MUNDO COVID-19: Las epidemias en la era del Capitalismo

La explotación de los recursos naturales del planeta está llevando a la humanidad al borde de la autodestrucción, vivimos en medio de epidemias causadas en su mayoría por la propagación continua de productos químicos (pesticidas, insecticidas, disruptores endocrinos, etc.) y nocivos para nuestra salud al mismo tiempo vivimos rodeados de una atmosfera con niveles tan altos de contaminación como para desarrollar alergias y enfermedades en gran parte de la población. Esta explotación de los recursos naturales lleva consigo igualmente la devastación del territorio por parte de tecno industria: el Mediterráneo convertido en una alcantarilla, el sudeste asiático en un desierto químico, África en un gran vertedero, etc.

La aparición del virus conocido como Covid-19 es consecuencia de la civilización industrial, para nosotros lo importante no es si el virus ha mutado de un murciélago debido posiblemente a la industrialización de su hábitat o de si es un ataque de EEUU a la economía China , para nosotros lo importante es que es la consecuencia de un sistema que mercantiliza cada proceso, objeto o ser vivo sobre la tierra, es la codicia de un sistema que persigue la aniquilación de todo lo vivo para artificializar el mundo. No podíamos pensar que nuestra forma de vida basada en el crecimiento continuo en un planeta que en realidad es finito no iba a traer estas consecuencias y otros desastres que vendrán. Cientos de productos químicos presentes en nuestra cotidianidad modifican los procesos naturales dando lugar a cientos de “catástrofes” (epidemias, cambio climático, etc.), son los mismos productos que en China producen un millón y medio de muertos al año y que no salen en las noticias, que no producen ni alarma social, ni confinamientos, ni estado de alarma. En España son 10.000 los que mueren al año por contaminación y no cunde el pánico, son parte de las víctimas necesarias para que el mundo industrial pueda seguir funcionando, lo importante es que el progreso y su codicia no se detengan.

En principio, el Covid 9 (aunque lo continúan investigando) es una gripe con síntomas similares a la gripe común y ambas afectan más a personas que sufriesen patologías anteriores y especialmente a la población de mayor edad, ambas gripes se diferencian en la rápida propagación y capacidad de contagio de la primera que es lo que ha levantado la alarma sanitaria. En el momento de escribir este texto son casi 300 las personas que han muerto a causa del Covid9, sin embargo, la gripe común causó en España el año pasado más de 6.000 muertes y en 2018 llego a las 8000. Ante esto nos preguntamos a que es debida esta situación excepcional, de alarma social creada en gran parte por los medios de comunicación y por la opacidad de la información que transmiten aquellos que gestionan nuestras vidas.

Como forma de acabar con la pandemia el Estado ha decretado el “Estado de alarma” que conlleva las prohibiciones de movimiento, el confinamiento, el aumento del control, suspensión de reuniones y de la vida pública en general, control de los medios de transporte y quién sabe si dentro de poco de la distribución de alimentos. En este proceso vemos como el Estado deviene en ecofascista donde el gobierno se verá cada vez más obligado a actuar para administrar los recursos y el espacio cada vez más “enrarecidos” dando lugar a que la preservación de los recursos más necesarios solamente puedan garantizarse sacrificando otra necesidad: la libertad.

A falta de un enemigo interior o exterior el Estado ha encontrado un enemigo ante el cual mostrar todo su potencial bélico y al mismo tiempo acentuar el sometimiento a la población mediante el miedo y la represión mientras se erige como la única posibilidad de salvación ante el terror producido por la epidemia. Para nosotros la solución no es un estado más autoritario es la desaparición de toda forma de autoridad. A partir de ahora posiblemente los estados de alarma, de emergencia… se sucedan como consecuencia de la devastación ecológica y social del mundo porque estamos seguros que las catástrofes seguirán ocurriendo. No exageramos cuando hablamos de potencial bélico: ya estamos viendo al ejército tomando posiciones en lugares estratégicos, la policía controlando más las calles y drones con cámaras vigilando los movimientos de la población. Las medidas del estado de alarma no persiguen únicamente acabar con la pandemia de la gripe sino que persiguen también extender otra pandemia: la de la servidumbre voluntaria de la población mediante la obediencia a las leyes ante el peligro de la pandemia, acabar con las críticas al Estado y al Capitalismo ante el miedo y los posibles riesgos. Esta servidumbre voluntaria sería imposible sin el sometimiento a nuestros aparatos tecnológicos y a la forma de vida que crean. Ante situación de pandemia o cualquier otro desastre quedamos sometidos a tecnócratas, especialistas, expertos, científicos, etc., a aquellos gestores del espacio y del tiempo que lo tienen todo planificado en sus racionales cálculos.

