Coronavirus: el apagón de la globalización

La emergencia ligada a la pandemia del Covid-19 ha abierto una nueva fase oscura en la historia del planeta. Italia ha sido la primera golpeada de Occidente, y nuestro Estado se ha visto en posición de experimentar y probar soluciones a las contradicciones creadas por esta crisis mundial. Estas soluciones, con alguna aparente excepción relacionada con las políticas del bienestar, pueden resumirse en una sola palabra: represión. Un ejemplo dramático es la violentísima respuesta a las revueltas en las cárceles.

El incremento de medidas restrictivas que han caído sobre la vida de todos nosotros, con el consentimiento de la mayoría, ha sido impuesto por un dictadura del terror que nos envuelve. Los muertos empiezan a pesar. Pesan al Estado, a los ciudadanos y a nosotros también. Ante esta tragedia, la respuesta del Estado fué clara: oscuridad como opción de confrontación. ¿Los prisioneros están asustados ante la posible propagación del virus en sus celdas? Represión violenta con total cobertura política y mediática; ¿Que los investigadores – esos “chamanes” modernos a quienes confiamos el secreto “totémico” de nuestras vidas – son incapaces de detener el contagio? La culpa es de los individuos que no quieren quedarse en casa. Un ejemplo de esta forma (tan enferma) de afrontar la emergencia es la esquizofrenia política que establece que quienes van al parque son peligrosos propagadores a detener, a pesar de que los lugares productivos tengan que seguir abriendo porque las leyes del beneficio no pueden detenerse. Los parques y playas están cerrados, los bosques son patrullados, pero las catedrales de la economía permanecen abiertas, sin un sólo (autodenominado) exterto que nos dé números de cuántos se infectan en el parque, el mar o el monte, y cuantos se infectan en el metro, autobús o en comedores de sus trabajos.

Un día, los políticos y sus jefes tendrán que pagar por todo esto. El Evento del Coronavirus no es, en nuestra opinión, una catástrofe. No es un fenómeno imprevisto que trastorne todas nuestras convicciones previas. Es un acontecimiento, ciertamente inesperado, que verifica la mayoría de las hipótesis que algunos de nosotros hemos estado desarrollando desde hace algunos años. En primer lugar, el Coronavirus marca definitivamente lo que se ha denominado “crisis de la globalización”. Cierre de las fronteras, suspensión de la mayoría de los vuelos, cuarentena de los barcos como en la época de la Serenísima, amarrados y custodiados en Chioggia. Pero también el cierre de distritos industriales enteros, el colapso de los mercados. El mito de un super-estado europeo que demuestra no estar a la altura, una imponente marioneta frente al jaque mate de Europa. Todo esto ha obligado al Estado a volver a su centralidad, refutando las tesis de quienes consideraban el poder como algo fluido, extendido, fantasmagórico, imaginando una pérdida progresiva de la soberanía en favor de las estructuras supranacionales. En plena emergencia, el Estado se ha mostrado, por el contrario, como el sujeto de la dominación real. Fue el Consejo de Ministros el que dictó los decretos cada vez más restrictivos. Fueron los gobiernos, en orden disperso, sin ninguna coordinación, los que ordenaron que se tomaran las medidas. Cuando las cosas se ponen difíciles, la línea de mando de la dominación es muy precisa y nada fluida: el gobierno, la policía, el ejército, los drones, las denuncias.

A demás de todo eso, los productores se vuelven fundamentales, desmintiendo una vez más a los que se han posicionado a favor de una fácil liquidación del mundo del trabajo. En un momento en el que toda la economía terciaria está paralizada, la continuidad productiva, el esqueleto de toda la estructura social aparece en manos de los explotados. Esto les proporciona una relación potencial de fuerza, inesperada hasta hace unas semanas. Si los individuos que dirigen la producción suspendieran ahora su voluntad de dejarse explotar, toda la sociedad se extinguiría, sería el apagón. Los trabajadores no han desaparecido, como algunos pensaban, sino que han mutado: les han salido branquias. Ya no son sólo terrestres, sino anfibios. Anfibios suspendidos entre los páramos de una tierra en ruinas y la partida hacia un Nuevo Mundo. ¡Deja que se den a la piratería! Y que los sigan los explotadores por las rutas de los mares, en su caso impulsados por la vergüenza, la principal razón que empujó a los adinerados del pasado a la piratería. Y será allí, en las tinieblas, donde ya no habrá diferencias sociales, clases, color de piel, opresión sexual. El botín por el que lucharemos será la supervivencia en una nueva vida comunitaria.

Patricia de la Ville e Ottone Degli Ulivi

 

A la tercera va la vencida

Recibido por correo anónimo…

Todo cerrado. Quedaros en casa, nos ordenan. Sólo está permitido lo necesario para la supervivencia económica, pero nunca se dice lo que entienden por supervivencia. Ni siquiera cuando somos recibidos por procesiones de camionetas antidisturbios de la policía – luces parpadeantes, demostración de fuerza – informándonos que tenemos que ir a casa. Realizar el mínimo de actividades diarias es un peligro para la salud pública. Ya se ha dicho en Italia que es sorprendente lo rápido que olvidamos: lo que es hablar con un extraño, tocar a alguien, vivir un momento inesperado en medio de la llovizna de cemento del capital. Las casas de trabajo y los templos de consumo están abiertos pero los estantes están casi desnudos. Tenemos una responsabilidad social, dicen. El sistema sanitario no puede hacer frente y somos nosotros los que tenemos que salvarlo. ¿Alguien dijo algo sobre la financiación?

Un enemigo invisible. Cosas de películas apocalípticas. La causa no es importante, al final es sólo una gripe, pero la respuesta es crucial. No estamos midiendo el número de muertes sino las capacidades de poder. La gripe porcina y el SARS no tomaron al mundo por sorpresa, pero han dado en el clavo esta vez. Todo lo que vino antes fue un mero prototipo del producto final: un terror perfectamente intangible que exige nuestra completa sumisión. Es como si la serie de TV “El cuento de la criada”, en todo su controvertido éxito, fuera un calentamiento antes del acto principal.

El supuesto alcance y severidad del Coronavirus es casi un tema tabú . Lo importante es quién se va a beneficiar, cómo y quién pagará el precio. El sistema económico capitalista se basa en la inversión, pero esta vez se está muriendo de hambre, listo para el desenfreno. Cuando todo esto ocurra, cuando nuestros gloriosos benefactores nos hayan salvado de la casi ruina y demos la bienvenida con los brazos abiertos a una economía empobrecida que nos estaba jodiendo antes de “la pandemia”, tenemos que pensar dónde estaremos.

Olas de inmigrantes que llegan a unas costas europeas aún más hostiles. El confinamiento solitario se convierte en el estado permanente de los prisioneros. G4S* limpia silenciosamente después del teatrillo mañanero mientras nos distraemos de la farsa en el salón principal. La interacción física humana reducida a una sospecha orwelliana mientras que el espectro de la emoción humana se expresa a través de los emoticonos preestablecidas de Whatsapp. Facebook ríe mientras Instantgram reescribe la historia con todas nuestras citas rebeldes.

https://www.g4s.com/

La fiebre amarilla de 1821 en Barcelona y la emergencia actual

Vivimos tiempos de catástrofes, no sólo porque eso dicen la prensa, los
políticos y la academia, sino porque la catástrofe la vivimos
cotidianamente los dominados.
Incendios en Australia, en la Amazonia, en California, tormentas
diversas, tifones, aumento del nivel del mar, riadas … etc y ahora una
epidemia, atrás queda la gripe aviar, la gripe A, el ébola y ahora la
Covidien-19 o Coronavirus.
Era razonable después de la especulación farmacéutica con el medicamento
Tamiflú para las gripes aviares o el abandono de los afectados africanos
por el Ebola que se contemplara con escepticismo esta «nueva plaga», el
escepticismo ha venido acompañado de noticias falsas y las repetitivas
teorías conspirativas de diferentes signos.
Todo el desarrollo de directivas sobre el control de la población, sobre
sus mov IMIENTO, su trabajo y su salud son efectivamente un instrumento
de control social y un ensayo para el futuro que nos espera, el Grupo
Especial de la Guardia Civil estrenando trajes especiales para notificar
el confinamiento a los vecinos de Haro (
https://www.lasprovincias.es/sociedad/guardia-civil-despliega-20200307201003-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%
2F ), el protagonismo de la Unidad Militar de Emergencias, el despliegue
de militares y policías varios por todo el territorio bajo un mando
centralizado.

