Si es dinero destinado a la compra de mercancías para el consumo, su poseedor será un respetable consumidor. Si esa cosa es un cuerpo, unas manos, una inteligencia, una actividad en definitiva dispuesta a su venta, se estará en posesión de la mercancía fuerza de trabajo y su poseedor será un proletario. La posición social del poseedor de la mercancía cambia en la medida en que cambie esa misma mercancía. El ser humano viene definido por lo que posee, en la medida en que esto que posee esté destinado al intercambio. Las mercancías crean las relaciones sociales en el capitalismo.

Y sin embargo, la impresión que tiene el poseedor de la mercancía es bien distinta. Desde su plano individual e inmediato, es él quien decide. Propietario absoluto, sujeto consciente y libre, puede vender o no vender, invertir, consumir o echar al mar, si le apetece, la mercancía que tiene entre las manos. Es el fundamento mismo de la propiedad privada: el derecho de uso y abuso sobre aquello que se posee. Y esto le convierte en el soberano todopoderoso de su mercancía. La palabra no está escogida al azar: la soberanía, concepto fundante de la democracia y de la nación, encuentra su base en esta relación material entre productores privados de mercancías. El idealismo, el voluntarismo y la separación radical entre naturaleza y cultura, también. En la relación capitalista, el individuo es el rey. O al menos tiene la impresión de serlo.

Entonces, el capitalismo tiene dos cuerpos. Uno inmortal, impersonal, el de la perpetua producción y reproducción de capital, y otro mortal, pasajero, evanescente: el de los individuos que lo encarnan. El capitalismo siempre es impersonal, aunque esté personalizado. Sus individuos pueden tener la impresión de que lo dirigen ―y es lógico que así sea, la propia relación material que establecen entre sí les induce a pensarlo―, pero sólo lo harán en la medida en que sirvan para alimentar la máquina impersonal del capital. En ello consiste la curiosa inversión que producen las relaciones mercantiles: al mismo tiempo que están dirigidos por una lógica inconsciente, automática, una lógica que sólo pueden obedecer la comprendan o no, los individuos se piensan el sujeto de la historia.

Los títeres

Cuando se nos dice que la burguesía se estaría organizando para promover el pánico con el coronavirus, crear un estado de opinión policíaco dispuesto a aceptar cualquier violación de libertades civiles y poder así aumentar su poder sobre la sociedad, se hace una concesión a esta ideología democrática y se convierte a la burguesía en algo que no es.

En primer lugar, la burguesía no es un cuerpo unitario. Antes bien, la lógica de competencia capitalista no le permite actuar como un solo cuerpo más que en momentos precisos, cuando se ve obligada a ello por la organización en clase del proletariado. Sólo en momentos como esos la burguesía deja de competir entre sí por un mayor trozo del pastel y se enfrenta en bloque a nosotros. Tenemos muchos ejemplos históricos de ello: desde algunos más antiguos, como cuando Prusia detuvo los combates contra la burguesía francesa para que ésta pudiera aplastar la Comuna de París, hasta otros más modernos, como la tregua entre Bush padre y Saddam Hussein durante la Primera Guerra del Golfo para que Saddam pudiera redirigir, momentáneamente, sus bombarderos contra las deserciones masivas, revueltas y consejos obreros en el norte y sur de Irak. El resto del tiempo, la burguesía vive fragmentada y en una pugna permanente, un caos social que sólo puede ser organizado medianamente en el juego de facciones, siempre cambiante, al interior del Estado.

Por otro lado, el principal objetivo de la burguesía como clase dominante no es el control social. Eso es una consecuencia inevitable de su verdadero objetivo: el crecimiento del PIB, por simplificar, que naturalmente conlleva la gestión de una sociedad dividida en clases y la eventual represión del proletariado cuando le da por protestar contra su explotación. El Estado no es un monstruo autoritario que esté al quite de la primera ocasión en que pueda aumentar su poder sobre nosotros. Esa es la visión burguesa y democrática del Estado: de ahí el despliegue de toda una serie de mecanismos de control democrático para que no se exceda en sus funciones, antigua memoria de un Estado absolutista que todavía no estaba plenamente regido por la lógica impersonal del capital. Habida cuenta de la brutal disminución del PIB que se prevé con la crisis sanitaria del coronavirus, podemos suponer que el Estado no está muy contento de tener que desplegar sus fuerzas represivas para garantizar la cuarentena. Nos atrevemos a suponer, de hecho, que la clase dominante era mucho más feliz cuando la gente cumplía libremente con su papel en la circulación de mercancías: el de trabajadores y consumidores, como dios manda.

Y es que el Estado y sus políticos no son más que títeres. Pero no títeres de la burguesía, como muchas veces se dice. Esta idea sólo cambia una gran mano que sujeta los hilos por otra. No: unos y otros no son más que títeres con un papel diferente, pero títeres a fin de cuentas en el teatro del capital. Si no interpretan bien este papel, tendrán que hacer mutis por el foro. Las teorías de la conspiración, a cada cual más original, tienen la misma base que la del juego democrático: la idea de que los individuos determinan la historia, y de que un grupo de individuos debidamente posicionado ―sea el club Bilderberg o el Gabinete de los Estados Unidos― puede hacer uso de su libre arbitrio para dirigir nuestras vidas como le apetezca. De ahí también las infinitas discusiones, largas hasta el bostezo, sobre quién es el mal menor en las siguientes elecciones: por si alguien no había terminado de darse cuenta con la crisis actual, no importa si el partido en el poder es de izquierdas o de derechas. Intentarán hacer alguna medida diferente para justificar la diferencia de siglas, pero en el fondo, en lo fundamental, harán exactamente lo mismo porque la función determina el órgano, y su función está clara: la gestión de la catástrofe capitalista, cada vez más fuerte, cada vez más brutal.

