Pronto, cerca de tu casa

Pronto, cerca de tu casa

Semanas después de nuestro encarcelamiento inicial, finalmente estamos siendo liberados poco a poco. Liberados, decimos, porque muy pocos se quedaron en sus casas por su propia voluntad. Algunos sí, pero la mayoría no tenían otra opción. La histeria mediática censuradora de cualquier alternativa, las multas, la intimidación policial y sus agresiones han sido suficientes para mantener encerradas incluso a las almas más rebeldes. El monstruo salió de la niebla solo para retirarse nuevamente, sin que nadie sepa cuándo podrá volver a levantar su fea cabeza.

Sin embargo, aquí en el sur de Europa, no hemos sido abandonados durante la cuarentena. No hemos sido olvidados como los muertos. Carrefour ha mantenido sus estantes repletos. Si uno insistía, podía encontrar y acumular papel higiénico. Amazon nunca nos decepciona, pero a 10,000 $ por segundo eso no es sorprendente. Orange suministrando datos en tiempos de necesidad, pero con nuestra sociedad exigiendo la mejora en telecomunicaciones, una actualización del arcaico 4G es esencial. En un período de hibernación, como han elegido etiquetarlo, la gran industria ha disfrutado de un banquete a medianoche mientras que los demás, nos vimos obligados a dormir. Parece que la “destrucción creativa” de Holzmann es exactamente lo que estamos presenciando: una buena limpieza a fondo, barriendo el desorden hacia los rincones para así poder hacer espacio a uno nuevos y elegantes muebles.

El bombardeo científico muestra pocas señales de desaceleración. Los datos, cifras, gráficos, académicos de mucho peso e incluso carteras aun mas pesadas continúan imponiéndonos una historia que debe ser aceptada. Nuestras ideas, experiencias y vidas no son más que noticias falsas en una Nueva Normalidad donde las únicas fuentes fiables son las promesas de los partidos políticos en nuestros periódicos favoritos. Todo el mundo puede opinar pero rechazar esta trama que nos han transcrito, es como apoyar el asesinato. Las cifras primero se dispararon, luego se moderaron, pero la muerte sigue golpeando y, sin embargo, todo lo que vemos en nuestro sombrío paseo hacia la tienda, son las caras a las que una vez sonreímos, evitando nuestra mirada.

La vida que estamos viviendo ahora fue diseñada a partir de un modelo de la transición a la democracia, dice el policía, con la pistola presionando suavemente su cadera. Qué afortunados somos de haber tenido todo este tiempo juntos, dice el marido, peinando el cabello de su esposa para poder cubrir su ojo amoratado. Muchos países no tendrán los privilegios que tenemos aquí, anuncia el director de una ONG, mirando por la ventana los rascacielos de Madrid.

Cuando este fantasma abandone Europa, la vida continuará en su memoria. Las aplicaciones descargadas para protegernos del contagio continuarán rastreando; el “seguimiento de contactos” integrado, se convertirá en un seudónimo de socializar. El software de reconocimiento facial, perfeccionado en detectar a aquellos que usan máscaras, se convertirá en una práctica estándar. Las reuniones no solicitadas de más de dos personas son una amenaza para la salud pública y nuestro conocido distanciamiento social se ha hecho más grande. En este momento, si hay algo de verdad en lo que dicen, el virus estará devastando África, pero hay otras formas de lidiar con eso.

Si estamos todos juntos en esto, sea lo que sea “esto”, y se supone que es nuestro deber proteger a los vulnerables, entonces no es el momento de tomar la píldora azul, tumbarse y disfrutar de Matrix. Las generaciones crecerán entendiendo que esta normalidad es nueva, en referencia a una pandemia que no recuerdan. El contacto humano será una maniobra de terrorismo biológico y refutar a la ciencia se considerará de locos. Los horarios de actividades, elaborados para nosotros, prescribirán claramente los límites del esfuerzo humano a medida que la cena llegue hasta nuestra puerta desde una cuenta de Uber, y entregada por un vecino del portal de al lado que nunca conocerás. No es necesario conocerse. Solo toma una foto y déjala en el portal.

Al contrario de lo que se ha dicho, el capitalismo no es el virus. El capitalismo es una relación social basada en un sistema económico que explota metódicamente a los excluidos. Las reglas no están amañadas y definitivamente, no han cambiado. Los enemigos son quienes siempre han sido: el capital, -su amante de toda la vida- el estado; sus manipuladores, defensores y beneficiarios, la clase rica y dominante; y su defensa, la policía, el ejército y las instituciones de seguridad afiliadas. Incluso la religión está perdiendo su significado ya que este proceso de arrasar y nivelar, anuncia firmemente a la ciencia como único Dios y a sus críticos como el Diablo. Lo que está haciendo el capitalismo, en su interacción de relaciones fluctuantes entre estos elementos, es lo que siempre hace: adaptarse para satisfacer sus propios intereses creados. La belleza de una economía de mercado flexible es que puede doblarse y ajustarse según la oferta y la demanda, pero al doblar la demanda, la oferta puede operar con mayor eficiencia. Así como el capitalismo requiere de la homogeneización del lenguaje para agilizar sus transacciones, empujando a lenguas y dialectos minorizados hacia la irrelevancia, la homogeinización de los requisitos del consumidor y la necesidad de ciertas tecnologías allanan el camino hacia un poder menos abarrotado.