Parece que, al margen de los hechos médicos / epidemiológicos, se está
aprovechando la situación para ensayar hasta dónde estamos dispuestos a
soportar en nombre de la «seguridad» recortes en nuestras mínimas
libertades, las mejores maneras de establecer medidas de control, la
cadena de mando más eficiente y la estructura óptima para poner en
marcha algo así. No se trata de una conspiración, es evidente que unas
maniobras «reales» son mejores que cualquier simulacro y que sería una
total ineptitud no aprovecharlas.
Así que al margen de todo lo dicho: epidemiología, intereses económicos
farmacéuticos, conspiraciones, maniobras mili / policiales … queremos
hablar desde la experiencia histórica de Barcelona, ​​ciudad que, pese a
no recordar, ya ha pasado por situaciones como las que estamos viviendo,
aunque más letales.
La fiebre amarilla en Barcelona:
Barcelona a sufrido varias «pandemias» desde la peste en el siglo XIV,
hasta las repetidas del cólera (1834, con 100.000 muertes en Cataluña y
3.300 en Barcelona y las posteriores de 1854, 1865 …), el tifus
endémico en la ciudad o los diferentes episodios de gripe, entre ellos
el de la gripe rusa de 1889 o la de 1918, la gripe «española» … aunque
en todos los casos murieron mayoritariamente pobres, y que se hicieron
confinamientos y exclusiones hay un caso que es el más «ejemplar» el de
la fiebre amarilla (
https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/001365.htm ) en Barcelona.
Parece que fue en el mes de agosto de 1821, en que, por vía marítima,
llegó la fiebre amarilla en Barcelona, los primeros casos se produjeron
en la Barceloneta a principios de septiembre y, a pesar de los esfuerzos
de las autoridades para aislar -los, se extendió por el resto de la
ciudad y alrededores.
La Barceloneta era seguramente el barrio más pobre de la ciudad, ocupado
por una población marginalizada, por el oficio, trabajadores del mar o
por la raza, como los gitanos o de otros migrantes y fue la zona donde
tuvieron más víctimas, los 8.846 muertos un 14% eran habitantes de la
Barceloneta, en el pico de la epidemia llegaron a morir 60 personas
diarias.
La Barceloneta y la zona del puerto fueron clausuradas y incomunicadas,
a lo largo de toda la epidemia la Barceloneta restó cerrada por el
ejército y la milicia, sin embargo, varias veces sus habitantes trataron
de romper el bloqueo no quedando claro si fueron víctimas entre los
fuguistes.
Mientras tanto la burguesía y los acomodados huyeron de la ciudad,
cerrando fábricas y comercios dejando a los obreros y artesanos en el
paro y sin recursos económicos.
Barcelona fue rodeada por un «cinturón sanitario», formado por soldados
y «ciudadanos honrados» armados, que bajo pena de muerte impedían la
salida de la ciudad. Cinturón que los ricos y acomodados eludieron
tranquilamente.
Ante la miseria y la falta de alimentos (que subieron de precio) la
chusma, sin trabajo ni dinero, recorría la ciudad exigiendo a los ricos
que quedaban, dinero y alimentos y asaltando las casas acomodadas
vacías. Un hecho bastante significativo fue la crema popular, en las
Ramblas, de un muñeco de paja y trapos figurando un médico en
representación de una clase médica inepto empantanada en el debate entre
contagionistes y anticontagionistes.
Curiosamente los anticontagionistes, médicos más centrados en la higiene
y el ambiente y que son vistos como poco modernos tenían razón en este
caso (la transmiten los mosquitos no de persona a persona), al igual que
en el caso del cólera en que la transmisión solo fue por el agua
contaminada.
Para alejar a la gente del puerto, que se suponía que era el foco, las
autoridades crearon un campamento, el «Campamento Constitución», en la
falda de Montjuïc para alojar a los más pobres, 400 barracones que
ocuparon unas 4.000 personas, también se distribuía sopa entre los
necesitados.
A finales de octubre Barcelona es una olla a presión, las
manifestaciones y asaltos no paran y las fuerzas del orden también
empiezan a tener bajas por la fiebre, los gobernantes amplían la zona de
exclusión en todo el plan de Barcelona .. . por aquellos que podían
pagar 20 reales !!.
El 2 de diciembre se dio por terminada la epidemia con un «Te Deum» en
la catedral, por el camino murieron casi 9.000 personas, aunque algunas
fuentes suben hasta las 20.000 víctimas. La mayor parte de las víctimas
fueron entre la población con menos defensas y que no pudo salir de la
ciudad y alejarse de los mosquitos transmisores.
Durante la epidemia del estado francés fue acumulando tropas en la
frontera, con la excusa de detener la emigración de enfermos, estas
tropas se mantuvieron en la frontera y fueron acumulando fuerzas e
interfiriendo políticamente, armando a los insurrectos absolutistas. ..
A petición del rey, Fernando VII, la Santa Alianza (tratado reaccionario
en el que participaban las potencias del momento) autorizó la
«intervención humanitaria» de un ejército francés para acabar con el
gobierno liberal. Los cien mil hijos de San Luis entraron el 7 de abril
de 1823, y encontraron una resistencia escasa por parte de la
desencantada población y un recibimiento entusiasta por parte de los
realistas, la caída de Barcelona, ​​último foco de resistencia, el 4 de
noviembre supuso el fin del trienio liberal y el inicio de nuevo del
absolutismo.
La Santa Alianza intervino contra brotes liberales en otros lugares, en
Nápoles, en Sicilia en el Piamonte …
¿Cuál será la SANTA ALIANZA que nos invadirá ?, y, sobre todo ¿QUÉ TIPO
DE ABSOLUTISMO NOS IMPONDRÁ?

[Analisis] La fiebre amarilla de 1821 en Barcelona y la emergencia actual

Llamamiento a la ciudadanía para evitar el CONTAGIO

– Si ves en la calle unx vendedorx ambulante no llames al número que da el gobierno para denunciar. Acércate y comprale algo. Si notaste que le está faltando usar barbijo no le recrimines, fijate si podes ayudarle con uno. No seas policía.
– Si te enteraste que tu vecinx tiene síntomas o le recomendaron no salir no te quedes mirando por la ventana haber si lx sorprendes saliendo a hacer las compras. Preguntale si necesita algo. No te llenes la boca hablando mal de el/ella porque tuvo que salir y se contagio y según vos es su culpa. No seas policía.
– Si ves gente en la calle caminando por tu barrio intenta no sospechar lo peor, no llames al 911. Capaz tenían que ir a trabajar. No todxs tienen el privilegio de encerrarse en casa con la heladera llena. No seas policía.
– Si tenes que salir a hacer las compras intenta no buscar en el/la que está a tu lado una posibilidad de contagio. Saluda. Entabla conversación. El/la otrx no es tu enemigx. No seas policía.
– Si te encontrás a alguien que vive en la calle no te cruces a la otra vereda temerosx. Si podes salí de tu casa con algo de comida, un barbijo extra, un poco de agua en un bidon. Seguro a alguien le va a servir. Tal vez en momentos como estos te nace la empatia con alguien que no sea un familiar. No seas policía.

EVITEMOS EL CONTAGIO DE YUTAVIRUS.
Es un virus que después no se te va más.

Encadenado a la corona

«La tiranía más temible no es la que toma la forma de arbitrariedad, es
la que está cubierta por la máscara de la legalidad»
A. Libertad, 1907

Con la epidemia de Covid-19 que se extiende por todo el mundo y las
medidas drásticas que se suceden una tras otra desde China a Italia, una
de las primeras preguntas que se le ocurre es preguntarse quién, entre
las gallinas de la autoridad y el huevo de sumisión, actualmente está
haciendo el mayor daño. Esta aceleración abrupta del estado de
controles, prohibiciones, cierres, militarización, obligaciones,
atentados con medios de comunicación, zonas rojas, definición de las
prioridades de los muertos y los que sufren, requisas, confinamientos de
todo tipo, típicos de cualquier situación de guerra o catástrofe, no cae
de hecho. del cielo Prospera en tierras en gran parte aradas por las
sucesivas renuncias de los valientes súbditos del Estado a cualquier
libertad formal en nombre de la seguridad ilusoria,
Como cantaba un anarquista hace casi dos siglos, ser gobernado es, en
principio, equivalente a «ser visto, inspeccionado, espiado, dirigido,
legislado, regulado, cercado, adoctrinado, catequizado, controlado,
estimado, valorado, censurado, ordenado», y esto «Con el pretexto de
utilidad pública y en nombre del interés general». Que la dictadura sea
obra de uno solo, de un grupo pequeño o de la mayoría, no cambia nada;
que no está animado por el vicio o la virtud; ya sea en épocas de
epidemia de domesticidad tecnológica o más trivialmente en épocas de
influencia ciudadana o policial ni siquiera. Cualesquiera que sean las
apariencias protectoras adoptadas por el gobierno de los hombres y las
cosas del momento, cualesquiera que sean los pretextos de seguridad en
los que se basa, cada gobierno es por naturaleza un enemigo de la
libertad, y la situación en progreso no nos demostrará que estamos
equivocados. A esta banalidad básica que deleita a los adoradores del
poder de arriba y hace brillar los ojos de quienes lo anhelan a
continuación, agregamos que ni siquiera hay pastores sin rebaños: si la
existencia misma de una autoridad centralizada en forma de estado lo
permite Ciertamente, la repentina imposición de arresto domiciliario en
una escala sin precedentes para sectores enteros de la población aquí y
allá, sin embargo, es una servidumbre voluntaria en gran parte
integrada, preparada y constantemente renovada para hacer posible este
tipo de medidas y, sobre todo, efectivo. Ayer en nombre de la guerra o
el terrorismo, hoy en nombre de una epidemia, y mañana en nombre de
cualquier catástrofe nuclear o ecológica. A esta banalidad básica que
deleita a los adoradores del poder de arriba y hace brillar los ojos de
quienes lo anhelan a continuación, agregamos que ni siquiera hay
pastores sin rebaños: si la existencia misma de una autoridad
centralizada en forma de estado lo permite Ciertamente, la repentina
imposición de arresto domiciliario en una escala sin precedentes para
sectores enteros de la población aquí y allá, sin embargo, es una
servidumbre voluntaria en gran parte integrada, preparada y
constantemente renovada para hacer posible este tipo de medidas y, sobre
todo, efectivo. Ayer en nombre de la guerra o el terrorismo, hoy en
nombre de una epidemia, y mañana en nombre de cualquier catástrofe
nuclear o ecológica. A esta banalidad básica que deleita a los
adoradores del poder de arriba y hace brillar los ojos de quienes lo
anhelan a continuación, agregamos que ni siquiera hay pastores sin
rebaños: si la existencia misma de una autoridad centralizada en forma
de estado lo permite Ciertamente, la repentina imposición de arresto
domiciliario en una escala sin precedentes para sectores enteros de la
población aquí y allá, sin embargo, es una servidumbre voluntaria en
gran parte integrada, preparada y constantemente renovada para hacer
posible este tipo de medidas y, sobre todo, efectivo. Ayer en nombre de
la guerra o el terrorismo, hoy en nombre de una epidemia, y mañana en
nombre de cualquier catástrofe nuclear o ecológica. La existencia misma
de una autoridad centralizada en la forma de un estado ciertamente
permite la imposición repentina de arresto domiciliario en una escala
sin precedentes para sectores enteros de la población aquí y allá, sin
embargo, es una servidumbre voluntaria en gran parte integrada,
preparada y constantemente renovada para hacer este tipo de medidas
posibles y sobre todo efectivas. Ayer en nombre de la guerra o el
terrorismo, hoy en nombre de una epidemia, y mañana en nombre de
cualquier catástrofe nuclear o ecológica. La existencia misma de una
autoridad centralizada en la forma de un estado ciertamente permite la
imposición repentina de arresto domiciliario en una escala sin
precedentes para sectores enteros de la población aquí y allá, sin
embargo, es una servidumbre voluntaria en gran parte integrada,
preparada y constantemente renovada para hacer este tipo de medidas
posibles y sobre todo efectivas. Ayer en nombre de la guerra o el
terrorismo, hoy en nombre de una epidemia, y mañana en nombre de
cualquier catástrofe nuclear o ecológica.
La emergencia y el miedo son los únicos asesores para los durmientes
aterrorizados que, una vez privados de cualquier mundo interior propio,
se refugiarán en un reflejo condicionado hacia lo único que saben: en
los brazos musculosos de Dad-State y bajo las tranquilizadoras faldas de
Mamma-la-Scienza. Un trabajo diario llevado a cabo no solo por varias
décadas de represión de los refractarios al orden de dominación (del
asalariado, de la escuela, de la familia, de la religión, de la patria,
del género) a partir del último intento de asaltar el cielo en los años
70 , pero también por el conjunto de autoritarios y reformistas que
nunca dejan de querer transformar a los individuos en bandadas, de
acuerdo con un mundo que combina perfectamente la atomización y la
masificación.