Porque el coronavirus es expresión de eso. No es la crisis, porque la crisis es la del capital y sus categorías estructurales, como hemos explicado en otras ocasiones. Pero tampoco es una gripe común. En los días en que se escribe esto, en Madrid está muriendo cinco veces más gente que en los mismos días del año pasado. En todo el país los hospitales están atestados. Ante la escasez de aparatos respiratorios, se está dejando morir a los enfermos a partir de una determinada edad. Las morgues y los cementerios no dan ya más de sí. No es una gripe común. La crisis sanitaria, económica y social que ha despertado el coronavirus es, de manera más profunda y real, la expresión de unas relaciones sociales que se están pudriendo por dentro y que morirán matando, si no acabamos antes con ellas. Nos hemos hartado de decirlo hasta la saciedad: la disyuntiva real, la única posible, es la revolución comunista o la extinción de la especie. La pandemia por desgracia es una demostración inmejorable.

¿Impotencia?

Ningún individuo, ni siquiera un grupo de ellos, es sujeto de la historia. El individuo no es más que una partícula en el flujo de dos fuerzas sociales contradictorias. Son esas fuerzas las que se mueven y los individuos, lo sepamos o no, nos movemos canalizados por una u otra. Como dos corrientes de agua, o mejor, como dos placas tectónicas: su fricción creciente desemboca, antes o después, en un terremoto.

No es maniqueísmo. Un solo individuo puede moverse en una y después en otra, y convivir en esa contradicción hasta que la polarización social parte las aguas y te encuentras en uno de los lados de la barricada, como suele decirse. Una de esas fuerzas afirma la conservación del orden existente. Es el partido del orden, que describía un compañero. La otra se despliega como un movimiento real que pone en cuestión el estado de cosas presente: es el comunismo, que nada tiene de ideología o de una propuesta deseable para el futuro, sino que es la emergencia de unas relaciones sociales que ya se están desarrollando y que pugnan por imponerse contra la putrefacción del capital.

En estas semanas hemos visto expresarse ambas fuerzas sociales. Por un lado, la unidad nacional y la disciplina social: los aplausos cotidianos desde los balcones al personal sanitario, esos grandes héroes nacionales que, como todos los héroes nacionales, están siendo utilizados como carne de cañón en el juego de peones del capital. También se encuentran aquí el espionaje desde las ventanas, las denuncias a la policía de quien sale más de dos veces a la calle, los abucheos a las personas que van acompañadas, independientemente del motivo. Eso está, aunque tampoco podamos exagerarlo. Visto en perspectiva histórica, mucho más fuerte fue la presión en las potencias occidentales por alistarse en la Primera Guerra Mundial o muchísimo más por luchar contra el fascismo y a favor de la democracia capitalista durante la Segunda Guerra. No estamos en una situación contrarrevolucionaria, como la de la posguerra, en la que la defensa del capital fue asumida por una amplia parte del proletariado.

Por otro lado, vemos surgir expresiones de apoyo mutuo y solidaridad con el desconocido. Los bloques de viviendas, los barrios, incluso las pequeñas ciudades se organizan para hacer la compra, hablar y apoyar emocionalmente a las personas que lo necesitan en las duras condiciones de la cuarentena. Todos lo hemos notado: hay como una necesidad de hablar permanente, de ayudarnos, de compartir lo que está ocurriendo y de reflexionar juntos. Además, las huelgas en Brasil, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Camerún, por no hablar de Italia, donde se suman los saqueos a los supermercados, y los disturbios, como en Hubei, se están multiplicando con una sincronicidad mundial que confirma una dinámica cada vez más internacional de las luchas de nuestra clase. A diferencia de la crisis de 2008, que nos pilló a todos más aislados, presas de la conmoción, en esta nueva crisis no hay una autoculpabilización, un hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, un apretarse el cinturón, que es lo que toca: todo lo contrario, hay una conciencia muy clara de que se nos manda al matadero para preservar el buen funcionamiento de la economía nacional.

No hay nada que pueda decirnos si va a estallar un movimiento de luchas ahora, en unos meses ya pasada la cuarentena o dentro de tres años. Porque no hay una relación mecánica entre la violencia que ejerce el capital contra nosotros y el momento en que nos levantamos como clase. Es imposible prever cuándo caerá la gota que desbordará el vaso, pero hay algo seguro: la cuestión está muy lejos de la acción de algunos individuos, ni de los maléficos que nos dirigen ni de los benevolentes que quieren salvarnos. Simplemente, no se trata de eso. Hay dos placas tectónicas, dos fuerzas contrapuestas que están incrementando la tensión de su empuje. No sabemos cuándo vendrá el terremoto. Lo que es seguro es que la manera de prepararnos cuando llegue pasa por comprender la gravedad del momento histórico que estamos viviendo. De nuevo, una vez más, otra vez: la única elección que vale la pena es la de la disyuntiva entre la revolución o la extinción de la especie. Nosotros ya hemos escogido.
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Los títeres del capital

Contra la pandemia del capital ¡revolución social!

