Mirada oblicua

Abre bien los ojos, mira
Julio Verne

“La primera batalla cultural es mantenerse en guardia ante los hechos”
Hannah Arendt

La desinformación periodística descompuesta y de emergencia actúa como narrador unidireccional de la compleja situación en la que estamos inmersos desde hace un mes. Improbable encontrar un único prisma de análisis y observación para afrontarla. Muchos planos, perspectivas y dinámicas se mezclan y se entrelazan, recordando los intereses relativos y los protagonistas de los procesos ya en curso. Hay que decir que, como suele ocurrir en la historia, los acontecimientos de emergencia aceleran ciertos procesos y en este caso surgen claramente los que son los objetivos que, gracias a esta pandemia, nos gustaría alcanzar.

La excepcionalidad permite mover el límite de lo aceptable de una manera poco ruidosa y sin previo aviso, implementando “transformaciones silenciosas” irreversibles.

Es importante que los escenarios no sean predicciones. Más bien, son supuestos ponderados que nos permiten imaginar, y luego probar, diferentes estrategias para estar mejor preparados para el futuro – o más ambiciosos, cómo ayudar a dar forma a un futuro mejor… los escenarios son un medio por el cual es posible no sólo imaginar sino también realizar un gran cambio” (Rockefeler Foundation).

La fragmentación social se ha impuesto con la retórica del “distanciamiento como nueva forma de solidaridad”, mientras que en algunas fábricas el ruido de la maquinaria continúa sin cesar para no interrumpir el flujo de capitales.

Salta a la vista, entre otros, el ejemplo de algunas empresas de la zona de Bérgamo, Tenaris Dalmine, del grupo Techint. Especializada en el suministro de tuberías para el sector petrolero, no ha parado la producción apoyándose en su amistad “desinteresada” con los alcaldes de los municipios de Bérgamo.

Una fábrica que, aunque hubiera cerrado, no habría perdido sus beneficios, ya que los propietarios también son dueños del hospital privado multiespecialidades Humanitas Gavazzeni.

Por uno lodo u otro, la ganancia gracias a la pandemia estaba asegurada.

Una afirmación teatral para hacer que “las mentiras parezcan sinceras y el asesinato respetable” (G. Orwell).

Una emergencia que pone aún más de relieve cuáles son los mecanismos de la vida social, trazando con mayor profundidad los límites entre la clase dominante y los explotados, aplanando la subjetividad en favor del utilitarismo en el que el trabajador queda reducido a una mera herramienta y los ancianos fallecidos a un número estadístico con el que competir con las tasas de mortalidad de otros países.

El boletín diario de noticias del recuento estadístico de muertes marca estos días de cuarentena. La administración de la muerte, como de la vida, se convierte en materia prima de los cálculos matemáticos, transformando la vida cotidiana en un portaobjetos de microscopio.

Ya no son suficientes los datos digitales recogidos por una mano que toca una pantalla táctil, necesitamos los datos biométricos de esa mano.

Los cuerpos se convierten en el lugar de extracción, el medio, la fuente y el espacio de vigilancia.

La eficacia de los gobiernos se mide por su capacidad para cambiar el comportamiento diario de la gente“.

Desde el comienzo de la emergencia, se dieron por descontadas la activación de las plataformas de trabajo inteligentes (utilizadas por más del 70% y que con las últimas disposiciones para la fase 2 está a punto de ser obligatoria en algunos sectores) y la educación en línea (utilizada por el 98% del sector), destacando que si éstas se ponen inmediatamente en funcionamiento, significa que ya existía una infraestructura capaz de soportar miles de millones de interacciones en la red con una sobrecarga extra que en este momento ha alcanzado picos de +90%.

El contexto de emergencia está creando así la condición fértil para el avance de los procesos tecno-científicos, algunos de los cuales se están beneficiando de la aceptación social creada por la producción de miedo y la visión salvadora de la tecnología.

Se habla de simplificar los trámites burocráticos para la amplificación de la red precisamente en las zonas más dobladas por el virus, Lombardía in primis.

Desde el punto de vista tecnológico, un plan de emergencia a corto plazo para proporcionar a una zona limitada como Lombardía una red 5G inmediatamente operativa es perfectamente factible“, dice el CEO de ZTE Italia.

Gestionar la crisis mientras se construye el futuro” tiene un significado negativo absoluto desde el momento en que el futuro que se construye es el suyo, en el cual nosotros y nuestras interacciones nos convertimos en pellets de datos para saciar los algoritmos.

Estamos siendo testigos de una equiparación entre nuestro mundo y el funcionamiento de una máquina en la que cada movimiento está perfectamente regulado, supervisado y lubricado.

Basta con mirar a los 17 especialistas elegidos por el gobierno de Conte que formarán parte del Grupo de Trabajo que se encargará de la “Fase 2” para el volver a arrancar el país. Significativamente, será dirigido por el ex CEO de Vodafone, Vittorio Colao, apoyado por numerosos técnicos y expertos, incluyendo a Roberto Cingolani, actual jefe de la innovación tecnológica de Leonardo y director del Instituto Italiano de Tecnología. Se les confía la tarea de “repensar la organización de nuestras vidas y preparar el retorno gradual a la normalidad“.

Una re-organización encargada a los técnicos, organizada por el Estado y sus administradores, que nos llevará en una dirección nada misteriosa.

En suelo italiano, Vodafone fue la primera compañía telefónica, una de las más grandes del mundo, en invertir en la infraestructura 5G. En los primeros meses del año pasado fue la única compañía que ofreció cobertura 5G en las cinco ciudades piloto italianas (Milán, Bolonia, Turín, Nápoles y Roma).

La decisión de crear un grupo de trabajo encabezado por el antiguo director general es una clara elección destinada a apoyar el espíritu tecnológico dominante destacando las “afinidades electivas” entre el sistema técnico y el poder estatal.

Hace pocos días el actual CEO de Vodafone, durante una audiencia en Montecitorio se ha expresado respecto a las perspectivas de futuro del país afirmando que “sé bien cuánto se conocía ya la importancia de la tecnología y de las redes […]. Me gustaría señalar que hemos decidido centrar parte de la atención y el compromiso que estamos poniendo en el campo en las necesidades sanitarias que pueden desarrollarse gracias a la difusión del 5G y sus aplicaciones.

Vodafone está fortaleciendo su colaboración con los hospitales e instituciones de atención de la salud para poner a disposición de la salud de los italianos las tecnologías más avanzadas y ayudar a nuestros médicos y enfermeros en su valiosa labor para la comunidad. […].

Tras una serie de premisas para poner de relieve las ramificaciones del poder de la empresa en esta situación de emergencia, pasamos al interés real de esta declaración en la que se pide “un ajuste inmediato de los límites del campo electromagnético al nivel de los demás principales países europeos (en Italia tenemos los límites más restrictivos de toda la Unión Europea) y es necesario adoptar medidas de simplificación, valiéndonos de las instituciones ya conocidas de nuestro sistema de auto certificación y del consentimiento tácito“.

¿Qué mejor momento para salir a relucir? Sobre todo porque las obras de la nueva infraestructura 5G ya están en marcha desde hace algún tiempo (los anuncios y los documentos oficiales hablan muy claramente de ello) ya se han instalado cientos de antenas, por lo que de hecho el desplazamiento del límite de tolerancia ya está en marcha y esta pantomima con el gobierno probablemente sólo representa una formalización necesaria para la institucionalización de la red 5G.

Vodafone también puede encontrarse en el servicio de mensajería gratuito relacionado con las aplicaciones de vigilancia y cartografía de personas en la fase de diseño y ejecución en todo el territorio.

