Beziers (Hérault, Francia) – Asesinato de Estado a persona sin hogar

Extracto de “Le Parisien”, 9 abril 2020.

Un hombre de 34 años [, sin hogar,] murió el miércoles por la noche en Béziers, justo después de ser arrestado. Fue arrestado en el centro de la ciudad alrededor de las 10:30 pm, por no respetar el confinamiento.

Según el comunicado de prensa del fiscal, tres agentes de la policía municipal lo interrogaron mientras que Béziers está sometido a un toque de queda a partir de las 21 horas, ordenado por el comisario de Herault en el marco de la lucha contra la pandemia de coronavirus. Según su testimonio, el treintañero tenía entonces un “comportamiento agresivo” y decidieron arrestarlo.

Al tener dificultades para controlarlo, los agentes de policía dijeron que les costaba esposarlo y uno de ellos se sentó sobre él en el vehículo para “mantenerlo boca abajo” durante el transporte a la comisaría cercana. Pero el hombre estaba inconsciente al llegar. A pesar de la intervención de los bomberos en un intento de revivirlo, murió alrededor de las 11:30 pm. El hombre de treinta y tantos años era conocido por la policía. El ministerio público de Béziers abrió una investigación por homicidio y la confió a la policía de seguridad del departamento de Montpellier.

[Visto en: https://demesure.noblogs.org/archives/1120 ]

 

Niza (Francia) – No sólo caen aplausos del balcón


6 avril 2020 (extracto de “Nice Matin”)

 

Policía municipal herido durante un control relacionado por confinamiento: un joven en prisón.

M., un joven de 19 años de edad de Niza, fue condenado el lunes en un centro penitenciario por violencia contra un agente de la policía municipal a un año de prisión, de los cuales seis meses fueron suspendidos y dos años de libertad condicional.

El 2 de abril, hacia las 18 horas, lanzó un objeto no identificado desde el segundo piso de un edificio de la avenida Henry-Dunant de Niza, hiriendo en la cara a un policía municipal cuando intentaba comprobar los certificados de circulación de un grupo de jóvenes. En ese momento, manzanas, patatas, vasos… fueron arrojados a la patrulla de la policía.

Herido en el ojo y la nariz, la víctima no pudo ver a su atacante. Por otro lado, uno de sus colegas dijo que identificó claramente al joven que armaba su brazo y lanzaba un objeto. Este último ya había sido controlado dos veces durante el día sin certificado y sin ser multado. Fue gracias a estas dos comprobaciones previas que pudo ser encontrado.

La víctima, con un ojo hinchado, presentó una demanda civil y se le concedieron 800 euros en concepto de daños y perjuicios. El joven, desconocido para la justicia hasta la fecha, negó haber tirado nada. Sin ninguna actividad o entrenamiento, explicó que estaba durmiendo en el momento de los hechos en su casa, en el tercer piso del edificio.

La sentencia dictada por el tribunal penal le obligó a pagar una indemnización a la víctima, pero también a encontrar un trabajo o a someterse a una formación cuando saliera de la cárcel. Su abogado, que pedía la absolución, habló de una “fuga judicial”.

[de: https://demesure.noblogs.org/archives/994]

Angarsk (Rusia) – “Hermoso como una cárcel en llamas”

10 de Abril, 2020

Las escaramuzas entre los prisioneros y los guardias continuaban en una prisión en la región de Irkutsk, en el este de Siberia, donde también hubo un incendio el viernes, según las autoridades.

Varios reclusos de la colonia penitenciaria nº 15 de la ciudad de Angarsk, a unos 50 kilómetros al norte de Irkutsk y del lago Baikal, rompieron las cámaras de vigilancia el jueves, atacaron a un guardia y supuestamente les cortaron los antebrazos, según informó el servicio penitenciario regional en un comunicado el viernes. Un video publicado el viernes por el comité regional de investigación mostró varios edificios de la prisión en llamas, con impresionantes llamas y nubes de humo que se elevaban en la noche.

Se trata de “incendio provocado por los prisioneros. El motín se ha estado produciendo desde anoche“, dijo el servicio de prensa de la comisión investigadora a la agencia Ria Novosti.