El capitalismo está instalando el terror y la represión en todo el mundo en una operación sin parangón en la historia de la humanidad. Confinamiento de regiones, ciudades y países enteros, confinamiento masivo de seres humanos que son obligados a permanecer encarcelados en sus propias viviendas, suspensión de los miserables derechos ciudadanos, vigilancia, seguimiento y procesamiento de los movimientos de la población a través de todo tipo de tecnologías (smartphones, big data, inteligencia artificial…), despidos masivos, aplicación de Estados de emergencia, de alarma, de sitio, etc. Por todo el globo vemos extenderse una militarización de las calles para controlar y reprimir todo movimiento no autorizado. También vemos multiplicarse los ojos del Estado por medio de ciudadanos sumisos y atemorizados que vigilan cualquier pequeño incumplimiento o cuestionamiento de los decretos del mismo.1

Para apuntalar este escenario, los voceros del Estado nos ahogan con datos sobre la expansión de lo que la OMS ha denominado como “Pandemia del COVID–19”. La retransmisión de las cifras de infectados, hospitalizados y muertos, así como de las tasas de mortalidad y de las previsiones de contagio, acompañadas de imágenes de hospitales saturados y caravanas de coches fúnebres haciendo cola en la morgue, se suceden frenéticamente ante nuestros ojos con todo lujo de detalles mientras un constante desfile de políticos, científicos, milicos y periodistas nos introducen en una guerra contra un enemigo externo llamado coronavirus, presentado como el gran mal de la humanidad, como una pandemia que pone en peligro la vida de los seres humanos.

Queremos dejar claro que con esto no tratamos de decir que lo que se denomina COVID–19 no exista o sea una pura creación ideológica del Estado. Lo que tratamos de explicar a lo largo del texto es que la pandemia está siendo utilizada como herramienta contrainsurreccional y de reestructuración del capitalismo, que lo que nos venden por solución es mucho peor que el problema. En este sentido, si bien es evidente la incidencia social de esta pandemia como resultado del despliegue terrorista desarrollado por los Estados, no tenemos elementos sobre los que valorar aún la incidencia directa del COVID–19 a nivel biológico sobre nuestra salud. Los datos que manejamos son los que ofrecen los diversos aparatos del capitalismo mundial (OMS, Estados, organismos científicos…), que evidentemente para nosotros no tienen ninguna fiabilidad pues tal o cual Estado puede inflar o tapar sus estadísticas. Claro que también los proletarios de residencias de ancianos, cárceles, psiquiátricos… denuncian que esos centros se están convirtiendo, más que nunca, en centros de exterminio. Ahora bien, la cuestión fundamental a tener en cuenta es que el capitalismo mundial nunca tomó semejantes medidas pese a la catástrofe generalizada que materializa y se expresa en miles de terrenos (pandemias, enfermedades, hambrunas, catástrofe ecológica…).2

Para nosotros no hay nada de humanitario en las medidas contra el coronavirus. El Estado siembra el miedo y la impotencia entre una población atomizada para presentarse a sí mismo como el protector omnipotente de la humanidad. Llama a la unidad de todos para asumir juntos la lucha contra ese enemigo, a realizar los sacrificios necesarios, a colaborar con todo lo que las autoridades dicten, a someterse a las directrices y órdenes de los distintos aparatos del Estado.

Todo este despliegue espectacular crea una cobertura imprescindible. No cuela el cuento de la defensa de la salud. Sabemos que la muerte y catástrofe generalizadas son la esencia de este modo de producción y reproducción, donde la vida humana y el planeta son meros medios para la valorización, y al capital le importa un carajo su bienestar. Aunque las diferentes formas de gestión burguesas diseñan límites para no destruir totalmente el sostén material de la valorización, la depredación de esos medios, su deterioro y destrucción acaban franqueando todo límite, pues esa es la forma natural bajo la que se desarrolla la vida en el capitalismo. La destrucción del planeta y sus habitantes, la muerte imparable, y en crecimiento, de millones de humanos por hambre, por guerras, por pandemias, por la toxicidad, por el trabajo, por inanición, por suicidios y un largo etcétera, nunca han sido un problema a solucionar para el capitalismo, sino daños colaterales o, mejor dicho, su modo específico de desarrollarse.

Las campañas de “solidaridad”, la investigación y el desarrollo científico–médico o alguna que otra medida legislativa, son las formas como el capital aplica las “soluciones” a todas las preocupaciones que generan esos grandes problemas que sufre la humanidad bajo la tiranía del valor. Incluso si utilizamos el mismo criterio restringido y tramposo que utiliza la ciencia para justificar las medidas tomadas hoy de forma generalizada,3 es decir, la existencia de un virus que amenaza la salud de la sociedad, sabemos que en todos y cada uno de los países donde se despliegan esas “medidas de contención del coronavirus” la existencia, según los propios datos oficiales, de otros virus con una gran incidencia para la salud nunca ha sido motivo de gran preocupación. Eso no quiere decir que el Estado no se vea obligado a intervenir con motivo de alguna catástrofe concreta, como ha hecho en diversas ocasiones, lo que aprovecha siempre para introducir medidas que en otro momento supondrían resistencias y revueltas.