Mucho se ha dicho sobre los ataques a la clase trabajadora. Nos llenamos la boca hablando de los despidos y las suspensiones de contratos, y el trabajo «en negro» clama al cielo, pero, en realidad, todo esto ha sido así de claro desde el comienzo de los tiempos. El poder capitalista, desde sus inicios, ha estado explotando brutalmente, solo que ahora nos está obligándo a tragarnos nuestra desesperación. Con un delicioso mercado inmobiliario de activos líquidos donde poco a poco se eliminan los grumos, lo que permite que capital más establecido amplíe su alcance al reducir los costos laborales más bajos. Aquellos que han estado luchando durante semanas/meses, aceptarán cualquier contrato. La gloriosa flexibilidad de las subcontratas y el trabajo temporal desmonta cualquier suposición de que cunaquier persona necesita un salario digno y estable, ya que las interfaces electrónicas mejoran la eficiencia que los humanos frenaban. Todos los pasatiempos culturales que echamos de menos, se han vuelto totalmente irrelevantes a medida que el Capital va haciendose cargo de “nuestro barrio”. Cada afirmación de que “x no está a la venta” ha sido dejada de lado por la, ahora evidente, respuesta de que “sí, querida, lo está. Tú estás en venta.”

Recordemos que las personas que imponen estas medidas son las mismas personas que derraman sangre, día tras día, en guerras mundiales por motivos políticos. Las mismas personas que hacen pedazos la tierra y la envenenan hasta el núcleo, ya que los recursos más importantes a extraer son las ganancias y el poder. No olvidemos que aquellos que exigen nuestra sumisión y conformidad son exactamente aquellos que, una y otra vez, nos obligan a seguir el camino de la crisis en una economía que nunca pedimos de todos modos. Las mismas intenciones que aumentan los alquileres y bajan los salarios. Las mismas manos que golpearon a los migrantes sin un atisbo de remordimiento. Las mismas armas que mataron a Carlo Giuliani en Génova en 2001, Alexandros Grigoropoulos en Atenas en 2008 y Mark Duggan en Londres en 2011.

Cualquier virus que haya existido no ha sido derrotado, controlado o desmontado. Los ingredientes están ahora en su punto correcto y la receta ha sido perfeccionada. Mientras esperamos el próximo curso, engordando lentamente con las migajas que caen de la mesa de los poderosos y recordando lo fácil que es olvidar. La próxima gran catástrofe está descansando antes de entrar a trabajar. Frente a una de las mayores transformaciones económicas y sociales de la era actual, uno debe recordar que aquellos en quienes muchos buscan una solución, incluso supuestos revolucionarios, no son más que monstruos: creadores de una Nueva Brutalidad a la que estamos haciendo cola para participar.

Boletìn La Oveja Negra: El trabajo es la peste

El trabajo mata. El trabajo enferma. «Me matan si no trabajo y si trabajo me matan.» La existencia del trabajo mata, tengamos o no un empleo. Matan e invalidan los automóviles que transportan o van y vienen del trabajo. Matan, invalidan y enferman las máquinas del taller y la fábrica. Mata, golpea y humilla la división sexual del trabajo. Mata y envenena la producción de alimentos y materias primas. Mata y hambrea y la falta de trabajo. Mata mediante suicidio y enferma la falta de trabajo.

En un mundo con trabajo jamás habrá suficiente para todos. El desempleo es una condición del mundo del trabajo. El desempleo es un rasgo permanente y estructural de la sociedad capitalista, que precisa de una masa de desocupados para garantizar bajos costos salariales y condiciones laborales siempre deficientes. En otras palabras, si todos estuviésemos empleados o tuviésemos la posibilidad de cambiar de un empleo a otro podríamos exigir siempre mejores sueldos o mejores condiciones laborales sin el fantasma del desempleo pisándonos los talones.

Sin embargo, nuestra realidad es que quienes somos privados de nuestros medios de producción generalmente debemos vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir. Aunque existen otras posibilidades como sobrevivir a costa de ayudas estatales o del robo o la estafa, lo cual se asemeja bastante a un laburo.

El término proletariado es relativamente antiguo, tiene más de 2000 años y se rastrean sus orígenes en el Imperio romano. Los proletarii (los que crían hijos) eran quienes conformaban la clase social más baja (la sexta clase), los pobres sin tierra. Exentos del servicio militar y de impuestos, carecían de propiedades y solamente podían aportar prole (hijos) para engrosar los ejércitos del imperio. El término fue rescatado por Karl Marx, seguramente en sus estudios de Derecho romano, para identificar en el capitalismo a la clase sin propiedades ni recursos más que su fuerza de trabajo y sus hijos. Los proletarios modernos que, privados de medios de producción propios, nos vemos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo para poder existir.