Igualmente las consecuencias de esta epidemia, o de cualquier otro desastre industrial, serán económicamente devastadoras, ya estamos viendo la situación crítica de miles de personas que se verán abocadas al paro o la precarización de sus trabajos, como siempre el empeoramiento de las condiciones de vida la sufrirán las capas más desfavorecidas de la sociedad que ya llevan años soportando las duras embestidas de la “crisis capitalista” y sus recortes. Por lo contrario, seguramente reportara grandes beneficios a las clases altas, como por ejemplo, a los propietarios de las grandes farmacéuticas.

Ante la epidemia, la confinación industrial en la que vivimos se agiganta, nos encierran en nuestras jaulas de ladrillo y hormigón de donde solo podremos escapar virtualmente de la agobiante realidad través de nuestros aparatos tecnológicos. Los mismos aparatos que nos someten y perpetúan la alienación ante la forma de vida industrial. Aquellos aparatos que nos deshumanizan y modelan nuestras percepciones, nuestro cerebro, nuestros sentimientos, etc. que rediseñan la forma de vernos a nosotros mismos y al mundo. Enganchados al mundo virtual nos mantenemos alejados de la realidad de un mundo hostil, de una epidemia o de una catástrofe nuclear. Desde aquellos que gestionan nuestras vidas no reclaman responsabilidad intentándonos hacer partícipes de las catástrofes del capitalismo industrial, curioso porque una de las características de la posmodernidad es la falta de responsabilidad en los actos de cada uno ya que participamos en la máquina “ajenos” a sus efectos. Para nosotros los únicos responsables son la organización técnica de la vida y quienes la gestionan.

CONTRA TODA NOCIVIDAD

MARZO 2020

[ANÁLISIS] MUNDO COVID-19: Las epidemias en la era del Capitalismo

Italia – Contra la cuarentena de las pasiones, la epidemia social

En estos días se extiende una nueva pesadilla: el contagio del llamado Coronavirus. 10 pueblos en el área de Lodi, considerada como el brote de la infección, y otro pueblo en la región de Veneto, donde ocurrió la primera muerte por el virus, han ido puestos bajo cuarentena. Esto significa que no hay posibilidad para la gente de moverse por los alrededores ni de salir de sus casas. A través de Lombardía, el poder obliga a la gente a limitar su movilidad social. Del cierre de los lugares de encuentro al toque de queda hay un paso muy corto. Preses de elles mismes y de algo imperceptibles al ojo humano, el gobierno pastoral incluso ha ordenado a través de un decreto relámpago cerrar las calles y reforzar la guarnición de la policía y del ejército, insinuando que si alguien no cumple con las órdenes del Estado también podría enfrentarse al arresto. Una epidemia social, a la que el poder solo puede responder con represión y vigilancia. La caza del que unge ha comenzado.

Un nuevo espectro se cierne a nuestro alrededor y su fuerza es su presunta veracidad médica y el poder de borrar en un instante todos los demás espectros invisibles para el ojo humano. Curiosamente, cuando hablamos de muerte rápida, la epidemia social se vuelve urgente. Cuando la muerte se establece en la vida, todo vuelve al mundo de la catástrofe. ¿No hay una emergencia cuando los lugares donde vivimos se vuelven irrespirables por la industrialización y el mundo-máquina?

¿No hay emergencias cuando las necroculturas transgénicas devastan el aire que respiramos y la comida que comemos? ¿No hay emergencia ni siquiera cuando seguimos comiendo del suelo radioactivo contaminado por el desastre nuclear de 1986? ¿Y Fukushima, donde les técnicos en el área anuncian que la única manera de parar la radioactividad en progreso es arrojando los residuos al océano?

Con esta epidemia, parece que las certezas de les expertes han colapsado en 24 horas. Y cuando las certezas caen, el caos está a la vuelta de la esquina.

Aforismos sobre el desastre

Esta es la primera epidemia globalizada. Atención, no global, sino globalizada. Siempre ha habido epidemias que han cruzado continentes, que se extendieron como incendios forestales, y causaron muerte y dolor.

Esta, sin embargo, es la primera epidemia vírica que cruza un mundo en el cual les individues son cada vez más similares unes a otres, donde las condiciones de vida son cada vez más estandarizadas y los hábitos de consumo cada vez más homologados.