Por consiguiente, para nosotros es claro que todas las medidas que el capital está desplegando para “luchar contra la pandemia del coronavirus” no tienen como objeto nuestra salud, nuestro cuidado y bienestar. Cabe preguntarse por qué el capitalismo ha creado este estado de guerra en este caso concreto y, más importante aún, qué hacemos como proletarios y revolucionarios en esta situación.

No tenemos dudas. La guerra contra el coronavirus es una guerra contra el proletariado mundial. Las medidas estatales justificadas por la pandemia del coronavirus son un salto cualitativo decisivo y homogéneo en la contrainsurrección mundial y en las tentativas burguesas por tratar de iniciar un nuevo ciclo de acumulación de capital. Y frente a esa guerra el proletariado sólo tiene dos caminos: o sacrificar su vida en ella o contraponerse a la misma para defender sus necesidades humanas.

Es cierto que vivimos en un sistema social acostumbrado a confinar. A confinar los alimentos, las necesidades básicas, a confinarnos en pisos, en coches, en centros comerciales, en centros de domesticación para los niños, en centros de trabajo, en centros de mayores (geriátricos), en centros de salud, en centros carcelarios, en centros de ocio o vacacionales… y estas medidas dan una vuelta de tuerca más a este sistema de aislamiento y privatización, transformando el mundo en un gran campo de concentración.4 Pero no se puede obviar que todo esto sucede precisamente cuando la catástrofe capitalista alcanza nuevas cumbres, cuando el antagonismo entre la vida y el capital llega a niveles todavía más insostenibles que en el pasado. La destrucción de la Tierra, la depredación de sus recursos, el envenenamiento de todo lo que existe, la agudización de todos los mecanismos de explotación y expoliación del ser humano y todo el medio natural, que son aspectos inherentes a este modo de producción de la especie determinado por la economía, están alcanzado niveles insoportables para la mera existencia de seres vivos. La propia dinámica de valorización del capital, en la que éste tiene cada vez más dificultades para renovar sus ciclos reproductivos por la creciente desvalorización que le es congénita, está llevando las contradicciones de este sistema social a sus límites. Caminamos hacia una desvalorización sin precedentes. El desplome del capital ficticio, que sostenía con alfileres los ciclos de reproducción capitalistas, se prefigura en el horizonte. La crisis financiera de los últimos años, cuya primera gran explosión se desarrolló en el año 2008, expresa el agotamiento del mecanismo de respiración artificial que mantenía con vida la economía mundial. Hoy, cuando todo el capital se sostiene en base a la reproducción incesante de capital ficticio, de toneladas de deudas y toda clase de inyecciones financieras que permiten que el capital siga succionando la sangre del proletariado mundial, la burguesía comienza a ser consciente que la ficción no puede escapar a la propia lógica sobre la que se ha edificado, no puede desembarazarse de la ley del valor y toda esa gigantesca acumulación de capital se precipita hacia su desmoronamiento.

Claro que, ante todo, no podemos obviar otra cuestión todavía más decisiva. Toda esta “guerra contra el coronavirus” sucede precisamente cuando la catástrofe que la burguesía hacía cargar sobre las espaldas del proletariado proyectaba grandes sacudidas auguradas ya por las oleadas de luchas que confluyeron en el año 2019 y principios de 2020 en decenas de países.5 El desencadenamiento de un incendio que arrase con todo el orden capitalista es un problema que vuelve a estar al orden del día en los círculos de la burguesía y una esperanza que vuelve a los corazones de los proletarios.

De ahí que desde hace años las operaciones contrainsurreccionales se multipliquen por el mundo. Si bien, todo manual contra la insurrección tiene como fundamento destruir la autonomía del proletariado, las formas como se ha materializado a lo largo de la historia han sido múltiples. La guerra imperialista, que no ha dejado de desarrollarse, siempre ha sido el recurso por excelencia para transformar el antagonismo de clases en una pelea entre fracciones burguesas, restableciendo la unidad nacional frente a un enemigo exterior, destruyendo a los irreductibles, dando una vuelta de tuerca más a las condiciones miserables del proletariado —imponiendo sacrificios bélicos y posbélicos— y generando una destrucción, material y humana, lo suficientemente amplia para dinamizar el proceso de reproducción capitalista abriendo una nueva fase de expansión.

La pandemia del coronavirus presenta todas las características propias de la guerra imperialista: el enemigo exterior, la unidad nacional, la economía de guerra, los sacrificios por la patria o el “bien común”, los colaboradores, las muertes, la reestructuración económica, etc.6