En unos viejos manuscritos de Marx, de 1844, señalaba que: «en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. (…) Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro.»

Por tanto, es evidente que cuando insistimos otro 1° de mayo con la consigna «¡Abajo el trabajo!» no estamos proponiendo abandonar el empleo mientras existe el mundo del trabajo, sino que proponemos la lucha por abolir la sociedad del trabajo, y por tanto de la propiedad y de su administrador: el Estado. No proponemos dejarnos morir de frío y hambre sino luchar por un mundo sin dinero: el comunismo. Para que nuestra especie pueda satisfacer en común sus necesidades de alimento y techo, así como de goce y creatividad sin convertirlas en una coartada para generar ganancias y jerarquías sociales.

Índice de mortalidad

De acuerdo al Informe Anual de Asesinatos Laborales en Argentina ha muerto más de un trabajador por día en su puesto de trabajo en el año 2019: «Considerando los días laborables, es decir quitando domingos y feriados, la recurrencia se traduce en una trabajadora o trabajador cada 14 horas.»

El espacio Basta de Asesinatos Laborales (BAL), desde el año 2018 y mediante un observatorio propio, realiza un relevamiento de los asesinatos laborales en Argentina, recopilando todas las noticias publicadas por medios de comunicación y relevando las cifras oficiales que publica la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT). Desde el espacio señalan a su vez que en el último informe han logrado incluir buena parte de aquellos perpetrados sobre trabajadores no formales, a la vez que comenzaron a analizar los casos de enfermedades laborales que no concluyen en muertes.(1)

Estiman que aproximadamente 200 de los 534 casos relevados en el presente informe no fueron reconocidos por ninguna patronal ni cubiertos por ninguna Aseguradora de Riegos de Trabajo (ART).

Es importante recordar que en este informe sólo se incluyen las muertes en el lugar de trabajo, excluyéndose los asesinatos llamados in itinere (en el desplazamiento de la casa al trabajo y del trabajo a la casa). Históricamente, sabemos, esos asesinatos, que tampoco accidentes, son de una magnitud semejante a los ocurridos en el trabajo.

La causa más numerosa de muertes laborales es el choque de vehículos. Esto se da especialmente en transporte de cargas pero afecta también a otros trabajadores que desarrollan sus tareas en la vía pública. Y nos es imposible separar esto de la peste urbanística. Los denominados accidentes de tránsito son una de las principales causas de muerte en el mundo entero. La experiencia nos demuestra que mientras existan ciudades y automóviles no se podrán evitar, por más campañas de concientización que se realicen. El automóvil se apropia de las calles de la ciudad con una agresividad comparable a los tanques de guerra en territorio enemigo. No solo las rutas y autopistas, la ciudad está diseñada para el transporte, por tanto es más bien excluyente de los seres vivos o los incluye en tanto que transporte de la mercancía fuerza de trabajo.

Debemos señalar la falta de descanso, el apremio por los tiempos, la falta de personal, el no respeto por el descanso entre jornadas, así como la falta de mantenimiento de los vehículos. Pero tampoco podemos plantear aisladamente el problema del transporte, debemos ligarlo siempre al problema de la ciudad, de la división social del trabajo y la división del espacio capitalista: un lugar para trabajar, otro lugar para alojarse, otro para aprovisionarse, otro para instruirse y otro para divertirse.

En segundo lugar se encuentra la construcción, donde son altamente frecuentes los “accidentes” de todo tipo. Y aquí se deben hacer algunas precisiones. En esta rama, el trabajo no registrado es mucho mayor que en la mayoría de las actividades (abarca más del 40% de los trabajadores asalariados), y además hay un alto porcentaje de falsos cuentapropistas que en realidad trabajan para empresas constructoras. Las principales causas de muerte suelen ser el derrumbe o desplome de edificios y las caídas de altura. Ambas formas son indicadores claros de trabajo en condiciones precarias, sin equipamiento ni instalaciones seguras.

En tercer lugar, nos encontramos con la actividad agropecuaria, donde el trabajo precario es moneda corriente. Aquí debemos tener en cuenta que, al igual que en la construcción, el trabajo no registrado es muy elevado (llegando a casi al 50%), de modo que el subregistro de las muertes también es muy pronunciado en este sector.

También cabe señalar la importante, e inesperada, cantidad de muertes detectadas en la rama de la administración pública y la educación. Demostrando que los asesinatos laborales no se dan sólo en el ámbito privado sino también entre los trabajadores del Estado, y que no es necesario estar en zonas o trabajos de riesgo para morir por las ganancias de un burgués y por el mantenimiento del orden capitalista.

En base al relevamiento del Informe de BAL cerca de la mitad de los trabajadores muertos eran personas jóvenes, menores a los 40 años. La edad promedio es de 42 años. Pero también resaltan aquellos casos de personas de edad avanzada, que deberían estar jubiladas y murieron trabajando para, contradictoriamente, ganarse la vida. Además, como se señaló en el anuario 2019, se conocen casos de personas jóvenes, en su primer empleo o sus primeros días de trabajo, que fueron enviadas por las jefaturas a realizar tareas muy peligrosas, sin la capacitación adecuada y los elementos de seguridad necesarios.