Vodafone, junto con Google, Facebook, Amazon, Apple, Microsoft y otros del sector, han podido colaborar en la gestión de emergencias aprovechando un momento de vulnerabilidad para aplicar condiciones que de otro modo serían prematuras. El intercambio de datos y los mapas digitales, la creación de aplicaciones ad hoc y la “solidaridad digital” son algunos ejemplos de cómo, bajo llave humanitaria, las grandes multinacionales de la vigilancia han podido engordar aún más sus servidores de datos y subir unos cuantos escalones en la aceptación de las innovaciones tecnológicas.

En un futuro no muy lejano, será en nombre de la seguridad de la salud “digital”, de la conveniencia del trabajo “flexible” y de la educación escolar, que la infraestructura para las ciudades inteligentes se pondrá en práctica cambiando la ilusión de libertad en las comunicaciones ilimitadas por el control y la vigilancia totales.

Un proceso en el que somos inducidos a participar, enrolados en el progreso técnico, y en el que nos confesaremos diariamente –a través de dispositivos tecnológicos– una necesidad interior sabiamente manipulada por un nuevo poder totalizador, fluido, consensual, de “escala humana”.

La aparente “benevolencia” de un poder es lo que lo hace tan efectivo.

En China, con la emergencia finalizada –al menos por Coronavirus– cada movimiento e interacción es registrado, analizado a través de DataMining y clasificado a través de un teléfono inteligente. Si subes a un autobús, a un tren, entras en una estación o en una zona determinada de la ciudad, hay un código QR que debes escanear para que el sistema registre el paso. Una administración automatizada de oleoductos que cruzando datos, algunos de los cuales no podemos ni siquiera imaginar, analiza cada aspecto de la vida en un proceso prescriptivo del que estamos excluidos.

Una nueva implementación del Sistema de Crédito Social¹ que el gobierno chino se había propuesto hacer plenamente operativo justo este año después de una fase “experimental” de 6 años, a la que seguiría la afiliación obligatoria para todos los ciudadanos. Ahora, por lo tanto, a las cuatro macroáreas escaneadas por este sistema (honestidad en los asuntos gubernamentales, integridad comercial, integridad social y credibilidad financiera) se añade el área relativa a los datos sanitarios de las personas, completando el perfil bio-social.

El contexto chino, junto con lo que está sucediendo en Corea del Sur, Singapur e Israel, aunque con diferencias considerables, es ciertamente importante, pero basta con echar un vistazo a todo lo que está sucediendo en suelo italiano para darse cuenta de que el control y la gestión social de Xi Jinping no está tan lejos como parece.

La emergencia del Coronavirus, por lo tanto, es la tormenta perfecta que ha permitido al gobierno chino fortalecer e implementar esos sistemas ya inaceptables pero activos desde hace varios años, elevando aún más el umbral de aceptación social.

Lo que se presenta como un sistema extraordinario para mapear el contagio sólo sirve para hacernos partícipes de la creación de nuestro perfil y de nuestra vigilancia.

Las tecnologías más profundas son las que desaparecen. Se unen al tejido de la vida cotidiana hasta que se vuelven indistinguibles de ella” S. Zuboff.

Con aplicaciones que te dicen si puedes ser infectado por el Coronavirus, con punteros biométricos que controlan tu temperatura, con drones que vigilan tanto las ciudades como los caminos de montaña para tu seguridad, se materializa rápidamente un nuevo mundo en el que la realidad se descompone, se vuelve a montar y se vuelve a proponer por las empresas y los gobiernos.

Citando a D. Lyon “nos convertimos en la síntesis de nuestras transacciones, mecanismos de clasificación” en la que es el algoritmo de un teléfono lo que nos dice como podemos actuar dentro de un espacio determinado.

La vida cotidiana que conocíamos es triturada para construir un nuevo futuro a una velocidad tal que paraliza nuestra conciencia y crea enormes vacíos.

Una vez más se nos vuelve a proponer la inevitabilidad de la solución tecnológica.

Una ideología peligrosa, contagiosa.

Una vez más se confunde una estrategia calculada al detalle en una contingencia histórica concreta con un suceso absolutamente de emergencia y extraordinario que se propone gestionar una situación difícil de la manera menos impactante posible.

De esta manera nos acostumbraremos a la “Tecnología tranquila“* y sin darnos cuenta estaremos inmersos en el mundo de la tecnología que desaparece [se diluye] en los ambientes de nuestra vida cotidiana haciéndonos perder de vista la frontera entre lo real y lo artificial.

Hay muchas metáforas relativas a la guerra refiriéndose a esta pandemia. Pero si hay una guerra en curso, es la guerra contra la naturaleza, la naturaleza humana, su carácter social y su voluntad de pensar y actuar. Una guerra relámpago, que golpea con velocidad y que intenta generar sujetos indefensos, confusos y asfixiados. Pero a diferencia de la guerra, hecha de “mentiras unificadoras” a las que se refieren periodistas y administradores del Estado de diversa índole, que empujan el nacionalismo hacia un enemigo externo –e interno– , esta ofensiva debe crear rápidamente una conciencia de la realidad que toma forma a nuestro alrededor, y empujarnos a tener “sangre fría para pensar lo impensable“.

Una narrativa fragmentaria y funcional ha secuestrado los sentimientos y pensamientos en favor de la plena confianza en los líderes estatales y del sector de las telecomunicaciones, los tecnócratas y los investigadores de diversa índole. Hay espacio para cualquier experimento que pueda ayudar a salvarnos de la pandemia. Desde la manipulación genética con CRISP-Cas9, a los experimentos con monos, de los proyectos de vacunas sintéticas en diversas partes del mundo, a los chips implantados bajo la piel, la ignorancia y el miedo abren la puerta al sistema tecno-científico.

En EE.UU. y China ya se habla de la carrera geoestratégica de las biotecnologías.

Las potencias mundiales están presionando para conseguir los mejores laboratorios y asegurarse un asiento en primera fila en la carrera por las vacunas y los ensayos con humanos.

Entre los más afectados por esta pandemia están sin duda los ancianos.

Después de 1985, año reconocido como el de la primera generación de lo que Mark Prensky bautizaría como nativos digitales, y en los decenios siguientes aún más, la realidad que vivimos hoy se percibe como la única viable, impensable un pasado diferente sin comodidades digitales ni tecnologías persuasivas.

Estamos corriendo hacia un mundo, como imaginó J. Verne en el París del siglo XX, dominado por la técnica y sus ingenieros, en el cual el arte, la literatura y la humanidad terminaron cogiendo polvo, amontonados en bibliotecas abandonadas y olvidadas por todos.

Este virus afecta principalmente a las últimas generaciones de “encariñados” con la era pre-digital de la historia de la humanidad, las menos adaptables a este nuevo sistema algorítmico, constituido por redes, sensores y chips. Con ellos se van las historias que describen la actualidad como una pesadilla de ciencia ficción absolutamente inimaginable hace unas décadas.

Como escribe H. Keyeserling, “dondequiera que la técnica penetre, ninguna forma de vida pre-técnica puede resistir el largo plazo.

Incluso si las nuevas vanguardias tecnológicas están diseñadas para abarcar todos los grupos de edad con los nuevos proyectos de ‘Active and Assisted Living’ (AAL) porque “no puede haber una ciudad inteligente sin ciudadanos-smart y especialmente ancianos-smart!

La memoria también es indispensable porque nos recuerda otros mundos posibles. existidos y que pueden existir bajo otras formas.

La memoria nos salva de la inevitabilidad del presente que parece aplastarnos hasta el punto de sofocar toda voluntad y es indispensable, pero no puede ser la clave para leer este presente.

Las nuevas formas de poder que actúan en el presente no tienen antecedentes históricos y analizarlas bajo la óptica de los modelos del pasado sería un error que no nos permitiría captar plenamente sus peculiaridades y, en consecuencia, encontrar las estrategias para oponerse a ellas.

Los periódicos de gusto siniestro venden miles de ejemplares por los continuos artículos sobre el estéril recuento estadístico de muertos, en el vecindario no se habla de otra cosa.

En las últimas semanas en la ciudad, el luto hace de metrónomo en estos días silenciosos.