Como toda guerra imperialista supone pérdidas generales a corto plazo (aunque ciertos sectores disparen sus beneficios), pero contiene las bases materiales para generar una nueva fase de acumulación. El proceso de reanimación del moribundo capital, que está aplicándose bajo la cobertura de la guerra al coronavirus y que implica el ataque a las condiciones de vida del proletariado, conlleva el impulso de una nueva fase de acumulación que sólo puede desarrollarse sobre una destrucción de capital de dimensiones y consecuencias inéditas y desconocidas. Claro que en una dinámica donde el capital ficticio representa el eje donde se sustenta la acumulación, la destrucción partirá de ese terreno. La actual paralización parcial y temporal de la producción y circulación de mercancías requiere cantidades insólitas de capital ficticio para mantener el tejido social, además de centralizar gran parte del capital en los sectores militar y sanitario. Sin embargo, esa inundación de ficción para aliviar la parálisis del mercado, que ya contenía una sobreacumulación insostenible de capital ficticio pero que circulaba en gran parte exclusivamente por los mercados financieros, implica volcar masas enormes de ficción desde esos mercados financieros al intercambio mercantil efectivo, lo que expone todo ese capital a su destrucción por la corrección coercitiva que, más pronto que tarde, realizará el mercado respecto al signo de valor. Es decir, la devaluación de la moneda, la imposición despótica de una ley que la burguesía creía haber burlado, creará una desvalorización sin precedentes que implicará la quiebra generalizada de empresas, de Estados, la cancelación masiva de deudas y, por supuesto, la tentativa burguesa de reestructuración global de todo el capital (centralizándose en nuevas esferas, purgándose otras, consolidando nuevos mecanismos de circulación…), tratando de reemprender un nuevo ciclo de acumulación.

Claro que, sobre todo y ante todo, este contexto sólo puede desarrollarse haciendo tragar al proletariado un sacrificio que le invitará a reventar masivamente, que generalizará en todas partes unas condiciones cada vez más imposibles para la supervivencia. Por otro lado, también le empujará a rebelarse, a defender sus necesidades frente a la catástrofe del capital. Ese es el futuro que nos reserva a la humanidad el capitalismo mundial: agudización de la catástrofe o revolución.7

En ese contexto se comprenden mejor el accionar de todos los Estados, se comprende el confinamiento, la salida del ejército a las calles, el control, la vigilancia de la población, el ajuste de cinturones de todos los proletarios y el anuncio de los Estados de peores sacrificios a venir. El Estado evalúa cómo reacciona el proletariado ante estados de emergencia y consigue replegar momentáneamente protestas y revueltas en desarrollo como en Francia, Irán, Irak, Líbano, Argelia, Hong–Kong, Chile, etc. En Chile, antes de que los números oficiales del Estado aporten si quiera una sola muerte, y antes de que se implemente alguna medida sanitaria, el Estado ha declarado el estado de emergencia. De esa forma los Estados utilizan la pandemia para recuperar la paz social en zonas con protestas y revueltas estos últimos años, a la par que despliegan en otras partes un entorno propicio para la represión de las protestas a las medidas de empeoramiento que se preparan, comprobando la capacidad de control social que posee sobre su territorio, dónde se concentran los focos rebeldes, qué aspectos mejorar para asegurar la vigilancia y el dominio del territorio, etc.

A lo largo de la historia del capitalismo, a medida que éste iba imponiendo nuevos ajustes y vueltas de tuercas a la explotación, se fueron sucediendo resistencias más o menos colectivas, revueltas e insurrecciones. Por eso fue sorprendente, en un primer momento, la masiva aceptación del proletariado a las medidas aplicadas por los Estados, facilitada, sin duda, por la situación novedosa en que se encontraba y la fuerza mediática de los aparatos del Estado. Sin embargo, algunos proletarios anuncian por medio de sus primeras contestaciones a todas estas medidas, su rechazo a seguir el sonido de las trompetas del Estado, a someterse al régimen de terror y a aceptar el empeoramiento de sus condiciones de vida. Poco a poco vemos como los gestos, gritos, movilizaciones y protestas comienzan a reproducirse.

Pese a las difíciles condiciones que impone el Estado a través del confinamiento y el aislamiento, nuestra clase trata de organizar su respuesta al ataque lanzado por el Estado. No sólo se reproducen pequeños actos de desobediencia, que el Estado reprime con multas, detenciones y acusaciones de insolidarios (como los ancianos que se pasean con la barra de pan, los padres que juntan a niños en casa de los que tienen el jardín más grande, los jóvenes que pasean por los bosques con la excusa de buscar leña, los que cuestionan la versión oficial en cuanto a temas de salud, los que avisan dónde hay controles y señalan a los soplones, los que inventan todo tipo de tretas y artimañas… actos todos que expresan nuestra necesidad más humana de romper el encarcelamiento e invitan a romper el aislamiento), sino que también se suceden protestas y enfrentamientos en las calles.

La provincia de Hubei, primer lugar a ser sometido al estado de emergencia, está viviendo protestas y enfrentamientos en diversas ciudades. En Filipinas se desafía el confinamiento realizando manifestaciones que reclaman alimentos y otros productos básicos. En Argelia, los proletarios se niegan a suspender manifestaciones que se encadenan una tras otra desde antes del confinamiento. En la India, los trabajadores inmigrantes se enfrentan a la policía. En Italia se organizan acciones al grito de “¡Noi! A recuperar lo que nos quitan”. Los motines en las cárceles y en los centros de detención de inmigrantes ilegales viajan de país en país. Los saqueos y el llamado a no pagar alquileres, junto a las huelgas de los que siguen trabajando comienza también a instalarse en algunos lugares. Como las redes de apoyo mutuo y cajas de resistencia.