En este marco, quienes confeccionaron el Informe comparten una inquietud respecto de los datos de su observatorio: la baja proporción de mujeres que hay en la totalidad de los asesinatos laborales relevados, los cuales constituyen el 10% de los casos. Señalan también que, al ser mayormente elaborados a partir de las noticias publicadas en distintos medios de comunicación, lamentablemente los datos reproducen la carencia de información sobre otras identidades de género que pueden ser invisibilizadas en la construcción de las noticias.

Podemos agregar que, en Argentina, según datos del 2015, el porcentaje de las mujeres que trabajan o buscan hacerlo se ubicó en 66,6% si se considera a la población de entre 25 y 54 años. Entre los hombres, en cambio, en ese rango de edades el índice llega a 94,3%.

Las cifras en Argentina son muy ilustrativas: en cuanto a las denominadas actividades primarias (agricultura, ganadería, pesca, caza, forestal, minería) la participación de mujeres es mucho menor, al igual que en la industria, el sector de electricidad, agua y gas, así como en la construcción. En el comercio la relación no es tan drástica, y aún más equilibrada en lo que refiere a servicios. En salud y educación la proporción de mujeres es mayor, y alcanza el 99% en el trabajo doméstico. Del mismo modo en la prostituciín la amplia mayoría de quienes la ejercen no son hombres.

Donde sea que miremos podemos observar que los trabajos llevados a cabo por mujeres son generalmente aquellos considerados “femeninos”. Por otra parte, ya que algunas mujeres tienen bebés en algún momento de sus vidas, el mercado considera que todas las mujeres pueden tener bebés y van al mercado de trabajo con una desventaja potencial. En la sociedad capitalista la exaltación de la maternidad convive con su consideración como un obstáculo.(2)

Enfermedad laboral

Así como el trabajo fulmina en minutos o segundos, hay muertes que se producen lentamente. La explotación nos daña física y psíquicamente, si es que vale la pena hacer tal diferencia.

En dicho Informe señalan que el patrón de desgaste, o sea el modo y la velocidad con que las patronales nos enferman, nos accidentan e incluso nos matan, depende del lugar y la forma en que participamos en la producción.

En Argentina la mayoría de las denuncias de enfermedades laborales hechas a las ART son negadas, dadas por preexistentes o se culpabiliza a los mismos trabajadores de sus enfermedades. Del mismo modo que se culpa a los trabajadores en los “accidentes”. Las empresas de salud así como los sindicatos también tienen como prioridad la ganancia ante la vida, esto no hay que olvidarlo jamás. Y cuando se hacen cargo monetarizan las muertes, las mutilaciones, las enfermedades, nada escapa de la lógica capitalista, de la cual son aguerridos defensores.

Y la moral del trabajo naturaliza nuestras molestias y lesiones: “son gajes del oficio”, “no te quejes que este es un trabajo de hombres”, “se queja porque es una histérica”, “el trabajo no es pesado, son vagos”, “le pasó porque se descuidó”, “ya vino loco de antes”.

Y cuando se atienden las enfermedades o lesiones la medicina lo hace, cómo no, desde la ideología dominante. La forma de atender y entender las enfermedades por parte de este modelo es fundamentalmente biologicista, individualista y ahistórica. Y esta concepción no es inocente ni está aislada del resto de explicaciones de la realidad que el capitalismo pretende imponer. No puede más que fundamentar técnicamente la idea de que la enfermedad está causada por agentes externos que causan daños sobre un huésped en un ambiente dado. Es decir, los fenómenos se consideran aislables y de carácter individual lo cual permite identificar los agentes presentes en un ambiente para buscar la corrección de su incidencia. Pero son las condiciones laborales las que nos enferman, su exigencia, su inestabilidad, su rutina, su esfuerzo desmedido, su violencia institucional, sus movimientos repetitivos, sus acosos sexuales, las largas jornadas, el salario que nunca alcanza, la mierda que generalmente producimos.

¡Abajo el trabajo!

Desde el comienzo dijimos que no se trata de accidentes. Porque hay desidia y desprecio de los patrones, sea este un particular o el mismísimo Estado. Estos “accidentes” son responsabilidad absoluta de quienes mantienen y se benefician de este orden capitalista: patrones, empresarios, sindicalistas y gobernantes. Ellos son quienes calculan las pérdidas en dinero, se rompa una maquinaria, se pierda una licitación, pierdan un juicio o se muera un trabajador.