[de https://demesure.noblogs.org/archives/1138]

Massy (Francia) – Unos alicates…. y el teléfono ya no suena en comisaria, en el ayuntamiento…

Viernes 10 abril, 2020

Sólo se necesitó un pequeño acto de vandalismo para afectar a casi 1.300 hogares. En la noche del jueves al viernes, durante un intento de robar cables, apreciados por su cobre, se cortaron siete de ellos en Massy. El acto causó una clara interrupción de la red de Internet en más de mil hogares. En pleno confinamiento. Entre los clientes afectados se encontraban la comisaría de Massy, los ayuntamientos de Massy y Wissous, bancos, empresas y un consultorio médico. “Gracias al uso de un procedimiento de emergencia, esto no afecta a la actividad de la comisaría“, dice una fuente policial. De las 1300 líneas, 700 pertenecen a Orange (450 en Massy y 250 en Wissous) y 600 a terceros operadores, dice el grupo Orange.

Por lo tanto, hay que cambiar casi 1.500 metros de cables cortados. Los técnicos de Orange, asistidos por un subcontratista, están trabajando en ello este viernes.

Los clientes prioritarios serán reparados provisionalmente durante la noche, el trabajo continuará durante todo el fin de semana para una recuperación prevista para el próximo miércoles, o incluso antes”, espera Orange.

Además de este intento, esta semana se produjo un robo de cables, por el que Orange ha presentado una denuncia. Essonne no sería un caso aislado. Desde hace varias semanas, y en todas las regiones, se han registrado “numerosos actos de vandalismo” contra infraestructuras del mismo operador.

[de https://attaque.noblogs.org/post/2020/04/11/massy-essonne-un-petit-coup-de-pince-et-le-telephone-ne-sonne-plus-au-comico-a-la-mairie/]

Salins-les-Bains (Francia) – El fuego como remedio a la pandemia tecnológica

Viernes 10 de abril, 2020

[de https://attaque.noblogs.org/post/2020/04/11/salins-les-bains-jura-lantenne-relais-en-feu/]

Mucha gente en Salzburgo ha estado experimentando problemas de red en sus teléfonos móviles desde el viernes por la mañana. “Hubo una destrucción deliberada por fuego del relevo del Mont-poupet durante la noche del 9 al 10 de abril“, confirma Lionel Pascal, fiscal de Jura. Se está llevando a cabo una investigación de la gendarmería para tratar de identificar a los sospechosos y su motivo. Según uno de nuestros corresponsales que visitó el sitio, dos torres fueron atacadas, a unas pocas docenas de metros de distancia.

Esta destrucción recuerda a los tres relevos situados en Au Belu en Aiglepierre. El incendio provocado tuvo lugar durante la noche del 7 al 8 de abril de 2019, alrededor de las 2:30 a.m., hace casi un año. En febrero de 2019, poco antes, varias torres de telefonía móvil fueron incendiadas en unas semanas en los alrededores de Besançon. “Estos diferentes casos se están tratando por separado por el momento. Podremos estudiar una conexión entre ellos si se identifican los sospechosos”, dijo el fiscal.

El Estado con mascarilla, por Miguel Amorós

La editorial Pepitas de calabaza publica una aguda reflexión de Miquel Amorós a quien entrevistamos en Hincapié hace unos años . Entonces reflexionábamos sobre algunas cuestiones lejanas, son hoy una realidad distópica. Reproducimos el artículo en su integridad en pleno estado de confinamiento forzoso en buena parte del mundo global a causa o con la pretendida justificación del coronavirus.

Importancia del Estado en la nueva fase autoritaria del capitalismo

La actual crisis ha significado unas cuantas vueltas de tuerca en el control social por parte del Estado. Lo principal en esa materia ya estaba bastante bien implantado porque las condiciones económicas y sociales que hoy imperan así lo exigían; la crisis no ha hecho más que acelerar el proceso. Estamos participando a la fuerza como masa de maniobra en un ensayo general de defensa del orden dominante frente a una amenaza global. El coronavirus 19 ha sido el motivo para el rearme de la dominación, pero igual hubiera servido una catástrofe nuclear, un impasse climático, un movimiento migratorio imparable, una revuelta persistente o una burbuja financiera difícil de manejar. No obstante la causa no es lo de menos, y la más verídica es la tendencia mundial a la concentración de capitales, aquello a lo que los dirigentes llaman indistintamente mundialización o progreso. Dicha tendencia halla su correlato en la tendencia a la concentración de poder, así pues, al refuerzo de los aparatos de contención, desinformación y represión estatales. Si el capital es la sustancia de tal huevo, el Estado es la cáscara. Una crisis que ponga en peligro la economía globalizada, una crisis sistémica como dicen ahora, provoca una reacción defensiva casi automática y pone en marcha mecanismos disciplinarios y punitivos de antemano ya preparados. El capital pasa a segundo plano y entonces es cuando el Estado aparece en toda su plenitud. Las leyes eternas del mercado pueden tomarse unas vacaciones sin que su vigencia quede alterada.