Pero si hay un sentimiento de luto que seguramente debemos tener es por todo lo que nos están quitando. Por toda la libertad individual de la que se están apoderando y por toda la destrucción que ejercen inexorablemente contra la Tierra y sus habitantes.

Unos tiempos sin cabida para el asombro y la consternación, serán tiempos en los que nos habremos habituado a un estado de cosas inaceptable. Reivindiquemos nuestro asombro y nuestra maravilla, hechos de rabia y angustia, porque son esos sentimientos los que estimulan la conciencia, la acción y la voluntad de querer sin esperar los tiempos en que los sentimientos se conviertan en “derechos” que el Estado nos concede.

¿Cuánto tiempo pasará antes de que olvidemos quiénes éramos cuando aún no éramos de su propiedad, reclinados a media luz para estudiar viejos libros sobre la autodeterminación, con un chal para calentarnos, una lupa en nuestras manos, como si estuviéramos descifrando antiguos jeroglíficos?

S. Zuboff

Nella
Bergamo – 14 Aprile 2020

¹ Sistema de Crédito Social chino: el sistema nacional chino de clasificación de ciudadanos que funciona mediante el cruce de información relativa a la condición social y económica y la evaluación del comportamiento de cada individuo. No es sólo un sistema de vigilancia capilar y de masas, sino una precisa arquitectura técnica para dirigir el comportamiento hacia una dirección programada.

Se basa en las tecnologías de análisis de Big Data que, mediante la asignación de puntuaciones, crea perfiles de inclusión o exclusión en la sociedad transformando los puntos en “derechos” que, como puntos, pueden perderse o adquirirse. El programa prevé la elaboración de listas negras expuestas públicamente. Un sistema que fomenta la participación de sus ciudadanos según un principio de interiorización, confiando a mecanismos automatizados el mantenimiento del orden social. Ha estado en vigor desde 2014, en fase de prueba y adaptación, y a partir de previsiones programáticas se está preparando para que sea obligatorio para todos los ciudadanos este mismo año.

* [Nota Añadida por el traductor]

El término “tecnología tranquila” (Calm Technology o Calm Design), acuñado por los investigadores Mark Weiser y John Seely Brown en 1995 en respuesta a la creciente complejidad que estaban creando las TIC, bajo la idea de que estos sistemas deberían simplificar las conexiones y no seguir generando otras nuevas.

Es un tipo de tecnología de la información en la que la interacción entre la tecnología y su usuario está diseñada para que ocurra en la periferia del usuario en lugar de estar constantemente en el centro de atención. La información de la tecnología se desplaza suavemente a la atención del usuario cuando es necesario, pero por lo demás permanece en calma en la periferia del usuario. Mark Weiser y John Seely Brown describen la tecnología de la calma como “la que informa pero no exige nuestro enfoque o atención”.

Como describía Mark Weiser, en “Designing Calm Technology” (1995)

Para que una tecnología sea considerada ‘tecnología tranquila’, hay tres principios básicos a los que debe adherirse:

– La atención del usuario a la tecnología debe residir principalmente en la periferia. Esto significa que o bien la tecnología puede cambiar fácilmente entre el centro de atención y la periferia o que mucha de la información transmitida por la tecnología está presente en la periferia en lugar de en el centro.

– La tecnología aumenta el uso de la periferia por parte del usuario. Esto crea una experiencia de usuario agradable al no sobrecargar al usuario con información.

– La tecnología transmite un sentido de familiaridad al usuario y permite la conciencia del entorno del usuario en el pasado, presente y futuro.”

Todo va a ir bien

“Es la historia de un hombre que cae de un edificio de 50 pisos.
Para tranquilizarse mientras cae al vacío no para de decirse:
Hasta ahora todo va bien.
Hasta ahora todo va bien.
Hasta ahora todo va bien…

Pero lo importante no es la caída,
es el aterrizaje”
Como en la metáfora de la película francesa de La haine, vivimos en un
mundo que venía condenado al desastre. La destrucción continuada de los
ecosistemas para extraer materias primas, la degradación sistemática de
la corteza terrestre por los monocultivos y la agroindustria, la
expulsión o aniquilación de especies, la transformación de los océanos
en estercoleros, los daños irreversibles en la capa de ozono… han tenido
un avance exponencial en los últimos años. Nos han encaminado hacia una
más que evidente transformación, para mal, de la vida en la tierra.

Al mismo tiempo, hemos generado sociedades aniquiladoras de lo
diferente, enemigas del riesgo y la aventura. Perpetuadoras de
jerarquías y autoridades Esclavas de un sistema económico que prima el
discurrir de la mercancía por encima de todo. El beneficio como única
ideología. En las que lo virtual se impone a lo real. La simulación a la
experiencia.

Estas últimas semanas se iniciaron campañas en lugares como Italia o
España en la que se pedía a niñxs que dibujasen carteles con arcoíris y
el mensaje “todo va a salir bien” o “andrá tutto bene” para luego
colgarlos en los balcones o edificios públicos. Lamentablemente, este
iluso e inocente mensaje implica complacencia con todo lo anterior, un
anhelo de regreso a una realidad autodestructiva para las personas y
perjudicial para nuestro entorno.

Y todo esto lo hemos ido acompañando con una autoinculpación,
considerando a los individuos como culposos agentes responsables de la
transmisión de un virus, cuando es evidente que las enfermedades no se
convierten en pandemias por el hacer de unas cuantas personas, se
necesitan, y desde luego se dan y se daban, una serie de condiciones de
infraestructura (como el hacinamiento en grandes ciudades, por ejemplo),
ambientales, de movimiento, etc

Asumimos, entonces, los mandatos en tono paternalista y patriarcal, de
quedarnos en casa por nuestro bien y el de lxs demás. Pero cuando se nos
prohíbe ir solxs, o con las personas con las que compartimos casa, por
la calle, ¿estamos respondiendo a criterios médicos o de orden público?

Mientras, aplaudamos en los balcones y colguemos carteles… pero quizá no
va a ir bien. Es posible, incluso, que hagamos lo que hagamos no vaya a
ir bien. Las posibilidades de recuperación del planeta son infinitas, no
lo es tanto, sin embargo, que en este resurgir tras las cenizas podamos
seguir existiendo como especie. Pero no vamos a negarnos el placer de
disfrutar de este trayecto, aunque sea el último. Vamos a enfrentar,
pelear, experimentar, imaginar… Señalar y golpear a lxs responsables de
esta realidad y alejarnos con nuestras prácticas de su perpetuación.

Otro mundo es posible, decían los clásicos eslóganes izquierdistas, otro
final del mundo es posible, es la consigna que no nos queda más remedio
que adoptar, y lo hacemos con pasión. Muchxs sin esperanza, pero con la
llama en los ojos de cuando estás tan cerca que puedes asomarte al
abismo.

De aquellos fangos estos lodos

Rostros de pánico, impotencia o incredulidad. Gritos entrecortados.
Cámaras que se mueven. Grabaciones caseras. Esbirros uniformados
humillando, insultando, abusando, pegando… Un rápido vistazo a las redes
sociales, youtube e incluso la prensa “seria” nos deja una buen
muestrario del circo de los horrores con el que los brazos armados del
poder nos están deleitando. Con especial énfasis en los barrios más
empobrecidos y hacia las corporalidades más desprotegidas.

Lamentablemente famosos son ya los cotidianos abusos en barrios como el
madrileño de Lavapiés o el Bilbotarra de San Francisco. Pero ahora vamos
a pasearnos por un muestrario de la degradación y el control menos
sutil fuera de nuestras fronteras. Asumiendo, claro está, que esta es
solo la cara más dura de la democracia, que cuando el monopolio del uso
de la fuerza se coloca en manos del estado, cuando el uso de la
violencia sólo está legitimado, tanto judicial como éticamente, por los
pistoleros del poder, la impunidad y el abuso están a la orden del día.

