[ revisión de la traducción de contratodanocividad.
Incluídas correcciones a la versión
"Primavera-silenziosa-3" ]
Tan razonable como representar
una prisión de cierto género por otra diferente
es representar algo que existe realmente
por algo que no existe
Daniel Defoe
¿Por qué deberíamos soportar una dieta venosa no del todo nociva,
una casa en los suburbios no del todo inhabitable,
un círculo de conocidos no completamente hostil,
el ruido de motores no tan excesivo como para volvernos locos?
¿Quién querría vivir en un mundo que no es del todo mortal?
Rachel Carson, Primavera silenciosa
En los años 60, Rachel Carson, bióloga y ambientalista estadounidense, símbolo del movimiento ecologista internacional, que con el libro Primavera silenciosa lanzó una fuerte denuncia y un grito de alarma hacia el envenenamiento del planeta causado por el uso de pesticidas y en particular el DDT, entonces producido y utilizado a gran escala.
Una nocividad de uso tan extendido como el DDT, que todavía se utiliza hoy en día, aunque en formas más sutiles, había llevado a silenciar el campo del canto primaveral de los pájaros. Hoy, en tiempos de Coronavirus, la nocividad, además de los pesticidas, no solo ha aumentado, sino que se ha convertido en un entero sistema enfermo que diariamente, cuando no pone en peligro la supervivencia de los organismos vivos, los condena a vivir en una existencia tóxica y cada vez más carente de biodiversidad. La verdad es muy simple: solo estamos empezando a sufrir masivamente el efecto retardado del envenenamiento químico – nuclear – biológico – electromagnético acumulativo del planeta, envenenamiento que aumenta de forma cualitativa y cuantitativa cada año. La degradación de la naturaleza y de nosotros mismos que somos parte de ella solo puede conducir a esto. En una situación en la que los efectos nocivos se combinan entre ellos, la cuestión no es si podía ocurrir algún desastre climático, químico u otro, sino cuándo sucedería. O más bien, quizás la pregunta debería ser si no está sucediendo ya.
Quienes siguen sin están preparados para todo esto son la mayoría de las personas que sufren las consecuencias. Estas son diferentes dependiendo de la parte del mundo en la que vivan y obviamente según la condición social. Las pandemias, como los desastres climáticos o químicos, no hacen distinción de clase cuando atacan –a diferencia de sus inspiradores que luego se convierten en productores y gerentes– ya que una sociedad industrial solo puede dejar un pasaje lleno de deshechos para las generaciones presentes y futuras, siendo los explotados los que pagarán las peores consecuencias de esta sociedad industrial. Las pandemias, como las guerras, las hambrunas, el cambio climático, son oportunidades ineludibles para los estados, para la economía y, sobre todo, para la tecnocracia y las grandes empresas. Pandemias, guerras, hambrunas, cambio climático están en la agenda de la amenaza global, peligros a evitar absolutamente, y aunque se invierten grandes cantidades de dinero (como con los bonos emitidos poco antes de este coronavirus), se investiga, se dibujan hipotéticos escenarios y se piensa un mundo a medida de las pandemia.
Una de las referencias internacionales actuales en la lucha contra el coronavirus es la OMS (Organización Mundial de la Salud), un organismo que recibe inmensos capitales del sector farmacéutico que incluye Glaxo-Smithkline, Merck, Novartis, Pfzer, Roche, Sanofi y principalmente de la Fundación Bill y Melinda Gates. La mayoría de los fondos de la OMS provienen de particulares y están vinculados a financiar programas específicos decididos por particulares. De hecho, la OMS sigue lo que la Fundación Gates considera prioritario. Durante años, esta fundación ha influido en las políticas de ayuda internacional en el hemisferio sur y recientemente también en las políticas alimentarias mundiales promoviendo la agricultura industrial, los pesticidas, las semillas patentadas y los OGM. El capital es importante, pero lo es aún más la filosofía de Gates, que debe estudiarse cuidadosamente. Este hombre bien podía definirse como “la muerte, el destructor de los mundos”, como hizo Oppenhaimer demasiado tarde, después de su contribución a la fabricación de la bomba atómica. Gates, con su fundación, ayuda a los pobres en África, pero sueña con reducir la población mundial como buen neomalthusiano que es. En África también es el promotor y financiero del proyecto poco conocido Gene Drive (impulsores genéticos), un verdadero flagelo para el mundo. Este proyecto consiste en esterilizar, mediante técnicas de ingeniería genética, diversos cultivos de organismos vivos para ser liberados en la naturaleza y llevar a la extinción a especies consideradas dañinas, mediante la ingeniería de organismos específicos y ecosistemas completos con métodos selectivos. Con Gene Drive quieren acabar con la malaria al igual que Oppenhaimer quería anticiparse a una supuesta bomba atómica alemana.