El Estado pretende mostrarse como la tabla salvadora a la que la población debe de agarrarse cuando el mercado se pone a dormir en la madriguera bancaria y bursátil. Mientras se trabaja en el retorno al orden de antes, o sea, como dicen los informáticos, mientras se intenta crear un punto de restauración del sistema, el Estado interpreta el papel de protagonista protector, aunque en la realidad este se asemeje más al de bufón macarra. A pesar de todo, y por más que lo diga, el Estado no interviene en defensa de la población, ni siquiera de las instituciones políticas, sino en defensa de la economía capitalista, y por lo tanto, en defensa del trabajo dependiente y del consumo inducido que caracterizan el modo de vida determinado por aquella. De alguna forma, se protege de una posible crisis social fruto de otra sanitaria, es decir, se defiende de la población. La seguridad que realmente cuenta para él no es la de las personas, sino la del sistema económico, esa a la que suelen referirse como seguridad “nacional”. En consecuencia, la vuelta a la normalidad no será otra cosa que la vuelta al capitalismo: a los bloques colmena y a las segundas residencias, al ruido del tráfico, a la comida industrial, al trasporte privado, al turismo de masas, al panem et circenses… Las formas extremas de control como el confinamiento y la distancia interindividual terminarán, pero el control continuará. Nada es transitorio: un Estado no se desarma por propia voluntad, ni prescinde gustosamente de las prerrogativas que la crisis le ha otorgado. Simplemente, “hibernará” las menos populares, tal como ha hecho siempre. Tengamos en cuenta que la población no ha sido movilizada, sino inmovilizada, por lo que es lógico pensar que el Estado del capital, más en guerra contra ella que contra el coronavirus, trata de curarse en salud imponiéndole condiciones cada vez más antinaturales de supervivencia.
El enemigo público designado por el sistema es el individuo desobediente, el indisciplinado que hace caso omiso de las órdenes unilaterales de arriba y rechaza el confinamiento, se niega a permanecer en los hospitales y no guarda las distancias.

El que no comulga con la versión oficial y no se cree sus cifras. Evidentemente, nadie señalará a los responsables de dejar a los sanitarios y cuidadores sin equipos de protección y a los hospitales sin camas ni unidades de cuidados intensivos suficientes, a los mandamases culpables de la falta de tests de diagnóstico y respiradores, o a los jerarcas administrativos que se despreocuparon de los ancianos de las residencias. Tampoco apuntará el dedo informativo a expertos desinformadores, a empresarios que especulan con los cierres, a los fondos buitre, a los que se beneficiaron con el desmantelamiento de la sanidad pública, a quienes comercian con la salud o a las multinacionales farmacéuticas… La atención estará siempre dirigida, o mejor teledirigida, a cualquier otro lado, a la interpretación optimista de las estadísticas, al disimulo de las contradicciones, a los mensajes paternalistas gubernamentales, a la incitación sonriente a la docilidad de las figuras mediáticas, al comentario chistoso de las banalidades que circulan por las redes sociales, al papel higiénico, etc. El objetivo es que la crisis sanitaria se compense con un grado mayor de domesticación. Que no se cuestione un ápice la labor de los dirigentes. Que se soporte el mal y que se ignore a los causantes.