«Para el individuo, no hay necesidad dictada por la razón de ser
ciudadano. En efecto. El estado es la maldición del individuo. El estado
debe desaparecer. Es una revolución en la que con mucho gusto
participaría. Destruya el concepto de estado en su totalidad, proclame
que la libre elección y la afinidad espiritual son las únicas e
importantes condiciones de cualquier asociación y obtendrá un principio
de libertad que valdrá la pena disfrutar »
H. Ibsen, 1871

Aproximadamente diez años después de hacer esta observación en una carta
enviada a un crítico literario, el dramaturgo noruego Henrik Ibsen, que
vivió oficialmente en una anualidad, escribió una obra que habría
inflamado a ciertos anarquistas: un enemigo del pueblo. La historia
tiene lugar en un pueblo cuyas aguas están contaminadas por una bacteria
letal, lo que provoca una disputa entre los dos hermanos, el médico y el
prefecto, que fundaron el spa local. ¿Debería cuestionarse su rico
futuro, sí o no, creando las obras desastrosas del sistema de agua de la
aldea, advirtiendo a los habitantes del peligro? Después de convencer a
la multitud de detener todo, el buen doctor verá a este último volverse
contra él bajo la presión de los notables y la influencia del periódico
local, y terminará solo en contra de todos. Pero no te dejes engañar. En
este trabajo, Ibsen no tenía la intención de alabar la verdad de la
ciencia frente al oscurantismo o al mercado (ese mismo año, 1882, la
crítica póstuma de Bakunin derevuelta de la vida contra la ciencia ),
pero para denunciar la tiranía de la «mayoría compacta», de esa masa
versátil que se balancea de acuerdo con los intereses de los poderosos.
Ha pasado más de un siglo desde este éxito teatral que ahora parece ser
de otra galaxia, y el matrimonio entre la razón del estado y la ciencia
de la razón ha demostrado ampliamente todo el horror que fue capaz de
provocar, desde masacres industriales, militares y militares. energía
nuclear masiva dentro y fuera de las fronteras, hasta el envenenamiento
duradero de todo el planeta y la conexión regimentada de las relaciones
humanas. En un mundo globalizado donde los humanos están constantemente
en medio de una reestructuración tecnoindustrial que perturba cualquier
percepción sensible (desde la antigua separación entre lo que se produce
y su propósito hasta el significado de la realidad misma), lo que queda
entonces para los desposeídos cuando ‘ desconocido de un nuevo virus
mortal? Aferrarse a las estadísticas fluctuantes que afirman que
aproximadamente el 70% de la población se verá afectada por Covid-19,
que solo el 15% de los afectados sufrirán síntomas más o menos graves, y
que el 2% morirá en función de la vejez y la vejez. condiciones de salud
anteriores? ¿Seguir como siempre las órdenes de poder que ya gobiernan
cada supervivencia desde el nacimiento hasta la muerte, entre el
chantaje del hambre y el de la prisión, esperando el clima en el que los
administradores de las causas resuelven las consecuencias?
Cuestionándonos acerca de la diferencia entre supervivencia y vida,
entre la cantidad de vida que disminuye inexorablemente hasta su
extinción desde el momento en que naces, y su calidad, lo que queremos
hacer aquí y ahora, independientemente de su duración que no se conoce
de antemano? Una cualidad que también puede cuestionarse cuando se
separa de cualquier aspiración a la libertad, cuando está dispuesto a
ser encarcelado voluntariamente con un simple chasquido de los dedos del
líder.
Dado que, en lugar de sorprenderse por el manejo chino autoritario y
tecnologizado de la epidemia de Covid-19, así es como 60 millones de
italianos se rindieron de la noche a la mañana del 9 de marzo, al más
mínimo espíritu crítico que aceptaba el » Me quedaré en casa » , decretó
el estado durante al menos cuatro semanas después de probar el
establecimiento de una inmensa zona roja que dividió al país en dos. Al
momento de escribir este artículo, este tipo de medidas de cuarentena
rigurosas a gran escala se ha extendido a España (47 millones de
habitantes), mientras que Portugal, Rumania, Serbia y los Estados Unidos
acaban de declarar un estado de emergencia, con todo eso esto implica en
términos de coerción hacia lo irresponsablequien se atrevió a desafiar
el gran período de prisión regulado con permiso para circular entre lo
que en última instancia constituye la base: hogar-trabajo-supermercado.
Para dar una idea de la secuela, el ejército asistido por drones acaba
de desplegarse en España en las estaciones y calles de las grandes
ciudades (policía militar y miembros de la Unidad Militar de Emergencias
, UME), lo mismo en Italia con 7000 soldados. quienes nunca los
abandonaron desde la operación Safe Roads de 2008, y tantos que están en
alerta máxima en anticipación de los disturbios cuando el pico de
contagio llega al sur de la península. Cada país también podrá mantener
por el momentosus pequeñas peculiaridades en términos de permisos de
lugares públicos «no esenciales» para mantener una migaja de fachada
democrática (quioscos y perfumerías en Italia, comerciantes de vino y
hoteles en Francia, mercados y peluquerías en Bélgica), pero sin ninguna
ilusión. sobre su duración.
Estamos presenciando un movimiento de unidad nacional que afecta la
mayoría de las áreas de la vida (supervivencia) en torno a un orden que
se ha dado carta blanca, y esto en un nivel sin precedentes en la
mayoría de los países occidentales desde la Segunda Guerra Mundial. Un
ejercicio de servidumbre voluntaria que había sido bien preparado y
realizado a pequeña escala por las diversas emergencias de «terrorismo»
o «catástrofes naturales» en los últimos años en varios lugares, pero
nunca tanto y con tanta intensidad. Y no hay duda de que es probable que
este ejercicio dure mucho más de lo anunciado, abriéndose a nuevas
situaciones que aún son difíciles de anticipar o predecir.

«El aire está inmóvil. ¡Qué lejos están las aves y las fuentes! Solo
puede haber el fin del mundo, más allá »
A. Rimbaud