Si el Amazonas se quema, pensamos en poner nuevas variedades de plantas más productivas de CO2, si el riesgo de contraer enfermedades aumenta a medida que los organismos tienen sus defensas naturales cada vez más bajas, pensamos en atiborrarlos de químicos externos, haciéndolos incapaces de cualquier reacción y condenándolos a la dependencia de los productos químicos y del sistema médico.
Para resolver los problemas los métodos son siempre peores que el problema en sí, si no de inmediato, ciertamente a largo plazo. En la sociedad tecno-científica el largo plazo nunca se toma demasiado en consideración, excepto en términos estrictamente técnicos o algorítmicos. Los tiempos orgánicos de la naturaleza y también de nuestros cuerpos son muy diferentes, seguramente más lentos porque se refieren a procesos finitos.
En los grandes organismos internacionales, se hacen predicciones sobre el futuro cercano que se convierten en un objeto de estudio cuidadoso. En octubre pasado, la Fundación Gates con el Word Economic Forum y el Centro John Hopkins para la Seguridad de la Salud simularon una pandemia mundial de Coronavirus, llamada «nCoV-2019» , para comprender y analizar lo que habría sucedido, desde el número de muertes hasta los métodos de contención.
“Cuando era niño, el desastre que nos preocupaba era la guerra nuclear. Hoy la mayor catástrofe posible ya no es esa. Si algo mata a 10 millones en las próximas décadas, es más probable que sea un virus altamente contagioso y no una guerra. No misiles sino microbios ”, Bill Gates.
La fatalidad se ha vuelto una probabilidad. No podemos sorprendernos por esto, igual que tampoco podemos sorprendernos por los efectos de la contaminación química, habitual o accidental, del medio ambiente por parte de la industria química, ni por las miles de nuevas moléculas puestas en circulación cuyo uso, en algunos casos, ha revelado efectos nocivos ignorados –por así decirlo– por sus creadores. La tasa de aparición de nuevas enfermedades, con agentes patógenos que encuentran un amplio campo de actividad en las condiciones de vida actuales, es más rápida que la evolución médica. Y en el mundo tal como se presenta ahora, tendremos que acostumbrarnos a esta nueva realidad.
No sabemos mucho sobre el origen de este nuevo virus, probablemente somos conscientes que la boca de la mentira, que sea el Estado o la OMS no importa, seguramente no empiece a decir la verdad ahora. La misma práctica del secreto, la misma irresponsabilidad hacia la sociedad reina en todos los laboratorios y, en consecuencia, es imposible que se llegue a alguna certeza sobre el origen y la historia de esta pandemia. Lo que sabemos con seguridad es que el virus que se está propagando a nivel planetario no es el resultado de un proceso excepcional, ya sea natural o artificial, sino que se encuentra dentro de las condiciones normales del progreso de esta sociedad tecno-científica.
Sin ir tan lejos como China, y si la memoria no se ha perdido por completo, estaría bien recordar Seveso. En este pequeño pueblo de Lombardía había una planta química de la multinacional Givaudan llamada Icmesa, pero los habitantes del país la llamaban “fábrica de perfumes”, precisamente porque oficialmente fabricaba aromatizantes y perfumes. En el grave accidente de 1976, lo que salió de la fábrica en grandes cantidades era dioxina, esa sustancia que todavía llevamos en el cuerpo en pequeñas cantidades desde nuestro nacimiento. Los productos químicos de Imcmesa no eran para perfumar a nadie, sino para crear armas químicas, en particular el Agente Naranja en los Estados Unidos. Partiendo de esta realidad indudable, y en estos ámbitos lo peor es a menudo lo más probable, se podría discutir extensamente sobre hechos que al ponerse de manifiesto y concretarse se convierten en una ocasión para experimentos a gran escala; sobre la posibilidad de que se revelen en su totalidad; sobre el riesgo de que sus efectos vayan más allá de lo que se había previsto y también se podría discutir la utilidad
de las enseñanzas que el sistema puede extraer de su camuflaje o de su espectacularización y su gestión.