La pandemia no tiene nada de natural; es un fenómeno típico de la forma insalubre de vida impuesta por el turbocapitalismo. No es el primero, ni será el último. Las víctimas son menos del virus que de la privatización de la sanidad, la desregulación laboral, el despilfarro de recursos, la polución creciente, la urbanización desbocada, la hipermovilidad, el hacinamiento concentracionario metropolitano y la alimentación industrial, particularmente la que deriva de las macrogranjas, lugares donde los virus encuentran su inmejorable hogar reproductor. Condiciones todas ellas idóneas para las pandemias. La vida que deriva de un modelo industrializador donde los mercados mandan es aislada de por sí, pulverizada, estabulada, tecnodependiente y propensa a la neurosis, cualidades todas que favorecen la resignación, la sumisión y el ciudadanismo “responsable”. Si bien estamos gobernados por inútiles, ineptos e incapaces, el árbol de la estupidez gobernante no ha de impedirnos ver el bosque de la servidumbre ciudadana, la masa impotente dispuesta a someterse incondicionalmente y encerrarse en pos de la seguridad aparente que le promete la autoridad estatal. Esta, en cambio, no suele premiar la fidelidad, sino guardarse de los infieles. Y, para ella, en potencia, infieles lo somos todos.
En cierto modo, la pandemia es una consecuencia del empuje del capitalismo de estado chino en el mercado mundial. La aportación oriental a la política consiste sobre todo en la capacidad de reforzar la autoridad estatal hasta límites insospechados mediante el control absoluto de las personas por la vía de la digitalización total. A esa clase de virtud burocrático-policial podría añadirse la habilidad de la burocracia china en poner la misma pandemia al servicio de la economía.

El régimen chino es todo un ejemplo de capitalismo tutelado, autoritario y ultradesarrollista al que se llega tras la militarización de la sociedad. En China la dominación tendrá su futura edad de oro. Siempre hay pusilánimes retardados que lamentarán el retroceso de la “democracia” que el modelo chino conlleva, como si lo que ellos denominan así no fuera otra cosa que la forma política de un periodo obsoleto, el que correspondía a la partitocracia consentida en la que ellos participaban gustosamente hasta ayer. Pues bien, si el parlamentarismo empieza a ser impopular y maloliente para los dirigidos en su mayoría, y por consiguiente, resulta cada vez menos eficaz como herramienta de domesticación política, en gran parte es debido a la preponderancia que ha adquirido en los nuevos tiempos el control policial y la censura sobre malabarismo de los partidos. Los gobiernos tienden a utilizar los estados de alarma como herramienta habitual de gobierno, pues las medidas que implican son las únicas que funcionan correctamente para la dominación en los momentos críticos. Ocultan la debilidad real del Estado, la vitalidad que contiene la sociedad civil y el hecho de que al sistema no le sostiene su fuerza, sino la atomización de sus súbditos descontentos. En una fase política donde el miedo, el chantaje emocional y los big data son fundamentales para gobernar, los partidos políticos son mucho menos útiles que los técnicos, los comunicadores, los jueces o la policía.

Lo que más debe de preocuparnos ahora es que la pandemia no solo culmine algunos procesos que vienen de antiguo, como por ejemplo, el de la producción industrial estandardizada de alimentos, el de la medicalización social y el de la regimentación de la vida cotidiana, sino que avance considerablemente en el proceso de la digitalización social. Si la comida basura como dieta mundial, el uso generalizado de remedios farmacológicos y la coerción institucional constituyen los ingredientes básicos del pastel de la cotidianidad posmoderna, la vigilancia digital (la coordinación técnica de las videocámaras, el reconocimiento facial y el rastreo de los teléfonos móviles) viene a ser la guinda. De aquellos polvos, estos lodos. Cuando pase la crisis casi todo será como antes, pero la sensación de fragilidad y desasosiego permanecerá más de lo que la clase dominante desearía. Ese malestar de la conciencia restará credibilidad a los partes de victoria de los ministros y portavoces, pero está por ver si por sí solo puede echarlos de la silla en la que se han aposentado. En caso contrario, o sea, si conservaran su poltrona, el porvenir del género humano seguiría en manos de impostores, pues una sociedad capaz de hacerse cargo de su propio destino no podrá formarse nunca dentro del capitalismo y en el marco de un Estado. La vida de la gente no empezará a caminar por senderos de justicia, autonomía y libertad sin desprenderse del fetichismo de la mercancía, apostatar de la religión estatista y vaciar sus grandes superficies y sus iglesias.

Miguel Amorós
Confinado en su casa muy a su pesar, el 7 de abril de 2020.

 

«El Estado con mascarilla», por Miguel Amorós

Agde (Francia) – ¿Frenar o acelerar?