¿Cuál es el rol ecológico de la enfermedad? En esta era de expertos, donde el lugar principal está reservado para la supuesta ciencia médica, poca cosa se está haciendo sobre esta cuestión. Donde la COP21 ha fracasado, el CoVid19 podría tener éxito. Solo se escapa de la enfermedad y la muerte que de él resultan en un mundo que ha hecho mitología de la perpetuación de sí mismo. Nadie puede pensar que en lugares donde miles de personas viven amasadas, abusando de antibióticos y comida basura, no ocurra este fenómeno. La cuestión ecológica también encuentra una solución en la disminución cuantitativa de seres humanos, así como en la necesaria transformación cualitativa de sus vidas.

Después de todo, ¿en qué nos diferenciamos del Pinne nobilis? Estos amables parientes de los mejillones vivían felices en las inmensas praderas submarinas de Posidonia ocenanica. El ser humano destruyó las praderas donde vivían, los pescó como recuerdos y abrió nuevas formas de comunicación a través de los mares (Canal de Suez). Ahora una bacteria está exterminando a los pocos individuos restantes.

¿O somos como las patatas irlandesas, todes iguales, creciendo en un monocultivo intensivo? Hectáreas de patatas, clones de otras patatas, con las mismas características, los mismos puntos débiles. Todo lo que hace falta es un solo parásito para eliminarlas a todas.

El genetista Lewontin se pregunta en su vídeo Biology as Ideology: “¿fue una bacteria la que causó la explosión de tuberculosis en el Siglo XIX o fueron las condiciones de vida en las fábricas?”

Nos dicen que no salgamos de casa, que no abracemos a las personas que amamos, a través de qué fronteras o caminos no podemos cruzar. Nos dicen que arriesgamos nuestras vidas. Pero ¿qué vidas? ¿Tal vez la no-vida que ya habíamos soportado anteriormente, en la cual la cuarentena era la cabina de nuestra furgoneta parada en la circunvalación de la carretera? ¿O fue el aislamiento en el apartamento, la celda misma de una enorme colmena de cemento?

Cuando es posible que solo el teletrabajo y la socialización pasen completamente a través de Internet, las antenas y lo que las alimenta se convierten en una condición necesaria para mantener el orden social frente al desorden de los sueños.

Eduardo De Fillipo, en Millionaire Naples, escribió que para recuperarse de la guerra era necesario sobrevivir a la guerra. Adda pasó la noche, murmuró, refiriéndose a su esposa enferma. Nosotres también vivimos en medio de una enfermedad, un tumor creciente que afecta a las relaciones entre seres humanes y el medio natural que les rodea. El Estado, el Capital, el Sistema Técnico. La fiebre es la reacción del cuerpo a una invasión externa. ¿Puede una posibilidad de liberación pasar de la fiebre?

Cuando escuches balar al lobo, si eres una oveja preocúpate. Al poder no le preocupa nuestra felicidad, le preocupa que continuemos produciendo, viviendo dentro de los patrones de explotación y supervivencia. Cuando el Estado nos pida cooperación que encuentre una deserción maravillosa.

Muchas civilizaciones han sido destruidas por la enfermedad. Cuanto más compleja es una civilización y cuanto más impone la disciplina con el fin de sobrevivir, más frágil se vuelve. Mientras el ejército y la policía vigilan a les enfermes, los nervios siguen descubiertos. Bloquear esta sociedad, interrumpir sus líneas de suministros, es un gesto muy comprensible y deseable: frente al abismo del desastre ecológico y la aniquilación cotidiana, las posibilidades siguen siendo deseos que finalmente podemos encontrar una manera de expresar. Y bloquear nuestro rol social de no ser capaces de hacer nada con ello.

¿Qué queda cuando el Estado falla? ¿Qué queda cuando se pierde la verdad del Estado? ¿Qué queda cuando el Estado tiene que disparar a sus sujetos porque no quieren ser encerrades en áreas de cuarentena? ¿Qué pasa cuando el Estado se muestra incapaz de gobernar y proteger? La posibilidad. Caracremada corrió solo en los Pirineos persiguiendo la posibilidad del derrocamiento de la dictadura franquista, algún día podríamos encontrarnos encerrades con otras personas para enfrentar la enfermedad por un lado y al Estado por el otro.

Reapasionar la vida

El lenguaje que ya no puede expresarse sigue siendo entendible. Interrumpe el olvido. Enfrentades con el más desalentador de los desiertos, el bosque del conocimiento y la perspectiva. Cada construcción es un simulacro de escombros y su forma no es nada nuevo. Por esta razón, las formas deben ser destruidas.

Launtréamont dijo que la poesía podría ser hecha por todes, no por uno solo. La ciencia, sin embargo, solo puede ser el baluarte de los expertos. Es por eso que la poesía es el rechazo absoluto de la ciencia. Y este es un paso fundamental para ir en busca del oro del tiempo contra la mercantilización de la supervivencia en cuarentena, restaurándole su espontaneidad al pensamiento. Más allá del horror, todo es imaginable.