Militares patrullando las calles, poderes especiales otorgados a
presidentes (como al de Hungría, que se le permite legislar a partir de
ahora sin contar con el parlamento). Extensión desmesurada de medidas de
videovigilancia (170.000 en Moscú), sistemas electrónicos para permitir
o denegar la salida y entrada en casa (China) o la localización
permanente vía móvil como en Israel, medida que pronto tendremos aquí
también a través de la aplicación contra el coronavirus y por la cesión
de datos de antena de las telefónicas al INE.

“Si me entienden por las buenas, perfecto; si no, me han dado el poder
para que lo entiendan por las malas”.
Con esta frase inició el máximo responsable de la policía argentina la
campaña proconfinamiento, que incluye palizas (con niñxs de 12 años como
eventuales protagonistas), vejaciones varias (flexiones, bailes
ridiculizantes), etc. Todo esto documentado en repugnantes videos, al
igual que en otros países de Centro y Sudamérica. En el caso de Ecuador
ha sido la propia policía la que ha difundido imágenes en las que agrede
con látigos, palos o cinturones a viandantes, con el objetivo de
amedrentar.

Más duras han sido, quizá, las palabras del presidente filipino. Que,
rifle de asalto en mano, aseguró que se dispararía a matar contra
cualquiera que incumpliese la cuarentena.
En India se está rociando a los trabajadores con insecticidas. Gases
lacrimógenos y más palos en Kenia (donde está reportada, al menos, la
muerte de un niño de 12 años).
En Turquía van a excluir de la excarcelación de 10.000 reclusxs a todxs
lxs acusadxs por delitos de terrorismo (prisionerxs políticxs, en la
práctica).
En Rusia se han suspendido temporalmente la excarcelación de 230.000
personas, a la vez que se ha suspendido el servicio de paquetería en
todo el país, lo que deja a lxs prisionerxs en una situación de
desamparo total.

Todos estos retazos de infamia, sin contar la violencia per se que este
sistema está ejerciendo contra la mayoría de los habitantes del
planeta, dan cuenta del lugar que pretenden que ocupemos en las
sociedades que nos imponen, de hecho, en varios de estos países los
cadáveres empiezan a amontonarse en las aceras.

… A veces dan ganas de sacar las catanas.

Trabajo, producción y consumo: la rueda de la explotación del trabajo continua

Estos tiempos son nuevos. Nunca antes en España habíamos vivido un
estado de alarma que controlase nuestros movimientos con policías y
militares en las calles. Pero, aunque esta realidad sea nueva, muchas de
nosotras sentimos un canto de sirena que nos resulta familiar, un canto
que de ser seguido nos llevará a la perdición: la llamada al trabajo. Y
es el capitalismo el que entona ese canto.

Muchas veces a lo largo de la historia el Capitalismo nos ha demostrado
su capacidad de adaptación y reconfiguración ante los grandes
acontecimientos que puedan surgir. Y cuesta pensar en acontecimientos
más grandes que los que estamos viviendo actualmente: una pandemia
mundial que ha paralizado la economía global en cuestión de semanas.
Pero el Capitalismo no se ha asustado, sino que ha decidido hacer lo que
se le da mejor para intentar que todo siga igual. Ha decidido mandarnos
a las pobres a morir para que las ricas sigan siendo ricas. Una vez más
nos ha mostrado la relación que tenemos nosotras (explotadas) con
nuestras jefas (capital), haciendo que sea más evidente. Y esta es una
relación parasitaria, de explotación y dominación, que nos roba nuestro
tiempo de vida, cuando no nos la arrebata en sentido literal, por las
migajas de lo que producimos.

Esta relación se materializa en las medidas que se han ido tomando. El
confinamiento tiene dos curiosas excepciones: trabajar y comprar; es
decir, producir y consumir. Justo las dos acciones necesarias para que
la rueda siga girando, para que nuestras explotadoras sigan acaparando
la riqueza. Nos encerraron a todas en casa durante el primer fin de
semana y el lunes nos obligaron a ir a trabajar. Hicieron que nos
aglomeráramos en el metro, contagiándonos las unas a las otras,
extendiendo la pandemia entre las pobres, mientras ellas se mantienen a
salvo en sus mansiones.

Es cierto que las medidas se han extremado desde entonces. Han elegido
las actividades imprescindibles para que una vez se contenga el virus,
todo pueda volver a la normalidad lo antes posible. El resto, a
teletrabajar a casa. Así no olvidaremos que nuestro tiempo es suyo, y no
podemos disponer de él a voluntad.

Nos jugamos la salud y la vida enriqueciendo a otras, a los empresarias.
Trabajamos en nefastas condiciones de trabajo y por un salario ridículo.
Somos quienes sostenemos su mundo. Sin nosotras no existirían. Luchemos
contra la explotación del trabajo asalariado. Róbale a tu empresa,
practica el absentismo laboral, sabotea, organiza huelgas, cuida a tus
compañeras y jode a tus jefas. Todo lo que tienen nos lo han robado y
queremos recuperarlo.

Sus Virus, Nuestras Muertes

Nota referente a la traducción:
Al ver que la 1ª traducción (contratodanocividad) no reflejaba
muchas de las ideas originales del texto,se dejaba otras por el
camino, y en partes puntuales se dificultaban la comprensión,
se ha hecho una revisión más completa que la realizada por 
alasbarricadas.

Original en francés aquí

 

La esperanza, al contrario de lo que se cree,
equivale a la resignación.
Y vivir no es resignarse.
Albert Camus, Boda

Las ideas, decimos desde hace lustros, son epidémicas. Viajan de cabeza a cabeza más rápido que la electricidad. Una idea que se apodera de las cabezas se convierte en una fuerza material, como el agua que activa la rueda del molino. Es urgente para nosotros, chimpancés del futuro*¹, ecologistas, es decir, anti industriales y enemigos del mundo-máquina, fortalecer la carga viral de algunas ideas puestas en circulación en las últimas dos décadas.

1) Las «enfermedades emergentes» son las enfermedades de la sociedad industrial y su guerra contra lo viviente

La sociedad industrial, al destruir nuestras condiciones de vida naturales, ha producido lo que los médicos llaman acertadamente «enfermedades de la civilización»: Cáncer, obesidad, diabetes, principalmente enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas. Los seres humanos de la era industrial mueren por el estilo de vida sedentario, la comida basura y la contaminación, cuando sus ancestros campesinos y artesanos sucumbieron a las enfermedades infecciosas.

Es por tanto un virus que confina uno de cada siete terrícolas en su hogar durante la primavera de 2020, siguiendo un reflejo heredado de los peores momentos de la peste y el cólera.

Además de la población de mayor edad, el virus mata principalmente a las víctimas de «enfermedades de la civilización». La industria no solo produce nuevas plagas, sino que debilita nuestra resistencia a las antiguas (1). Hablamos de “comorbilidad”*², como de “coworking” y de los vehículos compartidos (“carpooling”), esas fertilizaciones cruzadas  que la industria tiene en secreto.

« Los pacientes con enfermedades cardíacas y pulmonares crónicas causadas o empeoradas por la exposición a largo plazo a la contaminación del aire tienen menos capacidad para combatir las infecciones pulmonares y tienen más probabilidades de morir», advierte Sara De Matteis, profesora de medicina laboral y ambiental en la Universidad de Cagliari en Italia. Es principalmente en las grandes ciudades donde los residentes están más expuestos a este riesgo (2). »

Aún más efectivo: la Sociedad Italiana de Medicina Ambiental ha descubierto una conexión entre el Covid-19 y los niveles de contaminación de partículas finas en el aire de las regiones más afectadas de Italia. Ya se planteaba esto durante la gripe aviar. Según Gianluigi de Gennaro, de la Universidad de Bolonia:

« Las partículas transportan el virus. [Ellas] actúan como portadoras. Cuantas más haya, más autopistas se crearán para el contagio (3). »

En cuanto al virus en sí, participa en estas “enfermedades emergentes” producidas por los estragos de la explotación industrial del mundo y por la sobrepoblación. Los seres humanos han arrasado toda la tierra, es natural que el 75% de sus nuevas enfermedades sean zoonóticas, es decir, transmitidas por animales, y que el número de estas zoonosis se haya cuadruplicado en 50 años (4). El ébola, el SARS, la gripe H5N1, el VIH, Covid-19 y muchos otros virus animales que se han vuelto letalmente humanos por el saqueo de los entornos naturales, la globalización del comercio, las concentraciones urbanas, el colapso de la biodiversidad…

La sedentarización de parte de la especie humana y la domesticación de animales permitieron la transmisión de agentes infecciosos de animales a humanos. Esta transmisión se ha ampliado con la agricultura industrial, la caza furtiva, el tráfico de animales salvajes y la creación de zoológicos.