Frente a lo que el rebaño puede hacer mejor, hacer entregas, también hay
una serie de individuos que no tienen la intención de presentar tan
fácilmente, por varias razones, otros que ciertamente tratarán de
encontrar agujeros en los dispositivos de confinamiento una vez que el
efecto se haya disipado desorientación (y con la ayuda del aburrimiento
de la auto reclusión), además de aquellos buenos espíritus que tienen la
intención de continuar su trabajo incesante para socavar la dominación o
aprovechar las oportunidades que se abren.
Después de todo, ¿por qué el virus de la autoridad no puede usar el
miedo como siempre lo ha hecho, incluso a costa de exacerbarlo o crearlo
según sea necesario, no solo para intensificar su control sobre los
cuerpos y las mentes, sino también? especialmente para reforzar el
veneno de una sumisión ante un evento inesperado que, al escapar, puede
barajar las cartas ?
¿Qué podría ser más seguro para el poder de una guerra en la que la
unión sagrada, la religión y los sacrificios sueldan a una gran parte de
la población a su alrededor? pero aún más incierto que una guerra
perdida o incapaz de liderar, con un descontento inicial no de oposición
sino de contestación por una mala gestión o un precio demasiado alto a
pagar, lo que a su vez puede conducir a un comienzo Una discusión más
global, si los intentos revolucionarios después de la Primera Guerra
Mundial en los imperios derrotados (Alemania, Rusia, Hungría) todavía te
dicen algo. Se nos dirá que los tiempos han cambiado y que, al menos,
existía una utopía sustitutiva de la existente. Pero esto no significa
que un estado occidental contemporáneo abrumado por el pánico de la
supervivencia,Brigade des réseaux franciliens ) al crear oportunidades,
o por disturbios en ciertas áreas o categorías de la población, y todo
esto dentro de una economía debilitada *, se enfrenta a una nueva
situación que incluso podría salirse de control.
En materia de pacificación social y de conflicto, es algo conveniente
para cualquiera ver las cosas como les conviene o solo lo que se les
presenta en la nariz, y aún más cuando la información difundida por los
portavoces del poder se vuelve cada vez más avariciosa. más evidente en
tiempos de crisis o inestabilidad donde todos cierran las filas. ¿Pero
quién alguna vez pensó que los periódicos o las redes sociales¿fueron el
reflejo de la realidad, o que cuando no dicen nada sobre el antagonismo
en curso, excepto para transformar su significado o alardear de algún
arresto, no pasa nada? Aun sabiendo que es solo al comienzo de un nuevo
período que se abre y podría durar meses, sin seguir ninguna trayectoria
en línea recta, uno de los primeros signos de revuelta provino de las
cárceles italianas, ¡y cómo! Tras las medidas tomadas por el estado
contra la propagación de Covid-19 y también en relación con las cárceles
(prohibición de conversaciones, represión de la semi-libertad y
actividades internas), los primeros asesinatos estallaron el 7 de marzo
y se extendieron a Una treintena de cárceles de norte a sur en tres
días. Al menos 6000 prisioneros se rebelaron: guardias o personal tomado
como rehén,
En otro orden de ideas, siguiendo el gran encierro decretado en los
Alpes, donde cada individuo que está fuera de casa debe tener una
autocertificación (una declaración en la palabra) que certifique la
razón, marcando la casilla entre el trabajo, la salud y otros muy
limitado a las únicas necesidades autorizadas por el Estado (como ir de
compras o sacar a pasear al perro, pero solo y en su propio vecindario),
este último divulgó los datos relacionados con los primeros días del
toque de queda: de 106,000 personas controladas , casi 2,160 fueron
multados por violar el estado de emergencia (11 de marzo), luego de
157,000 inspeccionados, otros 7,100 cayeron (13 de marzo).Los casos más
dispares van desde el impertinente que se atrevió a reunirse para tomar
una cerveza en un parque hasta el descarado que aprovechó la playa
desierta para probar unvoleibol de playa , a un hombre de familia que
fue a comprar una estación de juegos para su hijo atrapado en su casa o
una pareja que prefería pelear cara a cara en lugar de a distancia por
teléfono, hasta que intentó celebrar un cumpleaños con amigos o jugar
tarjetas entre vecinos, aunque el decreto requiere que todos se queden
en casa según la residencia donde estén registrados y que puedan salir
de uno en uno, justificando cada cheque. Muchas ciudades grandes (Milán,
Bolonia, Turín, Roma) han cerrado parques, jardines, ciclovías u otras
playas, para evitar que los recalcitrantes se aprovechen del buen
clima.
Sin embargo, uno no puede evitar pensar que estos tímidos actos de
transgresión están actualmente más vinculados a la multiplicación
repentina de prohibiciones que a una rebelión contra estas medidas. Si
muchos ahora tienen más tiempo libre, lejos de la escuela o del trabajo,
todavía se encuentran encerrados de la misma manera que antes: en la
forma de poder. Desobedecer una orden porque cambia un hábito muy
arraigado demasiado rápido no es lo mismo que rechazar cualquier
autoridad para dar órdenes, o para arrebatar voluntariamente tiempo y
espacio fuera del dominio para convertirlos en otra cosa. Llámelo
economía sagrada o bien común.
Finalmente, dado que solo estamos al comienzo de esta temprana ola
mundial de medidas que también prohíben las manifestaciones callejeras,
especificamos que Argelia que acaba de prohibirlas en nombre de Covid-19
tuvo que enfrentar violaciones masivas el 13 de marzo, en especialmente
en Kabylia, con motivo de la 56ª semana de protestas contra el poder;
que en Chile, donde el levantamiento se reanudó a principios de marzo
después del final de las vacaciones, el ministro de salud anunció que el
país está a punto de entrar en la fase 3 con el establecimiento de una
cuarentena masiva; y que en Francia, donde el estado había decidido el
13 de marzo reducir el umbral para manifestaciones de 1000 a 100
personas, las manifestaciones callejeras siguen siendo una excepción
«útil para la vida de la nación», tolerado por temor a reacciones
también violento,
Finalmente, por parte de los enemigos de la autoridad, muchos corren el
riesgo de ser tomados por sorpresa si no han pensado en la pregunta de
antemano, cuando surge este tipo de situación: no la de una revuelta
inesperada, sino un endurecimiento repentino y brutal de los márgenes.
maniobra, por ejemplo, en términos de desplazamiento como sucedió al
comienzo de la revuelta en Chile con el toque de queda, o de una semana
en Italia y luego en España con la cuarentena de todo el país. Y esto no
solo por la multiplicación de controles, sino también por la
colaboración de los ciudadanos que abandonan el espacio público al
mando, dejando a la intemperie al aire libre o multiplicando las
quejas,
Pensar en la pregunta cuando aún no se ha hecho, por ejemplo, significa
conocer los pasajes que conducen desde casa a lugares más favorables, o
ya haber identificado qué ojos del Estado posados ​​en la parte superior
deben ser perforados para abrir otros nuevos, pero también cómo salir de
la ciudad. con agilidad (¡esta vez con las máscaras recomendadas por el
poder!) o qué caminos de país tomar para anticipar nuevos controles y
puntos de control en el horizonte. También significa, otra dificultad
del gran confinamiento, imaginar cómo y dónde obtener algunos medios
para actuar en caso de escasez de suministros anticipados (muchas
tiendas no alimentarias están cerradas). Esto también puede ser una
oportunidad fácil para reconfigurar el problema de la comunicación no
mediada por la tecnología entre cómplices más o menos dispersos, cuya
circulación puede de repente volverse más complicada y, ¿por qué no? –
para encontrar otros nuevos que, por sus propios motivos, sientan la
misma necesidad de escapar de la invasión de los controles de la calle
(el gran encarcelamiento voluntario tiene esta característica
particular, que pone aún más a todo el grupo de personas que no tienen
la intención de inclinarse). Por lo tanto, hay muchas cuestiones que
deben abordarse con urgencia, y oportunidades para repensar, observar y
cambiar la mirada en un territorio conocido ayer, pero en el que los
espacios y los márgenes también pueden disminuir drásticamente aquí,
pero expandirse en otros lugares, o ser transformados por los nuevos
imperativos del poder para gestionar solo los flujos epidémicos
hogar-trabajo-supermercado. sienten la misma necesidad de escapar de la
invasión de los controles de la calle (el gran encarcelamiento
voluntario tiene esta característica particular, que pone aún más al
conjunto de personas que no tienen la intención de inclinarse). Por lo
tanto, hay muchas cuestiones que deben abordarse con urgencia, y
oportunidades para repensar, observar y cambiar la mirada en un
territorio conocido ayer, pero en el que los espacios y los márgenes
también pueden disminuir drásticamente aquí, pero expandirse en otros
lugares, o ser transformados por los nuevos imperativos del poder para
gestionar solo los flujos epidémicos hogar-trabajo-supermercado. sienten
la misma necesidad de escapar de la invasión de los controles de la
calle (el gran encarcelamiento voluntario tiene esta característica
particular, que pone aún más al conjunto de personas que no tienen la
intención de inclinarse). Por lo tanto, hay muchas cuestiones que deben
abordarse con urgencia, y oportunidades para repensar, observar y
cambiar la mirada en un territorio conocido ayer, pero en el que los
espacios y los márgenes también pueden disminuir drásticamente aquí,
pero expandirse en otros lugares, o ser transformados por los nuevos
imperativos del poder para gestionar solo los flujos epidémicos
hogar-trabajo-supermercado.
Por parte del poder, la mayoría de los planes de crisis implementados
en varios países (en Italia y España, con Alemania o Francia aún
bloqueados por las próximas elecciones administrativas) hasta ahora
revelan algunas constantes que también sería una pena ignorar.
Por ejemplo, es una oportunidad para que el capitalismo impulse una
aceleración de lo que algunos han estado llamando durante algún tiempo
la cuarta revolución industrial (después de la del vapor, la
electricidad y la tecnología de la información), o la interconexión
digital total en todas las áreas de la vida (desde física hasta biología
o economía). Piénselo: cientos de millones de estudiantes de primaria a
universidad que de repente pasan a diferentes países en cursos
permanentes a distancia después del cierre de todos los lugares de
enseñanza física; tantos trabajadores que, por su parte, se dedican al
teletrabajo (20 a 30% en promedio), independientemente de si están
acostumbrados; la multiplicación del diagnóstico a escala masiva a
través de una pantalla interpuesta después de la saturación de los
estudios médicos; La explosión de los pagos con tarjeta de crédito por
temor a contaminarse mediante la manipulación de monedas y billetes. Y
si a todo esto agregamos el hecho de que las poblaciones confinadas se
dedican voluntariamente a todo lo que les impide pensar o soñar,
lanzarse a compras en línea, en series de TV, en juegos de transmisión o
en comunicación virtual entre humanos, queda claro que las antenas de
las redes de telefonía móvil, los cables de fibra y otros nodos de
conexión óptica (NRO) o, más simplemente, las redes de energía que
alimentan todo esto, asumen una importancia que es incluso diez veces
mayor. No solo por producción o pasatiempos,
Luego, sabiendo que una hermosa antena, un transformador, un poste
eléctrico o un cable de fibra se vuelven más cruciales que nunca al
mismo tiempo para pasar el tiempo de confinamiento, para el trabajo y la
educación masiva a distancia, pero también para la transmisión de
entregas de energía en una bata blanca y para la sombra tecnológica del
control (y no solo en China o en Corea del Sur), ¿no abre esto pistas
interesantes para romper esta nueva normalidad de la cual la energía se
beneficia por completo? Sin mencionar el posible efecto de avalancha,
dado el aumento más que consecuente en el tráfico de Internet y
teléfono, así como la menor disponibilidad de técnicos debido a una
enfermedad …
El segundo punto que parece constante en los planes de emergencia
europeos, es la prioridad dada al mantenimiento mínimo del transporte,
con el fin de llevar a los trabajadores no confinados a industrias y
servicios definidos como críticos, para perpetuar el flujo de mercancías
por camión o ferrocarril a este último, así como el suministro de
ciudades cuyas reservas están notoriamente limitadas a unos pocos días.
Aquí también, esta es una oportunidad que no se debe pasar por alto para
aquellos que desean desestabilizar los sectores económicos que el
gobierno pretende preservar a toda costa y que se vuelven más visibles
(en Cataluña actualmente se habla de crear corredores especiales para
trabajadores sanos y bienes para ciertos lugares de producción).

En tiempos de emergencia y crisis en estos niveles, en los que todas
las relaciones sociales están brutalmente expuestas (en términos de
desposesión como una prioridad para el estado y el capital), en las que
la servidumbre voluntaria guiada por el miedo puede convertirse
rápidamente en pesadilla, en la que el dominio debe adaptarse a su vez
sin controlarlo todo, saber cómo actuar en territorio enemigo no solo es
una necesidad para aquellos que no tienen la intención de asfixiarse en
su pequeña jaula, sino que también es un momento importante para lanzar
nuevos costados contra dispositivos oponentes. En cualquier caso, cuando
luchamos por un mundo completamente diferente hacia una libertad sin
medida.

* A modo de ejemplo, varias industrias están comenzando a
desacelerarse debido a la interrupción de las cadenas de suministro de
China, mientras que Alemania acaba de anunciar préstamos garantizados
por el estado por 550 mil millones de euros a las empresas. ayuda aún
más fuerte que la implementada durante la crisis financiera de 2008.
Muchos comienzan a hablar de un período de recesión mundial.

[Analisis] Encadenado a la corona

 

[de avis de tempetes #27]

Italia – La insurrección en tiempos de coronavirus

Extraído y traducido desde Round Robin.

Finalmente, el evento desestabilizador, el que habría bloqueado el sistema capitalista, ha llegado.
Y, como imaginábamos, la causa no son las acciones de algún grupo de revolucionarios, ni un territorio, ni una población en rebelión. El evento surge en el cuerpo capitalista y, dentro de él, con la misma velocidad con la que un virus se propaga dentro de un cuerpo orgánico, se está propagando, bloqueando varias funciones.

Por esta razón, en uno de los muchos apéndices, el llamado Italia, se solicita una nueva prueba de obediencia a partir del martes 10 de marzo. Olvidando mencionar las causas reales de lo que ahora es una pandemia, se imponen nuevas prohibiciones, nuevas limitaciones a las libertades individuales ya limitadas.

Salir de casa ya no es posible, excepto para comprar alimentos, ya que la posibilidad de producirlos por sí mismos se ha negado desde hace mucho tiempo a la mayoría de las personas.
Encerrarse en las cuatro paredes retuiteando #iorestoacasa es la triste propuesta a la que los buenos ciudadanos italianos se ven obligados.

Y así como es como se puede evitar el desastre ecológico, haciendo coches eléctricos diferentes y comprados de la misma manera, se puede bloquear la propagación del coronavirus, lo que obliga a las personas a no salir más de la casa. El sistema capitalista descarga sus responsabilidades sobre los hombros de sus sujetos y, como la medicina moderna, interviene en el síntoma, no en la patología.

Un acontecimiento totalmente humano, demasiado humano.