En su libro 1984 , Orwell abordó el aspecto de cómo la mentira podría convertirse en verdad absoluta, a pesar de que evidencias incuestionables demuestren lo contrario. A lo largo de los años, hemos visto cómo el sitio de pruebas nucleares de Nevada, un lugar donde durante años se han organizado todo tipo de experimentos en términos de la posibilidad de destrucción de los pueblos y de todo el mundo, ha pasado a llamarse Parque Nacional de investigación ambiental , hasta el punto que un representante del Congreso presente en el acto dijera: “Con el tiempo, el público podrá escuchar los nombres de Savannah River, Oaak Ridge, Fermi Lab, Los Alamos, Idaho Park y Hanford, pensando en la investigación ambiental en lugar de los desastres ambientales”. Y hoy, en Seveso, en el mismo lugar que la empresa química suiza Givaudan-La Roche estuvo esparciendo sus venenos, se extiende el Parque natural del bosque de robles.
El efecto de la pandemia, a diferencia del pasado, está llevando a la posibilidad no solo de engañar a una población por un período de tiempo, sino a la posibilidad de engañar a la población todo el tiempo.
Propaganda pandémica
La gente no estaba preparada para esta pandemia porque en los últimos tiempos es la primera vez que ocurre algo así. En el imaginario, por otro lado, esta posibilidad ha sido asimilada durante mucho tiempo, aunque de forma confusa y casi irracional, no construida con herramientas analíticas y culturales sino a través de machacar durante años con imágenes e informaciones transmitidas por los medios y las redes sociales que instrumentalizan, exaltan o banalizan según la ocasión; a través de la ficción, de películas, Netflix y llamamientos de organizaciones humanitarias. Una asimilación a través de la producción constante de la percepción del mismo riesgo.
La atención general sobre el Coronavirus, especialmente al principio, cuando se pensaba en un origen estrictamente chino, pronto se convirtió en resentimiento, odio y mucho más hacia los chinos que se convirtieron en los autores y portadores de esta epidemia primero en Italia y luego en el mundo. Observamos indignados los movimientos autoritarios de China con biometría, con la red 5G de vigilancia y seguimiento, con drones en el cielo y con la imagen de una ciudad desierta de millones de habitantes como Wuhan. La propaganda masiva aparentemente neutra ha tratado de dar materialidad a un enemigo inmaterial donde dirigir todas las ansiedades y frustraciones de muchas personas que están cada vez más desconcertadas y temerosas. Pronto, cuando inevitablemente la mirada tuvo que cambiar a la situación italiana, los nuevos untori [lease contagiado y/o posible provocador de contagio] pasaron a ser los ”irresponsables”, aquellos que no tenían un comportamiento adecuado; una vez más se crea una fuerte campaña mediática donde la voz de los gobernadores regionales describía una realidad que no se ajustaba en lo más mínimo a lo que estaba ocurriendo en los territorios donde el miedo había hecho que se interpretaran de manera aún más restrictiva las prescripciones de los primeros decretos. Quizás no encontraron la dosis idónea entre aterrorizar y reprimir. El hecho es que durante semanas hemos visto la sucesión de decretos cada vez más restrictivos, deliberadamente ambiguos, con normas de salida constantemente renovadas para avivar y poner bajo presión constante todas esas ansiedades que crecieron gradualmente también debido a la expansión del número de contagios. Cerrar todo e inmediatamente gritaron los voceros regionales, pero luego muchos call center, logística y sobre todo muchas fábricas, especialmente las de componentes militares, continuaron trabajando en situaciones críticas: en esas condiciones fuera se arriesgaban multas y incluso la cárcel, pero dentro de la fábrica las reglas de producción estaban en vigor, tanto que dieron bonificaciones salariales para incentivar a la gente a ir al trabajo.