Los diversos Estados nacionales tratan de zanjar o contener estas protestas utilizando las ventajas que les permite el estado de emergencia. El presidente de Filipinas fue claro al respecto al afirmar que se ejecutará a todo el que se salte el confinamiento. Por otro lado, anuncian pequeñas concesiones como la liberación temporal de 100.000 presos en Irán, o la creación de bonos sociales para la alimentación en Italia. Otros Estados, intentando anticiparse a las protestas, lanzan miserables zanahorias que estamos convencidos que no servirán para aplacar ni el hambre ni las amplias necesidades reprimidas durante siglos por un capitalismo a las que hoy se les da una nueva vuelta de tuerca.

Estas primeras escaramuzas que se organizan contra el estado de emergencia mundial avanzan que el proletariado no se quedará encerrado en su casa viendo cómo le llevan al matadero ni aceptará sacrificarse por la economía. Pero necesitamos organizar internacionalmente toda esa contestación y profundizarla hasta atravesar el corazón de la bestia capitalista. Cambiar el miedo de lado, que el pánico se traslade para el lado de la burguesía. Que el miedo por la pandemia del coronavirus se transforme en miedo por la pandemia de la revolución.

¡La guerra contra el coronavirus es una
guerra contra el proletariado mundial!

¡Impongamos nuestras necesidades humanas
a las necesidades del capitalismo mundial!

2 de abril de 2020

Proletarios Internacionalistas

1 Aclaremos que a pesar del estado de emergencia y el confinamiento, declarado en decenas de países en el mundo, el capital sigue manteniendo en funcionamiento los sectores productivos que considera necesarios, obligando a los proletarios de esos sectores a ir a trabajar y recluyéndolos en su vivienda en cuanto termina. Incluso en los países de mayor parálisis de producción y circulación, el decreto de “sólo trabajos imprescindibles”, creando la apariencia de que son para nuestras necesidades humanas, es tan ambiguo y flexible justamente para no obstaculizar las necesidades del capital.

2 No creemos relevante profundizar en este texto en cuestiones relacionadas con el origen concreto del COVID–19. En primer lugar, porque no podemos afirmar nada con claridad al no tener los elementos suficientes para hacerlo, y en segundo, porque lo más importante es comprender que la producción y difusión de las pandemias actuales son un resultado del modo de producción y circulación capitalista. Ver al respecto: Contagio social, del grupo Chuang (https://lazoediciones.blogspot.com/2020/03/chuang-contagio-social-guerra-de-clases.html) y Las pandemias del Capital (http://barbaria.net/2020/03/20/las-pandemias-del-capital/) del Grupo Barbaria.

3 Queremos aclarar, aunque no podamos profundizar en este pequeño texto, que no sólo negamos que la curación de una enfermedad sea un acto médico, como el sistema de salud del capital y la medicina “oficial” nos quieren hacer creer, sino que nuestra concepción de lo que es una enfermedad, un virus y, más en general, nuestra concepción de lo que es el cuidado de la salud, están en las antípodas de la ciencia. Desde luego, la ciencia, si está para algo, es para desarrollar las condiciones necesarias para que el capitalismo siga funcionando, siga aniquilando y aplastando todo, saltando obstáculos, sobrepasando límites, etc. Sus distintas articulaciones permiten al capital la adaptación y la fagocitosis.

Esto no quiere decir que avalemos o propongamos un sistema o enfoque “alternativo”. El sistema tecnocientífico condena rápidamente a sus críticos bajo el rótulo de “seudociencia”, pero nuestra crítica del sistema dominante y totalitario de conocimiento bajo la sociedad capitalista también apunta a los fenómenos catalogados de esa forma. Además, estas “terapias alternativas” cada vez actúan más como válvulas de escape y técnicas que complementan a la “medicina oficial”.

4 Claro que ese gran campo de concentración no es igual para todos. No sólo se refleja en aspectos como decíamos en una nota anterior en relación con el trabajo, sino que también el propio confinamiento se vive totalmente diferente. Recordemos la campaña “yo me quedo en casa”, impulsada por medio de vídeos en los que algunos famosos arengaban desde sus “pequeños jardines” o el interior de sus “modestos palacetes” a quedarse en casa, y que fue mimetizada por miles de ciudadanos desde las cajas de cerillas en las que viven.

5 Ver nuestro texto Revuelta internacional contra el capitalismo mundial en www.proletariosinternacionalistas.org.

6 No sólo nos referimos a las muertes asociadas por los Estados al COVID–19, sino que incluimos las generadas por el Estado con sus medidas. Entre algunos compañeros se discute si caracterizarla también como una guerra química directa contra el proletariado (lo que no implica hablar de premeditación —aunque sepamos que nuestro enemigo ya la usó en el pasado y no ha dejado de desarrollar la investigación en ese campo— sino de su efecto objetivo), en concreto contra los sectores que el capital considera improductivos y que suponen fuertes cargas a las arcas de los Estados y que es precisamente donde está golpeando el coronavirus: ancianos, presos, inmunodeficientes…

7 No estamos afirmando que este proceso se desarrolle inmediatamente, pero sí afirmamos que bajo “la pandemia del coronavirus” ese proceso ha iniciado un salto cualitativo hacia su desenvolvimiento.

http://www.es.proletariosinternacionalistas.org/contra-la-pandemia-del-capital/

5G-Brandsabotagen, Verschwörungstheorien und das Vereinigte Königreich

Laut Massenmedien wurden in den letzten 24 Stunden nach den kürzlichen Brandangriffen auf 5G-Infrastruktur welche am 2. und 3. April stattfanden weitere vier Vodafone-Handymasten abgefackelt. 3G- und 4G-Türme waren auch unter den zerstörten, auch wenn es unklar ist ob diese unabsichtlich sabotiert wurden oder nicht. Informationen über die Angriffe selbst waren aufgrund der limitierten Informationen welche von den Massenmedien rausgegeben wurden und aufgrund der rapiden Zensur in den bekannten sozialen Medien schwer zu kriegen.