Casi todos se olvidan de recordar que si el virus pudo expandirse, dejando de lado las tesis de conspiración que, aunque convincentes, no cambian la sustancia de las cosas, un batido de murciélago llega a la garganta de alguien porque los cambios climáticos causados ​​por humanos, hacen que el ambiente, previamente hostil sean más adecuado para ciertos microorganismos.
Olvidan recordar que se extendió tan rápidamente debido a la concentración excepcional de mano de obra que las ciudades están sobrepobladas en millones, aunque diferentes entre sí.
Por la locura que lleva a los humanos y los bienes, entre los cuales miles de millones de seres vivos destinados a la nutrición humana y parte de los mismos humanos, también se consideran de un lado del mundo al otro.

Hasta hace unas semanas, en promedio más de 12 millones de personas volaban todos los días, 4.5 mil millones al año [1], posibles portadores de cualquier virus. El coronavirus es el del momento.
Y así, la retórica de los fascistas y la clase dominante mundial actual se desmantela, las fronteras cerradas para aquellos que no tienen dinero y documentos y abiertas para aquellos que los tienen son los mismos que han permitido la propagación del virus en todo el mundo.
Rápido y cómodo en clase ejecutiva … ¿brindis de bienvenida? ¿Coronavirus o Sars?

Cómo reacciona el Estado

Toda la península, y pronto Europa, está siendo militarizada, surgen nuevas fronteras, puestos de control controlados por uniformados armados. El movimiento de mercancías ha sufrido un fuerte colapso, y el cada vez menos libre tránsit de personas casi ha sido encarcelado.
Todos en casa obedientes a la prohibición, por temor a ser infectados o propagar el virus.
O simplemente para ser castigado.

Quien no tiene un hogar, quien no tiene los documentos requeridos por el dominio, es por su propia existencia, prohibido. Ya no puede pasar desapercibido en ciudades desiertas, y se encuentran a merced de los mirones sin ojos que pueden ver, si no aquellos, en estos casos ciegos, de control.

El estado de emergencia permite medidas excepcionales, medidas de emergencia para un mayor control social. Las medidas, como sucedió, por ejemplo, con las adoptadas en todo Occidente para la «lucha contra el terrorismo», se volverán permanentes.

Hay quienes proponen replicar el modelo aplicado en Corea del Sur y enfrentan la epidemia al rastrear los movimientos de las personas a través de grandes datos (big data).
Al rechazar cada vez más a las personas, ¿por qué no deberían hacer que el seguimiento sea constante, no solo por los gigantes tecnológicos, sino también por el estado, de todos los ciudadanos con la excusa de la salud pública o la seguridad pública? ¿O más bien ambos? Lluvias de aplausos en los debate público.

Del mismo modo, prohibir las reuniones por un coste supuestamente más alto, el de la salud pública, podría poner fin a los movimientos de masas que han desafiado a la organización social actual en todo el mundo en los últimos meses.

Entonces, si los disturbios de Hong Kong se extinguieron por el virus y el chileno es llevado nuevamente a horizontes constituyentes y reformistas, ¿qué mejor para el estado de los Alpes que medidas excepcionales para ‘contener la epidemia’ y dar un golpe definitivo a la incontrolable, aunque sea por las afirmaciones tendencialmente reformistas del movimiento de los chalecos amarillos?

Cómo se reinventa el capitalismo

La organización capitalista, si supera este período, podría aprovechar la emergencia para llevar a todos a la cuarta revolución nndustrial. Tratando de desalentar las actividades realizadas fuera del hogar, la sociabilización y la asociación- y con esto la posibilidad de encuentro, confrontación, organización, revuelta… seguimos refiriéndonos a las revueltas que han sacudido a los gobernantes del mundo sólo en el último año.

Prefiriendo en su lugar sólo la sociabilidad y la agregación virtual -ya hay quienes definen las transmisiones en vivo como «conciertos»-, el consumo en línea, la construcción de entornos cada vez más adaptados y menos arriesgados, llevan progresivamente a las personas a ser incapaces de hacer frente a situaciones de conflicto real que no pueden resolverse con una simple desconexión.

Pasando de lo local a lo mundial, algunos economistas más previsores esperan con interés una posible reestructuración del capitalismo en los próximos años, una importante reducción de la globalización y de los mercados financieros. Quizás nos esperan economías más locales y menos interconectadas, cadenas de producción más cortas, continentes que apuntarán a una especie de autarquía, fronteras aún más cerradas.

Junto con una menor interdependencia, hay una mayor posibilidad de conflicto, porque si mi economía ya no depende de la suya y usted ya no produce los componentes de mis misiles, ¿por qué debería evitar la guerra si usted toca mis intereses?

¿Cuánto tiempo llevará pasar de una «guerra convencional» a la madre de todas las guerras, la nuclear? ¿El que en pocas horas, como el dominó, mataría a decenas de millones de personas? [2]

Ahora vemos al planeta siendo liberado del parásito humano más cercano…

¿Qué vamos a hacer? Algunas hipótesis sobre el futuro

Aunque ampliamente anticipada, una epidemia de este tipo nos sorprende sin estar preparados para la velocidad y la rápida agitación de nuestra vida cotidiana.

Por lo tanto, debemos entender qué hacer ahora, qué acción nos permitirá militarizar el país y qué esperar del futuro, tratando de predecirlo.

En el futuro inmediato, lo primero que debemos hacer es comunicarnos, no aislarnos. Hay que alimentar el debate en torno a la emergencia, confrontarse, hacer circular textos y propuestas, críticas. Y luego tratar de compartir las situaciones en las diferentes ciudades, en los diferentes territorios. Informe de los puntos de control, las formas de control aplicadas, cuántos respetan o no las prohibiciones. Tener una idea más clara del panorama general nos facilitará movernos, encontrarnos, confrontarnos y actuar.

Conscientes de que nuestros movimientos pueden causar nuevas infecciones, incluso de personas que no queremos que se infecten. Cada persona decide si actúa para el contagio y, tal vez, la extinción – que ciertamente no ocurrirá dentro del año – o para otra cosa. Lo que es seguro es que la necesidad de disfrazarse abre nuevas posibilidades de anonimato, con la tranquilidad de los amantes de la imagen y la identificación. Por lo tanto, obtendremos máscaras, de todo el cuerpo hacia abajo para poder actuar en situaciones públicas, cubiertas y serenas.

Entonces ciertamente apoyaremos a aquellos que se oponen a las nuevas restricciones. Por el momento, la gente está encerrada en lugares donde casi todas las libertades individuales son negadas, las prisiones. Según los datos difundidos por los medios de comunicación, en 6000 personas se han rebelado en pocos días, de norte a sur, alguien, tras haber tocado el linchamiento de una directora, logró escapar. Entre los prisioneros se cuentan las primeras muertes violentas de este período excepcional.

Un período que probablemente podría durar un par de meses, pero si, como dicen algunas institutrices, el 60-70% de las personas se infectan por el virus, podría durar mucho más.

Un largo período de cuarentena, movilidad limitada, controles, prohibiciones de reuniónares. Esto no será suficiente para una vuelta a la normalidad, si acaso la evidencia de que vivimos en un período pre-apocalíptico.

La economía actual, al menos tal y como la conocemos, difícilmente podrá soportar un largo período de emergencia y estancamiento.

Después de algunos días, ya estamos asistiendo al registro negativo de la Bolsa de Milán, a las huelgas espontáneas y sin mediación de los sindicatos, a los bloqueos de los puertos, a las revueltas antes mencionadas, a las violaciones generalizadas de las prohibiciones.

En unas pocas semanas, las necesidades básicas, la comida, pueden empezar a escasear.

Así que la gente con tiempo para dedicar a la inusual actividad de pensar podría decidir dirigir su ira hacia aquellos que causan su hambre, su encarcelamiento: este mundo y sus más fieles sirvientes.

Y las revueltas de cada período histórico nos muestran que los enojados, los rebeldes, siempre saben qué golpear.

Así que esperemos a que las situaciones se precipiten y tratemos de dar nuestra contribución revolucionaria a los estallidos de ira, posibles exasperaciones, protestas, saqueos, revueltas.

Estamos seguros de que será suficiente para esperar…

Pero los impacientes podemos sentir un fuerte deseo de dar nuestra contribución a la revolución –antes del colapso- Así que alguien quizás quiera dar un golpe más al derrotado sistema de producción cortando sus suministros de energía. Quitarle el poder a ese sistema que mata, encadena a miles de millones de personas a la producción y devasta los territorios en los que se desarrolla para producir bienes cuya economía y control se necesita, no a nosotros.

Alguien más puede decidir atacar el sistema de infraestructura, el mismo que permitió al virus -y a sus sucesores seguros [3]- moverse a tal velocidad. Por supuesto, pueden retrasar el suministro a las distintas ciudades, pero no hemos optado por desvincular completamente la producción de alimentos de los territorios donde se consumirán.

Alguien particularmente imaginativo podría en cambio atacar objetivos originales, en este mundo incluso golpeando a ciegas, no se equivoca – casi nunca. Y quién sabe si atacar, por ejemplo, los estancos, impidiendo la satisfacción de ciertas adicciones, no podría finalmente hacer estallar la rebelión de los fumadores y los jugadores de lotería.

Nos espera un futuro de fantasía rebelde contagiosa.

De las habitaciones a las plazas

Lo que debemos hacer, ya sea que la emergencia dure sólo unas pocas semanas o se prolongue, es salir de la cuarentena, recuperar el aire, las calles, las plazas, los territorios en los que vivimos. Más allá del lema, significa volver a vivir fuera de los lugares cerrados, un hábito que tal vez mucha gente se esfuerce por recuperar, acostumbrada a la seguridad de los muros de su apartamento. Habrá que desentrañar el legítimo temor y la desconfianza que surge en estos días en cada reunión, al acercarse demasiado unos a otros.

Pero podemos imaginar que la apertura – o antes, el forzamiento – de las jaulas de cuarentena, especialmente si la duración será consistente, hará que la gente vuelva a salir a la luz con truenos.

Sin, por necesidad, la voluntad de volver a la vida anterior, pero con la voluntad de volver, con el trueno precisamente, en las plazas, en las calles, en los parques. Los lugares donde estallaron los eventos insurreccionales chilenos, como cualquier otro momento insurreccional de la historia.

Volver y afirmar con la palabra y la acción el rechazo total de un mundo basado en la dominación del otro -sea la naturaleza, el animal, el humano- y por lo tanto en el exterminio, la devastación del medio ambiente, la guerra, el patriarcado, el trabajo asalariado y muchas otras mierdas que destruiremos.

La negativa a vivir en un mundo que por su naturaleza favorece la propagación de tales epidemias y que ha infectado todo o casi todo el trabajo. Restricción que, además de dedicar vidas enteras a enriquecer y mantener el poder de los responsables, mata sistemáticamente todos los días [4].