La deforestación, las grandes obras, los productos químicos, el turismo de masas, la urbanización destruyen el hábitat de la fauna salvaje y la reducen mecánicamente a zonas de hábitat humano. No son el lobo y el murciélago los que invaden las ciudades, sino las ciudades las que invaden al lobo y al murciélago.

La sociedad industrial nos está abarrotando en áreas metropolitanas donde los flujos y las existencias de los habitantes están regulados por maquinaria cibernética. La metrópoli, una organización racional del espacio social, debe convertirse, según los planes de los tecnócratas, en el hábitat del 70% de los humanos para 2050. Su tecnotopo. Ciudad-máquina diseñada para humanos-máquina. (5)

Amontonados en toda la tierra, pisoteamos los territorios de grandes simios, murciélagos, gansos salvajes, pangolines. Promiscuidad ideal para contagios (del latín tangere: tocar). Sin olvidar el caos climático. Si teméis a los virus, esperad hasta que se funda el permafrost.

¿Hay que recordarlo? El humano, animal y político, depende para su supervivencia de su biotopo natural y cultural (excepto aquellos que creen que “la naturaleza no existe” y que piensan en construcciones puras, seguramente inmunes a las enfermedades zoonóticas). La sociedad industrial prospera con una superstición: se podría destruir el biotopo sin afectar a los humanos. Doscientos años de guerra a lo vivo (6) han esterilizado el suelo, vaciado bosques, sabanas y océanos, infectado el aire y el agua, artificializado los alimentos y el medio ambiente , desvitalizado a los seres humanos. El despiadado progreso de las necrotecnologías nos deja una Tierra esquilmada para una población de 7.000 millones de habitantes. El virus no es la causa, sino la consecuencia de la enfermedad industrial.

Más vale prevenir que curar. Si queremos evitar peores pandemias, tenemos que salir de la sociedad industrial. Devolver su espacio a la vida salvaje –lo que queda de ella–, detener el envenenamiento de la naturaleza y convertirse en Chimpancés del futuro: aquellos humanos que de poco, sacan lo mejor.

2. La tecnología es la continuación de la guerra, de la política, por otros medios. La sociedad de restricción, estamos entrando en ella.

No nos podemos sorprender de lo que está pasando. Lo predijimos, nosotros y algunos otros, los catastrofistas, los pájaros de mal agüero, las Cassandras, los profetas de la fatalidad, en 2009, en un libro titulado En busca del nuevo enemigo. 2001-2025 : Conceptos básicos de la historia contemporánea:

« De la palabra “crisis” derivan etimológicamente la pantalla, el crimen, el excremento, la discriminación, la crítica y, por supuesto, la hipocresía, esta facultad de interpretación. La crisis es este momento cuando, bajo el golpe de la catástrofe, literalmente de la reversión (epidemia, hambruna, terremoto, mal tiempo, invasión, accidente, discordia), la sociedad al revés vuelve al caos, a la indiferenciación, a la descomposición, a la violencia de todos contra todos (René Girard, La Violence et le Sacré, The Scapegoat, y toda la teoría mimética). El cuerpo social enfermo, es necesario purgarlo y sangrarlo, destruir los agentes mórbidos que lo infectan y dejarlo indefenso ante agresiones y calamidades. La crisis es este momento de inquisición, detección y diagnóstico, cuando todos buscan el signo equivocado en otros que denuncian al portador de la maldición contagiosa, temblando de que nadie lo descubra y tratando de hacer aliados, ser del mayor número, ser como todos los demás. Todos quieren ser como todos. Ahora no es el momento de destacar o hacerse el interesante.[…]

Y entre las más anunciadas en los próximos años, la pandemia, que moviliza a la burocracia sanitaria mundial, así como al ejército y las autoridades de las megaciudades. Nodos de comunicación y centros de incubación, estos favorecen la propagación voluntaria o accidental de dengue, chikungunya, SARS o la última versión de la gripe, española, aviar, porcina, mexicana, etc. […] Por supuesto, esta “crisis de salud” deriva de una “crisis de civilización”, como decimos “enfermedad de la civilización”, inconcebible sin una cierta monstruosidad social y urbana, sin industria, especialmente la agroalimentación y el transporte aéreo. […]

Vemos la ventajas que el gobierno y sus agentes verdes derivan de su gestión de crisis, mucho más que de su solución. Estos, después de haber asegurado una gran cantidad de puestos y misiones de expertos a técnicos y gerentes de desastres, ahora justifican, en el caos anunciado del colapso ecológico, su control total y duradero sobre nuestras vidas. Como el estado y su policía son esenciales para la supervivencia en el mundo nuclear, el orden verde y sus tecnologías de control, vigilancia y control son necesarios para nuestra adaptación al mundo bajo una campana artificial. En cuanto a los terrícolas malos que, debido al fracaso o la malevolencia, ponen en peligro este nuevo avance del Progreso, constituyen la nueva amenaza para la seguridad global.(7) »

A riesgo de repetirnos: antes, no estábamos; después, ya no estamos. Antes, no podíamos decirlo. Después no hace falta decirlo.

La orden de salud ofrece un ensayo general, un prototipo de la orden verde. Se declara la guerra, anuncia el presidente Macron. La guerra, y más aún la guerra total, teorizada en 1935 por Ludendorff, exige una movilización total de los recursos bajo una dirección centralizada. Es una oportunidad para acelerar los procesos de racionalización y gestión de los dominados, en nombre de la primacía de la eficiencia. Nada es más racional o más dedicado a la eficiencia que la tecnología. La contención debe ser hermética y tenemos los medios para hacerla cumplir.

Drones de vigilancia en China y en el campo de Picarde (campiña francesa) ; geolocalización y control por vídeo de personas contaminadas en Singapur; análisis de datos digitales y dispositivos de inteligencia artificial para rastrear los contactos, movimientos y actividades de los sospechosos en Israel (8). Un equipo del Big Data Institute de la Universidad de Oxford está desarrollando una aplicación para teléfonos inteligentes que geolocaliza permanentemente a su propietario y le advierte en caso de contacto con un portador del virus. Dependiendo de su proximidad, la aplicación ordena la contención total o una simple distancia de seguridad, y da instrucciones a las autoridades para desinfectar los lugares frecuentados por la persona contaminada (9).

« Los datos personales, en particular los datos de los operadores telefónicos, también se utilizan para garantizar el cumplimiento de las medidas de cuarentena, como en Corea del Sur o Taiwán. Este es también el caso en Italia, donde las autoridades reciben datos de operadores telefónicos, explicaron dos funcionarios de salud de la región de Lombardía en los últimos días. El gobierno británico también ha obtenido este tipo de información de uno de los principales operadores telefónicos del país (10). »

En Francia, Jean-François Delfraissy, presidente del Comité Nacional de Ética Consultiva y del « consejo científico » a cargo de la crisis del coronavirus, evoca la posibilidad de rastreo electrónico durante una entrevista de radio.