No fueron hechos aislados, son el resultado del ahorro patronal, de la falta de control estatal en connivencia con los sindicatos. Podemos afirmar que si pudieron evitarse no son accidentes, son asesinatos. Pero ¿pueden evitarse completamente? La triste realidad es que no, porque como señalábamos al comienzo de eso se trata el mundo del trabajo: de generar ganancias y no de crear lo necesario para vivir y cuidar a quienes trabajamos. Esto queda demostrado en las denominadas “huelgas a reglamento” (o “huelgas de celo”), la cual consiste en que los trabajadores cumplan estrictamente la normativa laboral de salud e higiene, y con rigurosa aplicación de las disposiciones de los convenios laborales. Esto causa una paralización de la actividad, dejando en evidencia que el trabajo precisa hacerse mal, rápido y a lo bruto para que funcione y genere las ganancias necesarias.

Hay, entonces, una necesidad que nos lleva más allá del trabajo, y es la de generar una profunda transformación social.

Es a partir de nuestras condiciones de existencia que sacamos las lecciones para “hacer teoría” y no tenemos “principios” previos a los hechos. El malestar y la necesidad que padecemos quienes trabajamos, las situaciones de precariedad y peligro a las que nos vemos sometidos, nos fuerzan a tomar conciencia de la sociedad en la que estamos y a la cual contribuimos día a día a mantener. De nosotros depende ampararnos en personajes que nos quieren dirigir y nos llevan a diversos callejones sin salida o comenzar a pensar y explorar otras posibilidades. Para esto es importante que no confundamos la defensa de la fuerza de trabajo con la defensa de la fuente de trabajo. Ni defendamos la ganancia de los explotadores. Ni confiemos en quienes viven de nuestro esfuerzo. No sirve atacar individuos sin atacar su rol social. Es cierto que la injusticia no es anónima, tiene nombre y dirección, pero cambiarle el rostro y mudarla no acaba con la injusticia.

En 1886, los proletarios revolucionarios recordados como “los mártires de Chicago” luchaban en lo inmediato por las 8 horas, es decir, por trabajar menos. Y luchaban también por la revolución social, por el comunismo y la anarquía. La revolución social no es algo diferente de nuestras necesidades urgentes, aunque tampoco es simplemente la suma de nuestras reivindicaciones inmediatas. Las reivindicaciones por menos horas de trabajo o para no exponernos a determinados riesgos en nuestros lugares de trabajo, manteniendo el mismo salario, son un ataque directo a nuestros explotadores, a su ganancia. Asumamos esa lucha hasta el final.

Y eso significa reapropiarnos de los medios para la satisfacción de las necesidades de alimento, techo, vestimenta, placer, comunicación y transporte, con el objetivo de atacar al Capital y abolir las clases sociales y el Estado. El salto entre las revueltas y la revolución no se resuelve con una unificación política o sindical del proletariado sino por las rupturas necesarias con el orden existente.

¡Viva el 1° de mayo! ¡Viva la revolución social!

 
 
Notas:
1. Sin embargo también señalan que, según datos del INDEC del tercer trimestre de 2019, el 35% del total de los asalariados del país tiene empleos no registrados (sin aportes jubilatorios). A eso hay que sumarle un 9,7% de “cuentapropistas” en la población activa que en muchos casos no son más que asalariados no blanqueados por sus patrones. Estas cifras nos permiten aproximarnos a la dimensión del problema, ya que no existe ningún organismo estatal que se ocupe de las muertes y enfermedades de esta enorme masa de trabajadores. Estas personas no sólo se ven expuestas a una gran pérdida de derechos laborales básicos (como los aportes sociales) sino que además sus vidas se encuentran en riesgo constante sin que “cuenten” en ninguna estadística oficial.
2. Respecto a la división sexual del trabajo y el trabajo doméstico, recomendamos la lectura de los nro. 13 y 14 de la revista Cuadernos de Negación: Notas sobre el patriarcado y Notas sobre trabajo doméstico.
 

Perdona, ¿tienes fuego?

Era 26 de Febrero del 2019 cuando, tras una redada a anarquistas, escribíamos:

« Hoy, en plena idiocracia, un pensamiento (“no se puede hacer la revolución sin matar”) pronunciado en privado (pero interceptado por algún micro) y además por terceros, es utilizado públicamente para justificar el arresto de de algunos anarquistas en la provincia de Trento. ¿Culpables de qué? ¿De acoger en tu propria casa a alguien que ha expresado en voz alta un razonamiento lógico completamente obvio? No, no se puede hacer la revolución sin matar. Así como no se puede hacer una tortilla sin romper huevos. ¿Entonces? Hacer comentarios como este no te convierte en un asesino ni un chef. Tal banalidad solo puede ser considerada como prueba por investigadores bimbiminkia [del italiano niño y chorra], puesta en primera página por periodistas bimbiminkia, puede indignar sólo a ciudadanos bimbiminkia. Delito del pensamiento creado por la fuerza de la ignorancia.
¿Y hasta qué punto es anticuado el hombre con su dignidad, si quienes pretenden ejercer nada menos que la Justicia encuentran sospechoso y criminal tratar de defender su vida privada contra una curiosidad continua, persistente y descarada (no hipotética)? No basta con hacer el trabajo de policía, hay que tener la cabeza y el corazón de un policía para no entender que cualquier intromisión en la vida privada de los demás es insoportable. Si no, ¿por qué 1984 se considera una novela sobre una sociedad totalitaria de pesadilla? Al fin de cuentas, sus habitantes eran libres de obedecer al régimen; después de todo, si no hacían nada malo, no tenían nada que temer de esa incesante vigilancia; después de todo, para evitar terminar en la habitación 101 sólo tenían que asentir a cada decisión tomada desde arriba. ¿Cuánta idiotez es necesaria para no entender que quienes pretenden gobernar a otros deben ser transparentes si quieren esperar que se les crea en sus propias y desinteresadas intenciones, ya que la transparencia del comportamiento que se exige a quienes son gobernados no es más que un control policial totalitario? Es cierto que, sometido por programas de televisión diarios que habitúan a espiar la intimidad de otras personas y abrumado por las ansiedades telemáticas de compartir, la pretensión del control omnipresente se da casi por descontada.
Como todo está unido con todo, literalmente todo se está pudriendo ante nuestros ojos y narices, volviendo el aire letal. La mezquindad política va acompañada de la miseria social, que va acompañada de la miseria económica, que va acompañada de la miseria emocional, que va acompañada de la devastación ecológica, que va acompañada de la mediocridad artística, que va acompañada de la ineptitud filosófica, que va acompañada de…
A lo largo de esta pendiente, ¿qué ha sido de la especie humana? Permanecer aferrado a la propia antigüedad humana es un dulce consuelo, no un gran estímulo. Resistencia sin ataque. Para remontar esa pendiente — es más, para superarla y apuntar al firmamento — interrumpir el suministro de la ignorancia es lo mínimo que se puede planear y comenzar a llevar a cabo ».

Ha pasado poco más de un año. Ya no sólo estamos en plena idiocracia, sino también en una declarada pandemia viral. Una combinación mortal ya que se sabe que uno de los efectos del terror es paralizar (lo que queda de) el pensamiento. No, no se intenta remontar esa pendiente, se sigue descendiendo hacia el abismo — y cada vez más rápido.

El control omnipresente se ha convertido en pocas semanas ya no una simple reclamación policial, sino en una verdadera medida legal-sanitaria aprobada e introyectada por una gran parte de la población mundial, cuya podredumbre ética ha llegado a la auto-reclusión voluntaria, a la delación de quienes osan tomar el sol al aire libre, al linchamiento de los corredores. Si hasta el siglo pasado los seres humanos estaban dispuestos a luchar y morir para tomar y defender su libertad, hoy en día están dispuestos a renunciar a ella para sobrevivir. Listo para aceptar salir de casa sólo humillándose con una autocertificación escrita. Listo para aceptar ser controlado en cada mínimo movimiento. Listo para aceptar rendir cuentas por cada una de tus decisiones. Listo para aceptar ser vigilado por drones, ser rastreado por dispositivos electrónicos, ser marcado con vacunas o microchips… En eso se ha convertido la especie humana.

Por lo tanto, no sorprende demasiado la noticia de la enésima redada de anarquistas, que tuvo lugar el 14 de mayo pasado por orden de la Fiscalía de Bolonia. Esta vez los investigadores tampoco han dejado de hacer alarde de una sinceridad descarada en cuanto a sus motivaciones. Si hace un año no tenían ningún escrúpulo en declarar que para acabar en su punto de mira bastaba con que otra persona expresara en tu casa un pensamiento que no les guste, hoy — después de haber precisado tranquilamente que sólo uno de los doce indagados (siete de ellos arrestados) es responsable del principal delito específico perseguido — terminan su comunicado de prensa con estas palabras: « En este marco, la intervención, además de su carácter represivo para los delitos impugnados, asume un valor preventivo estratégico destinado a evitar que en ulteriores momentos de tensión social, derivados de la particular situación de emergencia descrita, se produzcan otros momentos de “campaña de lucha contra el estado” más general [sic!] objeto del citado programa criminal de matriz anárquica ».

Lenguaje claro y preciso, aunque leñoso, como en los viejos tiempos. Parece que en Italia Mussolini no fue en absoluto el inventor de los arrestos preventivos, que ya habían sido aplicados por el gobierno (del futuro antifascista) Nitti en enero de 1920 en vísperas de una huelga de los trabajadores del ferrocarril. Los instigadores fueron sacados de sus casas antes de que comenzaran los disturbios. El régimen totalitario fascista no hizo más que repetir, extender y consolidar esta práctica ya en uso, enviando a las personas a confinamiento o haciendo que los fanáticos fueran arrestados no por algo que hubieran cometido, sino por lo que podrían haber cometido. El régimen totalitario democrático actual, que ya ha confinado a todos sus súbditos en su casa con el pretexto de una epidemia, debe recurrir a la prisión para aplicar esta misma intervención de reconocido “valor estratégico preventivo”: cuando el clima social es el de un barril de pólvora, quien muestre cierta pasión por las cerillas debe ser neutralizado. No después, ni durante, sino antes, posiblemente mucho antes de que estalle el fuego. Golpea a algunos para advertir a muchos. Punto y aparte, sin argucias ni pedanterías jurídicas.