Y por lo tanto abandonando el trabajo para la propagación de huelgas espontáneas.

Volviendo a las plazas y calles para superar ese momento de excepcionalidad que suelen dar los levantamientos contemporáneos, que llegan a momentos de conflicto muy altos, sin embargo, carentes de la meta de convertirse en permanentes.

Esto, en nuestra opinión, es el mayor límite y una de las principales causas de los fracasos a largo plazo de las revueltas e insurrecciones del último período.

Esto, junto con el deslumbramiento que dan las propuestas de las asambleas constituyentes, es la bajada del horizonte de lo revolucionario a la reforma y fortalecimiento del sistema actual.

Volviendo a la historia contemporánea, podemos ver cómo las plazas fueron varias veces los lugares donde otra cultura intentaba nacer, la hija de los siglos que la precedieron, pero no sólo una insípida alternativa de la capitalista.

Es en cambio la alternativa sosa que a menudo, por desgracia, proponemos en los lugares donde vivimos.

Pero podemos hacerlo mejor…

En una constante re-discusión del yo y de nosotros, de nuestras relaciones. Una exploración hecha de imaginación, curiosidad, autocrítica, para deconstruir la cultura de la dominación a favor de algo nuevo.

De modo que en los espacios abiertos, que por naturaleza alejan el sectarismo y la identidad, cada categoría, cada identidad finalmente se disuelve entre los rebeldes y sus fuegos.

Para que lo impredecible y lo excepcional se convierta en nuestra vida cotidiana.

Un final que viviremos

Si este es el principio del fin, o sólo una mayor exacerbación de la crisis, todavía no lo podemos saber. Lo que es seguro es que esta pandemia dejará una cicatriz indeleble en la vida y la imaginación de todos. Así como en el propio sistema. Lo que es seguro es que la idea de que este es «el mejor de todos los mundos posibles» se abandonará incluso a los más obstinados defensores del capitalismo. Ni siquiera los de buena fe.

Y así, si los fundamentos ideológicos fallan, el sistema económico se derrumba y la devastación causa estragos en el rostro del capital, siempre puede devolvérseles las llamadas “responsabiliidades individuales”. Se comienza a vislumbrar el declive del antropocentrismo

En este horizonte, miles de millones de seres vivos se levantan de nuevo, percibiendo la posibilidad de un futuro de libertad.

Ante nosotros, lo inexplorado, lo desconocido. Se trata de elegir abandonar nuestras propias certezas para explorar las infinitas posibilidades que nos esperan. Los exploraremos con una emoción, con la exaltación del descubrimiento, de la vista de lo totalmente nuevo.

Y lo haremos con alegría

desde el borde del abismo, hacia un amanecer de revuelta y liberación

1] Datos sobre los pasajeros de vuelos en 2019 https://www.iata.org/en/iata-repository/publications/economic-reports/airline-industry-economic-performance-december-2019-report/-december-2019-report/

2] Según un estudio, una guerra atómica entre la OTAN y Rusia causaría 34 millones de muertes en 5 horas https://www.vanguardngr.com/2019/09/research-how-a-war-between-us-and-russia-would-kill-34-million-in-hours/

3] La epidemia del Ébola que causó más de 11.000 muertes entre 2013 y 2016 en África central no se propagó al resto del mundo sólo porque el flujo de personas hacia y desde los países capitalistas menos avanzados es mucho menor que el flujo entre los países capitalistas avanzados o dominantes. Pero dadas las condiciones actuales es muy probable que otras epidemias se propaguen en el futuro.

4] Sólo en la bota, sólo en 2019, un promedio de 3 personas murieron cada día para un total de 1089 personas. No hemos encontrado datos globales, pero serán cientos, si no miles, de personas por día. https://www.vegaengineering.com/dati-osservatorio/allegati/Statistiche-morti-lavoro-Osservatorio-sicurezza-lavoro-Vega-Engineering-31-12-19.pdf

[Italia] La insurrección en tiempos de coronavirus

Desbordar lo gestionable

Una de las definiciones que ofrece la rae de gestionar es la de ocuparse de la administración, organización y funcionamiento de una empresa, actividad económica u organización.
Es un término que, evidentemente, proviene de la esfera económica, del mundo jurídico-empresarial que se ha instalado en todos los ámbitos de nuestras vidas, de tal manera que ya forma parte fundamental de nuestro quehacer diario.
Todo es susceptible de ser gestionado, todas las personas somos susceptibles de ser gestionadas (incluso de autogestionarnos) Cualquier concepto que consigamos pensar es gestionable: personas, conflictos, relaciones, emociones, entorno, tiempo, migraciones… Nada ha conseguido escapar al poderoso influjo de la mercantilización. Todo es un producto, todos lo somos. Los grandes gurús, encumbrados como la voz de sus amos, nos alientan a que seamos buenos gestores. Todo esto sucede porque hasta el último rincón de nuestra vida ha sido conquistado por la megamáquina capitalista y convertido en simple producto.
Ya no se afrontan conflictos ni retos, se gestionan. Ya no se reclama ni se confronta, se gestiona. Ya no se sufre ni se ama porque ahora las emociones se gestionan. Todo se ha convertido en una maldita burocracia individualizada.
Los gobiernos han adoptado como su forma habitual de funcionamiento la gestión de la crisis permanente, sometiéndonos a la excepcionalidad constante, convirtiéndola así en la norma. De esta forma, la crisis es continua y su gestión imprescindible. En nombre de esta constante urgencia el poder encuentra mil y una oportunidades para reestructurarse y poder modificar sus mecanismos de control una y otra vez mientras la mayoría espera la llegada de mejores tiempos. Tiempos que nunca van a llegar.
Lo lógico sería pensar que la crisis es el fracaso del sistema, es decir, lo que vivimos en la actualidad no sería otra cosa que la gestión sin fin de un derrumbe que nunca acaba de llegar pero que no podemos (¿queremos?) evitar porque, en última instancia, la lucha siempre acaba siendo por ver qué forma de gestionar es mejor. Porque hemos perdido la capacidad de imaginar siquiera algo diferente.
Hemos adoptado el vocabulario del enemigo y lo hemos interiorizado hasta hacerlo nuestro. Con ello, hemos aceptado su marco conceptual, su lógica de razonamiento, la del beneficio económico. Somos parte de él, jugamos en el mismo equipo.
La única opción es desbordar lo gestionable, imposibilitar su forma de gobernarnos, de dominarnos. Hacer impensable la neutralización de conflictos, de posibilidades de cambio. Romper el marco teórico que constriñe todo cuanto sucede a día de hoy para poder así negar la gestión. Porque, en última instancia, negar la gestión es negar la posibilidad de ser gobernados. Es abrir la puerta hacia un nuevo horizonte.

Quebrantando el silencio

 

In Corpore Vili (en Viles Cuerpos)

“El propósito del terror y sus actos es extorsionar totalmente a los hombres para que se adapten
a su principio, de modo que ellos también, en última instancia, reconozcan un solo propósito: el de la autopreservación. Cuanto más inescrupulosos sean los hombres en su supervivencia, más se convertirán en títeres psicológicos de un sistema que no tiene otro propósito que el de mantenerse en el poder”.

Leo Löwenthal, 1945

Aquí vamos. Hace unas horas, se declaró un estado de emergencia sanitaria a nivel nacional. Casi un cierre total. Calles y plazas semidesiertas. Prohibido salir de la casa sin una razón considerada válida (¿por quién? por las autoridades, por supuesto). Prohibido juntarse y abrazarse. Prohibida la organización de cualquier iniciativa que proporcione incluso un mínimo de presencia humana (desde fiestas hasta asambleas). Prohibido estar demasiado cerca. Suspensión de toda socialidad. Advertencia de permanecer encerrado en casa tanto como sea posible, aferrándose a algún aparato electrónico en espera de noticias. Obligación de seguir las directrices. Obligación de llevar siempre una “autocertificación” que justifique sus movimientos, aunque salga a pie. Para quienes no se sometan a esas medidas existen sanciones que pueden suponer el arresto y la detención.

¿Y todo esto por qué? ¿Por un virus que sigue dividiendo a los mismos expertos institucionales sobre su peligrosidad real, como lo demuestran las mismas controversias entre virólogos de opiniones opuestas (sin mencionar la indiferencia sustancial mostrada por muchos países europeos)? Y si en lugar del coronavirus, con una tasa de mortalidad del 2-3% en todo el mundo excepto en el norte de Italia (quién sabe si es el ácido nucleico que se degrada al entrar en contacto con la polenta, o si es el delicado linaje del Valle del Po), hubiera llegado éstas tierras un Ébola capaz de diezmar la población en un 80-90%, ¿qué habría pasado? ¿Se pasaría directamente a esterilizar los focos de contagio mediante bombardeos?

Ciertamente, considerando los vínculos entre la dinámica de las sociedades industriales y la moderna concepción occidental de la libertad, no es sorprendente que se aplique una política que impone el arresto domiciliario y los toques de queda a todas las personas para frenar un contagio viral. Lo que es sorprendente, en cualquier caso, es que tales medidas se transpongan de manera tan pasiva, no sólo toleradas, sino introyectadas y justificadas por casi todas las personas. Y no sólo por los juglares de la corte que invitan a todo el mundo a quedarse en casa, no sólo por los ciudadanos respetables que se animan (y controlan) mutuamente, seguros de que “todo irá bien”, sino incluso por aquellos que hoy -frente al infeccioso hombre del saco- ya no están dispuestos a escuchar los (hasta ayer aclamados) estribillos contra el “estado de excepción”, prefiriendo tomar partido a favor de una materialidad fantasmagórica de los hechos. Por lo que vale la pena, ya que nunca como en los momentos de pánico (con el eclipse de la razón que conlleva) las palabras resultan inútiles, volvamos al psicodrama popular en curso en el Belpaese, a sus efectos sociales más que sus causas biológicas.

Si este virus vino de murciélagos o de algún laboratorio militar secreto, ¿cuál es la diferencia inmediata? Nada. Una suposición es tan buena como otra. Más allá de la falta de información y de conocimientos más precisos en este ámbito, sigue siendo válida una observación trivial: en realidad, virus similares pueden ser transmitidos por ciertas especies animales, al igual que puede haber alguien más cínico o descuidado entre los numerosos aprendices de brujo de las “armas no convencionales”. ¿Y qué?