La atención se ha desplazado hacia la muerte, mejor dicho, se ha secuestrado por completo. Se muestra continuamente; basta la imagen de los camiones del ejército llenos de ataúdes que salen del cementerio de Bérgamo en procesión silenciosa, una imagen que encaja perfectamente en un narrativa de guerra de los gobiernos para describir la emergencia actual: «Estamos en guerra contra un enemigo invisible». Un recuento de la muerte con cifras contradictorias y cuestionables dadas continuamente y actualizadas a lo largo de las horas. La imagen de la muerte fue acompañada por la de los héroes: los trabajadores de la salud incansables, los enfermeros y médicos que hacen lo imposible en una situación desesperada, evocando a los bomberos después del colapso de las torres gemelas en los Estados Unidos. La situación de los hospitales y, en general, del estado de los equipos no se ha censurado, no hay justificación para intentar dar otra visión de la sanidad italiana. No, esta se ha expuesto más allá de todos los límites, transformándola de un “bien común” en un desastre común en el que todos podrían sentirse parte. Se ha llegado casi a contar la calderilla y a esperar que los equipos de fútbol o las estrellas de cine hicieran algunas donaciones. Se ha olvidado que hace poco tiempo, la Fundación Telethon logró desviar miles de millones para la investigación de enfermedades genéticas muy raras, cuando enfermedades muy comunes como los tumores están cada vez más extendidas debido al aire que respiramos, la comida que comemos y, en general, por las condiciones de degradación ambiental en las estamos obligados a vivir. Enfermedades que asumen cifras exorbitantes que nunca han sido contabilizadas por nadie y que nunca han provocado que se declare un estado de emergencia.
Al recuento de los muertos, pronto se añadió el recuento de mascarillas, luego el numero de camas para llegar a la falta de desinfectante. Nadie se ha molestado en investigar qué ha pasado con el sistema nacional de salud aquí en el rico Norte, hecho un desastre por los constantes robos, recortes y privatizaciones. Los creadores de estados emocionales se han preocupado de apartar el plano que habría generado dudas sobre dónde estaba la verdadera emergencia, con el riesgo de verse en situaciones de revuelta ingestionables como las que ocurridas en muchas cárceles, donde los numerosos presos muertos demuestran como están las cosas.
En medio de un Bérgamo desierto y asustado llegaron las tropas del ejercito, aparentemente para responder a la llamada los periódicos regionales que veían gente en todas partes. Una vez más, “el modelo Greta” ha prevalecido, transfiriendo la responsabilidad de lo que está sucediendo a cada individuo: se puede ser irresponsable saliendo de casa (decretos regionales) o cogiendo un avión (Greta) y se puede ser un ciudadano responsable capaz de hacer una contribución positiva al actual estado de las cosas. Pero esta contribución positiva es solo una quimera, teniendo en cuenta que la mayoría de las personas no inciden en nada de lo que ocurre en su entorno: se pueden hacer carteles con arcoíris y frases retóricas, tal vez agregando banderas nacionales, se puede separar minuciosamente el reciclaje… siempre que la responsabilidad se continúe percibiendo como esta ofuscación del pensamiento crítico y se siga practicando esta obediente y generalizada servidumbre voluntaria.
La inteligencia artificial nos salvará
Los procesos tecnológicos que transforman la sociedad no dan grandes saltos, aunque las innovaciones y producciones en alta tecnología sean siempre más rápidas, todavía existen los tiempos necesarios que pueden ser más o menos largos para su aceptación. Y la aceptación social es el factor determinante de estos procesos, ahora sería impensable pasar del smartphone como una prótesis externa al cuerpo a prótesis más invasivas como un microchip subcutáneo. Todos estos procesos toman su tiempo, pero también es necesario que los contextos estén listos para acoger de forma positiva esa innovación, para no arriesgarse a tener una negativa, como en el primer modelo de gafas de realidad aumentada de Google.
El brote del síndrome de la «vaca loca», que estalló en Inglaterra debido a los mortíferos purés de cadáveres con los que se alimentaba, de modo económico, a animales de naturaleza vegetariana, dio lugar a que comenzaran a gran escala procesos de trazabilidad con el uso tecnologías como RFID (Radio Frequency Identification). Todo el sistema ganadero, en plena emergencia, dió un salto y se reorganizó para mantener sus ganancias intactas y al mismo asegurándose de no crear otras enfermedades tan letales y, sobre todo, tan inmediatas que todavía pudieran atribuírsele las causas. Para el sistema industrial, que desde hace tiempo es tecno-cientifico, sus efectos secundarios en el ciclo de producción representan cada vez más no solo la normalidad, sino también una posibilidad de reestructuración. La clave para la reestructuración es siempre tecnológica, sea cual sea el origen del desastre. Entonces, el problema no es una vaca «enloquecida» por tener una alimentación a base de cadáveres de ovejas, sino la falta de rastreo en la cadena de suministro, tener siempre bajo control la «locura animal» e intervenir cuando sea necesario con otras soluciones técnicas, sin tener en cuenta que estas son incluso más locas que las locuras que se querían curar.