« La guerra es, por lo tanto, un acto de violencia destinado a obligar al adversario a ejecutar nuestra voluntad. » Incluso aquellos que no han leído a Clausewitz ahora saben que la tecnología es la continuación de la guerra con otros medios. La pandemia es el laboratorio del tecno-totalitarismo, y los oportunistas tecnocrátas lo han entendido bien. No nos resistimos durante un accidente nuclear o una epidemia. La tecnocracia nos envenena y luego nos obliga, con el pretexto de protegernos de su propia actividad perjudicial.

Lo hemos estado diciendo durante quince años:  « La sociedad de control, la hemos superado; estamos en la sociedad de la vigilancia y estamos entrando en la sociedad de la restricción . »

Quienes no renuncian al esfuerzo de ser libres reconocerán con nosotros que el progreso tecnológico es lo contrario y el enemigo del progreso social y humano.

3. Expertos al frente del estado de emergencia: el poder de los pirómanos bombero.

Habiéndonos llevado la catástrofe, los expertos de la tecnocracia afirman salvarnos de ella, en nombre de su experiencia tecno-científica. Solo hay una mejor solución técnica, que ahorra debates políticos inútiles. « ¡Escuchad a los científicos! » chilla Greta Thunberg. Para esto sirve el estado de salud de emergencia y el gobierno por decreto: obedecer las « recomendaciones » del « consejo científico » y de su presidente Jean-François Delfraissy. Este consejo, creado el 10 de marzo por Olivier Véran (11), a solicitud del presidente Macron, reúne a expertos en epidemiología, microbiología, virología, reanimación, modelación matemática, sociología y antropología. Las pretendidas « ciencias humanas » son, como siempre, responsables de evaluar la aceptabilidad de las decisiones técnicas, en este caso la restricción en nombre del interés superior de la salud pública.

Excelente elección la de Delfraissy, un hombre que vive con los tiempos, como descubrimos durante los debates sobre la ley de la bioética:  « Hay innovaciones tecnológicas que son tan importantes que se imponen a nosotros. […] Hay una ciencia que se moviendo, que no puede pararse (12).»

En los últimos cincuenta años, las innovaciones tecno-científicas se nos han impuesto a una velocidad sin precedentes y con violencia. Inventario no exhaustivo: nuclearización del planeta; OGM y biología sintética; pesticidas, plásticos y derivados de la industria química; nanotecnología; reproducción artificial y manipulación genética; digitalización de la vida; robótica y neurotecnologías; inteligencia artificial; geoingeniería…

Estas innovaciones, esta «ciencia en movimiento», han trastornado el mundo y nuestras vidas para producir la catástrofe ecológica, social y humana en progreso y cuyo progreso promete ser deslumbrante. Continuarán sus fechorías gracias a los 5 mil millones de euros que el estado les acaba de asignar a favor de la pandemia, un esfuerzo sin precedentes desde 1945. No todos morirán por el virus. Algunos vivirán bien.

No sabemos que parte de estos 5 mil millones irá, por ejemplo, a laboratorios de biología sintética, como el del Genopole de Evry. La biología sintética es una «innovación tan importante que se nos impone». Gracias a ella, y su capacidad de hacer organismos vivos artificialmente, los científicos han recreado el virus de la gripe española que mató a más gente que la 1º Guerra Mudial en 1918 (13).

Destrucción / reparación: cada vez que ganan los bomberos incendiarios. Su voluntad de poder y su poder de actuar han devastado lo suficiente nuestra única Tierra. Queremos detener el fuego, quitar los mecheros de sus manos, dejar de depender de los expertos del sistema tecno-industrial, retomar el control de nuestras vidas.

4. El encarcelamiento del hombre-máquina en el mundo-máquina.

El contacto es contagio. La epidemia es la oportunidad perfecta para hacernos pasar a la vida bajo control digital. No faltaba mucho, los terrícolas ya estaban dotados de prótesis electrónicas. En cuanto a aquellos que no tienen el mundo digital interiorizado, están reduciendo rápidamente su brecha digital en estos días, para sobrevivir en el mundo-maquina contaminado:

« Las ventas de computadoras aumentan con la situación de confinamiento. […] Todos los productos tienen demanda, desde equipos para videoconferencia hasta un ordenador de alta gama para teletrabajo, pasando por una tablet o PC a bajo costo para equipar a un niño. Las ventas de impresoras también están aumentando. Los franceses que tienen los medios financieros están reconstruyendo su entorno laboral en casa (14). »

Seríamos unos ingratos si criticáramos la digitalización de nuestras vidas, en estas horas en que la vida depende de la tecnología inalámbrica y sin contacto. Teletrabajo, teleconsultas médicas, pedidos de productos de supervivencia en Internet, escuela cibernética, consejos cibernéticos para la vida: « ¿Cómo tener ocupados a sus hijos? », « ¿Qué comer? », « Confinamiento, tutorial con el astronauta Thomas Pesquet », « Organiza un Skype », « Diez series para cambiar tus ideas », « “Gracias a WhatsApp, nunca me había sentido tan cerca de mis amigos” , dice Valeria, de 29 años, gerente de proyectos de inteligencia artificial en París (15) ».

En la guerra contra el virus, la máquina gana. La Madre Máquina nos mantiene vivos y nos cuida. Qué impulso para el «planeta inteligente» y sus smart cities (16). Cuando pase la epidemia, qué buenos hábitos se habrán cogido, unos hábitos que los Smartians*³ ya no olvidaran. Por lo tanto, después de los errores y el período de adaptación, la escuela virtual se habrá probado y quizá se quede entre nosotros. Lo mismo ocurre con la telemedicina que reemplazará a los doctores en los desiertos médicos como lo hace en estos tiempos de saturación hospitalaria. El « aparato general » (Marx) del mundo-máquina está ejecutando sus procedimientos en un experimento a escala del laboratorio planetario.

Nada que preocupe a la izquierda y sus altavoces. Los más extremos, como Attac o ‘Lundi Matin’, aún conspiran con el capitalismo, el neoliberalismo, el colapso de los servicios públicos y la falta de medios. Para ellos otra epidemia es posible, con máscaras y cuidadores bien pagados, y nada hubiera pasado si la industria automotriz, las fábricas de productos químicos y las multinacionales informáticas se hubieran gestionado colectivamente, de acuerdo con los principios de la planificación democrática asistida por computadora.

Necesitamos máscaras y cuidadores bien pagados. Necesitamos, por encima de todo, mirar de frente al ‘entusiamo irreflexivo’*⁴ del sistema industrial y combatir la ofuscante ceguera de los industriales.

Nosotros, los anti-industriales, es decir, ecologistas coherentes, siempre hemos sido una minoría. Saludos a Giono, Mumford, Ellul y Charbonneau, Orwell y Arendt, Camus, Saint Exupéry, y a algunos otros que lo habían visto todo y dicho todo. Y eso nos ayuda a pensar en lo que nos está sucediendo hoy.

Como tenemos tiempo y silencio, leemos y meditamos. En caso de que haya una salida de emergencia.

Pieces et Main d’oeuvre
Grenoble, 22 de marzo de 2020


*NdTr:
1* Chimpancés del futuro: con esta expresión, los autores hacen referencia a una expresión que utilizó el gurú del transhumanismo Ray Kurzwei y creador de la Universidad de la Singularidad, en el cuál decía que aquellos que se opusiesen o quedasen detrás en el desarrollo tecnológico serían los “chimpancés del futuro”.

2* Comorbilidad: (medicina) describe el efecto de una/s enfermedad/es en un paciente cuya enfermedad primaria es otra distinta. Actualmente no existe un método aceptado para cuantificarla (de Wikipedia)

3* Smartiens: se deduce que son los habitantes de dichas ciudades inteligentes (smart cities), más bien del mundo inteligente, para dejar entrever la idea de que terminará por englobar a todos, no solo a los urbanos, en cuanto se extiendan las redes tecnológicas requeridas para ello.