Habiendo masacrado toda libertad individual mínima — y de los derechos constitucionales mediante tantas proclamas — entre el elogio o la comprensión de casi todas sus víctimas, ¿qué queréis que suponga para el poder hacer una incursión en los círculos subversivos destinada a reprimir lo que se es y no lo que se ha hecho? ¿Quién queréis que sea consciente de esto, aparte de los compañeros de los detenidos, ya sean directos o transversales? ¿Quién pretendemos que se cabree, los ciudadanos silenciados por la máscarillas y cegados por el desinfectante?

Bueno, al menos la franqueza mostrada por los investigadores tiene algún valor. Explicando sus motivos, también mostraron cuáles son sus preocupaciones. Digamos que las han dejado entrever, intuirlas, concebirlas.. Para conocerlas a fondo, habrá que observarlas más de cerca, tocarlas, iluminarlas. Tal vez con una cerilla.

[16/5/20]
Finimondo

Rovereto (Italia) – Sabotaje de lineas en solidaridad con los detenidos en Bolognia

Sabemos por periódicos locales que en la noche entre el jueves y viernes una acción anónima ha dejado fuera de servicio 5 cabinas de intercambio de la linea telefónica e internet. Como resultado el apagón de una parte de la cuidad (se habla de 2000 abonados). En el lugar apareció escrito: “LIBEREMONOS DE LAS JAULAS TECNONÓGICAS”, “SOLIDARIDAD A LOS COMPAÑEROS DE BOLOGNA” “LIBERAR A LOS DETENIDOS”

Publicacion Mah jong

descargar Mah jong

El mah jong es un descendiente directo de un antiguo oráculo que hace
miles de años consultaban los adivinos chinos. Cuando los astrónomos
empezaron a registrar las progresiones del Sol, la Luna y los planetas, utilizaron
un mecanismo sencillo, un tablero, para calcular las posiciones de los cuerpos
celestes. El movimiento a través de los cielos se registraba moviendo unos
contadores alrededor de las divisiones del tablero. Este, u otro parecido, es
posiblemente también el origen de juegos muy difundidos, como el parchís, o
la oca. Pero precisamente en el mah jong resultan reconocibles algunos restos
de este origen, como por ejemplo en el hecho de que los puntos cardinales se
encuentren invertidos, ya que se trata de representar un mapa celeste, no
terrestre, o que se repartan trece fichas, que son los meses del calendario
lunar.
Se atribuye tradicionalmente la invención de este juego (similar al
dominó y el parchís) a Confucio, hacia el año 500 antes de nuestra era, a partir
de este oráculo. Al ser Confucio aficionado a la ornitología, se llamó al juego
“gorrión”. Como con muchos otros juegos (por ejemplo el ajedrez o el fútbol),
sufrió modificaciones a lo largo de la historia, siendo el juego inicial que creó,
supuestamente, Confucio, la base de otro posterior que surgió en época de la
dinastía Tang, bajo el reinado de Tai Zong, hacia el 630 de nuestra era. Sin
embargo no hay documentación de este juego hasta finales del siglo XIX,
cuando militares ingleses lo describieron y lo introdujeron en Gran Bretaña. En
el resto de occidente se expandió partir de 1925.
Ahora, casi 100 años después, tienes en tus manos Mah Jong, una
publicación que describe más que una pandemia y sus consecuencias, un
juego de estrategia con fichas, en el que influye el azar (se tiran también
dados) y cuyo tablero es el mundo, siendo las fichas la población, sus
sociedades y sus estados. Cada partida de este juego necesita de un máximo
de 4 jugadores (pueden ser 2 o 3, e incluso 1, aunque no es tan divertido), pero
éstos juegan de forma individual. Los jugadores establecen las reglas del juego,
que pueden variar de una partida a otra, así como los objetivos. Un jugador se
puede aliar con otro pero no se forman equipos. Sólo uno puede obtener la
victoria.
Daniel Estulin, experto en geoestrategia y ex-coronel de inteligencia ruso
dice que las élites no juegan al ajedrez con el mundo, sino al bridge (famoso
juego de naipes). Nosotros pensamos que juegan al Mah Jong. Al fin y al cabo
¿No es que el virus comenzó en China?

En algún lugar del mundo, a principios de mayo de 2020.