4 Abril 2020

 

Prisión incondicional por embestir policías voluntariamente

Un hombre de 21 años fue condenado a 18 meses de prisión (6 con libertad condicional) por haber arrollar a agentes de la policía municipal, según informó la fiscalía en 20 minutos. Los jueces del tribunal penal de Béziers también emitieron una orden de detención.
Se le acusó de negativa agravada a cumplir, violencia con un arma sin incapacidad, rebelión y de conducir bajo la influencia de un estado alcohólico. Tenía 0,76 mg de alcohol por litro de aire exhalado.
Los sucesos ocurrieron en la noche del 1 de abril de 2020, en Agde. Tras negarse a un control inicial, condujo su vehículo a gran velocidad hacia dos policías municipales apostados delante de su vehículo bloqueando el carril de circulación. Tuvieron que usar sus armas para detenerlo. Uno usó un LBD, el segundo disparó su pistola contra la carrocería.
En la detención se resistió, hiriendo ligeramente a uno de los oficiales en el dedo. El tribunal también ordenó la confiscación de su vehículo. El tribunal lo desconocía.

[Traducido de demesure.noblogs.org ]

Lèon (Landes, Fr) – De la prisión familiar a la prisión escolar

Escuela de Pignons vandalizada durante el confinamiento

1 de Abril de 2020

En León, (Francia)  algunos salieron de su encierro y aprovecharon el cierre de la escuela para realizar una serie de actos de vandalismo, descubiertos el martes 31 de marzo por la tarde por el director de la escuela de Les Pignons.

Después de entrar en el local rompiendo un azulejo en las instalaciones sanitarias del centro de recreación, el individuo o individuos vandalizaron todo el local, y pusieron patas arriba la oficina del director. Pero el robo no parece ser el principal motivo de esta expedición, ya que pocas cosas han desaparecido, aparte de documentos y todas las llaves de los edificios.

Por otro lado, el nuevo minibús de la comuna, que estaba aparcado cerca y cuyas llaves estaban en el edificio, también se tomó prestado… …y posteriormente devuelto en un estado lamentable (parabrisas y espejo retrovisor rotos, delanteros y traseros destrozados).

La gendarmería fue llamada al lugar y realizó las primeras observaciones y tomó un gran número de huellas dactilares y muestras de ADN dejadas por los autores. Se abrió la investigación, y el alcalde de León, Jean Mora, presentó una queja: “El municipio está asegurado, pero va mucho más allá. Es un acto de vandalismo gratuito y desalentador en muchos sentidos”, dijo, “asombro e indignación ante tales acciones, especialmente en este período de crisis en el que se apela a la mentalidad cívica de todos.

You’ll never riot alone

Nunca lucharás solx

Hay otra pandemia en curso en todo el planeta. La OMS no se ocupa de ello en absoluto, ya que no es de su competencia, y los medios de comunicación tratan de silenciarla o minimizarla. Pero los gobiernos de todo el mundo están preocupados por el riesgo que implica. Esta pandemia se está extendiendo sobre la estela del virus biológico que está llenando los hospitales. Pasa por donde pasa el Covid-19. También corta el aliento. El miedo al contagio está causando, de hecho, la rabia. Los primeros síntomas del malestar tienden a empeorar, convirtiéndose primero en frustración, luego en desesperación, y finalmente en rabia. Rabia por la desaparición, por decreto sanitario, de las últimas migajas de supervivencia que quedaban.

Es significativo que tras el anuncio de las medidas restrictivas adoptadas por las autoridades para evitar la propagación de la epidemia, una especie de arresto domiciliario voluntario, fueran precisamente quienes, tras cuatro muros ya sufrían diariamente el confinamiento por coacción – los presos – los que prendieron la mecha. El verse privados de los pocos contactos humanos que les quedaban, además, el riesgo de acabar ratones enjaulados ha llevado a lo que no sucedía durante años. La inmediata transformación de la resignación en cólera.