4* En el texto original se usa el término ‘emballement’ que tiene varios significados, dos de los cuales encajarían aquí: 1. Entusiasmo irreflexivo; 2. Funcionamiento anormal de una máquina o un motor


Notas

1. Recordatorio: la contaminación del aire mata a 48.000 franceses y a más de 100 solo en Grenoble cada año.
2. http://www.actu-environnement.com, 20/03/2020
3. Ídem.
4. Revistas de Nature e science, citadas en Wikipedia.
5. Ver Retour à Grenopolis, PMO, marzo de 2020, http://www.piecesetmaindoeuvre.com
6. Ver J.P. Berlan, La guerre au vivant, Agone, 2001.
7. Pièces et main d’œuvre, À la recherche du nouvel ennemi. 2001-2025 : rudiments d’histoire contemporaine, Editions L’Echappée, 2009
8. «Israel aprueba la vigilancia masiva para combatir el coronavirus», https://www.ynetnews.com, 17/03/2020.
9. https://www.bdi.ox.ac.uk/news/infectious-disease-experts-provide
10. Le Monde, 20/03/20.
11. El nuevo Ministro de Salud es un médico de Grenoble, diputado de LREM después de ser diputado por el socialista Geneviève Fioraso, ex Ministro de Investigación. Según Le Monde, « un ambicioso desconocido » que « sabe ubicarse » (lemonde.fr, 23/03/2020).
12. Jean-François Delfraissy, entrevista con Valores actuales, 3/3/2018.
13. Virus recreado en 2005 por el equipo del profesor Jeffrey Taubenberger del Instituto de Patología del Ejército de los Estados Unidos, así como por investigadores de la Universidad Stony Brook en Nueva York.
14. http://www.lefigaro.fr, 19/03/2020.
15. Le Monde, 19/03/20
16. Ver Ville machine, société de contrainte (Ciudad máquina, sociedad de la restricción), PMO, en Kairos, marzo de 2020 y en http://www.piecesetmaindoeuvre.com

Coronavirus: La hipocresía capitalista

Pandemias han existido desde siempre, las enfermedades han exterminado billones de vidas alrededor del planeta hace ya mucho tiempo. El contexto en que se desarrolla cada una, las condiciones preexistentes que permiten su evolución y desarrollo, y el impacto que tienen en las especies (humanas en el caso del nuevo coronavirus), están en directa relación con el orden imperante que rige las relaciones humanas en las sociedades. Es decir, el capitalismo y la mercantilización de la vida en la Tierra, juegan un rol importante en lo que se refiere al origen, propagación y consecuencias de enfermedades consideradas pandemias.
El capitalismo se basa en la primicia de que los recursos en el planeta son escasos, por lo tanto, deben ser regulados para que las personas que participan de una sociedad puedan beneficiarse de estos. Claramente, la primicia misma de este sistema está basada en la objetivización de la vida en la Tierra, donde el flujo de las aguas, la existencia de infinitas especies de vegetales y animales, y la tierra misma, son miradas como fuentes de riqueza material, es decir, como objetos que pueden ser explotados a costa del sufrimiento y la destrucción, a beneficio de quienes ostentan el poder económico y militar en varias regiones del mundo.
Cuando el dinero, el lujo y el consumo están por encima de una existencia libre y natural, nada puede esperarse de este sistema depredador. Muchas mentiras se podrán decir respecto a los beneficios del progreso capitalista, pero lo cierto es otra cosa, algo comprobable en los hechos, el progreso no trae nada más que destrucción: devastación de los entornos naturales, cambios en los flujos de las aguas, posteriores sequías y por consecuencia, la miseria o la muerte a todes quienes viven gracias al equilibrio del entorno, especies vegetales y animales (humanos y no humanos). Sin embargo, hay un grupo privilegiado de humanos, que sí se ven beneficiadxs por todo esto y a costa de lxs demás.
Esta destrucción que impone el capitalismo, es más dura para muchas especies animales que pocas herramientas tienen para defenderse frente al avance frenético de las tecnologías en las sociedades modernas. El especismo es uno de los pilares de este sistema, y se ve reflejado también en la objetivización de los cuerpos animales, usados para distintos fines, donde uno de los más crueles se plasma en la industria de la alimentación basada en ellxs. Pero, ¿qué tiene que ver esta sanguinaria industria con el Covid-19? Distintas fuentes científicas (no es que esto les de más valor en realidad), han afirmado que el virus se originó a través de transferencia zoonótica, en otras palabras, saltó de animales no humanos hacia animales humanos. Mucho se especula sobre unx ciudadanx chinx comiendo murciélagos fue lo que desencadenó el contagio del virus, lo que se ha prestado para hablar mucho sobre los hábitos alimenticios de otras culturas, saliendo a reflotar muchas veces el racismo en todo ese contenido. Más allá de eso, la transferencia zoonótica se da bajo ciertas condiciones, entre el límite del entorno de la especie que porta el virus con la especie que puede ser infectada. Este contagio puede deberse al cambio de estas condiciones, tanto en proximidad, regularidad de contacto, entre otras cosas. Estos cambios sientan la base para la evolución del virus, la que puede desencadenar en un virus por ejemplo, más contagioso y letal. Y como ya se ha mencionado antes, ¿quién mejor que el capitalismo para cambiar las condiciones de un entorno donde puede existir un virus de estas características? Principalmente, el capitalismo genera estos cambios de dos formas: (1) de la industria de animales, específicamente, granjas industriales de animales y (2) a través de la devastación de la naturaleza, ambas relacionadas.
Para la (1), ejemplos en la historia hay ya muchos. En el siglo XVIII, en el territorio dominado por el Estado inglés, surgieron tres pandemias diferentes relacionadas a los animales considerados ganados. En este territorio, el capitalismo barrió los campos para reemplazarlos por “monocultivos de ganado”, principalmente de animales infectados por las pandemias precapitalistas importados de Europa. Dado que la concentración de estos animales cambió de forma desproporcionada debido al avance de la revolución industrial, las consecuencias de estas pandemias fue mucho mayor que en otros territorios. Los brotes se concentraron en grandes lecherías de Londres, donde los entornos eran ideales para la evolución de los virus.
Dados los avances del Estado inglés en ciencia y medicina, lograron contener estas pandemias, sin embargo, mucho peor suerte se corrió en África, donde las mismas pandemias llegaron debido al apogeo del imperialismo europeo, manifestado en la colonización del continente africano. Las campañas militares propagaron los virus principalmente en la población ganadera indígena, causando una gran mortandad, que se vio reflejada en la muerte de casi el 90% del ganado, lo que derivó en una hambruna sin precedentes en sociedades pastoriles de África. Esto trajo además por consecuencia una mayor facilidad para la expansión imperialista de las potencias europeas.
Otro ejemplo es el caso de la gripe española, uno de los primeros brotes de influenza H1N1, precursora de brotes más recientes como gripe aviar o porcina. Brotó en la segunda década del siglo XX, y según estudios hasta ahora se originó en aves o cerdos de corral en granjas, enfermando militares en campaña que viajaron a Europa. Las formas básicas de concentración y tratamiento intensivo en estas granjas eran lugares ideales para la intensificación de los virus. Si bien se considera que fue una de las pandemias más letales, debido a la gran cantidad de muertxs que dejó (según algunos estudios murieron cerca de 25 millones de personas en las primeras 25 semanas), el virus en sí no era muy diferente a otras cepas, y tal vez, su gran mortalidad se debió a las condiciones generalizadas de desnutrición, hacinamiento urbano y condiciones insalubres de las zonas afectadas, donde comenzaba a reinar una cultura cada vez más urbanizada en torno al desarrollo de la industria. Claramente, la propagación de esta pandemia se vio beneficiada por el creciente comercio y la Primera Guerra Mundial.
Para la (2), la devastación de la naturaleza es imparable para este sistema, ya que va de la mano con el autodenominado progreso, el cual es la piedra angular de este orden actualmente. En todos los territorios, el capitalismo arrasa con bosques, selvas, playas, montañas, glaciares y un sin fin de entornos donde habitan muchas especies, muchas de las cuales son portadoras de enfermedades y virus que tal vez los animales humanos no conocían. Los cambios en el entorno de estas especies (la destrucción de sus hábitats), obliga a estas especies a sobrevivir de otras formas, tanto internándose más en lo salvaje, donde el humano aún no llega, o adaptándose a la vida cerca de asentamientos humanos, pueblos o incluso ciudades. Estos cambios, pueden derivar en la evolución de las enfermedades que portan, como también, más exposición para quienes no tenían cerca estos “peligros”. Por otro lado, muchas comunidades indígenas se valen de la venta de carne de animales para sobrevivir, ya que sus entornos y formas ancestrales de vida y alimentación han sido devastados, y no hay muchas más opciones. Y claramente cada vez que avanza la ciudad, más especies quedan en riesgo de ser cazados por quienes ahora necesitan sobrevivir de esta forma. Cuando este ciclo sigue, es cosa de tiempo para que las personas queden expuestas cada vez más a enfermedades y virus nuevos. No es extraño entonces, que la pandemia se haya podido originar en una ciudad como Wuhan, ya que es una sociedad altamente urbanizada, pero también industrializada, con grandes industrias de acero y concreto, que reflejan la devastación que ha dejado el capitalismo en su paso por estos territorios. El Covid-19 no es la excepción.
Bajo estos argumentos pensamos en los gobiernos, quienes usan el poder de la infraestructura del Estado para perpetuar el sistema capitalista y fomentar el progreso indiscriminado a costa de la devastación. ¿No es entonces hipócrita el posicionamiento de los distintos gobiernos frente a la actual pandemia? ¿Cómo pueden dar tantos discursos y sacar medidas paliativas al degradante sistema de salud, mostrando preocupación por la vida de las personas, cuando son los responsables de que se den las condiciones para que este virus se haya propagado? Incluso, no es necesario pensar únicamente en este aspecto cuando hablamos de cinismo. Las condiciones en las que viven la mayoría de las personas en todos los territorios son de marginalidad y exclusión, condiciones que derivan en una vida con pocos atisbos de dignidad, ya que la desigualdad generadora de pobreza es extrema y nunca ha estado dentro de las prioridades de los gobiernos que eso cambie. Todo esto suena más bien a un aprovechamiento político de la situación y una oportunidad para implementar reformas que refuercen la represión y mejoren las herramientas del Estado para continuar con su dominación.
El virus del Covid-19 es real, ha matado a miles de personas alrededor del mundo y lo sigue haciendo todos los días. Pero esto no es algo nuevo, bien lo saben quienes viven en prisión, secuestradxs por el Estado, ya que las condiciones de salud y sanitarias siempre han sido paupérrimas, y ahora no es la excepción, ya que los gobiernos han demostrado no tener interés en sus vidas, reprimiendo con palizas, mutilaciones, torturas y muertes como respuesta a las demandas de lxs presxs por mejorar las condiciones sanitarias en este contexto de pandemia. También las sociedades indígenas en el mundo dan cuenta del cinismo de los distintos gobiernos. En el Abya Yala lo saben lxs indígenas de hace siglos, cuando los imperios europeos vinieron a saquear los territorios, trayendo muerte y destrucción no solo en manos de sus espadas y rifles, sino también de muchas enfermedades contagiosas como la viruela, la tuberculosis, la gripe o la sífilis, que finalmente mermaron la población de las culturas del territorio mucho más que cualquier arma. La hipocresía es evidente y sigue hasta el día de hoy, donde el hambre, el ébola, la malaria, los bombardeos en medio oriente, matan día a día miles de personas, muchos más que el Covid-19 y están hace mucho más tiempo, pero no son un motivo de preocupación tan alarmante como el nuevo coronavirus. ¿Será porque ahora se están viendo afectadas también las clases privilegiadas de países del primer mundo?
El llamado es a no creer ni un solo segundo en las palabras de lxs gobernantes, nunca confiar en el Estado y en el progreso. Como individualidades libres o comunidades podemos enfrentar la pandemia, con apoyo mutuo y nunca dejando de lado la lucha contra el poder y la dominación. La preocupación por la vida de parte del sistema nunca ha sido tal, y es hora de dejarlo en claro.
POR LA INSURRECCIÓN Y LA LIBERACIÓN TOTAL
POR LA AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS
POR LA DESTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD CARCELARIA
FUEGO AL ESTADO Y BALAZOS A SUS LACAYXS!