También es curioso cómo se han llamado las pandemias a lo largo de los años. Muchos han tomado nombres de animales como las gripes porcina y aviar, el dengue, la enfermedad de las «vacas locas», hasta el Coronavirus, aunque no se le haya dado un nombre preciso relacionado con murciélagos o pangolines, el emparejamiento es continuo. Esta redacción inspirada en animales, tenga o no una base, siempre lleva el problema hacia afuera, una entidad ajena al hombre que represente la causa de las pandemias. Nadie ha pensado llamar a una pandemia Homo sapiens, o si el nombre de la especie podría cambiarse a Homo tecnologicus, sin duda sería más realista teniendo en cuenta que la sociedad tecno-científica es el origen de todo en sus procesos de sustitución, ingenierización y artificialización de la naturaleza
El llamado “estado de emergencia” se expande y se extiende por todas partes, no podría ser de otra manera ya que los desastres se multiplican visiblemente y cada vez los camuflan menos. A menudo se combinan entre sí creando situaciones que dejan a la mayoría de las personas desconcertadas, incapaces de intervenir y, sobre todo, maleables para aceptar cualquier sacrificio que unas pocas horas antes sería impensable. Si el desastre ya no se puede camuflar, entonces se exacerba y se pone en evidencia todo lo posible, contando con una anestesia de la capacidad crítica de quien intenta comprender lo que realmente tiene ante sus ojos. Muchas plantas nucleares ahora se están construyendo cerca de centros habitados, compartiendo el parque verde donado y cuidado amablemente por la misma compañía dueña de la planta. El temor a un accidente atómico, químico o pandémico no está destinado a desaparecer. La percepción que de quiere dar, la que tiene que ser asimilada, es una situación bajo control: hay radiación, pero hay técnicos que se ocuparán de ella, hay dioxina pero no en dosis mortales, hay una pandemia basta con entrar en casa y cerrar la puerta.
El 11 de septiembre, con el ataque a las Torres Gemelas, o en Italia al G8 en Génova, parecían simples paréntesis, “situaciones excepcionales” destinadas a sanar y destinadas a reingresar al ámbito democrático. El 11 de septiembre permitió al gobierno de los Estados Unidos, bajo la ola emocional de los Estados Unidos heridos, inventar la amenaza del terrorismo y desencadenar dos guerras: una afuera y otra adentro creando leyes especiales diseñados para limitar, si no para destruir las libertades de los estadounidenses. En Génova, tres días cortos condensaron bien lo que puede hacer un estado democrático y, después de esos temores, nada podría volver como antes, el poder lo sabía bien, con un mensaje que no se aplicaba solo a los movimientos sociales de Italia. Esa infraestructura para torturar, Esa infraestructura para torturar, encarcelar y matar nunca se ha desmantelado, fue el resto del sistema el que se reestructuró.
La digitalización de la sociedad: una lección de google y compañía
El Ministro de Desarrollo Económico (MISE), el departamento del gobierno italiano que incluye política industrial, comercio internacional, comunicación y energía, ha dejado muy claro cómo el Gobierno tiene la intención de abordar el tema de la recuperación económica, durante y especialmente después de la “emergencia del coronavirus”. Para empezar, se han destinado 25 millones de euros al proyecto : Case delle tecnologie emergenti “para proyectos de investigación y experimentación basados en Blockchain, Internet de las cosas e inteligencia artificial” , dirigido a los municipios de Italia para la prueba de sistemas innovadores y para la realización de la red 5G, desarrollo central también en el decreto Cura Italia [decreto del estado italiano que supone 25.000 millones de euros a los afectados por el coronvirus asi como para el desarrollo de estas tecnologías. N. del T.], que ha dado via libre a las teleoperadoras para el aumento de potencia y la instalación de nuevos emplazamientos de comunicaciones.