Dicho esto, debería ser muy obvio que en el mundo actual es la información la que decreta lo que existe. Literalmente, sólo existe lo que se habla en los medios de comunicación. Lo que no dicen no existe. Desde este punto de vista, tienen razón los que sostienen que para detener la epidemia, bastaría con apagar la televisión. Sin el alarmismo mediático que se ha levantado a su alrededor, inicialmente sólo aquí en Italia, nadie habría prestado mucha atención a una forma inesperada de gripe, cuyas víctimas habrían sido recordadas sólo por sus seres queridos y algunas estadísticas. No sería la primera vez. Esto es lo que ocurrió con las 20.000 víctimas causadas aquí en Italia desde el otoño de 1969 por la influencia de Hong Kong, la llamada “influencia espacial”. En esa época los medios de comunicación hablaban mucho de ello. Desde el año anterior venía sembrando la muerte en todo el planeta, sin embargo, se consideró simplemente como una forma de influencia (gripe) más virulenta de lo habitual. Y eso fue todo. Después de todo, ¿podéis imaginar lo que habría causado la proclamación del estado de emergencia en Italia en diciembre de 1969? Las autoridades podrían haberlo hecho, pero sabían que no podían permitírselo. Habría sido la insurrección. Tuvieron que conformarse con el miedo sembrado por las masacres de Estado.

Ahora bien, ¿es sensato creer que un virus del extremo oriente ha explotado en el mundo con tal virulencia sólo aquí en Italia? Es mucho más probable que sólo aquí en Italia los medios de comunicación decidieron destacar la noticia del brote. Que se trate de una elección voluntaria o de un error de comunicación, podría ser, a la larga, objeto de debate. Lo que es demasiado obvio, por otra parte, es el pánico que han desatado. Y ¿a quién y qué beneficia?.

Porque, debemos admitir, no hay nada más capaz de sembrar el terror que un virus. Es el enemigo perfecto, invisible y potencialmente omnipresente. A diferencia de lo que sucede con los yihadistas de Oriente Medio, su amenaza se extiende y legitima la necesidad de control casi indefinidamente. Sólo hay que vigilar ocasionalmente a los posibles torturadores (a algunos), pero siempre las posibles víctimas (todas). No es sospechoso “el árabe” que deambula por lugares considerados sensibles, sino el que respira porque respira. Si un problema de salud se convierte en un problema de orden público, si se piensa que la mejor manera de curar es reprimir, entonces queda claro por qué uno de los candidatos al puesto de super-comisario de la lucha contra el coronavirus era el ex jefe de policía en la época del G8 en Génova 2001 y actual presidente de la principal industria bélica italiana (pero como los negocios son los negocios, al final prefirió un gerente con formación militar, el director gerente de la agencia nacional de inversión y desarrollo empresarial). ¿Se trata tal vez de responder a las demandas expresadas en el Senado por un conocido político, que declaró que “ésta es la tercera guerra mundial que nuestra generación se ha comprometido a vivir, destinada a cambiar nuestros hábitos más que el 11 de septiembre”? Después de Al-Qaeda, aquí está Covid-19. Y aquí están también los boletines de esta guerra a la vez virtual y viral, el número de muertos y heridos, las crónicas de los frentes de batalla, la narración de los actos de sacrificio y heroísmo. Ahora bien, ¿de qué ha servido la retórica de la propaganda de guerra en el curso de la historia, si no es para dejar de lado cualquier divergencia y movilizarse para unirse en torno a las instituciones? En momentos de peligro, no debe haber divisiones y mucho menos críticas, sino sólo un apoyo unánime bajo la bandera de la patria. Por lo tanto, en estas horas dentro de los edificios, se airea la idea de un gobierno de salud pública. Sin olvidar un primer efecto secundario nada inoportuno: quien desentone [NT: el discurso oficial, se entiende] sólo puede ser un derrotista, digno de ser linchado por alta traición.

Como ya se ha dicho, no sabemos si esta emergencia es el resultado de un proyecto estratégico premeditado o de una carrera para intentar reparar un error. Sin embargo, sabemos que – además de aplanar cualquier resistencia a la dominación quee la industria farmacéutica sobre nuestras vidas – servirá para extender y consolidar la servidumbre voluntaria, para hacer que la obediencia sea introyectada, para acostumbrarse a aceptar lo inaceptable. ¿Qué podría ser mejor para un gobierno que hace tiempo que ha perdido toda apariencia de credibilidad y, por extensión, para una civilización que claramente se está pudriendo? La apuesta lanzada por el gobierno italiano es enorme: establecer una zona roja de 300.000 kilómetros cuadrados como respuesta a nada. ¿Puede una población de 60 millones de personas actuar repentinamente y ponerse en manos de quienes prometen salvarlos de una amenaza inexistente, como un perro Pavlov babeando al simple sonido de una campana? Éste es un experimento social cuyo interés en los resultados trasciende las fronteras italianas. El fin de los recursos naturales, los efectos de la degradación del medio ambiente y el constante hacinamiento anuncian el desencadenamiento de conflictos en todas partes, cuya prevención y gestión por parte del poder requerirá medidas draconianas. Esto es lo que algunos ya han llamado “ecofascismo”, cuyas primeras medidas no serán muy diferentes de las adoptadas hoy por el gobierno italiano (que de hecho sería el deleite de cualquier estado policial). Para probar tales medidas a gran escala, Italia es el país catalizador adecuado y un virus es el perfecto pretexto transversal.

Hasta ahora los resultados para los ingenieros de anime parecen emocionantes. Con muy pocas excepciones, todo el mundo está dispuesto a renunciar a toda libertad y dignidad a cambio de la ilusión de la salvación. Si el viento favorable cambia de dirección, siempre pueden anunciar que el peligroso virus ha sido erradicado para evitar el efecto bumerán. Por el momento, han sido los reclusos asesinados o masacrados durante los disturbios stallados en una treintena de prisiones después de que se suspendieran las visitas. Pero obviamente no se trata una vergonzosa “carnicería mexicana”, sino de un encomiable control de plagas italiano. El hecho de que la emergencia ofrezca a las autoridades la posibilidad de adoptar públicamente un comportamiento que hasta ayer se mantenía en secreto se puede ver también en los pequeños hechos de las noticias: en Monza una mujer de 78 años visitó la policlínica porque sufría de fiebre, tos y dificultades respiratorias, fue sometida a TSO [Tratamiento Sanitario Obligatorio] después de haberse negado a ser hospitalizada por sospecha de coronavirus. Dado que el TSO, establecido en 1978 por la famosa ley 180, sólo puede aplicarse a los llamados enfermos psíquicos, esa hospitalización forzada fue un “abuso de poder” (como les gusta decir a las bellas almas democráticas). Uno más de los muchos cometidos a diario, sólo que en este caso no fue necesario minimizarlo ni ocultarlo, y se hizo público sin la más mínima crítica. De la misma manera, siete extranjeros culpables de… jugar a las cartas en un parque. Es lo mínimo que podría pasarle a los posibles propagadores de la plaga carentes de “sentido de la responsabilidad”.

Sí, responsabgigantescogigantescogigantescoilidad. Esa es una palabra que está en boca de todos hoy. Hay que ser responsable, un impulso que se martillea constantemente y que traducido por el neolenguaje del poder sólo significa una cosa: hay que obedecer las normas. Sin embargo, no es difícil comprender que es precisamente obedeciendo como se evita toda responsabilidad. La responsabilidad tiene que ver con la conciencia, el feliz encuentro entre la sensibilidad y la inteligencia. Llevar una máscara o estar encerrado en casa sólo porque un funcionario del gobierno lo dictó no indica responsabilidad activa, sino obediencia pasiva. No es el resultado de la inteligencia y la sensibilidad, sino de la credulidad y la habilidad condimentada con una buena dosis de cobardía. Para que sea un acto de responsabilidad debe surgir del corazón y la cabeza de cada individuo, no ser ordenado desde arriba e impuesto bajo la amenaza de un castigo. Pero, como es fácil de adivinar, si hay una cosa que el poder teme más que cualquier otra, es precisamente la conciencia. Porque es de la conciencia que nace la protesta y la revuelta. Y es precisamente para esterilizar toda conciencia que somos bombardeados 24 horas al día por los programas de televisión más triviales, entretenimiento telemático, charlas de radio, melodías de teléfono… un gigantesco proyecto de formateo social cuyo propósito es la producción de idiotez en masa.

Ahora bien, si se consideran las razones aducidas para declarar esta emergencia con un mínimo de sensibilidad e inteligencia, ¿qué saldría de ello? Que un estado de emergencia inaceptable ha sido declarado por razones no razonables por un gobierno poco fiable. ¿Puede ser creíble un Estado que ignora las 83.000 víctimas causadas cada año por un mercado en el que tiene el monopolio, y que le da un beneficio neto de 7.500 millones de euros, cuando pretende establecer una zona roja en todo el país para frenar la propagación de un virus que, según muchos de los mismos virólogos, contribuirá a causar la muerte de algunos centenares de personas que ya están enfermas, e incluso a matar a algunas de ellas directamente? ¿Tal vez ha pensado alguna vez en bloquear fábricas, centrales eléctricas y automóviles en todo el país para evitar que 80.000 personas mueran por la contaminación del aire cada año? ¿Y es este mismo Estado que ha cerrado más de 150 hospitales en los últimos diez años el que ahora pide más responsabilidad?

En cuanto a la materialidad de los hechos, permitidnos dudar si realmente queremos enfrentarnos a ella. Seguramente no lo querrán los siniestros imbéciles que, ante la masacre llevada a cabo en todos los ámbitos por esta sociedad, sólo son capaces de vitorear la venganza del “buen Estado benefactor” (con su salud pública y sus grandes obras útiles) sobre el “mal Estado liberal” (tacaño con los pobres y generoso con los ricos, totalmente desprevenido y mal preparado para afrontar la “crisis”). Y menos aún los buenos ciudadanos dispuestos a quedarse sin libertad para obtener migajas de seguridad.

Porque enfrentarse a la materialidad de los hechos significa también y sobre todo considerar lo que quieres hacer con tu cuerpo y tu vida. También significa aceptar que la muerte pone fin a la vida, incluso a causa de una pandemia. También significa respetar la muerte, y no pensar que puedes evitarla confiando en la medicina. Todos vamos a morir, todos nosotros. Es la condición humana: sufrimos, nos enfermamos, morimos. A veces con poco, a veces con mucho dolor. La loca medicalización, con su delirante propósito de derrotar a la muerte, no hace más que arraigar la idea de que la vida debe ser preservada, no vivida. No es lo mismo.

Si la salud – como la OMS ha venido afirmando desde 1948 – no es simplemente la ausencia de enfermedad, sino el pleno bienestar físico, mental y social, es evidente que toda la humanidad está crónicamente enferma, y ciertamente no a causa de un virus. ¿Y cómo se debe lograr este bienestar total, con una vacuna y un antibiótico a tomar en un ambiente aséptico, o con una vida vivida en libertad y autonomía? Si los hospitales pasan tan fácilmente la “presencia de parámetros vitales” como una “forma de vida”, ¿no es porque han olvidado la diferencia entre la vida y la supervivencia?