Extraído de boletín anticarcelario para presxs Rebrote nº 4 (abril, 2020)
rebrote@riseup.net

Fe en la ciencia

En este contexto, parece que es la ciencia la que ha tomado el comando de la situación, la que viene a traer certezas en medio del caos, a salvarnos de la catástrofe. Pero esta idea, cinematográfica por cierto, de una ciencia que despliega todo su potencial para garantizar la salud de las personas es algo que necesitamos quebrar definitivamente. La tecnociencia, tal como caracterizamos el estado actual del conocimiento racional, es un sistema complejo empresarial-técnico-científico y constituye una de las múltiples y simultáneas facetas articuladas por la maquinaria capitalista. No es neutral en absoluto. No hay ciencia separada del Capital. Se han desarrollado en forma sinérgica, nutriéndose mutuamente.

No podemos olvidar que estos enviados de la Ciencia en la Tierra son los mismos que justifican el uso de agrotóxicos en esta misma región, que desarrollan no solamente las armas para las guerras sino también los medicamentos que nos enferman y matan, así como un sinfín de elementos que apuntalan este sistema aparentemente irracional.

El Capital produce expertos científicos como expresión plena de la división del trabajo. Definen el problema y demarcan la estrategia, aprovechando una de las tantas desposesiones que sostienen a la sociedad moderna: la quita de los saberes del cuidado y la preservación de la dinámica de lo vivo. Los especialistas cuantifican el mundo, ejercen una reducción matemática de lo real, creando modelos de entendimiento-dominación de la naturaleza humana y no-humana. Un saber que, al trascender el plano discursivo y devenir acción concreta, violenta la materialidad de modo irreversible.

Esta forma de comprensión del mundo asigna “propiedades” a los “objetos de estudio”, en este caso al virus, como poseedores de ciertas características absolutas, independientes del medio en el que surgen y despliegan su existencia. Todo se focaliza en el agente. La operación borra las condiciones materiales donde la acción se desarrolla. Se habla sobre el virus, la enfermedad y las medidas para la mitigación de las consecuencias, pero nunca de las relaciones sociales de producción y reproducción que incuban los acontecimientos.

Otro aspecto de la codificación que el saber dominante hace sobre el mundo es el de identificar a lo extraño como enemigo. Es el totalitarismo impuesto por la metáfora militar, el juego macabro de la defensa y el ataque, la destrucción sistemática de lo otro. Los gobiernos aplican la táctica, el cómo hacer del qué hacer impuesto por el ejército racional, y así ejecutan decisiones determinantes como declarar una cuarentena, parar tal o cual línea de producción, cerrar uno u otro establecimiento, obligar y desobligar al trabajo, perseguir, encerrar y torturar a quien no acata sus directivas.

La subordinación de las acciones a una determinada rama tecnocientífica es temporal y cambiante. Cuando se necesite otro tipo de acción sobre lo real, asumirá la conducción el saber experto que mejor se adapte al manejo de esa situación social particular. Se intercambian con la facilidad con que se reemplaza un repuesto. Porque son parte de lo mismo. Engranajes de este sistema que se ponen alternativamente al comando o a disposición. Que si es necesario hablan de las personas, del ambiente, del pasado, del futuro o de la vida, pero siempre con la calculadora en la mano.

Coronavirus y questión social

https://boletinlaovejanegra.blogspot.com/2020/04/fe-en-la-ciencia.html