La ministra de Innovación Tecnológica y Digitalización, Paola Pisano, que forma parte del partido Movimiento cinco estrellas, el cual siempre ha tenido como referencia Internet y no el mundo real para construir su propia idea de democracia, dijo: “Lo digital y la innovación son aliados preciosos para hacernos vivir una vida diaria sostenible, mejorando nuestra calidad de vida a pesar de las limitaciones” . El proyecto de la ministra llamado Solidaridad digital tiene la intención de “hacer que todos los servicios digitales sean un factor común para ayudar a los ciudadanos a llevar a cabo desde casa lo que solían hacer en la oficina o la escuela”. Una solidaridad entre las máquinas y la ministra no oculta que estas no son ideas de hoy, pero que eso es lo que siempre han querido hacer. Se necesitaba una emergencia de este nivel para aniquilar por completo la ya inestable solidaridad humana: las personas deben comunicarse por medio de dispositivos, entre máquinas, ya no entre sí, hacia una degradación y erosión de cualquier relación social en vista de un distanciamiento social permanente.
Estos proyectos prevén una parte pública, pero sobre todo una parte privada. Precisamente son las empresas privadas las que menos se han visto afectadas por las restricciones gubernamentales y esta crisis ha sido una oportunidad para impulsar sus proyectos. En tiempos de confinamiento en el hogar, son las compañías de Big Data las que han secuestrado la atención de millones de personas conectadas constantemente a la red para tratar de orientarse de alguna manera o simplemente por distracción, haciendo que el uso del teléfono inteligente sea aún más compulsivo. En esta fase de cambio forzado, estas compañías han reforzado su control utilizando su armamento para estar aún más presentes y generalizadas. Por ejemplo, Google con chats de video, correo electrónico, software de productividad y entretenimiento de Youtube; Facebook que permite a las personas ver lo que están haciendo amigos y familiares y, junto con Instagram y Whatsapp, ayuda a reemplazar el contacto directo entre las personas; Todos los dispositivos y aplicaciones de Apple que permiten a las personas seguir trabajando y entretienen a los niños ocupando el lugar de los padres incluso si están presentes. En el proyecto de Solidaridad Digital para apoyar el esfuerzo colectivo, también estará presente IBM que se centrará en el trabajo inteligente y Microsoft (sin Bill Gates, que ahora se ocupa de pandemias) que utilizará sus tecnologías para el trabajo inteligente y la escuela.
Amazon garantiza el suministro de todos los productos y también el entretenimiento digital a través de Prime Video, Kindle, Audible. En los supermercados y pequeños minoristas, la venta de lo que se consideró superfluo (libros, papelería …) estaba prohibida, pero esta prohibición no se aplicaba a la distribución a gran escala de Amazon, un sector que evidentemente se considera esencial también en su logística de distribución de lo superfluo. Desde el mes pasado, Facebook se ha asociado con la OMS ofreciéndola espacios publicitarios gratuitos para promover “información precisa”. En la misma línea, Google y Youtube promueven y dirigen búsquedas de información sobre Coronavirus hacia lo que declaran la OMS y los medios oficiales y Google está creando sitios web específicos para administrar la grandes cantidades de información. En una entrevista reciente, la vicepresidenta de Facebook, Molly Cutler, dijo: “simplemente nos damos cuenta de la seriedad del momento y la importancia de hacer lo que hay que hacer en un momento en que nuestros servicios son realmente necesarios”.
Para contener la pandemia, China simplemente ha utilizado y perfeccionado las tecnologías de vigilancia existentes a gran escala, la ciudad de Wuhan tiene una red 5G y un sistema de Internet de las cosas que es el más desarrollado del mundo. Dos aplicaciones como Alipay y WeChat, que prácticamente reemplazaron el dinero efectivo en China, han sido muy útiles para aplicar las restricciones porque permitieron que el gobierno siguiera constantemente los movimientos de las personas y bloqueara a los que habían contraído el virus. “Todas las personas tienen una especie de semáforo” explica Gabriel Leung, rector de la facultad de medicina de la Universidad de Hong Kong, un código basado en los colores verde, amarillo y rojo que aparece en el teléfono inteligente permite a la policía y al ejército, ubicados en puestos de control especiales, determinar quién podía pasar y quién debía ser detenido. Obviamente, la vida social con estas medidas no solo se ha reducido sino destruido. Una delegación dirigida por la OMS en una visita reciente a China planteó muchas dudas y preocupaciones sobre medidas de contención tan drásticas. Sin embargo, el mismo organismo no se ha indignado cuando se están aplicando las mismas métodos en Europa y en el resto del mundo, simplemente con un nivel menos avanzado en tecnología de vigilancia, en la que China es la primera en el mundo.