Todo comenzó en el país occidental más afectado por el virus, Italia, donde estallaron disturbios el 9 de marzo pasado, en una treintena de prisiones inmediatamente después de la suspensión de las conversaciones con los familiares. Durante los disturbios, murieron doce prisioneros – casi todos “por sobredosis”, según los infames velos ministeriales – otros innumerables fueron masacrados. En una ciudad, en Foggia, 77 prisioneros consiguieron aprovechar la oportunidad de escapar (aunque para muchos de ellos, por desgracia, la libertad duró demasiado poco). Tales noticias sólo podrían dar la vuelta al mundo y quién sabe si habrá inspirado las protestas que, a partir de ese momento, se extienden entre los segregados vivos de los cuatro continentes: palizas, huelgas de hambre, negativa a volver a sus celdas después del patio… Pero no sólo eso.

En Asia, la mañana del 16 de marzo, agentes de las brigadas antidisturbios hicieron una redada en dos de las mayores prisiones del Líbano, en Roumieh y Zahle, para restablecer la calma; algunos testigos hablan de barrotes arrancados, columnas de humo, presos heridos. En América Latina, el 18 de marzo se produjo una fuga masiva de la prisión de San Carlos (Zulia), en Venezuela, durante un motín que estalló inmediatamente después del anuncio de medidas restrictivas: 84 presos lograron escapar, 10 fueron abatidos durante el intento. Al día siguiente, 19 de marzo, algunos prisioneros de la prisión de Santiago de Chile también intentaron escapar. Después de tomar el control de su sector, prender fuego al puesto de guardia y abrir las puertas del pasillo, se enfrentaron con los guardias. El intento de fuga fracasa y es severamente reprimido. En África, el 20 de marzo se produce otro intento de fuga masiva de la prisión de Amsinéné en N’Djamena, la capital del Chad. Todavía en América Latina, el 22 de marzo, son los presos de la prisión La Modelo en Bogotá, Colombia, los que se levantan. Es una masacre: 23 muertos y 83 heridos entre los prisioneros. De nuevo en Europa, el 23 de marzo, un ala de la prisión escocesa de Addiewell termina en manos de los insurgentes y es devastada. En los Estados Unidos, 9 reclusos escaparon de la prisión de mujeres de Pierre (Dakota del Sur) el mismo día en que una de sus compañeras direra positivo en la muestra (cuatro de ellas serán capturadas en los próximos días). También el 23 de marzo, 14 reclusos escaparon de una prisión del condado de Yakima (Washington DC) poco después de que el gobernador anunciara su obligación de permanecer en casa. Todavía en Asia, la liberación “provisional” de 85.000 presos por delitos comunes en Irán no sirve para apaciguar la ira que albergan muchas cárceles; el 27 de marzo, unos 80 presos escaparon de la cárcel de Saqqez en el Kurdistán iraní. Dos días después, el 29 de marzo, estalló otro levantamiento en Tailandia en la prisión de Buriram, en el noreste del país, donde algunos detenidos lograron escapar. Y no sólo las prisiones, sino también los centros de detención de inmigrantes clandestinos están en agitación, como lo demuestran los disturbios que estallaron en el CPR de Gradisca d’Isonzo, Italia, el 29 de marzo.

Pero si las prisiones “al cielo cerrado” superpobladas con los condenados de la tierra parecen más que nunca bombas de relojería que poco a poco explotan, ¿qué pasa con las prisiones al cielo abierto? ¿Cuánto tiempo más prevalecerá el miedo a la enfermedad sobre el miedo al hambre, paralizando los músculos y nublando las mentes? En América Latina, el 23 de marzo, 70 personas atacaron una gran tienda de comestibles en Tecámac, México; dos días después, 30 personas saquearon un supermercado en Oaxaca. El mismo día, 25 de marzo, al otro lado del Océano Atlántico, en África, la policía tiene que despedazar a las multitudes en el mercado abierto de Kisumu (Kenya). A los policías que les instan a encerrarse en sus casas, los vendedores y los clientes responden: “sabemos del riesgo del coronavirus, pero somos pobres; necesitamos trabajar y comer”. Al día siguiente, 26 de marzo, la policía italiana comenzó a vigilar algunos supermercados de Palermo, después de que un grupo de personas tratara de salir con los carritos llenos sin parar en la caja.