Seit den ersten Angriffen letzte Woche wurde über mindestens 20 Angriffe welche im ganzen Land stattgefunden haben berichtet und es gibt Berichte von Ingenieuren, welche ebenso von Leuten, welche durch 5G bekümmert sind, befragt, drangsaliert und angegriffen. Es ist klar, dass während Alles im lockdown ist, die fortwährende Expansion und der Ausbau von 5G eine Priorität geblieben ist. Das Regime des Vereinigten Königreichs und Kommunikationsunternehmen waren gezwungen, ein Statement herauszugeben, welches die Risiken, welche 5G für die menschliche Gesundheit darstellt, als “bodenlos” darstellte und die Schuld für die Drangsalierungen und Angriffe “Verschwörungstheorien” zuschrieb. Das social media Unternehmen Facebook nahm einige Seiten, welche dem aufzeichnen und scheinbar aufrufen zu anti-5G Angriffen gewidmet waren, vom Netz, und ließ auch ihr messaging-App-Unternehmen WhatsApp die Übertragungsfunktion von Nachrichten beschränken. Das ist Teil eines plattformübergreifenden Versuchs von Twitter, Google, Youtube, etc. in einer Anstrengung mit dem Staat das Zensieren und Auffindigmachen von dem zu koordinieren, was sie als “Desinformation” über die Ursprünge von Covid-19 beschreiben.

Die häufigste von diesen nichterlaubten Ideen ist, dass 5G eine direkt zusammenhängende Beziehung zur Coronavirus-Pandemie habe, insofern als dass 5G direkte negative Effekte auf Menschen habe, welche zu einer Schwächung des menschlichen Nerven- und Immunsystems führe.

Während es bereits bewiesen wurde, dass die Luftverschmutzungsstärke eine direkte Beziehung mit Covid-19-Fällen hat, und die Autoritäten für Jahre den Klimawandel als Mythos abtaten, müssen wir trotzdem ihre Behauptungen, so wie die Sache steht, akzeptieren, während eine kleine Erforschung der Hintergrundgeschichte von 5G die Tatsachen enthüllt.

Ohne 5G können die Regierungen und Unternehmen dieses Planeten ihre Technik-Gefängnis-Welt um uns alle zu kontrollieren nicht aufbauen. Das “Internet der Dinge”, “Smart Cities”, Datenüberwachung, autonome Roboter, Fahrzeuge und Drohnen, all diese Sachen benötigen die totale Vorherrschaft der 5G-Technologie. Wenn du das nicht willst, dann hast du jeden Grund diese Technologie auf den Grund niedergebrannt zu sehen.

Durch den Fokus auf die hinterwäldlerischsten, reaktionärsten und faschistischsten Narrative darüber, was angeblich hinter der Coronavirus-Pandemie steckt (während sie ihrerseits auch dunkle Künste treiben), versucht das UK-Regime sich selbst zu verteidigen während eines Gipfelmoments der Verletzbarkeit der kritischen Infrastruktur und die Verweigerung der Leute, den wirklichen Coup der stattgefunden hat, zu akzeptieren.

Was nicht bezweifelt werden kann ist, dass andere staatliche und nichtstaatliche Akteure versuchen die Krise zu ihren Vorteil auszunutzen, um ihre eigenen Pläne durch eine unkonventionelle und stille Kriegsführung vorwärts zu bringen. Die ganze Welt ist auf Kriegsfuß um sich gegenseitig zu bekämpfen und ihre eigene Bevölkerung zu unterdrücken, über massive Truppen- und Waffenverschiebungen in und über alle wichtigen Territorien wird berichtet, alle Notfallpläne werden umgesetzt und 2 Milliarden Menschen bleiben im lockdown.

Das ist die “Verschwörungstheorie” – dass die Reichen und Mächtigen sich zusammen verschwören um ihre eigenen Ziele zu erreichen, – es war schon immer so, und, solange wir nichts dagegen unternehmen, wird es auch immer so bleiben.

Sei gegrüßt Diskordia!

USA – From Solitary Confinement to Coronavirus Quarantine

The coronavirus is a rapidly developing news story, so some of the content in this article might be out of date. Check out our most recent coverage of the coronavirus crisis, and subscribe to Mother Jones’ newsletters.

For 27 years, Keith LaMar has survived solitary confinement in a supermax prison in Ohio, isolated for 23 hours a day in a space the size of a bathroom. From his bed, if he crooks his neck at just the right angle, he can look out through a slit of a window a few inches wide at a parking lot. But in all these years, he hasn’t touched a blade of grass or a tree; the closest he’s come to the outdoors is in a below-ground concrete “rec cage,” covered by a steel grate ceiling. If he’s lucky, he might catch a glimpse of the sun.