[Texto] Italia – «Contra la cuarentena de las pasiones, la epidemia social»

Coronavirus, agronegocio y estado de excepción

Mucho se dice sobre el coronavirus Covid-19, y sin embargo muy poco. Hay aspectos fundamentales que permanecen en la sombra. Quiero nombrar algunos de éstos, distintos pero complementarios.

El primero se refiere al perverso mecanismo del capitalismo de ocultar las verdaderas causas de los problemas para no hacer nada sobre ellas, porque afecta sus intereses, pero sí hacer negocios con la aparente cura de los síntomas. Mientras tanto, los Estados gastan enormes recursos públicos en medidas de prevención, contención y tratamiento, que tampoco actúan sobre las causas, por lo que esta forma de enfrentar los problemas se transforma en negocio cautivo para las transnacionales, por ejemplo, con vacunas y medicamentos.

La referencia dominante a virus y bacterias es como si éstos fueran exclusivamente organismos nocivos que deben ser eliminados. Prima un enfoque de guerra, como en tantos otros aspectos de la relación del capitalismo con la naturaleza. Sin embargo, por su capacidad de saltar entre especies, virus y bacterias son parte fundamental de la coevolución y adaptación de los seres vivos, así como de sus equilibrios con el ambiente y de su salud, incluyendo a los humanos.

El Covid-19, que ahora ocupa titulares mundiales, es una cepa de la familia de los coronavirus, que provocan enfermedades respiratorias generalmente leves pero que pueden ser graves para un muy pequeño porcentaje de los afectados debido a su vulnerabilidad. Otras cepas de coronavirus causaron el síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés), considerado epidemia en Asia en 2003 pero desaparecido desde 2004, y el síndrome respiratorio agudo de Oriente Medio (MERS), prácticamente desaparecido. Al igual que el Covid-19, son virus que pueden estar presentes en animales y humanos, y como sucede con todos los virus, los organismos afectados tienden a desarrollar resistencia, lo cual genera, a su vez, que el virus mute nuevamente.

Hay consenso científico en que el origen de este nuevo virus –al igual que todos los que se han declarado o amenazado ser declarados como pandemia en años recientes, incluyendo la gripe aviar y la gripe porcina que se originó en México– es zoonótico. Es decir, proviene de animales y luego muta, afectando a humanos. En el caso de Covid-19 y SARS se presume que provino de murciélagos. Aunque se culpa al consumo de éstos en mercados asiáticos, en realidad el consumo de animales silvestres en forma tradicional y local no es el problema. El factor fundamental es la destrucción de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por asentamientos urbanos y/o expansión de la agropecuaria industrial, con lo cual se crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus.

La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se transmiten a humanos es la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más de 70 por ciento de antibióticos a escala global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema de resistencia a los antibióticos, también para los humanos. La OMS llamó desde 2017 a que las industrias agropecuaria, piscicultora y alimentaria dejen de utilizar sistemáticamente antibióticos para estimular el crecimiento de animales sanos. A este caldo las grandes corporaciones agropecuarias y alimentarias le agregan dosis regulares de antivirales y pesticidas dentro de las mismas instalaciones.

No obstante, es más fácil y conveniente señalar unos cuantos murciélagos o civetas –a los que seguramente se ha destruido su hábitat natural– que cuestionar estas fábricas de enfermedades humanas y animales.

La amenaza de pandemia es también selectiva. Todas las enfermedades que se han considerado epidemias en las dos décadas recientes, incluso el Covid-19, han producido mucho menos muertos que enfermedades comunes, como la gripe –de la cual, según la OMS, mueren hasta 650 mil personas por año globalmente. No obstante, estas nuevas epidemias motivan medidas extremas de vigilancia y control.

Tal como plantea el filósofo italiano Giorgio Agamben, se afirma así la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno.

Refiriéndose al caso del Covid-19 en Italia, Agamben señala que “el decreto-ley aprobado inmediatamente por el gobierno, por razones de salud y seguridad pública, da lugar a una verdadera militarización* de los municipios y zonas en que se desconoce la fuente de transmisión, fórmula tan vaga que permite extender el estado excepción a todas la regiones. A esto, agrega Agamben, se suma el estado de miedo que se ha extendido en los últimos años en las conciencias de los individuos y que se traduce en una necesidad de estados de pánico colectivo, a los que la epidemia vuelve a ofrecer el pretexto ideal. Así, en un círculo vicioso perverso, la limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla.

Silvia Ribeiro

[Texto] «Coronavirus, agronegocio y estado de excepción» (Silvia Ribeiro)