Este tipo de medidas reflejan las tomadas en contextos de contrainsurgencia, como la ocupación militar-colonial en Argelia o, más recientemente, en Palestina. Nunca antes se habían tomado a nivel mundial y con un aparato tecnológico tan disponible, ni en megaciudades que albergan a una gran parte de la población mundial. Mientras tanto, también en Italia, se están adoptando métodos técnicos para localización de personas. El garante de privacidad en Italia garantiza que “El intercambio y, antes de eso, la recopilación de datos debe llevarse a cabo de la manera menos invasiva posible para las partes interesadas, favoreciendo el uso de datos pseudonomizados (si no anónimos), recurriendo a la reidentificación cuando sea necesario, por ejemplo, contactar individuos potencialmente infectados. En la compleja cadena de suministro en la que se articularía el rastreo de contactos, las entidades privadas, a partir de las grandes plataformas, deberían poner los activos de información a disposición de la autoridad pública, a quien el análisis de los datos debería reservarse”. La privacidad es en sí misma una quimera, una promesa que no se puede cumplir por la simple razón de que su erosión ya comenzó hace algún tiempo. La privacidad ya estaba muerta con la simple generalización de dispositivos como los teléfonos celulares.
En la recolección de datos faltaban los sanitarios, para llegar a convertirnos a todos en pacientes, elemento fundamental para la gestión total de nuestras vidas; el proyecto Watson de IBM está ya avanzado en esa dirección. Y si la máquina algorítmica promete hacerlo mejor que el hombre, ¿por qué retroceder cuando las relaciones humanas hacían perder tiempo, con riesgos, además, de posibles contagios?
Contrastar una nocividad no solo significa considerar quién la ha querido, realizado y hecho necesaria, sino también considerar a esos impostores que prometen mantenerla dentro de límites y parámetros precisos, controlados y supervisados quizás por una entidad pública. Y aquí está el punto: pensar en gobernar estos procesos es una ilusión, inevitablemente se harán cargo, obviamente usando un sistema de regulaciones éticas, de salud u otras.
La dirección tomada es la de una sociedad cibernética con un acompañamiento dulce hacia la vigilancia total con el manejo y condicionamiento del comportamiento de las personas. En medio de este contexto, será cada vez más difícil y ridículo hablar sobre la tan cacareada “privacidad” o decir que la red 5G prococa tumores. El clima de emergencia ha transformado la red 5G en una “tecnología de emergencia” al acelerar la instalación de una gran cantidad de antenas nuevas partiendo desde las áreas más afectadas por el Coronavirus. La red 5G en la retórica de la propaganda es necesaria para apoyar el desarrollo de la digitalización, el aumento del tráfico de red y el análisis algortímico de los datos sanitarios: “Pensad en la utilidad que la red 5G tendría en los enlaces de radio entre hospitales, protección civil, regiones”, dice De Vecchis, presidente de Huawei Italia, y las palabras del CEO de Zte Italia también son significativas: “Lo que los operadores deben hacer es un razonamiento a largo plazo para estar preparados para enfrentar crisis, esta es una lección para todos: Internet debe considerarse con la misma importancia que la distribución de agua, gas, electricidad”.
La cuestión crucial es comprender que esto no será ni un paréntesis simple ni una prueba general, sino el comienzo de lo que se pretende que sea la nueva normalidad, dejando de ser un estado excepcional en la sociedad del futuro cercano. Hasta ahora solo hemos visto la creación y el manejo de varias emergencias a pequeña escala, desde terrorismo hasta desastres naturales, pero nunca a gran escala y con tanta intensidad. Y no hay duda de que este ejercicio durará mucho más de lo anunciado, abriéndose y volviéndose a combinar con nuevas situaciones que aún son difíciles de prever y comprender en su totalidad y en sus consecuencias finales.
¿Qué nos queda por hacer en una sociedad donde nuestras propias relaciones y vidas están digitalizadas? Cuando Ivan Illich criticaba el sistema educativo decía que tenemos que desescolarizar la sociedad; a nosotros solo nos queda desconectar, tanto como sea posible y en todas partes, este mundo máquina antes de que se pierdan irreversiblemente los significados más simples y profundos sobre lo que es el ser humano, la libertad y la naturaleza. El mundo máquina ya ha dado su respuesta a esto, a todos los individuos que todavía anhelamos la libertad no nos queda más que cortar la malla de esta red que nos domina.
Bérgamo, marzo de 2020
Resistenze al nanomondo
www.resistenzealnanomondo.org