LaMar, 50, was locked up as a teenager after killing someone in a dispute during a drug deal. A few years later, he was moved to solitary confinement and sentenced to death after he was convicted of murdering five inmates in a prison riot known as the Lucasville Uprising. He says he did not kill them. Activists in Ohio and around the country have rallied to his cause by writing op-eds and staging solidarity actions. His execution is scheduled for 2023.

After a hunger strike in 2011, LaMar and a few other death row prisoners at the Ohio supermax won the right to hug their family members during visits, instead of just seeing them through a plexiglass barrier, and to make phone calls from their cells. Lately, his friends outside prison have been telling him about the spread of the coronavirus and the new “shelter in place” orders taking effect in many states. His friends wonder how he stays positive during prolonged periods of physical isolation. The social distancing they describe is nowhere near as extreme as the punishment of solitary confinement—a form of torture. But he has tried to offer what insight he can. He called me last week from his cell.

I’ve Spent 27 Years in Solitary Confinement. Here Are Some Tips on Making the Best Use of Time Alone.

 

 

 

I’ve Spent 27 Years in Solitary Confinement. Here Are Some Tips on Making the Best Use of Time Alone.

By Keith Lamar, via AMW.

In solitary, I’m already quarantined somewhat. The only way we would get sick is if a CO [correctional officer] or somebody brings it in. It’s probably inevitable because the guards, even if they don’t have a temperature, can still be carrying the virus. And they are the ones who pass out mail, who give us food. I’m doing what I can in terms of washing my hands frequently, but there’s only so much you can do. You just sitting here waiting to catch it.

I had a strict rule with my family that if anyone is sick please don’t come visit, because once you get the flu [here] it’s just torture. They don’t give you any medications, beyond ibuprofen, so you pretty much have to suffer through. If you catch something as severe as coronavirus, I don’t know how they intend to deal with that. Perhaps they would ship you out to another facility, a hospital. I’m definitely afraid.

They have suspended all visitations, so our families aren’t able to come. Before, I was getting five to six visits a month: nieces and nephews, my uncles, aunts, friends. I realize there’s a pandemic, so I’m all for suspending visits temporarily. My fear is that after this is said and done, they will use this as an excuse to extend the no-visit policy. I went 18 years without being able to hug my family. That’s the only concern I have, besides getting sick.

People have been asking me questions ever since this “shelter in place,” with people having to stay home. It’s somewhat similar I suppose to being in solitary confinement, even though you might be with family and whatnot. Being in solitary confinement is really just being thrown upon yourself: You’re running around, just like people do in your regular life, and now all of a sudden you’re confronted with yourself, and find that in a lot of cases you haven’t really put anything into yourself to occupy yourself. Everything is outward directed. That’s what happened to me 27 years ago, and what happens to a lot of guys who are initially thrown into this situation—it’s like being thrown into the ocean. You have to learn how to swim. You have to learn how to deal with yourself.

I’ve been lucky in a lot of ways. My cell has a bookshelf with three shelves, and there’s a table to sit and write. I have a lot of music, books to read. Not to distract myself from myself, but to take me deeper into myself. I paint, I work out, I do yoga, I meditate.

I didn’t know I could write. I dropped out of high school in the 10th grade. I was 23, 24 years old at the time I was thrown on death row, at a loss of what would become of me. My education, if you can call it that, has come from my own efforts. I just started reading Richard Wright’s Black Boy, over and over. Paying attention to what he was doing and how. Before I knew what a semicolon was, I saw how he was using it. That’s how I learned to write. And I became an author. I’m not the best writer. My book Condemned probably won’t make the New York Times bestseller list. But that is my story, and I wrote it. And in that way I feel somewhat vindicated, that at least I tried to stand up and say something about my life.

I also like reading about the Holocaust. One of my favorite authors dealing with that genre is Primo Levi. Compared to my situation, his situation was much more extreme. You could die or be sent to the gas chamber on a whim. The arbitrariness of being thrown into those situations—I respond a whole lot to his experience. James Baldwin, The Fire Next Time, is also a big influence on my life. And Ta-Nehisi Coates_, Between the World and M_e. We’ve got three bookshelves, all three are filled with books. Being in solitary confinement, these books are my community. A lot of these guys, I’ve read their books over and over. So I’m intimately connected to these people. James Baldwin, I consider him like a family member.

I’ve watched quite a few people fall apart, lose their minds. But I went in another direction. So 27 years later I’m still sound in mind and body and spirit. I attribute that to just reading and cultivating myself. That’s the thing, when you’re thrown upon yourself, you realize you are more equipped than you realized. A lot of the system keeps us from realizing our own power. It’s a good opportunity for people to tap into that.

Being in solitary confinement, it’s a punishment. But people out in society, it’s an opportunity for your kids to get more in tune with themselves. Because when you’re in school, especially with the internet being what it is, everybody is generally being pulled away from themselves.

The root word of education is “to educe,” to bring forth that which is already there. Education isn’t really about what kind of career you’re gonna get or how you’re gonna make money. That’s not why we were born, to make money for somebody else. To get a big house. To have a nice car. You’re here to bring forth that which is already there. Hopefully young people being forced to stay home outside of the mainstream curriculum are able to get a glimpse of themselves and start pulling on that thread.

https://325.nostate.net/2020/04/07/ua-from-solitary-confinement-to-coronavirus-quarantine/