La evolución de la Smart City versus Smart confinamiento. El caso de Singapur

Singapur, la “pequeña” ciudad/estado, uno de los 4 tigres asiáticos, es el tercer centro financiero del mundo, el segundo puerto por actividad y el primero por numero de contenedores… es el séptimo país por Producto Interior Bruto per cápita (España es el 49)…
Tiene unos 6 millones de habitantes (contando los marginados inmigrantes temporeros), casi la mitad son extranjeros, es una sociedad multicultural y multireligiosa, que aunque és mayoritariamente de origen chino, tiene también proporciones muy altas de malayos y tamiles, tiene 4 lenguas oficiales (ingles, chino, malayo y tamil).
El nivel de vida es alto, la calidad de los servicios (sanidad, educación, zonas naturales o naturalizadas…) es también alta (https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/sn.html ).
El espejismo de Sociedad ideal se enturbia cuando miramos la gestión estatal, desde la independencia gobierna el mismo partido con mayoría absoluta (y la misma familia), no se tolera la discrepancia y las libertades de expresión y de asociación están limitadas y perseguidas, se trata de un estado parlamentario autoritario y despótico.
El control social se ejerce más allá del espacio público y penetra en la vida domestica. El sistema, desde la independencia, impone patrones de conducta, de higiene y de interacción social muy estrictos.
Singapur es una Smart city, un territorio saturad
o de cámaras de vigilancia y sensores de todo tipo, de hecho en todos los rankings de les Smart Cities del mundo siempre ocupa los primeros (o el primer) lugares (https://www.esmartcity.es/biblioteca/imd-smart-city-index-2019 , https://www.vidasostenible.org/back-to-the-future-singapur-la-ciudad-mas/ ).
Curiosamente, a pesar de tener buena parte del territorio urbanizado, Singapur ocupa también una posición muy alta en el ranking de ciudades “sostenibles”, (https://ciudadesostenibles.es/panoramica/singapur, https://www.arcadis.com/media/1/D/5/%7B1D5AE7E2-A348-4B6E-B1D7-6D94FA7D7 ) compensando su dependencia energética con una gestión “eficiente” del agua, los residuos y la movilidad, y la presión urbanística mediante una política de verde urbano y periurbano destinada a enverdecer la ciudad mediante parques, arbolado, tejados verdes… también, sorprendentemente, dispone de parques naturales relativamente extensos con fragmentos de selva.
Singapur es pues un modelo para el eco-liberalismo y también para los eco-socialistas (la demanda permanente de una gestión científica y de los expertos, el despotismo ilustrado, es común a las dos tendencias del capitalismo), en algunos foros Singapur es un ejemplo de capitalismo verde y circular.
Con la pandemia del COVID Singapur se pone como ejemplo de gestión eficiente, especialmente por sus herramientas informáticas de rastreo de contactos (https://negreverd.blogspot.com/2020/04/passaports-dimmunitat-rastreig-de ) y quiere ser imitado por otros estados, entre ellos el espa
ñol y Europa.
Una vez “interiorizado” el rastreo de contactos a través del teléfono (voluntario), se está implantando un rastreo de contactos a través de la actividad di
aria (obligatorio).
A partir del martes día 12 de mayo será obligatoria la instalación en todos los establecimientos comerciales, administrativos, centros de salud y de enseñanza… de un dispositivo, el SafeEntry (https://www.safeentry.gov.sg/deployment, https://www.channelnewsasia.com/news/singapore/covid-19-safe-entry-digit ). Este dispositivo interactúa con el móvil y registra la hora de entrada y de salida y datos personales como el nombre, el número de identidad
y del teléfono… y los sube a la nube de la aplicación para ser utilizado por las “autoridades sanitarias”. Las empresas que no lo instalen se enfrentan a fuertes multas y a las personas que se nieguen a ofrecer la información se les denegará la entrada, esto significa que sin un móvil se pasa a ser un paria social.
En la modélica Smart City de Singapur no todo es trazabilidad de contactos, la Smart city se preocupa también por el bienestar físico y mental de sus “usuarios”. El gobierno de Singapur a adjudicado un contrato a la empresa FITBIT a través de un concurso al que se presentaron varias empresas (como por ejemplo Apple) para monitorizar con sus dispositivos a los ciudadanos (https://www.fitbit.com/es/inspire ).
Se trata de llegar a monitorizar, a partir de octubre, a un millón de ciudadanos (un 18% de la población), mediante el wearable Fitbit Inspire, una pulsera con sensores que, combinada con una app, servirá para recoger datos de los usuarios, a este millón de usuarios se les pedirá la autorización para tratar estos datos.
Las pulseras mesuraran automáticamente datos sobre la actividad (número de pasos, distancia recorrida, calorías quemadas…), del ritmo cardí
aco, de la calidad del sueño (duración, hora de inicio y de despertarse…) y, si el usuario colabora, datos sobre el consumo de agua y la alimentación (las han de introducir manualmente).
La escusa del gobierno es el aumento de enfermedades coronarias y de la diabetes, pero nadie sabe cuales serán las consecuencias, ¿será socialmente reprobable andar menos de 7.000 pasos al día?, ¿tendrá algún impacto sobre el acceso a determinados servicios sanitarios?, afectará el sedentarismo a los seguros de salud y vida?…
Si Singapur es un modelo de smart city y de ciudad verde y sostenible, si nos estamos encaminando hacia esto… ya es necesario que nos preparemos, tenemos el despotismo bondadoso (buenista) y ecofriendly a las puertas…

Arrepentíos o preparaos a resistir!!.

[negre verd]