El león, el llamado rey de los animales, símbolo de la fuerza y la belleza, vive una media de 10-12 años hasta que es libre en la sabana. Cuando está en un zoológico seguro, su vida útil puede duplicarse. Encerrado en una jaula, es menos hermoso, menos fuerte, es triste y obeso. Le han quitado el riesgo de la libertad para darle seguridad. Pero de esta manera ya no vive, a lo sumo puede sobrevivir. El ser humano es el único animal que prefiere pasar sus días en cautiverio en lugar de en la naturaleza. No necesita que un cazador le apunte con un rifle, está voluntariamente entre rejas. Rodeada y aturdida por las prótesis tecnológicas, la naturaleza ya no sabe lo que es. Y está feliz, incluso orgulloso de la superioridad de su inteligencia. Habiendo aprendido a hacer las matemáticas, sabe que ocho días como un ser humano es más que uno como un león. Sus parámetros vitales están presentes, sobre todo el considerado fundamental por nuestra sociedad: el consumo de bienes.

Hay algo paradójico en el hecho de que los habitantes de nuestra titánica civilización, tan apasionados por los superlativos, se pongan nerviosos frente a uno de los microorganismos vivos más pequeños. ¿Cómo se atreven unas pocas decenas de millonésimas de pulgada de material genético a poner en peligro nuestra existencia pacífica? Es la naturaleza. Dicho brutalmente, hablando entre nosotros, considerando lo que le hemos hecho, también sería justo que acabara con nosotros. Y todas las vacunas, cuidados intensivos, hospitales en el mundo, nunca podrán hacer nada al respecto. En lugar de pretender domesticarla, deberíamos (re)aprender a vivir con la naturaleza. En sociedades salvajes, es decir, sin relaciones de poder, no en los estados civilizados.

Pero esto implicaría un “cambio de comportamiento” que sería muy mal recibido por los que nos gobiernan, por los que quieren gobernarnos y por los que quieren ser gobernados.

[12/3/20]

traducido de:

https://finimondo.org/node/2442

Interrupciones…

No hay nada nuevo en que la vida social se desarrolle a distancia. Durante mucho tiempo se ha convencido a la gente de que la mejor manera de comunicarse y relacionarse es mediante el uso de un dispositivo. Las prótesis del ser humano, el smartphone y similares, han transformado la forma de estar juntos, de estar informados, de aprender, de comunicarse, de escribir y de leer.
El siguiente paso es la robotización de la vida, la técnica que impregna cada lugar, cada aspecto de la vida cotidiana. Una superación de la naturaleza y lo natural en favor de los seres y lugares artificiales.
Tal escenario no necesita vida social, no necesita relaciones, emociones, pensamientos, sólo necesita orden, disciplina, regulación, máquinas. Quizás el Dominio intente dar un paso adelante y utilizar un problema de salud, la propagación de un virus, para conseguir una disciplina generalizada, el resto vendrá solo. Nos recuerda a la ciencia ficción, pero los estados tienen herramientas con siglos de antiguedad a las que recurrir sin tener que acudir a lo desconocido.
El distanciamiento social impuesto por las leyes, que prohíben los besos y abrazos, y la supresión de la mayoría de las actividades sociales, recuerda a los estados de excepción, que imponen reglas de vida social que deben obedecerse para evitar ser denunciadx o detenix. Y, en efecto, el establecimiento de zonas rojas y puestos de control, la restricción de la libertad de circulación, la obligación de aislamiento domiciliario para quienes procedan de zonas consideradas infectadas y controladas por la policía, pero sobre todo la prohibición de las reuniones, es decir, de las reuniones públicas, es la gestión policial de un problema sanitario. No sorprende que en las diez normas recomendadas por el Estado italiano para evitar la propagación del virus, se prevea que en caso de fiebre, se deba contactar primero con lxs Carabinieri. Los estatutos de emergencia son las medidas previstas también en situaciones de conflicto insurreccional, como ocurrió recientemente en Chile.
El Estado decreta por ley que lxs ciudadanxs son de su propiedad y puede disponer de ellxs como considere oportuno. No se imponen estados de excepción por cuestiones de salud ni por el bienestar de la población, sino para hacer que las normas se introyecten, para inculcar disciplina. De hecho, la forma más segura de obtener obediencia es sembrar el terror, el miedo. Crear ansiedad y pánico, divulgando contínuamente los datos, haciendo todo sensacionalista y excepcional. El miedo es una práctica de guerra y tortura, así como de gobierno, y en esto, los estados también están especializados. La guerra ha vuelto a cobrar importancia a la fuerza, después de haber sido alejada durante muchos años. Hoy en día la guerra está aquí, en todas partes. Los jefes de estado se declaran en guerra contra un enemigo bastante singular: un virus, que no es su verdadero adversario u objetivo, sino sus propios súbditos. Por eso, quizás el asunto más importante en juego sea mantener vivo el pensamiento crítico, sin restarle importancia a nada. Después de haber industrializado y devastado la naturaleza , desertificado el pensamiento (de la mano de la enonomia), ahora se están anulando los sentimientos. Sin besos, sin abrazos.
Sin embargo, si el Dominio nos quiere totalmente dependientes de él, si el Estado cancela la vida social y en parte la económica, significa que no necesitamos al Estado. Que podemos autoorganizar nuestras iniciativas, nuestras formas de educación, nuestras economías, nuestros entretenimientos. Y en este caso, tampoco necesitamos a la ciencia ficción, sino experiencia, memoria, voluntad y coraje.
Una de las caminos nos lo sugieren lxs presxs que luchan en las cárceles italianas, a quienes éste estado de emergencia pretende enterrar vivxs.

Que la normalidad sea interrumpida, sí, pero por la revuelta.

Biblioteca Anárquica Desordine, Lecce (Italia)

[Traducido de Roundrobin.info]

El peor virus… la autoridad

El macabro balance de bajas aumenta cada día, y en el imaginario colectivo de cada uno aparece la sensación, al principio vaga y poco a poco más fuerte, de estar siempre amenazados por La Dama de la Guadaña. Para cientos de miles de seres humanos, este imaginario no es nuevo; ese donde la muerte puede caer sobre cualquiera, en cualquier momento. Basta pensar en los condenados de la tierra sacrificados cotidianamente en aras del poder y el beneficio: los que sobreviven bajo las bombas de los Estados, en medio de infinitas guerras por petróleo o recursos minerales,; los que conviven con la radioactividad invisible provocada por accidentes o por residuos nucleares; los que atraviesan el Sahel o el Mediterráneo y son encerrados en campos de concentración para inmigrantes; los que llegan escuálidos debido a la misera y a la devastación general provocada por la agroindustria y la extracción de materias primas… Y en el territorio que habitamos, en tiempos no muy lejanos, también hemos conocido el terror de masacres a escala industrial, de bombardeos, de campos de exterminio… siempre creados por la sed de poder y riqueza de los Estados y los jefes, con sus siempre fieles ejército y policía.

Pero no, hoy no estamos hablando de esos rostros desesperados que constantemente tratamos de mantener distantes de nuestros ojos y nuestras cabezas, ni de una historia que ya ha pasado. El terror se empieza a difundir en el reino de la mercancía y de la paz social y es causado por un virus que puede atacar a cualquiera – aunque obviamente no todos tendrán las mismas posibilidades de curarse – . Y lo hace en un mundo habituado a la mentira, donde el uso de cifras y estadística es una de las principales formas de manipulación mediática, en un mundo donde la verdad es continuamente escondida, mutilada y transformada por los medios de comunicación; solo podemos intentar juntar trozos, hacer hipótesis, intentar resistir a ésta movilización de las mentes y preguntarnos: ¿en qué dirección estamos avanzando?

En China, después en Italia , se han ido imponiendo nuevas medidas represivas cada día, hasta llegar a un límite que ningún estado se había atrevido a sobrepasar: la prohibición de salir de casa y desplazarse por el territorio excepto por motivos de trabajo o de estricta necesidad. Ni siquiera la guerra permitiría la aceptación de medidas de tal magnitud por la población. Pero este nuevo totalitarismo tiene el rostro de la Ciencia y la Medicina, de la neutralidad y el interés común. Las empresas farmacéuticas, las de telecomunicaciones y las nuevas tecnologías encontrarán la solución. En China, la imposición de geolocalización para registrar cada movimiento y cada caso de infección, el reconocimiento facial y el comercio electrónico ayudan al Estado a garantizar la reclusión de cada ciudadano en su casa.

Los mismos Estados que han basado su existencia en detención, guerra y masacre – también de su propio pueblo –, imponen su “protección” a través de prohibiciones, de fronteras y de hombres armados. ¿Cuánto tiempo durará esta situación? ¿Dos semanas, un mes, un año? Sabemos que el estado de emergencia declarado tras los atentados ha sido actualizado más veces, hasta la integración definitiva de las medidas de emergencia en la legislación francesa. ¿Dónde nos llevará esta nueva emergencia?

Un Virus es un fenómeno biológico, pero el contexto donde nace, su propagación y su gestión son cuestiones sociales. En la Amazonía, África u Oceanía, poblaciones enteras han sido exterminadas por los virus llevados por los colonos, mientras éstos últimos imponían su dominio y su forma de vida. En los bosques tropicales, los ejércitos, los comerciantes y los misionarios empujaron a las personas – que antes ocupaban el territorio de manera dispersa – a concentrarse alrededor de escuelas, en pueblos o ciudades. Ésto facilitó la enormemente la difusión de epidemias devastantes. Hoy en día la mitad de la población mundial vive en ciudad, alrededor de los templos del capital, y se alimenta de productos de la agroindustria y la ganadería intensiva. Cualquier posibilidad de autonomía ha sido erradicada por los Estados y la economía de mercado. Y mientras la mega-máquina del dominio siga funcionando, la existencia humana estará siempre más sometida a catástrofes que bien poco tienen de «naturales», y a una gestión de quienes nos privan de cualquier posibilidad de determinar nuestra vida

A menos que… en un escenario cada vez más oscuro e inquietante, los seres humanos decidan vivir como seres libres – aunque sea por una horas, unos pocos días o algunos años antes del final – en lugar que encerrarse en un agujero de miedo y sumisión. Como han hecho los presos de 30 cárceles italianas ante la prohibición de visitas por Covid-19, rebelándose contra sus secuestradores, destrozando y quemando sus celdas, y, en algunos casos consiguiendo fugarse.

¡Ahora y siempre en lucha por la libertad!

[Panfleto distribuido en París el 14 de Marzo de 2020, durante la manifestación de Los Chalecos Amarillos]