Tampoco puede decirse que los arrestos domiciliarios impuestos a cientos de millones de personas hayan detenido por completo la determinación de quienes pretenden sabotear este mundo mortífero. En la noche del 18 al 19 de marzo en Vauclin, Martinica, se incendió una sala técnica de la compañía telefónica Orange, cortando las líneas telefónicas a un par de miles de usuarios. En Alemania, donde las medidas de contención se pusieron en marcha el 16 de marzo, los ataques nocturnos continuaron imparables. El 18 de marzo, mientras en Berlín algunos vehículos de los concesionarios de Toyota y Mercedes se queman, en Colonia se rompen los cristales de la inmobiliaria Vonovia. En la madrugada del 19 de marzo una agencia bancaria en Hamburgo fue atacada, mientras que en Berlín el coche de una empresa de seguridad fue incendiado. En la noche del 19 al 20 de marzo, un coche perteneciente a una reserva militar en Nuremberg fue incendiado en protesta por la creciente militarización, tres yates fueron incendiados en Werder, y otro coche perteneciente a una empresa de seguridad se perdió en Berlín. En la noche del 20 al 21 de marzo, otro coche de una empresa de seguridad fue incendiado en Leipzig. Esa misma noche, tanto en Alemania como en Francia, hay quien intenta desconectar a la alienación. El intento fracasó en Padernon, donde los bomberos teutones salvaron una antena telefónica a punto de ser envuelta en llamas. La suerte no sonrió tampoco a los autores de daños en algunos cables de fibra óptica cerca de Bram, Francia. Parte del pueblo permanecerá sin Internet y sin teléfono durante varios días, pero los responsables serán arrestados gracias a un chivatazo de algunos testigos. La noche siguiente (del 22 de marzo) el coche de un oficial de aduanas se incendia cerca de Hamburgo. Quien realizó esta acción hizo circular unt exto en el que se puede leer: “Es precisamente en este período de pandemia que trae un endurecimiento y la restricción de la libertad de movimiento, en el que es aún más importante preservar la capacidad de acción y mostrarse, al igual que otros subversivos, que la lucha contra las limitaciones de esta época continúa, aunque parezca loca y difícil. Si nos rendimos al deseo del Estado de aislarnos, si nos contentamos con encogernos de hombros ante la amenaza del toque de queda, le damos la oportunidad de continuar sus maquinaciones…”. Es un pensamiento que pasa por las cabezas en todo el planeta, si bien es cierto que esa misma noche, entre el 22 y el 23 de marzo, el aeropuerto internacional de Tontouta, en Païta, Nueva Caledonia, fue objeto de ataques (rotura de cristales y ataque de vehículos de la aduana) por parte de quienes evidentemente no están de acuerdo con las palabras del Presidente del Senado tradicional, según las cuales “las decisiones adoptadas en la emergencia por los poderes públicos sin una explicación inmediata no deben incitar a la violencia”.

Pero el hecho de que más podría dejar una profunda huella, brasas que se incuban bajo las brasas del totalitarismo y de las que podrían brotar chispas, es el motín (del que sólo han llegado algunas noticias) que estalló el 27 de marzo no lejos de Wuhan, epicentro de la actual pandemia, en la frontera entre las provincias de Hubei y Jiangxi. Miles de chinos que acababan de salir de una cuarentena que duró dos meses expresaron su aprecio y gratitud por las medidas restrictivas impuestas por el gobierno, atacando a la policía que intentaba bloquear el paso por el puente del río Yangtsé.

Desde hace un mes, el mundo tal como lo conocemos se tambalea. Nada es como antes y, como mucha gente dice a pesar de sus diferentes opiniones, nada volverá a ser lo mismo. No fue la insurrección, sino una catástrofe, lo que puso en duda su tranquila reproducción. Real o percibido, no hay diferencia. No hay duda de que los gobiernos harán todo lo que puedan para aprovechar esta situación y eliminar cualquier libertad que quede, aparte de la de elegir qué bienes consumir. Tampoco hay duda de que tienen en sus manos todas las fichas técnicas para cerrar el juego, e imponer un orden social sin más manchas. Dicho esto, es bien sabido que incluso los mecanismos más sólidos y precisos pueden acabar mal parados a causa de pequeños actos. Su cálculo de los riesgos estimados y aceptados podría resultar erróneo. Dramáticamente equivocado y, por una vez, especialmente para ellos. También depende de todos y cada uno de nosotros asegurarnos de que esto suceda.

[30/3/20]
Finimondo

[Traducido de Finimondo ]